miércoles, 31 de octubre de 2018


Mirar, ver y comprender

 El fútbol es un deporte de equipo donde existe un contexto que cambia constantemente. Un contexto que ofrece gran cantidad y diversidad de estímulos que condicionan el juego. De esta manera, no es difícil entender que los jugadores deben estar capacitados para pensar mientras juegan, procesar la información que les ofrece el juego, y así poder tomar decisiones acordes con el contexto.

Las teorías modernas explican que el futbolista es un organismo que responde utilizando todas las capacidades de forma interrelacionada, y por lo tanto no podemos desprestigiar ninguna de las demás, ya que todas intervienen en su rendimiento. Pero también es verdad que la capacidad cognitiva relacionada con la comprensión táctica del juego tiene un protagonismo especial. Lo técnico, físico y psicológico siempre va a estar condicionado por el componente táctico del juego.

“En los juegos deportivos colectivos, la dimensión táctica ocupa el núcleo de la estructura del rendimiento, por lo que la función principal de los demás factores, sean ellos de naturaleza técnica, física o psíquica, es la de cooperar en el sentido de facultar el acceso a desempeños tácticos de nivel cada vez más elevado”.
Julio Garganta.

El juego nos habla, debemos concentrarnos y escucharlo para poder responder a lo que necesita. No obstante, ofrecerle lo que necesita no es tarea fácil. El contexto se transforma continuamente y nunca repite el disfraz. Se trata de un juego no lineal donde hay situaciones similares, pero nunca iguales. Será fundamental mirar, ver y comprender lo que sucede a nuestro alrededor y actuar de una forma determinada en un espacio y tiempo restringidos. Debemos ser capaces de adaptarnos a la complejidad, a las nuevas situaciones que se plantean. Si nos adaptamos adecuadamente y le ofrecemos al contexto lo que necesita, seremos recompensados.

El contexto no se conforma con cualquier respuesta, cada vez nos exige más y nos la debemos ingeniar para solucionar lo que nos propone. ¿Sabéis que a medida que se tienen detalles con la pareja, uno mismo va poniendo el listón más alto? Algo parecido pasa con el jugador y el contexto de juego. Cada vez le será más difícil encontrar soluciones, ya que los adversarios procurarán defenderle mejor teniendo en cuenta sus características y sus anteriores intervenciones. En ocasiones, será necesario evolucionar tácticamente si queremos seguir sorprendiendo y huir de la previsibilidad que generamos si nos estancamos en un solo jugar.
Los jugadores son capaces de tomar buenas decisiones sin destinar mucha atención a la comprensión del juego. Su organismo está tan habituado al uso de mecanismos de toma de decisión que se autorregula desde el subconsciente, sin necesidad de racionalizar minuciosamente lo que sucede delante de ellos. Si todo lo que tenemos delante lo procesáramos conscientemente, moriríamos por sobredosis de información. Por eso el cerebro es capaz de autorregularse, priorizando la atención sobre aquello que cree importante y tomando decisiones de forma espontánea.

“…en su proceso y culminación es mucho más lo que se hace porque sale, que lo que se piensa y se hace”
Dante Panzeri.

No obstante, en el fútbol, nos encontramos con que muchas de las decisiones tomadas por los jugadores no son exitosas por haberse integrado comportamientos inadecuados o bien por no atender a determinados aspectos del contexto que reclaman otra solución. Desde esta perspectiva, cada vez más entrenadores defienden la necesidad de educar conscientemente a los jugadores en la comprensión del juego, ya que si el jugador está pensando y atendiendo activamente a aquello que el contexto propone, será más fácil actuar siempre en coherencia a las necesidades de cada situación. Un buen guiño a esta afirmación es el título de la autobiografía de Andrea Pirlo: Pienso, después juego. El italiano es un futbolista que pasará a la historia por su gran inteligencia y capacidad de elegir la mejor solución en cada momento.

Para seguir reflexionando sobre la comprensión del juego, encuentro necesario desarrollar las ideas a través de una reflexión semántica que nos permita diferenciar entre los verbos mirar, ver y comprender. Verbos que a veces utilizamos para referirnos a la comprensión táctica de los jugadores. Buscaremos sus respectivas definiciones y procuraremos entender lo que significan cada una de ellas contextualizadas en el fútbol.
En primer lugar, si nos fijamos en el verbo mirar, la primera opción que se propone nos describe la acción de dirigir el sentido de la vista sobre un objeto. La segunda entrada nos expone observar las acciones de alguien. Dando un salto a la cuarta entrada, de forma parecida se explica el hecho de tener en cuenta algo o atender a algo. Finalmente, en la sexta entrada es interesante acentuar el significado que tiene en relación a buscar algo para informarse de ello.

Mirar
(Del lat. mirāri).
1. Dirigir la vista a un objeto.
2. Observar las acciones de alguien.
4. Tener en cuenta, atender.
6. Inquirir, buscar algo, informarse de ello.
 Siguiendo la misma idea, si buscamos el verbo ver, en la segunda entrada que se expone aparece el verbo percibir, relacionándolo con los sentidos o la inteligencia. En la tercera, se habla de observar desde el punto de vista de considerar algo que sucede (entiéndase con ello que es algo más profundo que mirar). En cuanto a la octava entrada, aparece el verbo advertir y reflexionar, existiendo pues, ciertos procesos cognitivos detrás. Finalmente, en la novena, nos describen el hecho de prevenir las cosas del futuro entendiendo lo que pasa en el presente.

Ver
(Del lat. vidēre).
2. Percibir algo con cualquier sentido o con la inteligencia.
3. Observar, considerar algo.
8. Considerar, advertir o reflexionar.
9. Prevenir las cosas del futuro; anteverlas o inferirlas de lo que sucede en el presente.
De esta manera, nos damos cuenta de que mirar no es lo mismo que ver. Podemos afirmar que tienen una estrecha relación porque la segunda requiere de la primera, pero la primera no necesariamente incluye a la segunda, ya que el componente cognitivo no existe en el simple acto de mirar. Por lo tanto, hablamos de cosas diferentes. ¿Cuántas veces escuchamos “¡Mira antes de recibir!”? Comparto totalmente la necesidad de mirar antes de recibir, es necesario mirar lo que ofrece el juego, entendiendo mirar como fijar la atención en aquella información relevante del entorno. Pero lo que realmente es interesante no es el simple hecho de mirar, sino ver lo que está sucediendo; percibir, observar, considerar, darse cuenta de una situación, saber qué respuesta futura es la acertada ante el contexto presente que se plantea. Estaríamos hablando de relacionar los sentidos de la vista con los esquemas de conocimiento del juego que poseemos.

 De forma anecdótica, quiero destacar una situación muy relacionada con la diferencia entre mirar y ver lo que sucede. Pongámonos en el contexto del fútbol base. En alguna ocasión he visto jugadores que ante los gritos del entrenador pidiendo que miren antes de recibir, giran la cabeza antes de recibir el balón. Este giro de cabeza supuestamente sirve para recoger información del entorno cuando nuestra orientación corporal nos otorga un ángulo de visión limitado que no nos permite ver todo aquello que deseamos: espacios a nuestra espalda normalmente. La cuestión es que algunos jugadores giran la cabeza para ver espacios donde no es necesario recoger ningún tipo de información, y eso me hace reflexionar sobre la importancia de diferenciar ambas conductas. Imagínense un extremo pegado a la banda, girando la cabeza para mirar hacia fuera del campo antes de recibir un balón. Carece de sentido, ¿verdad? Miramos para obtener una serie de estímulos dentro del juego que nos permitan valorar la situación, no es cuestión de mirar por mirar. De hecho, si miramos mal estamos perdiendo tiempo o atendiendo a estímulos innecesarios que pueden complicar la toma de decisiones.

Finalmente, si buscamos la definición de comprender, podemos destacar el significado de rodear por todas partes algo. También entender, alcanzar, penetrar el tema en cuestión, entendiendo estos verbos como la descripción de un conocimiento mucho más profundo de la situación. De todos modos, lo verdaderamente interesante es incidir en la primera entrada, ya que el hecho de rodear algo por todas partes implica dominar su complejidad, algo difícil, pero muy deseado en el fútbol.

Comprender
(Del lat. comprehender).
1. Abrazar, ceñir, rodear por todas partes algo.
3. Entender, alcanzar, penetrar

 Podemos obtener una relación entre los distintos verbos comentados si los contextualizamos en el fútbol. Dentro del terreno de juego, el verbo mirar tendría que ver con el campo visual de los jugadores; el verbo ver, con entender lo que sucede en una situación concreta una vez se ha mirado; y el verbo comprender englobaría la comprensión del todo, es decir, ver las interrelaciones que se establecen entre las situaciones y la totalidad de elementos que componen el contexto de juego.
Por lo tanto, podemos concluir que miramos para ver, necesitamos ver para comprender y debemos comprender el entorno para decidir y jugar bien. Una buena percepción del entorno será fundamental para rendir de forma óptima. El adecuado procesamiento de la información permitirá a los jugadores dominar las situaciones y anticiparse a aquello que sucederá. De forma intrínseca a ello, se jugará mejor y será más fácil obtener éxito.

“El valor táctico de un jugador reside en la capacidad para descifrar las informaciones que el juego va produciendo”
Laureano Ruiz.

Es evidente que el jugador no puede atender a todo lo que pasa en el terreno de juego mientras juega. El entrenador deberá facilitar la tarea enseñando aquellos estímulos significantes, normalmente visuales, que darán información sobre lo que sucede en el juego. Una vez que el jugador aprenda a detectar estos estímulos, sabrá que tienen una consecuencia en el juego, la cual deberá resolver de una o varias maneras determinadas. Xavi Hernández, uno de los mejores jugadores del mundo tácticamente hablando, expresaba lo siguiente hace tiempo:
“Mi supervivencia en el terreno requiere la comprensión del juego antes de recibir la pelota, para saber qué tengo que hacer después con ella”.
Xavi Hernández.

De todos modos, cuando hablamos de comprender el juego, no debemos referirnos únicamente al jugador que tiene el balón, pensando en su visión y habilidad para distribuir el juego. Se trata de que todos los jugadores tomen dicho protagonismo. Cada jugador forma parte de un sistema y, por lo tanto, es vital que cada uno de ellos entienda las relaciones que se establecen en él para poder engranarlo bien. Nadie puede dejar de pensar, se trata de una necesidad colectiva, tal y como explica Mourinho cuando habla de su equipo ideal:
“Mi equipo ideal es aquel en el que, en cualquier momento y en cualquier situación, todos los jugadores piensan de la misma manera”
José Mourinho.

Debido a esta exigencia mental, cada vez oímos hablar más de la fatiga cognitiva o fatiga táctica. Una fatiga relacionada con los procesos mentales y que se diferencia de la fatiga puramente física. Si entrenamos cognitivamente a nuestros jugadores, será interesante controlar la carga de entrenamiento bajo este término y no solamente desde lo condicional. Dani Fernández escribió hace varios años el artículo Fatiga cognitiva en este mismo Magazine. Muy interesante si queréis profundizar más en el tema.

Si reflexionamos sobre el tiempo que un solo jugador está en posesión del balón, nos damos cuenta de que este es muy reducido. Es evidente que hay jugadores por los que el balón transita más, pero en términos generales el tiempo de posesión individual no es generoso. Por lo tanto, si el juego está consecutivamente planteando situaciones y la mayoría del tiempo debo moverme sin balón, es igual o incluso más importante que los jugadores sin balón se concentren, piensen y comprendan bien lo que deben hacer continuamente. Hace tiempo, Menotti mencionaba las siguientes palabras, muy acordes a lo explicado:
“Se puede dejar de correr, o dejar de entrar en juego durante largos minutos. Lo único que no se puede dejar de hacer es pensar”
César Luis Menotti.

Aunque se trate de un contexto imprevisible que cambia constantemente, el hecho de comprender el juego nos permite un mayor rendimiento porque existe una lógica comportamental dentro de la aleatoriedad. Tal como expresa Panzeri en su obra:
“No se interprete con todo esto que el fútbol es una voluntad del azar. El fútbol tiene lógica, mucha lógica, es casi siempre lógica”
Dante Panzeri.

Si somos capaces de comprender esta lógica, podremos ir un paso por delante a lo que va a acontecer y por lo tanto podremos obtener las ventajas que consideremos necesarias. Si por el contrario siempre somos reactivos al cambio, en muchas ocasiones no llegaremos a actuar a tiempo, ya que la línea que separa el éxito del fracaso es muy delicada.

 Un equipo de fútbol se organiza en coherencia a la posición del balón y, por lo tanto, el jugador que en un momento dado es poseedor del mismo llevará la iniciativa. Sus acciones determinaran cómo va a evolucionar el entorno. Los compañeros se adaptarán a él para crear ventajas y superioridades, sean numéricas o posicionales, para aprovecharse de los desequilibrios del rival en el juego. Mientras, los adversarios se adaptarán para contraponerse de la forma que mejor crean para defenderse. Esta dinámica nos muestra que cualquier jugador necesita procesar información contextual para poder actuar; sin ella no podría desenvolverse, puesto que desaparecerían los estímulos que promueven sus comportamientos e intenciones. En relación a ello, Guardiola defendía la importancia que tiene el contexto cuando se trata de valorar a un jugador:
“No entiendo al jugador por sí solo. Intento verlo dentro de un contexto general y del equipo”
Pep Guardiola.

Algunas veces, encontramos jugadores que no brillan por su despliegue físico, pero en cambio, suelen estar siempre en el lugar indicado. ¿Cómo puede ser? Pues son jugadores inteligentes que comprenden mejor el juego,someten a los adversarios sin necesidad de desgastarse;son capaces de tomar buenas decisiones y también de condicionar el juego a su antojo. Muy a favor de este tipo de jugadores estaba Cruyff al afirmar que:
Todos los entrenadores hablan sobre movimiento, sobre correr mucho. El fútbol es un juego que se juega con el cerebro. Debes estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, ni demasiado pronto ni demasiado tarde”
Johan Cruyff.

En consonancia con la importancia de estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, sin necesidad de correr mucho, suelen verse casos de jugadores que a medida que envejecen toman otros roles dentro del equipo. Sus capacidades físicas han disminuido, pero a la vez la experiencia les ha dotado de conocimiento para comprender el juego y esto les permite desarrollar funciones más organizacionales dentro del equipo.
 De esta manera disfrutan de una carrera deportiva más larga, puesto que aún perdiendo facultades en otras capacidades, mantienen el rendimiento gracias a su gran desempeño táctico.
Comprender tácticamente el juego tendrá mucho que ver con entender lo que sucede en los distintos espacios del terreno de juego. Percibir la dinámica que existe en los espacios durante el desarrollo del juego nos va a dotar de mucha información para tomar buenas decisiones. Por ejemplo, no son los mismos los comportamientos que existen cerca del balón que los comportamientos que se dan a medida que nos alejamos de él. De igual manera, no serán iguales los comportamientos de los jugadores alejados de la portería que aquellos que se desarrollan cerca de ella. El espacio aparece o desaparece, crece o decrece, de manera que será interesante entender a qué se deben tales transformaciones si queremos dominarlo y progresar hacia el deseado gol.

Entender el espacio y el tiempo nos permite comprender el juego de forma sistémica. Es decir, de forma interrelacionada. Por ejemplo, si el espacio cercano y el espacio intermedio están muy poblados de jugadores adversarios, por lógica, en el espacio lejano no existirán tantos adversario. Y viceversa: si los espacios alejados están más poblados porque el rival está replegado, tendré más espacio para jugar en espacios cercanos e intermedios. Del mismo modo, si quiero llegar a un espacio alejado, puedo valorar si necesito pasar por un espacio intermedio o puedo jugar directamente en largo sin necesidad de madurar la jugada. Hay tantísimas situaciones que se vuelve necesario entender lo que sucede al jugar. Si lo logramos, disfrutaremos de una relación bonita con la complejidad.

 Cada jugador es diferente, bien sabemos que son individuos con distintas características. Por lo tanto, encontramos una diversidad importante en relación a las capacidades de comprensión. Cada uno interpreta las situaciones desde su singularidad, una realidad que será interesante conocer para exigir según qué a los jugadores. Algunos jugadores tienen una capacidad táctica superior a otros, pero si entramos en detalle, encontramos jugadores que comprenden mejor algunas situaciones concretas. En cambio, no comprenden con tanta facilidad otros estímulos. Por eso cada jugador se especializa en aquello que potencialmente sabe hacer mejor y se desenvuelve mejor en alguna posición concreta. En concordancia a este párrafo, cabe citar a Óscar Cano, un autor que aporta valiosas reflexiones sobre la relación del entrenador con los jugadores y el propio juego.
“¿Tan difícil es entender que al jugador es imposible hacerle ver aquellas cosas que es incapaz de sentir, que no forman parte de su natural construcción?”
Óscar Can.
o
Asimismo, debemos tener en cuenta que existen jugadores que no tienen la capacidad de observar y pensar por mucho que entrenen. En estos casos, podemos potenciar su rendimiento haciéndolos jugar en posiciones menos complejas y a la vez cerrándoles el juego. Es decir, reduciéndoles los estímulos a los que deben atender y explicándoles las soluciones que deben escoger en cada situación. De forma contrastada y extraordinaria, también existen jugadores capaces de jugar eficazmente en muchas posiciones, debido al gran talento cognitivo e interpretativo que poseen.

 Hablando de posiciones en el campo, es interesante apreciar que el nivel de complejidad perceptiva varía en función de la posición que ocupemos en el terreno de juego. Los jugadores más exteriores suelen tener menor complejidad que el resto. Me refiero a las posiciones que permiten dar la espalda a los límites del campo, y por lo tanto el ángulo de visión al cual se debe atender es mucho más reducido. No es lo mismo jugar de extremo, donde la orientación natural del cuerpo ya permite ver prácticamente todo el terreno de juego con relativa facilidad, que jugar de mediocentro, donde la información es bombardeada en todas las direcciones y sentidos, y se debe orientar el cuerpo en función del balón y los espacios que interesan ver. Si queremos comprobarlo nosotros mismos, solo hace falta introducir por dentro a algún jugador que normalmente juegue por fuera. No será extraño que se sienta más estresado de lo habitual y con ello se perturbe su toma de decisiones. En caso contrario, quién sabe, quizá descubramos nuevas posibilidades en su juego.

Cabe comentar también que existen jugadores superdotados, que rinden de forma extraordinaria sin percibir ni comprender conscientemente el juego. Se trata de casos excepcionales, jugadores tan talentosos y, normalmente, con tanta experiencia que su organismo se adapta y ofrece soluciones de forma natural y autorregulada. Al preguntarles el porqué de su decisión, no saben decirnos exactamente el motivo, aunque su conducta sea la más acertada de todas. Un claro ejemplo son las declaraciones de Messi cuando se le preguntó sobre sus actuaciones años atrás:
“No imagino los partidos ni pienso las jugadas. Sale lo que sale en el momento, cuando tengo la pelota”
Leo Messi.

Estamos hablando de decisiones tomadas desde el subconsciente. Parece ser que el procesamiento de esa información está tan integrado que el organismo fluye sin más. Mientras las respuestas sean óptimas, la resolución de las situaciones de forma inconsciente no es negativa, sino todo lo contrario. De hecho, tal y como defiende Vítor Frade en su Periodización Táctica, entrenamos de forma consciente para que, llegados a cierto nivel, esos comportamientos se integren en nuestro jugar y se manifiesten por sí solos de forma espontánea, es decir, desde el subconsciente. Este estado mental, además, promoverá que la creatividad y la intuición se puedan manifestar de forma inteligente.

Desde la perspectiva del entrenador no es un proceso fácil que los jugadores comprendan y dominen el juego. Cuando se exige que los jugadores piensen sobre el contexto por primera vez, podemos entorpecer su rendimiento, ya que en un primer momento puede ser difícil procesar la información. Sobre todo si los jugadores no están habituados a pensar activamente mientras juegan. Por eso, si apostamos firmemente en ampliar el conocimiento táctico de los jugadores, es fundamental aceptar que el proceso puede privarnos de obtener resultados positivos a corto plazo.

 Para asegurarnos de que el jugador está enriqueciendo su cultura táctica y es consciente de lo que sucede en el juego, deberemos ayudarle a encontrar las decisiones más coherentes, de manera que pueda construir un esquema táctico cada vez más sofisticado. Para ello, será importante asegurarnos que su evolución no se trate únicamente de aprendizajes declarativos, es decir, que el jugador sepa lo que hay que hacer cuando le preguntamos, pero en cambio no sea capaz de aplicarlo mientras juega. Es importante diferenciar entre el hecho de saber lo que hay que hacer y realmente hacerlo. El rendimiento, claro está, lo determina lo segundo.

Otra consideración interesante es que hablamos de habilidades intangibles, ya que no podemos alcanzar lo que sucede dentro de la mente de los jugadores. Solamente juzgamos a través de las conductas observables, que vienen a ser la fase final del proceso de toma de decisiones, es decir, la respuesta a nivel motor. En esta misma línea debemos contemplar que un jugador pueda comprender y tomar una buena decisión, pero en cambio no sea capaz de ejecutar correctamente la respuesta al existir elementos que perturban la ejecución. De forma habitual se valora únicamente lo observable, algo normal y comprensible, pero podemos valorar un poco más allá. Evidentemente que podemos exigir más de la ejecución, pero también podemos valorar la intención pretendida, desde una visión más constructiva que punitiva. En la siguiente ocasión intentará mejorar la ejecución, porque seguro que tendrá más ocasiones si está dotado de una buena comprensión del juego.

 Si los jugadores tienen el hábito de percibir y comprender la complejidad inherente al juego, acabarán consiguiendo que la conducta sea más operativa. De tal manera que los jugadores se enriquecerán en el plano táctico y se permitirán afrontar el entorno cambiante con más comodidad y libertad. A algunos les puede sorprender hablar de libertad cuando estamos sometiendo al jugador a estar pensando todo el rato en lo que debe hacer, pero recuerden que no se trata de limitar su juego, sino ayudarlo a desenvolverse mejor en él. Tal y como explicó Xabi Alonso en una entrevista cuando se le cuestionó sobre el trabajo táctico que propone el entrenador:
“Para mí, ese trabajo supone enriquecer al jugador, y esa es una cualidad de los entrenadores que no te quieren imponer todo, sino darte las herramientas y las facilidades para que tú puedas jugar mejor o interpretarlo mejor”
Xabi Alonso.

 De esta manera, y para concluir, cada vez que los jugadores se expongan a distintos estímulos, adquirirán más recursos para dar respuesta a las situaciones. Las alternativas disponibles para solucionar una situación aumentarán y el desarrollo del juego fluirá con relativa facilidad en las próximas intervenciones. Si sumamos que la comprensión de lo que sucede es realizada a nivel colectivo, todos los componentes del equipo interactuarán de la forma más coordinada posible. Hablaremos de sinergias que se retroalimentarán de forma positiva, y el rendimiento del equipo se potenciará significativamente en busca de la excelencia.


* Gerard Piniés.



1 comentario:

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