viernes, 19 de abril de 2013

'Las máximas de Diego Umaña


Habla de supersticiones en su vida futbolera, de su exfrondosa cabellera y su afición por la música.
“¡Recibamos con un fuerte aplauso al maestro Diego Édison Umaña!” Así, seguramente, elucubraba el joven brotado del barrio Cien Palos en Cali lo que sería su rutina. En una cancha de fútbol o montado en una tarima.
Siempre en tono alto. Ser músico o futbolista era la disyuntiva. Nació provisto de creatividad, de magia, de arte. Fácilmente aprendió a hamacar, a domesticar el balón.
Esa bola mágica, la del fútbol, parece ser la única en la que Umaña confía su devoción. “No creo ni en el cielo ni en el infierno. No me encomiendo a nadie. Soy el directo responsable de mis decisiones, mis actuaciones y de todo lo que me pase. Por eso siempre digo ‘has el bien y no mires a quién’”, asevera, tras el interrogante sobre si se encomienda a un ser superior. Es un cabalero.
No obstante, ‘África' Umaña, como lo apodó el narrador Rafael Araújo Gámez, debe estar ungido por una gracia divina. Virtuoso como jugador, competitivo como entrenador, bailador por diversión, él descansa leyendo y se recrea escuchando la música actual y de antaño.
Varias de sus máximas
“La cábala más fiable del 2008 fue pelearme siempre con una persona que no quería que saliéramos campeones. Todos los días lo hacía”.
“En el 2008, Ramón Vásquez y Álex Escobar se iban por un lugar en un centro comercial, compraban una cosa en una droguería, yo los esperaba en otro almacén y le prestaba 20 mil pesos a Ramón. Él tenía plata, pero era parte de la cábala”.
“Un día antes de los partidos, me tocaba comprar unos discos y repartirlos entre los del cuerpo técnico del América”.
“Tengo un reloj amarillo, pero es para las finales. Ahora estoy utilizando uno rojo. En Perú tenía uno blanco y en Barranquilla, uno azul”.
“En el bus que nos lleva al estadio siempre escojo el mismo asiento y escucho las mismas canciones". También dice que en el título del 2008 "íbamos y regresábamos a la misma hora, caminábamos por el mismo sitio, con las mismas camisetas, las mismas sudaderas, las mismas medias y los mismos tenis”.
De su espesa cabellera juvenil

En cuanto a su 'look' de jugador, con la espesa cabellera lo acompañó durante toda su carrera, Umaña también tiene un montón de historias y anécdotas.
“Cuando tenía el afro no cabeceaba el balón, la cabeza es para pensar. Y eso que hice tres o cuatro goles de cabeza”.
“Tuve afro hasta el último día que jugué al fútbol. Me cuidaba de los piojos, no me peinaba con cualquier peineta. Una vez me trasquilaron en un diciembre, porque el peluquero decía que tenía una máquina nueva. Casi le desarmo esa peluquería (risas). Quedé casi calvo, entonces entrenaba con gorra, y como no me dejaban, no volví al entrenamiento hasta que me creció un poquito el pelo”.
“En Barranquilla me decían: ‘Eche, te vamos a quemar ese canasto’. Algunos me echaban saliva”.
De su familia y del baile
Estos son los recuerdos de Umañan sobre su familia en su juventud, cuando era niño y luego cuando fue un brillante y talentoso mediocampista.
“Mi papá fue futbolista, y yo quería serlo también. Pero mi mamá quería que yo estudiara. Podía tener unos zapatos nuevos o un pantalón recién comprado, pero si había un partido, no me importaba. En una celebración de uno de mis cumpleaños, me puse a jugar con el balón y tumbé la torta. Era increíble las 'pelas' que me pegaban, me daban con todo”.
“Antes, nos preocupábamos bastante por bailar bien. Yo me llevaba al camerino la pinta de bailar, y cuando se terminaba el partido, me iba. Generalmente ganábamos y la gente me felicitaba en la discoteca”.
“Me gusta la música de los 70 y de ahora. Hubiera querido ser músico, si no hubiera sido futbolista. Me gustan los sonidos, por eso me gusta el latin jazz, el jazz, blues. Me gusta tocar las congas, el bongó, la campana… En el jazz, cada uno pone su inspiración para una armonía colectiva. Es como si se estuvieran pasando la pelota. No hay un arreglista, todo es inspiración. Eso es un equipo de fútbol”.
Sus frases célebres
“Como jugador, me faltó ir a un Mundial, de resto lo hice todo”.
“La gente en Barranquilla me quiere mucho y yo también. Anhelo volver a dirigir al Junior. Como la canción de Joe Arroyo, ‘en Barranquilla me quedo’. Lástima que el tiempo que estuve allá fue tan corto”.
“Creo que en Colombia el vallecaucano es el que menos regionalismo tiene. No defiende sus valores, su identidad cultural. Nos atacamos. Ojalá cambiáramos. Siempre se ha hablado del ‘vallecaucanivalismo’ y yo lo he sentido”.
“América es un motivo para vivir, una razón para soñar. Acá adentro se vive la pasión de un pueblo. Cada vez que los he dirigido, lo siento. Lo que estoy haciendo es ayudar para que los hinchas estén contentos, ellos son la verdad del América. Ellos fueron los liberados de la Lista Clinton”.
“Nunca juego con la soga al cuello. Hay que pensar que vamos a ascender, hay que trabajar para eso”.
“Al periodista que más admiro es a Hernán Peláez. Hubiera querido que su estilo se irradiara en toda Colombia”.
El inicio del descenso del América
“En el 2008 la gente iba al estadio. Pero cuando se hacían buenas taquillas, algunos dirigentes decían que los robaban. Al año siguiente, la hinchada dejó de asistir al estadio. Ahí el equipo empezó a decaer. Era muy duro. Tocaba hablar con los jugadores para que no se llevaran el pase, porque no les pagaban. Y al final, se llevaron la plata otros”.
Cifras significativas de su carrera
Umaña jugó durante 16 años. Fue campeón con el Cali (1974), y también actuó en Bucaramanga, Millonarios y Santa Fe.
2006, fue el año que Umaña sufrió un infarto, siendo técnico del Deportes Quindío. "Viví cosas muy intimas durante el lapso en el que me 'desconecté' del mundo", dijo.
3 campeonatos ha celebrado como entrenador: América, Junior y Juan Aurich (Perú).
62 años de vida tiene Diego Edison Umaña Peñaranda. Nació un 12 de marzo de 1951.
9 equipos ha dirigido: Once Caldas, Santa Fe, América, Millonarios, Barcelona (Ecuador), Centauros, Quindío, Junior y Juan Aurich.
Héctor Fabio Gruesso
hecgru@eltiempo.com
En twitter: @fabiogrueso