Por GERARD PINIES el 12 noviembre, 2014
Hoy en día está mal visto utilizar ciertas formas de
entrenamiento vinculadas a lo tradicional, ya sea por ser un trabajo
excesivamente analítico o descontextualizado. Un buen ejemplo de ello son las
críticas a las denominadas pretemporadas para llenar depósitos y así poder
rendir a lo largo de toda la temporada. Totalmente comprensible, ya que
actualmente, la planificación y los métodos de entrenamiento han evolucionado y
el fútbol se aleja cada vez más de las teorías sustentadas en disciplinas
deportivas que no comparten su complejidad.
Ante tal situación, me planteaba que aunque ciertas
corrientes teóricas digan que un trabajo no es apropiado para los objetivos que
buscamos, si al jugador le sirve para reforzarse psicológicamente y creer que
está en plenas condiciones para rendir, puede convenir trabajar de esa manera
aunque los métodos utilizados estén en peligro de extinción.
Siguiendo con el tema de la pretemporada, hace tiempo escuché
a un grupo de jugadores que temían a uno de los equipos rivales porque llevaban
una pretemporada durísima, corriendo horas y horas, por mar y montaña,
entrenando a intensidades inhumanas. Bien, al escuchar todo lo que llegaban a
decir ese grupo de jugadores pensé que lo mejor para que aquel grupo optimizara
su predisposición para competir contra ese rival sería hacer lo mismo, es
decir, algún trabajo puramente físico y con gran descontextualización. La idea
de realizarlo no sería por creer que ese método les optimizase el estado de
forma ideal para jugar a fútbol, sino para poder ganar la batalla psicológica
pensando que ellos estaban igual de “bien preparados”, entiéndase la ironía.
Otro ejemplo que ilustra el tema abordado está basado en una
experiencia personal que viví como preparador físico. Un día de competición
realizamos un calentamiento diferente, algo más corto de lo habitual, pero a mi
parecer igual de válido en cuanto a la consecución del objetivo que perseguía:
activar el organismo física y mentalmente. Bien, dada esta situación hubo
algunos jugadores que se atemorizaron porque no habían calentado tanto como el
rival y a la vez daban por hecho que se podían lesionar al haber realizado un
calentamiento distinto al de otras ocasiones. Cuando nos disponíamos a entrar
al vestuario se pusieron a realizar todo tipo de estiramientos como locos.
Viendo su particular “fin del mundo” me di cuenta de que no había cumplido mi
papel como preparador físico. ¿Estos jugadores rendirán igual que si no tuvieran
temor alguno? Quizá sí, no lo sé, pero su predisposición de partida era
claramente mejorable y, por lo tanto, habíamos fallado en nuestro papel de
entrenadores o preparadores físicos, ya que nuestro objetivo es trabajar para
que el jugador pueda ofrecer su mejor versión en cada momento que se le
necesite.
De este modo entran en juego los denominados hábitos
metodológicos o aquellas ideas o tópicos que tenemos dentro de nuestras mentes.
Si no los respetamos, podemos llegar a creer que estamos en peores condiciones
que si los hubiéramos tenido en cuenta. Por lo tanto, aunque la teoría diga una
cosa, a veces la práctica nos pide otra y debemos escuchar al jugador para
darle aquello que le permita sentirse bien y lucir su mejor versión.
En ocasiones queremos aplicar la metodología más apropiada
posible según nuestra manera de entender y no valoramos el contexto donde nos
encontramos. Las personas tienen experiencias previas que en su día han sido
retroalimentadas de forma positiva o negativa según el éxito obtenido, y eso
afecta a su manera de creer en una cosa o en otra. Se trata de entender lo que
el jugador cree que necesita para estar en buenas condiciones y adaptarse a él.
Que no se entienda que podemos utilizar cualquier medio que
le pueda parecer atractivo al jugador. Solo podremos promover o tolerar
aquellos hábitos que no pueden afectar negativamente al rendimiento, los que
creamos que le pueden favorecer mediante un efecto, que de alguna manera, no
deja de ser placebo. No obstante, habrá consideraciones que no nos podemos
saltar y que realmente debemos imponer, sobre todo si ponen en peligro la salud
del jugador y su estado de rendimiento.
Este texto no pretende explicar cómo se debe planificar,
entrenar o gestionar los entrenamientos. Simplemente quiere darle importancia
al denominado efecto placebo, si se me permite la expresión, que podemos
generar respetando ciertos métodos o hábitos que refuerzan el estado emocional
del jugador y consecuentemente afectan a su rendimiento.
El poder de las
creencias no se puede subestimar. Muchas veces observamos como el factor mental
y emocional prevalece al estado físico real del jugador y permite potenciar su
rendimiento. Está demostrado que las emociones condicionan el rendimiento y las
capacidades físicas de los jugadores y, por lo tanto, conviene cuidar y
reforzar los estados mentales para optimizar la forma de los deportistas.
Evidentemente, no vamos a someter a los jugadores a trabajos que sean nocivos
para ellos, no lo saquemos fuera de contexto, pero sí que podemos abrirnos ante
la posibilidad de aplicar dosis de trabajo que aunque no consigan el objetivo
que se persigue directamente, si lo hacen de forma indirecta, mediante la
predisposición y estado de poder que genera en el jugador.
Por el contrario, en caso de querer imponer una metodología
concreta y hacer que los jugadores se sometan a ella, me parece muy conveniente
citar la denominada estrategia del café con leche expuesta por
el profesor Vítor Frade en el libro Periodización Táctica vs
Periodización Táctica, de Xavier Tamarit. Dicha estrategia expone que
debemos esconder lo que queremos que hagan nuestros jugadores en lo que ellos
creen que necesitan por temas culturales y subconscientes. De esta manera, la
leche sería lo que el entrenador quiere aportar, y el café, el contexto
cultural del jugador. La lógica del entrenador se debe poner en pequeñas dosis
como la leche sobre el café, dejando que el café sea la base protagonista, pero
añadiéndole la leche que permita ponerlo al gusto de cada uno. Los jugadores se
tomarán el café que les permite estar bien según sus creencias y, a la vez,
tomarán la leche que permite al entrenador aplicar su manera de hacer las
cosas.
Ya que se está hablando sobre maneras de trabajar, es buen
momento para resaltar también la necesidad de respetar el trabajo de los
demás. Si hablamos de poner en práctica trabajos que a simple vista difieren de
las teorías modernas de entrenamiento, pero que consideramos válidos para
obtener alguna finalidad concreta, conviene pensar un poco más allá y valorar
las cosas con una perspectiva más abierta. Debemos evitar la crítica fácil que
se sustenta en la ignorancia. Muchas veces no conocemos el trabajo que hay
detrás o los motivos que argumentan una decisión, pero no tenemos miramientos
en juzgar y criticar aquello que tenemos delante.
Creo que no es una buena práctica criticar una situación a
simple vista. Por el contrario, sí lo seria si esta nos despierta curiosidad y
nos permite profundizar en el entendimiento del porqué de tales situaciones. En
este caso, existiría una reflexión que nos permite crecer en nuestra
interpretación de las cosas y obtener aprendizajes que nos hacen mejorar
nuestra persona. No defiendo hacer las cosas de una manera u otra, defiendo
trabajar día a día y tomar decisiones coherentes en relación a las necesidades
de cada situación, valorando el conjunto de variables que podemos controlar y
actuando de la mejor manera posible con los recursos que tenemos. Nos podremos
equivocar una y otra vez, pero aprenderemos cada día un poco más y podremos
estar tranquilos con nosotros mismos si las decisiones tomadas tienen un
trabajo de reflexión detrás y era la mejor opción que creíamos en ese momento.
Finalmente, quiero mencionar que tengo muy poca experiencia
acumulada y las ideas expuestas están basadas en un contexto alejado de las
condiciones que se dan en el fútbol profesional. Es posible que me equivoque
con alguna consideración o manera de entender las cosas. En ese caso estaré
encantado de escuchar otras opiniones que me permitan abordar mejor el tema
tratado.
* Gerard Piniés.
Perarnau magazine.com
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