El ex jugador, Jorge Valdano, habla de sus dos pasiones:
el fútbol y la literatura
Redacción Cromos
El antiguo director técnico del Real Madrid, estuvo en
Bogotá y con su caballerosidad de siempre nos recibió para hablar de esas dos
pasiones que lo hacen vibrar: las palabras y el balón.
El ex jugador, Jorge Valdano, habla de sus dos pasiones: el
fútbol y la literatura
Para usted todavía no
se ha escrito la gran novela del fútbol. ¿A qué se debe? Es muy difícil hacer
un juego literario con lo que ocurre dentro de la cancha. El fútbol es un
fenómeno tan espontáneo y tan atado al presente que no debe resultar fácil
representarlo ni en la literatura ni en el cine. Pero si hay un juego posible
con todo lo que ocurre alrededor: el futbolista es un gran héroe que tiende
puentes con las mujeres, el dinero, millones de aficionados… De ahí, para quien
tiene talento hay material para la gran novela. A mí me dijeron muchas veces
que es muy difícil hacer literatura en un territorio eminentemente emocional,
pero eso no puede ser verdad, porque entonces no podría existir literatura
sobre al amor, y el amor ha alimentado la literatura de todos los
tiempos.
Ha dicho que cuando leyó a Vázquez Montalbán para usted no
fue lo mismo jugar un partido de fútbol, ¿por qué? Porque me sentí
representante de algo mucho más complejo que de un juego primitivo. Él empezó a
tender puentes entre el fútbol y la política, la identidad, la sociedad… Yo
todo eso lo intuía, pero no me animaba a profundizar porque me parecía muy
pretencioso. Él lo hizo con tanta altura que nos puso ante un nuevo carril de
reflexión: el ensayo de fútbol como expresión de un lugar y un tiempo.
¿Qué tanto determina a la literatura sobre fútbol la
nacionalidad del autor que la escribe? Influye fuertemente. No solo la
nacionalidad, sino la regionalidad. A Vázquez Montalban se le sale la
catalanidad por las orejas. Solo él puede definir al Barça como ejército
desarmado de Cataluña. El «Negro» Fontanarrosa es indiscutiblemente rosarino. Y
así. A lo mejor ahora eso es más difícil. El color local es más difícil de
encontrar, pero eso pasa también con el estilo de los jugadores. Y esto ocurre
porque el fútbol no solo expresa un lugar sino un tiempo y estamos en época de
globalización.
¿Qué deben tener los buenos relatos sobre fútbol? Deben
tener emoción. Una cuota de sentimiento, que es en lo que se especializa el
fútbol.
¿Por qué cree que en este momento es más frecuente
encontrar crónicas, biografías y autobiografías sobre fútbol en las librerías
que ficción? Yo soy de la idea de que se han escrito más libros sobre
fútbol en el siglo XXI que en todo el siglo XX. Hay editoriales en España y
Argentina, como Al poste, Al arco y Cornerque se dedican solo a títulos
deportivos. Pero no hay ficción, son puras biografías que tiran de
Wikipedia… Se hacen con sentido de la oportunidad. Un jugador mete dos goles en
tres partidos seguidos y ya tiene su libro. El fútbol no encontró su Hemingway
todavía.
¿Se le teme a la ficción? Prácticamente todos los
libros sobre fútbol los escriben los cronistas y ellos están más atados a la
actualidad. La ficción es más compleja. Sin embargo, en los 90, después de
haber escrito un libro sobre el tema que fue muy exitoso –porque justo en ese
momento me ficharon como entrenador del Real Madrid–, nos reunimos con Juan
Cruz y nos propusimos a involucrar a diferentes intelectuales en un proyecto
para el que necesitábamos que escribieran cuentos de fútbol. Mandamos cartas a
gente muy diversa: Skármeta, Roa Bastos, Umbral, Benedetti…. El 90% nos
devolvió un cuento, hasta el punto en que tuvimos que publicar cuentos de
fútbol 1 y 2. Tuvo mucho éxito. Y algunos escribían desde una visión muy
negativa del fútbol. Porque cuando uno juega al fútbol de pequeño y lo juega
bien, eso significa mucho para bien, sobre todo en términos de integración, y
si juega mal, significa mucho para mal. A estos intelectuales, que habían
tenido una relación muy distante con el deporte, el fútbol los había hecho
sufrir.
¿Se puede hablar de un proceso de cambio o evolución
de la literatura sobre fútbol? Hay una literatura que no hemos mencionado, la
de los cronistas. Hay periodistas realmente extraordinarios. Hay una
recopilación de crónicas de Santiago Segurola, que se llama Héroes de nuestro
tiempo. Es un libro extraordinario, en el que convierte la crónica de un
partido o el retrato de un jugador en una pieza literaria. Hay crónicas de
Segurola que son mejores que el partido, dan más ganas de leer la crónica que
de ver el partido. Pero el periodismo se ha disparado hacia las dos puntas, una
muy chabacana, polémica y poco intelectual, y otra muy bella que dignifica el
fútbol.
¿Por qué cree que los intelectuales ahora se muestran
interesados en el fútbol? Le han perdido el miedo. Creo que la cultura ha
agrandado su ámbito de acción y ha integrado las emociones. Por eso la moda, la
gastronomía y el fútbol ya hacen parte de la cultura. Todavía en minúscula,
pero hacen parte de la cultura. Eso desinhibió, desprejuició a los
intelectuales. El fútbol se hizo más serio y los intelectuales se hicieron un
poco menos serios. Por otra parte, el fútbol es parte importantísima de la
industria del ocio y los intelectuales tampoco quieren quedar por fuera de la
fiesta económica.
Pero, entonces, ¿eso quiere decir que la literatura
sobre fútbol es menos seria? La ficción no deja de ser un juego literario, así
que es una redundancia, un juego dentro de otro juego. Pero se hace difícil
encontrar novelas actuales en Inglaterra o en Argentina donde el fútbol no sea
parte del paisaje social. Es imposible hacer un retrato de Madrid sin hablar
del Atlético o del Real. El museo más visitado de la ciudad, después del Prado,
es el del Real. Y el fútbol es el mayor productor de conversaciones. Pero
claro, una cosa es ser parte del paisaje y, otra, ser el tema central de una
novela. De hecho, el fútbol ha animado muchísimos cuentos y muy pocas
novelas.
¿Para qué le sirve el fútbol a la literatura y
viceversa? La literatura al fútbol le sirve para ayudarle a pensar. Los
intelectuales nos dejaron mucho tiempo solos y durante todo ese tiempo el
fútbol se consideraba una expresión casi animalesca. Y eso se retroalimentaba:
como el fútbol no se pensaba, los intelectuales lo despreciaban, y así… Un
fenómeno que mueve a tantos cientos de miles de personas en el mundo merece ser
reflexionado en profundidad, la torpeza consistió en haberlo hecho a un lado o
encararlo desde el prejuicio. El fútbol le sirve a la literatura para lo mismo
que le sirve el comic, para impulsar a los niños a que lean. El fútbol agranda
el recinto mental del niño, ahí uno puede aprovechar para aprovecharlo como
puerta de entrada a los libros.
¿Qué ventajas tiene la literatura que no tiene el
fútbol, y qué ventajas tiene el fútbol que no tiene la literatura? La
literatura tiene la ventaja de que si tú fallas un gol lo puedes tachar y
reescribir. En el fútbol, la reflexión, la decisión y la acción son parte de un
mismo movimiento y no hay vuelta atrás. Y el fútbol tiene la ventaja de que, si
das con el adjetivo justo, hay 100.000 personas que se vuelven locas. Cuando
uno escribe, nunca sabe lo que hay del otro lado, en cambio en el fútbol, bueno
o malo, el estímulo produce una reacción instantánea, en miles. El fútbol es
una gran meritocracia porque hay muchos testigos. El presidente de un club no
puede poner de delantero a su hijo porque la gente mata al hijo y al
presidente.
¿Qué escritores están dentro de sus favoritos? Osvaldo
Soriano jugó al fútbol y todo lo que escribió tenía gracia e inspiraba pasión.
El «Negro» Fontanarrosa, que para mí es el número uno, fue capaz de
llevar todo lo simbólico que hay en el fútbol al terreno real. Es increíble
como bajaba a la realidad cosas que estaban flotando en el inconsciente. Juan
Sasturaín es maravilloso. Eduardo Galeano tiene una obra magnífica y es un gran
observador, aunque se le nota que no jugó al fútbol. Luego están Juan Villoro,
que reflexiona sobre el fútbol y sus alrededores, y Eduardo Sacheri. En
Colombia, Daniel Samper Pizano: un fanático que vive equivocado; es del
Rosario, del Barcelona, todo lo tiene al revés, y eso no lo inhabilita del
todo, pero sí un poco (ríe). También está Nick Horby, en Inglaterra, que pone
al hincha en un lugar central. Incluso le reprocha al futbolista: ¿él en dónde
se encontraba hace diez años y donde estará en diez años? El hincha es el único
que puede decir eso con todo derecho, porque él hace diez años estaba sufriendo
por su equipo y dentro de diez estará viviendo lo mismo. Es un libro
precioso.
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