Iniesta, la segunda opinión de Xavi.
Cuando el doctor Hernández tiene la consulta a rebosar,
siempre aparece el doctor Iniesta para dar una segunda opción al paciente.
Aunque en ocasiones el gerente Guardiola le envía a socorrer emergencias a los
arrabales, el doctor Iniesta acaba regresando a la consulta central, ahí donde
se atienden los auténticos problemas de cuerpo y mente.
En su centro
asistencial, los doctores Hernández e Iniesta atienden por igual al rico que al
pobre, sin discriminar en función de procedencia ni pretensiones, sin fijarse
en el abrigo de visón de la señora o los aires de grandeza del aspirante a
millonario, empeñados ambos en percibir pronto las causas de los males para
aplicar de inmediato las soluciones que aprendieron en la universidad.
Para que puedan ejercer su vocación y expandir su saludable
medicina necesitan que el bisturí del doctor Busquets esté siempre bien afilado
para dividir el espacio y detener el tiempo si es menester. Busquets, cirujano
que nació con la sangre congelada, probablemente el más anónimo de los grandes
futbolistas mundiales del momento, es la base en la que se sustenta toda la
ciencia de sus dos colegas, a quienes podemos considerar los dos intérpretes
más representativos (con David Silva ya en esa zona) del concepto asociativo
del fútbol.
Xavi Hernández es el solista silencioso y aunque no puede
competir con Busquets en anonimato, pues los focos le acaban encontrando
inevitablemente, es el creador del contexto, el que calienta el agua de la
bañera para que los compañeros la encuentren a gusto, el cocinero que cuece
spaghettis al dente en un rincón de la cocina, con pasión de becario. Servidos
los platos, aparece Andrés Iniesta, fabricante de las más exquisitas salsas del
mercado, y reparte sus delicadas producciones como el ángel que desenreda los
cabellos de la princesa.
Doctores del
murmullo, cuando ambos interactúan -o sea, cinco veces por minuto- el silencio
es tan ruidoso que aturde a los rivales. Poseen una ventaja incluso superior a
todas las virtudes futbolísticas: creen en lo que hacen y conocen porqué lo
hacen. Han estudiado en una buena universidad y aprendido que la casualidad es
hija del concepto, el trabajo y la disciplina. Si se les llena la boca de
filosofía es porque saben distinguir entre causas y efectos y a las causas remiten
su destino: no defienden el modelo por azar, sino por convicción profunda.
Lo defendían cuando
los resultados eran descorazonadores y siguen haciéndolo en las noches turbias
de frío e incertidumbre. No están en esto para ganar premios individuales. Ellos
no son jugadores prodigiosos de jugadas improbables, sino futbolistas del
fútbol colectivo. Doctores de pulso y estetoscopio. Hernández e Iniesta,
primera y segunda opinión.
- Publicado en Sport (13-XII-2011)
Publicado por Martí Perarnau
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