domingo, 6 de enero de 2019



El ex jugador, Jorge Valdano, habla de sus dos pasiones: el fútbol y la literatura
Redacción Cromos
El antiguo director técnico del Real Madrid, estuvo en Bogotá y con su caballerosidad de siempre nos recibió para hablar de esas dos pasiones que lo hacen vibrar: las palabras y el balón.



El ex jugador, Jorge Valdano, habla de sus dos pasiones: el fútbol y la literatura
 Para usted todavía no se ha escrito la gran novela del fútbol. ¿A qué se debe? Es muy difícil hacer un juego literario con lo que ocurre dentro de la cancha. El fútbol es un fenómeno tan espontáneo y tan atado al presente que no debe resultar fácil representarlo ni en la literatura ni en el cine. Pero si hay un juego posible con todo lo que ocurre alrededor: el futbolista es un gran héroe que tiende puentes con las mujeres, el dinero, millones de aficionados… De ahí, para quien tiene talento hay material para la gran novela. A mí me dijeron muchas veces que es muy difícil hacer literatura en un territorio eminentemente emocional, pero eso no puede ser verdad, porque entonces no podría existir literatura sobre al amor, y el amor ha alimentado la literatura de todos los tiempos. 

Ha dicho que cuando leyó a Vázquez Montalbán para usted no fue lo mismo jugar un partido de fútbol, ¿por qué? Porque me sentí representante de algo mucho más complejo que de un juego primitivo. Él empezó a tender puentes entre el fútbol y la política, la identidad, la sociedad… Yo todo eso lo intuía, pero no me animaba a profundizar porque me parecía muy pretencioso. Él lo hizo con tanta altura que nos puso ante un nuevo carril de reflexión: el ensayo de fútbol como expresión de un lugar y un tiempo.

¿Qué tanto determina a la literatura sobre fútbol la nacionalidad del autor que la escribe? Influye fuertemente. No solo la nacionalidad, sino la regionalidad. A Vázquez Montalban se le sale la catalanidad por las orejas. Solo él puede definir al Barça como ejército desarmado de Cataluña. El «Negro» Fontanarrosa es indiscutiblemente rosarino. Y así. A lo mejor ahora eso es más difícil. El color local es más difícil de encontrar, pero eso pasa también con el estilo de los jugadores. Y esto ocurre porque el fútbol no solo expresa un lugar sino un tiempo y estamos en época de globalización. 

¿Qué deben tener los buenos relatos sobre fútbol? Deben tener emoción. Una cuota de sentimiento, que es en lo que se especializa el fútbol. 
 ¿Por qué cree que en este momento es más frecuente encontrar crónicas, biografías y autobiografías sobre fútbol en las librerías que ficción?  Yo soy de la idea de que se han escrito más libros sobre fútbol en el siglo XXI que en todo el siglo XX. Hay editoriales en España y Argentina, como Al poste, Al arco y Cornerque se  dedican solo a títulos deportivos. Pero no hay ficción,  son puras biografías que tiran de Wikipedia… Se hacen con sentido de la oportunidad. Un jugador mete dos goles en tres partidos seguidos y ya tiene su libro. El fútbol no encontró su Hemingway todavía. 

 ¿Se le teme a la ficción? Prácticamente todos los libros sobre fútbol los escriben los cronistas y ellos están más atados a la actualidad. La ficción es más compleja. Sin embargo, en los 90, después de haber escrito un libro sobre el tema que fue muy exitoso –porque justo en ese momento me ficharon como entrenador del Real Madrid–, nos reunimos con Juan Cruz y nos propusimos a involucrar a diferentes intelectuales en un proyecto para el que necesitábamos que escribieran cuentos de fútbol. Mandamos cartas a gente muy diversa: Skármeta, Roa Bastos, Umbral, Benedetti…. El 90% nos devolvió un cuento, hasta el punto en que tuvimos que publicar cuentos de fútbol 1 y 2. Tuvo mucho éxito. Y algunos escribían desde una visión muy negativa del fútbol. Porque cuando uno juega al fútbol de pequeño y lo juega bien, eso significa mucho para bien, sobre todo en términos de integración, y si juega mal, significa mucho para mal. A estos intelectuales, que habían tenido una relación muy distante con el deporte, el fútbol los había hecho sufrir. 

 ¿Se puede hablar de un proceso de cambio o evolución de la literatura sobre fútbol? Hay una literatura que no hemos mencionado, la de los cronistas. Hay periodistas realmente extraordinarios. Hay una recopilación de crónicas de Santiago Segurola, que se llama Héroes de nuestro tiempo. Es un libro extraordinario, en el que convierte la crónica de un partido o el retrato de un jugador en una pieza literaria. Hay crónicas de Segurola que son mejores que el partido, dan más ganas de leer la crónica que de ver el partido. Pero el periodismo se ha disparado hacia las dos puntas, una muy chabacana, polémica y poco intelectual, y otra muy bella que dignifica el fútbol.

 ¿Por qué cree que los intelectuales ahora se muestran interesados en el fútbol? Le han perdido el miedo. Creo que la cultura ha agrandado su ámbito de acción y ha integrado las emociones. Por eso la moda, la gastronomía y el fútbol ya hacen parte de la cultura. Todavía en minúscula, pero hacen parte de la cultura. Eso desinhibió, desprejuició a los intelectuales. El fútbol se hizo más serio y los intelectuales se hicieron un poco menos serios. Por otra parte, el fútbol es parte importantísima de la industria del ocio y los intelectuales tampoco quieren quedar por fuera de la fiesta económica.

 Pero, entonces, ¿eso quiere decir que la literatura sobre fútbol es menos seria? La ficción no deja de ser un juego literario, así que es una redundancia, un juego dentro de otro juego. Pero se hace difícil encontrar novelas actuales en Inglaterra o en Argentina donde el fútbol no sea parte del paisaje social. Es imposible hacer un retrato de Madrid sin hablar del Atlético o del Real. El museo más visitado de la ciudad, después del Prado, es el del Real. Y el fútbol es el mayor productor de conversaciones. Pero claro, una cosa es ser parte del paisaje y, otra, ser el tema central de una novela. De hecho, el fútbol ha animado muchísimos cuentos y muy pocas novelas. 

 ¿Para qué le sirve el fútbol a la literatura y viceversa? La literatura al fútbol le sirve para ayudarle a pensar. Los intelectuales nos dejaron mucho tiempo solos y durante todo ese tiempo el fútbol se consideraba una expresión casi animalesca. Y eso se retroalimentaba: como el fútbol no se pensaba, los intelectuales lo despreciaban, y así… Un fenómeno que mueve a tantos cientos de miles de personas en el mundo merece ser reflexionado en profundidad, la torpeza consistió en haberlo hecho a un lado o encararlo desde el prejuicio. El fútbol le sirve a la literatura para lo mismo que le sirve el comic, para impulsar a los niños a que lean. El fútbol agranda el recinto mental del niño, ahí uno puede aprovechar para aprovecharlo como puerta de entrada a los libros.

 ¿Qué ventajas tiene la literatura que no tiene el fútbol, y qué ventajas tiene el fútbol que no tiene la literatura? La literatura tiene la ventaja de que si tú fallas un gol lo puedes tachar y reescribir. En el fútbol, la reflexión, la decisión y la acción son parte de un mismo movimiento y no hay vuelta atrás. Y el fútbol tiene la ventaja de que, si das con el adjetivo justo, hay 100.000 personas que se vuelven locas. Cuando uno escribe, nunca sabe lo que hay del otro lado, en cambio en el fútbol, bueno o malo, el estímulo produce una reacción instantánea, en miles. El fútbol es una gran meritocracia porque hay muchos testigos. El presidente de un club no puede poner de delantero a su hijo porque la gente mata al hijo y al presidente. 

 ¿Qué escritores están dentro de sus favoritos? Osvaldo Soriano jugó al fútbol y todo lo que escribió tenía gracia e inspiraba pasión. El  «Negro» Fontanarrosa, que para mí es el número uno, fue capaz de llevar todo lo simbólico que hay en el fútbol al terreno real. Es increíble como bajaba a la realidad cosas que estaban flotando en el inconsciente. Juan Sasturaín es maravilloso. Eduardo Galeano tiene una obra magnífica y es un gran observador, aunque se le nota que no jugó al fútbol. Luego están Juan Villoro, que reflexiona sobre el fútbol y sus alrededores, y Eduardo Sacheri. En Colombia, Daniel Samper Pizano: un fanático que vive equivocado; es del Rosario, del Barcelona, todo lo tiene al revés, y eso no lo inhabilita del todo, pero sí un poco (ríe). También está Nick Horby, en Inglaterra, que pone al hincha en un lugar central. Incluso le reprocha al futbolista: ¿él en dónde se encontraba hace diez años y donde estará en diez años? El hincha es el único que puede decir eso con todo derecho, porque él hace diez años estaba sufriendo por su equipo y dentro de diez estará viviendo lo mismo. Es un libro precioso. 




Entrevista con Juan Villoro; fútbol y literatura
Juan Villoro, gran apóstol del balompié, asegura que el fútbol es un fenómeno cultural en todo el mundo, es el espejo que somos en lo bueno y en lo malo.





Entrevista: Jaime López  | Cámara: Óscar Hernández | Texto: Alejandro Carrillo |
Yo soy uno de esos seguidores de la “tribu”, aquellos que exploramos las cábalas, los ritos y las ceremonias dentro esas catedrales de concreto que conocemos como estadios, soy uno de esos que encuentra semidioses en la cancha y predicadores en las tribunas todos los domingos, soy de una religión con millones seguidores en donde “dios siempre es redondo”. Los ateos con ínfulas de intelectuales dirán que no se trata sino de “una herramienta de control social, ¡pan y circo para el pueblo!”, y jurarán odiar al fútbol por sobre todas las cosas y jamás verán un partido, pero en el fondo vivirán con la angustia de no saber entender el delirio de los fieles. Así sea.

Juan Villoro, gran apóstol del balompié, asegura que el fútbol es un fenómeno cultural en todo el mundo, es el espejo que somos en lo bueno y en lo malo, trastoca las aristas más humanas de los individuos y de las colectividades; y además es una poderosa máquina del tiempo capaz de devolvernos a los niños que fuimos. Añadiría que el fútbol es un catalizador de las bellas artes: La jugada que empieza en las manos del arquero y termina en las redes contrarias después de catorce o quince toques, eso es arquitectura. El baile del “diez” con tres defensas encima y con “caño” incluido, eso es danza. Los canticos de 10 mil en la tribuna es la más bella pieza musical. El lance del portero sobre la horquilla del arco para mandar el balón a tiro de esquina, es la mejor de las pinturas. La “mano de D10S” en el Argentina-Inglaterra del 86’, justo después de la guerra de Las Malvinas, ¡eso es cinematografía! En fin… ¿Qué es un partido? Sino una historia que ocurre durante un tiempo determinado y como en la literatura, esta historia puede ser buena o mala.

De acuerdo con Villoro, el fútbol va más allá de ser un simple deporte; es la forma mejor repartida de la pasión en el mundo y nos cautiva porque es simple tanto en su reglamentación como en su infraestructura y equipamiento; “para jugarlo sólo se necesita de un par de suéteres como portería y algún objeto que haga de balón”. El fútbol nos llena porque probablemente repara alguno de nuestros anhelos, cumple alguna de nuestras ilusiones y compromete nuestra imaginación.

“El fútbol sucede en dos tiempos, en el campo y en la mente del espectador”. Ineludiblemente el juego es una escuela de resignación que corre al parejo de la vida y no se puede detener; “es la pasión del 0-0, la pasión del no partido, del no resultado que es inimaginable en otros deportes”.
Es el único fenómeno social que va contra la evolución de la especie, que recupera la parte reptiliana de nuestro cerebro, es aquí donde las antorchas y los gritos de guerra nos regresan a lo primitivo, a la salvaguarda de nuestra tribu. Llenamos los estadios, suspendemos nuestras conversaciones y a veces hasta nuestros matrimonios, vuelve a jugar la parte cancelada de la civilización y el pie obtiene su venganza ante la mano.

Es un fenómeno social unificador e incluyente; no por nada la Federación Internacional del Fútbol Asociación (FIFA) tiene más países asociados que las Naciones Unidas. En lo individual, el fútbol puede cambiar carácter de las personas a niveles extraordinarios; de repente el prudente y reservado se pinta la cara y le mienta la madre a cuantos árbitros y rivales tenga delante de sí, y el despistado conoce de memoria la ficha técnica de Berbatov, Arshavin y Pavlichenko.

Entre otras cosas, el autor de “Dios es redondo”, considera que el fútbol es la mejor de las democracias con el peor sistema de jurisprudencia. No importa si son ricos, pobres, gordos, flacos, negros, blancos, amarillos o azules, poco importa si durante la infancia tuvieron polio, sufren de enanismo o tienen una bala incrustada en la cabeza, si nacieron en el Palacio de Buckingham, en una favela o en el barrio bravo de Tepito; el fútbol no sabe de clases sociales y todos pueden jugar.

Es cierto, las vicisitudes del juego no son ningún misterio, todos conocemos la podredumbre que rodea la grama de una cancha: las mafias, los malos manejos, la publicidad en exceso, el uso de drogas, los prejuicios raciales, el oportunismo político, las sumas exorbitantes de dinero, y principalmente la corrupción dentro del gremio, son aspectos que empobrecen la profesión del futbolista y del aficionado, son el fruto podrido que está mandando todo al carajo, la prostitución.

Queda entonces declararnos aficionados de la afición que es la razón de ser del juego, queda entonces impedir que nos roben la infancia porque hemos aprendido que siempre hay tiempo de compensación y nunca se sabe quién se llevará el mejor resultado. Finalmente, los dejo con una reflexión que es más bien un recordatorio del genial Villoro, que nos acompañó a lo largo de este artículo y quien en días pasados dio una cátedra fenomenal sobre fútbol ante nuestras cámaras con estadio a reventar y gol de oro en el último minuto.

“Antes de salir al campo conviene recordar a los a los jugadores de sombra, los que se quedaron en el camino, con los huesos o los nervios rotos, aquejados por las variadas circunstancias con que los días preparan su asedio. Ellos, nunca vistos, fueron tan necesarios como las líneas blancas que separan las letras de los libros”. Amén.



Entrevista a Ángel Cappa: “Yo no puedo jugar bien si no tengo la pelota como tampoco puedo nadar si no hay agua”.



ENTREVISTA A ÁNGEL CAPPA | Su figura esbelta y enjuta aparece por la puerta de una céntrica cafetería de Madrid. Pese a que por sus venas corre sangre argentina, Ángel Cappa (Bahía Blanca, 1946) exhibe una puntualidad más propia del Reino Unido. Es 6 de diciembre y el que fuera uno de los rostros más influyentes del fútbol español en la década de los 90 sigue conservando ese bigote tan característico que acompaña al movimiento de su boca cuando desayuna un café y un par de croissants mientras recuerda, ríe y explica un fútbol que, pese a todo, no deja de apasionarle.
PREGUNTA: Empecemos con una pregunta compleja. ¿Qué es jugar bien al fútbol para Ángel Cappa?
RESPUESTA: La pregunta indica que hay una confusión muy grande. Es lo mismo que si te preguntan qué es ser una buena persona. Quiere decir que el tema está jodido. ¡Ahora no se sabe lo que es ser una buena persona! Antes nadie preguntaba qué era jugar bien: se sabía qué era jugar bien. Pero ahora no, ahora hay que aclararlo. Yo me resisto a explicarlo. Simplemente digo que pongan un vídeo de la Selección española de hace dos o tres años, antes de empezar la lógica transición que están teniendo ahora, y eso es jugar bien. O el Barcelona de cuando estaba Guardiola. Pongan eso y lo verán.
P: ¿Hablamos entonces de juego de posición, ofensivo, de toque?
R: Insisto: yo me resisto a explicar qué es jugar bien. Como también me resisto a explicar qué es ser una buena persona. Recuerdo que una vez, en un congreso de entrenadores, Óscar Tabárez habló antes que yo y dijo que había hecho una encuesta para que la gente definiera qué era jugar bien. Y como la gente no lo sabía explicar, él concluyó que jugar bien era ganar. Yo, que hablé después, dije que había hecho otra encuesta preguntando a la gente qué es una puerta. Y no fue fácil definir qué era una puerta. Entonces, como la gente no se ponía de acuerdo en la definición, yo concluí que no había puertas, que no existían. Con esto quiero decir que hay cosas que uno sabe lo que son aunque no pueda definirlas. Pero si yo digo que abran la puerta, todo el mundo sabe lo que es. Y si yo hablo de jugar bien, todo el mundo sabe igualmente lo que es, aunque cueste definirlo.
P: ¿Cuáles son los conceptos fundamentales en el libreto de Ángel Cappa? Cuando eras entrenador, ¿qué era imprescindible para ti?
R: Lo primero, conocer el juego, saber cómo se juega. A mí, por ejemplo, me gusta mucho el baloncesto, pero no sé de baloncesto. Yo, si me pongo a jugar al baloncesto, no sabría qué hacer porque no conozco el juego. ¡Hay que saber cómo se juega primero! Eso está antes de cualquier táctica. En el juego puedes jugar con tres, con cuatro, puedes hacer lo que quieras, pero lo primero que tienes que saber es cómo se juega. Segundo, lo más importante de este juego sigue siendo la pelota, a pesar de ser lo más antiguo. Quiere decir que yo no puedo jugar bien si no tengo la pelota como tampoco puedo nadar bien si no hay agua. Tiene que haber agua como tiene que haber pelota. Después, qué hago para defender. Puedo hacerlo más arriba, puedo hacerlo más atrás… Eso quedará de acuerdo a las posibilidades de mi equipo, pero la pelota es sagrada. Y después está el cómo se tiene la pelota. Una cosa es tener la pelota y otra es saber usarla, porque si yo tengo un millón de euros y me compro un saco de caramelos, pues sigo siendo pobre aunque tenga muchos caramelos. ¿Qué quiere decir esto? ¿Que no hay tener un millón de euros? ¡Sí, hay que tenerlo! Pero hay que saber usarlo, y la pelota también. Número uno: tenerla y después usarla bien. Eso para empezar. Después la historia será como sea.
P: Guardiola, por ejemplo, dice que él odia el ‘tiki-taka’, el tener la pelota por tenerla, que si no hay una intencionalidad no sirve de nada…
R: Claro. Yo he parado muchos entrenamientos porque el jugador se acomoda a la facilidad de dársela a un compañero. Y una cosa es dársela a un compañero y otra cosa es dársela a un compañero por ser perezoso. Yo he parado entrenamientos diciendo: “Bueno, a ver, ¿para qué estamos teniendo la pelota?”. ¿Para nada? Eso no sirve, tenemos la pelota para fabricar un espacio, porque hay mucha gente que habla y dice que en el fútbol moderno no hay espacios. El fútbol consiste en fabricar esos espacios, porque para eso tengo la pelota, para distraer, y entonces tengo que saber que el pase es lo más importante del juego. El pase tiene que ser fuerte. El pase y el control son fundamentales para jugar bien al fútbol, porque si yo se la doy al lateral derecho y la pelota tarda lo suficiente como para que el equipo contrario se rearme, ese pase no sirve para nada. Tiene que ser fuerte, rápido. La pelota tiene que correr más que el jugador. Si el jugador corre más que la pelota, estamos jugando mal.
P: ¿Cómo fue acompañar a Menotti y a Valdano en dos gigantes como son Barça y Real Madrid? ¿Fue fácil desarrollar vuestras ideas en clubes que están siempre tan exigidos por ganar desde el primer momento?
R: En el Barcelona simplemente iba a ver a los rivales y creo que sólo dos o tres veces me metí también en el entrenamiento. Ahí simplemente estaba aprendiendo. Iba al entrenamiento a mirar cómo se entrenaba, pero mi función era observar a los rivales. Con Valdano fui compañero de viaje. Fuimos una dupla. Él no tenía experiencia y yo no tenía nombre. Y, ante la falta de experiencia de él y la falta de nombre mía, hicimos una dupla. Son cosas diferentes una y otra.
P: En el caso del Madrid, entonces, ¿cómo fue esa llegada a un equipo que llevaba cinco años sometido al Barça del ‘Dream Team’ y que estaba tan exigido a ganar? ¿Fue sencillo implantar vuestro estilo?
R: Muy fácil. El estilo parte siempre de los jugadores. Hay una idea y hay jugadores. Si tú tienes una idea y no tienes jugadores, no puedes ganar un campeonato. Y si tú tienes jugadores y no tienes una idea, como le pasa al Real Madrid desde hace bastante tiempo, sí puedes ganar. Porque los jugadores son los protagonistas principales. En el Madrid nosotros teníamos jugadores y teníamos una idea, así que fue fácil. La clave está en hacer un funcionamiento acorde a lo que uno quiere hacer, porque tiene que haber un orden. Pero como en la sociedad, hay un orden para reprimir o hay un orden para despertar. Somos once y tiene que haber un orden. ¿Para qué? Para jugar, y hay órdenes que se hacen para no jugar, para impedir que el rival juegue. Nosotros hicimos un orden para jugar. Como había jugadores apropiados no fue nada difícil.
P: ¿No os encontrasteis un equipo deprimido ni acomplejado?
R: No, para nada. Esto es igual que si tienes a un pájaro mucho tiempo en una jaula. Cuando abres esa jaula el pájaro está feliz, sale y va para un lado o para el otro. Cuando a un jugador le incitas a jugar, dicho jugador está feliz. Salvo aquél que no tiene alas. Si no tiene alas y le dices que vuele, el tipo se pone mal, le amargas la vida. Pero si tiene alas no hay ningún problema.
P: ¿Cómo es trabajar con un hombre con una personalidad tan marcada y con un aura de divinidad como es Menotti?
R: Menotti es mi amigo, mi amigo íntimo. Lo de la divinidad y todas esas historias son una cuestión periodística, pero no es real. Menotti es un señor de barrio que a través del fútbol llegó a ser popular. Además, yo con Menotti aprendí, tuve la suerte de dar con alguien como él con el que siempre estaba aprendiendo. Y sigo todavía aprendiendo.
P: A Menotti también le acompañaste en el Mundial de 1982. ¿Qué aprendiste allí?
R: Aprendí de los rivales. Por suerte, me tocó enfrentarme a Brasil y disfruté como un loco. Ese equipo de Brasil era una maravilla. El Brasil de Telê Santana. Con Toninho Cerezo, Sócrates, Zico y Falcão. Era hermoso y un placer verles. De delantero tenían a Éder porque Careca se lesionó.
P: Del Menotti entrenador, ¿qué es lo que destacarías con más profundidad?
R: Su capacidad y su velocidad de análisis. Tiene una capacidad enorme de analizar a un equipo o a un jugador tácticamente de manera inmediata. La claridad que tiene en los descansos para transmitir al jugador, lo que vio y cómo corregir o afirmar lo que está haciendo. Su permanente investigación acerca de lo que es este juego y lo que significa. Para mí, Menotti, junto con Rinus Michels, son los dos entrenadores más importantes en la historia reciente del fútbol. Rinus Michels por la táctica y la búsqueda de los espacios y Menotti por los conceptos. Es como si hubiera puesto al fútbol en una camilla y hubiera hecho los que estudian medicina, empezar a ver sus partes a través de una disección.
P: ¿Crees que la figura de Valdano como entrenador está infravalorada?
R: Valdano no fue entrenador nunca. No tuvo vocación de entrenador. Fue entrenador, pero quiero decir que no se sintió nunca entrenador. Él mismo lo dijo, por eso me animo a decirlo ahora. Valdano es un tipo muy inteligente. Tiene una inteligencia superior a la media y es capaz de adaptarse a cualquier oficio dentro del fútbol, pero para ser entrenador no alcanza con ser inteligente o conocer el fútbol: hay que tener vocación y esa característica él no la tuvo nunca. Por eso él nunca se sintió entrenador. En cuanto pudo lo dejó.
P: ¿Se puede decir, entonces, que eras tú más entrenador él? ¿Que tomabas más decisiones?
R: No, no, estábamos los dos. Éramos los dos los entrenadores. Yo digo que él era muy inteligente, capaz de hacer eso y de hacer otras cosas. Fue un jugador importantísimo siendo un delantero muy limitado en sus comienzos. A partir de la inteligencia fue progresando como jugador y terminó siendo uno de los goleadores más importantes de la Selección argentina, fue campeón del Mundo y fichó por el Real Madrid.
P: Y marcó en la final del Azteca…
R: Claro, y eso lo hizo porque es una persona muy inteligente. También cuando trabajó de entrenador él se adaptó gracias a su inteligencia, pero no por vocación. Él no tenía esa vocación, no le gustaba o no disfrutaba de entrenar y de todo ese tipo de cosas que significan ‘meterse en el barro’. Cualquier idiota te dice cosas si pierdes y todo eso a él le molestaba mucho porque no tenía esa vocación. Eso sí, entre los dos lo pasábamos muy bien y disfrutábamos mucho.
P: ¿Tanto en Tenerife como en Madrid?
R: Tanto en Tenerife como en Madrid, sí. Disfrutábamos muchísimo, nos reíamos mucho.
P: Tus detractores dicen que nunca has sido capaz de ganar nada a pesar de que estuviste a punto de salir campeón con Huracán. ¿Duele que no se mire más allá del resultado?
R: Yo no puedo contestar a los detractores. Por ejemplo, por más que Manuela Carmena haga, Esperanza Aguirre va a decir que está mal. Y Carmena no trata de satisfacer a Esperanza Aguirre. A mí los detractores me dan igual lo que digan, son problemas que los vas a tener siempre. Por lo tanto no les contesto nunca.
P: ¿Y en cuanto a ese resultadismo que tanto impera en el fútbol de hoy?
R: Mira, sí he ganado cosas como entrenador. Pero, como todos los entrenadores, cuando uno tiene una trayectoria larga generalmente pierde mucho más de lo que gana. Bielsa dijo que los entrenadores somos administradores de la derrota, y es verdad. Bielsa ha perdido mucho más de lo que ganó. Bilardo ha perdido muchísimo más de lo que ganó y, sin embargo, está considerado como un ganador. Son cosas que no se pueden modificar. El otro día Diego Latorre dijo algo que ya sabía: Menotti en su vida ganó seis títulos y Bilardo dos, pero Bilardo está considerado un ganador y Menotti no. Y eso no se modifica de ninguna manera. Está así y punto. A los que somos ‘menottistas’ no nos interesa quién la tiene más larga, nos gusta el ‘menottismo’, y a los que son ‘bilardistas’ les pasa exactamente lo mismo, es decir, les gusta el ‘bilardismo’. Ahora, hay una cosa que sí que es verdad: cuando los resultadistas pierden se aferran al merecimiento.
Durante el Mundial de Italia, cuando a Brasil la elimina Argentina con el gol de Caniggia, Sebastião Lazaroni, que era el entrenador brasileño, decía en la conferencia de prensa algo así como que ‘No me vengan con mala cara, que acá ganamos tantos partidos, en tantos minutos’. Pero perdió con Argentina, mereciendo ganar. Entonces dijo que, efectivamente, habían merecido ganar. Y tenía razón. Pero él, que se aferraba solamente al marcador, resulta que entonces se aferró a los merecimientos. Como dijo Kipling, el triunfo y la derrota son dos impostores. Tú tienes que hacer lo que tienes que hacer, defender lo que tienes que defender y a veces ganar y a veces perder. Con mi manera de ver el fútbol unas veces me fue bien y otras me fue mal. Y tenía el mismo discurso, la misma manera, el mismo diálogo. Porque finalmente es un juego y nadie te garantiza el triunfo como tampoco la derrota. Cuando el Atlético de Madrid perdió con el Real Madrid la Copa de Europa de Lisboa Simeone dijo: “Hoy aprendí que no todo es ganar”. Después se olvidó, ya que cuando perdió la segunda dijo que “ser segundo no sirve para nada”. Lo importante es en qué momento dijo eso, porque tenía razón. Se abonó por un ratito a esa manera de entender, no solamente el fútbol, sino también la vida.
Me voy a referir a una relación con una mujer. Tú eres el mismo y, sin embargo, te va mal con una y te va bien con la otra. Y en el fútbol también. A mí me interesa el resultado, ojo. Claro que me gusta ganar. Sin embargo, con Huracán nos roban el último partido, en el cual perdimos alevosamente, en un fútbol tramposo y corrupto como es el fútbol argentino. Los detractores dicen que no gané nada, pero no tienen razón. Aunque hubiéramos perdido bien, legalmente, disfrutamos durante muchos partidos porque jugábamos bien y porque la gente estaba feliz. El último momento no es solamente el que define todo, el ‘mientras tanto’ también vale. Como en la vida, ¿no? No vas a estar esperando a jubilarte, sino que cada día es un día hermoso para disfrutar. En el fútbol es igual. Muchos periodistas me han dicho que es mejor ganar que perder. Me acuerdo de una vez que le ganamos a San Lorenzoestando yo en Huracán. Ganamos el Clásico 1-0. Yo dije que estaba contento por el triunfo, pero que no me había gustado cómo habíamos jugado. Y entonces un periodista me dijo: “Ah, ¿pero a usted también le gusta ganar?”. Claro que me gusta ganar. ¿Qué quieres? ¿Que me guste perder? Ahora, ¿qué es lo que tengo que hacer para ganar? ¿Tirar la pelota a la tribuna? Entonces no. No solamente lo digo yo, y los ‘menottistas’. También lo dijo en su día Xavi Hernández“A mí me duele más fallar un pase que fallar un gol”, queriendo decir que le da más valor al juego que al resultado. E Iniesta piensa exactamente igual. No es que lo diga yo, que soy un perdedor, un romántico, sino que también lo dicen estos tipos que ganaron más de lo que perdieron.
P: ¿Qué es lo que pasa para que un día te canses de entrenar?
R: Tener muchos años, y eso es algo inevitable en la vida. Ya no tengo el entusiasmo ni la voluntad que hay que tener para ejercer una tarea tan complicada como ésta. Hay que tener mucho entusiasmo para superar las piedras en el camino. La vida te va marcando y el tiempo es implacable y no se detiene. Es jodido admitirlo, pero es así. Los años pesan.
P: ¿Quién ha sido la figura que más te ha marcado como técnico?
R: Menotti. Pero antes de Menotti hubo muchos jugadores que jugaban bien. El club de mi barrio, que estaba en Primera división, el Bahía Blanca, tenía muchos jugadores que jugaban bien. El Huracán del 73 que dirigía Menotti…Yo siempre admiraba a los grandes jugadores, a los buenos, y lo que me propuse siendo entrenador fue ser fiel a eso, a esa gente que me emocionó de niño y que me enseñó. A veces gané, a veces perdí, pero nunca fui infiel a ese propósito, y eso me deja tranquilo. Aun en los momentos más difíciles, en los que me he jugado el puesto, nunca he dejado de ser fiel a eso. Y me ha costado alguna vez el puesto, pero mi tranquilidad es haber sido fiel a todo eso.
P: Hablando de futbolistas, ¿tuviste algún ídolo cuando eras jugador?
R: Sí, cuando era niño. Ernesto Grillo, que jugaba en una delantera mítica de Argentina: Micheli, Cecconato, Lacasia, Grillo y Cruz. Jugaban en Independiente y nunca fueron campeones, pero fueron una delantera mítica, de las muchas que hubo. Grillo fue el primero que le hizo un gol a los ingleses, en el ‘Día del Fútbol’, en el año 1953. Inglaterra jugaba en Buenos Aires, Grillo empató —Argentina perdía 0-1— y después se ganaría por 3-1. Yo ponía un póster de Grillo en el ropero, abría la puerta, levantaba un poquito la persiana y me dormía mirando a él. Después trabaje con él en la cantera de Boca. Yo hablé con él mucho. Bueno, le pregunté. Nunca le discutía, me daba vergüenza.
P: ¿Y el mejor jugador al que hayas entrenado?
R: Hay muchos. No sabría quedarme con uno, es imposible. Citaría a Redondo, Diego Latorre, ‘Matute’ Morales, Fernando Hierro, Sanchís, Raúl, Pastore, Capria… Muchísimos. Todos me enseñaron.
P: Es lógico pensar que el Cappa entrenador se va forjando en su carrera en Olimpo. ¿A quién se parecía ese volante central?
R: Voy a contestar como le contesté a un jugador que me preguntó. Siempre me preguntaban cómo jugaba y yo decía que muy bien. Era un jugador que tenía limitaciones técnicas en cuanto a la pegada de la pelota. Yo manejaba más o menos bien la pelota, era un buen jugador desde mi punto de vista, en cuanto al nivel en el que jugaba. Estaba en la selección de Bahía Blanca y era un buen jugador para ese nivel. Cuando venían equipos de Buenos Aires, de media tabla, jugaba a ese nivel. Pero llegaban Boca o River me daba cuenta de que a ese nivel no llegaba. Me daba cuenta jugando. Pero yo siempre contesto: “¿Viste jugar a Redondo? Pues nada que ver” (risas).