domingo, 6 de enero de 2019



El ex jugador, Jorge Valdano, habla de sus dos pasiones: el fútbol y la literatura
Redacción Cromos
El antiguo director técnico del Real Madrid, estuvo en Bogotá y con su caballerosidad de siempre nos recibió para hablar de esas dos pasiones que lo hacen vibrar: las palabras y el balón.



El ex jugador, Jorge Valdano, habla de sus dos pasiones: el fútbol y la literatura
 Para usted todavía no se ha escrito la gran novela del fútbol. ¿A qué se debe? Es muy difícil hacer un juego literario con lo que ocurre dentro de la cancha. El fútbol es un fenómeno tan espontáneo y tan atado al presente que no debe resultar fácil representarlo ni en la literatura ni en el cine. Pero si hay un juego posible con todo lo que ocurre alrededor: el futbolista es un gran héroe que tiende puentes con las mujeres, el dinero, millones de aficionados… De ahí, para quien tiene talento hay material para la gran novela. A mí me dijeron muchas veces que es muy difícil hacer literatura en un territorio eminentemente emocional, pero eso no puede ser verdad, porque entonces no podría existir literatura sobre al amor, y el amor ha alimentado la literatura de todos los tiempos. 

Ha dicho que cuando leyó a Vázquez Montalbán para usted no fue lo mismo jugar un partido de fútbol, ¿por qué? Porque me sentí representante de algo mucho más complejo que de un juego primitivo. Él empezó a tender puentes entre el fútbol y la política, la identidad, la sociedad… Yo todo eso lo intuía, pero no me animaba a profundizar porque me parecía muy pretencioso. Él lo hizo con tanta altura que nos puso ante un nuevo carril de reflexión: el ensayo de fútbol como expresión de un lugar y un tiempo.

¿Qué tanto determina a la literatura sobre fútbol la nacionalidad del autor que la escribe? Influye fuertemente. No solo la nacionalidad, sino la regionalidad. A Vázquez Montalban se le sale la catalanidad por las orejas. Solo él puede definir al Barça como ejército desarmado de Cataluña. El «Negro» Fontanarrosa es indiscutiblemente rosarino. Y así. A lo mejor ahora eso es más difícil. El color local es más difícil de encontrar, pero eso pasa también con el estilo de los jugadores. Y esto ocurre porque el fútbol no solo expresa un lugar sino un tiempo y estamos en época de globalización. 

¿Qué deben tener los buenos relatos sobre fútbol? Deben tener emoción. Una cuota de sentimiento, que es en lo que se especializa el fútbol. 
 ¿Por qué cree que en este momento es más frecuente encontrar crónicas, biografías y autobiografías sobre fútbol en las librerías que ficción?  Yo soy de la idea de que se han escrito más libros sobre fútbol en el siglo XXI que en todo el siglo XX. Hay editoriales en España y Argentina, como Al poste, Al arco y Cornerque se  dedican solo a títulos deportivos. Pero no hay ficción,  son puras biografías que tiran de Wikipedia… Se hacen con sentido de la oportunidad. Un jugador mete dos goles en tres partidos seguidos y ya tiene su libro. El fútbol no encontró su Hemingway todavía. 

 ¿Se le teme a la ficción? Prácticamente todos los libros sobre fútbol los escriben los cronistas y ellos están más atados a la actualidad. La ficción es más compleja. Sin embargo, en los 90, después de haber escrito un libro sobre el tema que fue muy exitoso –porque justo en ese momento me ficharon como entrenador del Real Madrid–, nos reunimos con Juan Cruz y nos propusimos a involucrar a diferentes intelectuales en un proyecto para el que necesitábamos que escribieran cuentos de fútbol. Mandamos cartas a gente muy diversa: Skármeta, Roa Bastos, Umbral, Benedetti…. El 90% nos devolvió un cuento, hasta el punto en que tuvimos que publicar cuentos de fútbol 1 y 2. Tuvo mucho éxito. Y algunos escribían desde una visión muy negativa del fútbol. Porque cuando uno juega al fútbol de pequeño y lo juega bien, eso significa mucho para bien, sobre todo en términos de integración, y si juega mal, significa mucho para mal. A estos intelectuales, que habían tenido una relación muy distante con el deporte, el fútbol los había hecho sufrir. 

 ¿Se puede hablar de un proceso de cambio o evolución de la literatura sobre fútbol? Hay una literatura que no hemos mencionado, la de los cronistas. Hay periodistas realmente extraordinarios. Hay una recopilación de crónicas de Santiago Segurola, que se llama Héroes de nuestro tiempo. Es un libro extraordinario, en el que convierte la crónica de un partido o el retrato de un jugador en una pieza literaria. Hay crónicas de Segurola que son mejores que el partido, dan más ganas de leer la crónica que de ver el partido. Pero el periodismo se ha disparado hacia las dos puntas, una muy chabacana, polémica y poco intelectual, y otra muy bella que dignifica el fútbol.

 ¿Por qué cree que los intelectuales ahora se muestran interesados en el fútbol? Le han perdido el miedo. Creo que la cultura ha agrandado su ámbito de acción y ha integrado las emociones. Por eso la moda, la gastronomía y el fútbol ya hacen parte de la cultura. Todavía en minúscula, pero hacen parte de la cultura. Eso desinhibió, desprejuició a los intelectuales. El fútbol se hizo más serio y los intelectuales se hicieron un poco menos serios. Por otra parte, el fútbol es parte importantísima de la industria del ocio y los intelectuales tampoco quieren quedar por fuera de la fiesta económica.

 Pero, entonces, ¿eso quiere decir que la literatura sobre fútbol es menos seria? La ficción no deja de ser un juego literario, así que es una redundancia, un juego dentro de otro juego. Pero se hace difícil encontrar novelas actuales en Inglaterra o en Argentina donde el fútbol no sea parte del paisaje social. Es imposible hacer un retrato de Madrid sin hablar del Atlético o del Real. El museo más visitado de la ciudad, después del Prado, es el del Real. Y el fútbol es el mayor productor de conversaciones. Pero claro, una cosa es ser parte del paisaje y, otra, ser el tema central de una novela. De hecho, el fútbol ha animado muchísimos cuentos y muy pocas novelas. 

 ¿Para qué le sirve el fútbol a la literatura y viceversa? La literatura al fútbol le sirve para ayudarle a pensar. Los intelectuales nos dejaron mucho tiempo solos y durante todo ese tiempo el fútbol se consideraba una expresión casi animalesca. Y eso se retroalimentaba: como el fútbol no se pensaba, los intelectuales lo despreciaban, y así… Un fenómeno que mueve a tantos cientos de miles de personas en el mundo merece ser reflexionado en profundidad, la torpeza consistió en haberlo hecho a un lado o encararlo desde el prejuicio. El fútbol le sirve a la literatura para lo mismo que le sirve el comic, para impulsar a los niños a que lean. El fútbol agranda el recinto mental del niño, ahí uno puede aprovechar para aprovecharlo como puerta de entrada a los libros.

 ¿Qué ventajas tiene la literatura que no tiene el fútbol, y qué ventajas tiene el fútbol que no tiene la literatura? La literatura tiene la ventaja de que si tú fallas un gol lo puedes tachar y reescribir. En el fútbol, la reflexión, la decisión y la acción son parte de un mismo movimiento y no hay vuelta atrás. Y el fútbol tiene la ventaja de que, si das con el adjetivo justo, hay 100.000 personas que se vuelven locas. Cuando uno escribe, nunca sabe lo que hay del otro lado, en cambio en el fútbol, bueno o malo, el estímulo produce una reacción instantánea, en miles. El fútbol es una gran meritocracia porque hay muchos testigos. El presidente de un club no puede poner de delantero a su hijo porque la gente mata al hijo y al presidente. 

 ¿Qué escritores están dentro de sus favoritos? Osvaldo Soriano jugó al fútbol y todo lo que escribió tenía gracia e inspiraba pasión. El  «Negro» Fontanarrosa, que para mí es el número uno, fue capaz de llevar todo lo simbólico que hay en el fútbol al terreno real. Es increíble como bajaba a la realidad cosas que estaban flotando en el inconsciente. Juan Sasturaín es maravilloso. Eduardo Galeano tiene una obra magnífica y es un gran observador, aunque se le nota que no jugó al fútbol. Luego están Juan Villoro, que reflexiona sobre el fútbol y sus alrededores, y Eduardo Sacheri. En Colombia, Daniel Samper Pizano: un fanático que vive equivocado; es del Rosario, del Barcelona, todo lo tiene al revés, y eso no lo inhabilita del todo, pero sí un poco (ríe). También está Nick Horby, en Inglaterra, que pone al hincha en un lugar central. Incluso le reprocha al futbolista: ¿él en dónde se encontraba hace diez años y donde estará en diez años? El hincha es el único que puede decir eso con todo derecho, porque él hace diez años estaba sufriendo por su equipo y dentro de diez estará viviendo lo mismo. Es un libro precioso. 


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