sábado, 17 de enero de 2015

CONFERENCIA DE JUAN MANUEL LILLO



“REFLEXIONES SOBRE EL ENTRENAMIENTO SISTÉMICO”
La conferencia se desarrolla mediante el método de preguntas planteadas por el Director de la Escuela de Entrenadores Sr. Josep Clotet.

El Director de la Escuela presenta a Lillo como uno de los entrenadores capaces de generar preguntas, y alterar la realidad sobre el juego y el entrenamiento de nuestro deporte.

 PRIMERA CUESTIÓN:
¿Cómo se interpreta el juego desde una perspectiva sistémica?
Primero de todo aclara, que el juego no se puede leer, que nadie es capaz de leer los partidos, y que si lo hace no tiene ningún mérito, porque solo leemos lo que ya está escrito. Lo fundamental es saber interpretar lo que sucede.

 A raíz de esto advierte, que somos hijos de las teorías cartesianas, que somos herederos de una forma de pensar que divide la realidad en partes, si nosotros al entrenar entendemos el juego desde una perspectiva separada, sino vemos el juego como un todo sistémico, no podemos ver el juego como un todo, no lo podemos entender, y que por culpa de esto nuestros jugadores jamás serán capaces de interpretar el juego.

 Hemos de ser capaces de observar como los jugadores interactúan entre sí, como se relacionan, como se van creando sinergias colectivas. Los jugadores tienen una capacidad de auto estructurarse, que nosotros desde la pizarra o el entrenamiento podemos implementarla, desarrollarla o en su defecto castrarla. Todo esto no se consigue desde una línea de trabajo analítica, ni tampoco integrada, solo es posible de desarrollarla a partir del entrenamiento estructurado.

 Comenta que el entrenamiento en fútbol se ha concebido desde solo una de las estructuras que forman el ser humano, la condicional, y que al final lo importante es saber que ninguna estructura está por encima de las demás, y que en un juego colectivo como el fútbol, la capacidad cognitiva está por encima de las otras.

 Como ejemplo cita el caso de Makkay, jugador que el dirigió en Tenerife, y que gracias a su capacidad para alejarse de la jugada antes de recibir recibía siempre en posiciones legales. Enseñar la velocidad desde una perspectiva sistémica sería en el caso de este jugador, a mejorar las trayectorias circulares, a separarse y luego entrar siempre en base a los parámetros que se dan en ese tipo de situaciones concretas.

También ha hablado de Urzaiz, jugador que no en el juego aéreo desperdicia muchas situaciones porqué le han entrenado el salto desde una perspectiva condicional, te pongo vallas, tú las saltas y mejoras, cuando lo correcto era enseñarle a saltar en función de parámetros concretos.

 Ha definido los automatismos de ataque como un atentado a la cognición.

 SEGUNDA CUESTIÓN:
 ¿Se pueden separar ataque y defensa?
 Comenta que tales aseveraciones surgen de esta visión de la realidad equivocada a la que hacía mención en la anterior pregunta. Esto solo tendría sentido en deportes como balonmano o baloncesto, pero es absurdo en nuestro juego, donde lo esencial sucede en los momentos de pérdida y recuperación de pelota.

Si enseñáramos a nuestros jugadores a interactuar en el juego, ellos aprenderían a interactuar en las situaciones de transición.

Afirma que con esta forma distorsionada de interpretar el juego, en vez de conseguir equipos que estén juntos y se relacionen entre ellos, observamos actitudes que finalmente distancian a los equipos.

 No se debe hablar de equipos que tengan una velocidad para cambiar de mentalidad en ataque y defensa, sino equipos que tengan una sola mentalidad: JUGAR.
 Comenta que un equipo puede decir que roba el balón, cuando se da la pelota al jugador que más cantidad de espacio y de tiempo tiene, y además está más cerca de la portería rival.
 Los equipos son organismos vivos en desequilibrio con tendencia a la estabilidad. Solo están siempre en equilibrio los organismos muertos.

 TERCERA CUESTIÓN:
¿Por qué confundimos organización con orden?
 El orden solo se consigue con balón, sin balón como mucho estarás organizado, pero es el balón el que ordena los equipos. Estos equipos que presumen de estar organizados y que después se quitan el balón de encima, son en realidad un auténtico desorden. Ha puesto como ejemplo los equipos italianos, que defienden con 9 y atacan con 2, equipos que define como hijos del dinero y el miedo.

 Observa que los equipos donde al defender los jugadores están próximos entre sí, el ataque será más harmonioso, lo mismo sucede con los equipos que al tener un buen juego posicional, pasan por pocas situaciones de desorganización. Las compensaciones, reequilibrios y reajustes se dan con más facilidad.

 Habla de Francia en el mundial de Alemania 2006, donde según la mayoría Vieira y Makelele permitían que Zidane se fuera con más desparpajo al ataque, Lillo se pregunta si no eran esas conducciones laterales de Zidane con giro hacia el centro con la atención de atraer para sí a los jugadores rivales, lo que permitía que Vieira o Makelele se incorporaran al ataque con más facilidad al poder encontrar espacios de penetración.

 O el caso de Iniesta jugador capaz de meterse en problemas, solo por no meter problemas a sus compañeros.

 CUARTA CUESTIÓN:
 ¿Táctica en función de los jugadores, o jugadores en función de la táctica?
 Comenta que la pregunta es absurda, ya que el jugador es un hecho contextual, él ya es táctica en sí. Lo importante es el deportista y su proceso, observar como los jugadores mezclan, y como aparecen las llamadas sinergias colectivas, es decir como se asocian los jugadores entre sí. La táctica es capacidad de asociarse.

 Habla de jugadores que son capaces de ampliar posibilidades (frase del pensador José Antonio Marina).

 Es más importante el contexto que el hecho, y la interacción que la acción.

 REFLEXIONES SURGIDAS A PREGUNTAS DE LOS ASISTENTES A LA CONFERENCIA:
Para mí, el estado de forma, es estar bien para solucionar unas situaciones concretas del juego.
La comunicación entre los jugadores la genera la táctica y el propio juego. Y las considero a partir de tareas centradas en el juego.

Las tareas de entrenamiento deberían llamarse situaciones simuladores preferenciales.
Deberíamos entrenar a los jugadores a que fuesen capaces de ser ellos mismos, y no reflejos de nuestra forma de ser.

Considera la motivación como algo endógeno.

Cree que cada entrenador en un vestuario debe ser el mismo, y no la copia de nadie, es decir ser natural.

Discute el término principios del juego, y apuesta más por la definición de conjeturas metodológicas.

Ha hablado de las teorías semánticas de Wiggestein, filósofo del lenguaje que sostiene que cuantas más palabras se sepan, mejor podemos explicar la realidad y entenderla.

 Concluye la conferencia contando una anécdota del flaco Menotti, que un día le llamó a casa para decirle después de toda una trayectoria en los banquillos que el fútbol era una mierda, porque al final la suerte condicionaba mucho todo el trabajo. El valor de esta reflexión radica en el hecho de que lo diga una persona que recorrió todo un camino antes de llegar a esta reflexión.

Hace este comentario en base a que no se caiga con lo expuesto en un relativismo absurdo, el relativismo es loable cuando uno recorrió un camino, pero sino es algo amoral y no ético.( quizás aquí se refiere al relativismo existencialista de Sastre, ya que hace referencias a que caer en el relativismo quita sentido a la vida, Sastre sostenía que la vida no tiene sentido)

Juanma Lillo: ''quiero empobrecerme''
Juan Manuel Lillo asegura, en una entrevista a fondo para Don Balón, haber dejado de leer.
El don de la palabra. - ¿Cómo explica su ausencia de nueve años sin entrenar en Primera?
-En México entrené en Primera, pero aquí no. De mí hablan mal personas que ni han estado conmigo ni me conocen... ellos deberían escuchar opiniones de jugadores a los que yo he entrenado, pero de los que no jugaban, no de los titulares.

- Esos críticos que tiene le tachan de ser un técnico filósofo, teórico, poco práctico...
-Yo he trabajado toda la vida para ganar, aunque me adjudican constantemente que ganar no me importa. Yo quiero ser el mejor, no el primero, porque el primero lo puedes ser circunstancialmente pero el mejor no, el mejor lo eres como consecuencia de muchos aspectos.

- ¿La forma, su brillantez verbal, le perjudica porque tapa el fondo?
-No lo sé, pero sí es cierto que se habla más de cómo hablo que de cómo entreno.

- Y eso le molesta.
-No, ya no, asumo que soy otro personaje más para que muchos se diviertan. La gente del fútbol tenemos que aceptar que el fútbol se ha convertido en un consolador social, en un circo en el que unos son más felices cuando te ‘disparan’ y otros lo son opinando a favor.

- ¿Cuál es el origen de la riqueza de su vocabulario?
-Mi nivel expresivo es así. Es algo natural porque yo no lo busco. En lo académico me quedé en lo que era el BUP. He sido muy autodidacta, y, aunque tengo muchos libros, he leído menos de lo que la gente se cree.

- Y ahora, que ha vuelto a los banquillos, menos tiempo para leer...
-Pero es que no quiero leer. Si lees es inevitable aprender palabras no habituales, y cuando tú las dices la gente te rechaza porque te ve a un nivel más elevado. Mi objetivo es empobrecerme.

- ¿Está de broma?
-No. Incluso ahora digo bastantes tacos, me cago en la p... o me cago en la h..., para que la gente me sienta cercano, campechano. El objetivo es que la gente no me sienta distante y no me rechace. Quiero rebajar todo lo posible el nivel de mis expresiones, aunque no considero que mi lenguaje sea tan excelso como se dice.

Lillo, el "pensador"
La fama de vendeburras y charlatán le precede a Juan Manuel Lillo porque así se ha decidido hacer mediáticamente. El rodillo mediático y propagandístico han caricaturizado la figura de Lillo; en parte sustentado por los resultados que éste ha obtenido en su trayectoria. Pero no aplicar bien unos conceptos, unos pensamientos, etc. no quieren decir que sean erróneos, o cuanto menos, interesantes. 
El caso del guipuzcoano no es asimilable a otros de verdaderos charlatanes, con todas las letras, como pudiera ser el de Valdano y sus palabras vacías, ya que Lillo tiene un discurso propio, que argumenta con claridad y sinceridad. 

Posiblemente esa argumentación es lo que hace que se convierta en muchas ocasiones en el hazmerreír de muchos españoles, incapaces de valorar el pensamiento, sometidos a la dictadura de la superficialidad y el resultado. Hago mía una frase de Vila-Matas en El mal de Montano: "Los españoles son de esa clase de gente que se cree que por repetir una y otra vez la misma cosa acaba siendo verdad". Pues a mi juicio, esto es lo que ocurre en el caso del técnico.

Vengo de ver una interesante entrevista a Lillo en Gol Televisión. Mucho más interesante por las respuestas que por las propias preguntas, todo sea dicho. Y es que Lillo, a pesar de que pueda parecer lo contrario, no trata de crear un dogma (o al menos eso me ha parecido a mí al escuchar la entrevista), sino de expresar su opinión, sus creencias, sus pensamientos. Sabe que no está en posesión de la verdad absoluta (y que ésta no existe); pero quiere expresar su visión de este mundo, más concretamente del fútbol, aunque por extensión inevitablemente alude a la sociedad de nuestros tiempos (y yo soy de la opinión, que de todos los tiempos; si hay algo que no ha cambiado o ha cambiado muy poco durante siglos es la condición humana, otra cosa son los contextos que permiten diferenciar esta naturaleza en una u otra dirección). Extraigo una serie de interpretaciones a partir de lo dicho por Lillo, que al ser interpretadas por mí, pueden cambiar (o no) el mensaje que pretendía expresar el propio autor; lo que es indiscutible, es que las hago mías.

Me llama la atención su visión general del fútbol, porque a mi parecer, en muchos aspectos, está muy próxima a la mía propia. Iniesta es "mejor" futbolista que Messi o Cristiano Ronaldo, que no más determinante. En este caso la palabra clave es la de futbolista; como un jugador que no sólo es determinante por sus propias condiciones sino que hace mejores a sus compañeros desde la perspectiva colectiva, generosa. Messi o Cristiano también hacen mejores a sus compañeros, pero, sobretodo en el caso del segundo, desde y aprovechando sus condiciones individuales: reciben más atención por lo que liberan a suscamaradas, meten goles que facilitan el asentamiento del juego del equipo y favorecen el desparpajo del resto, asumen las responsabilidades, etc. 

Aunque por otra parte, pueden coaccionar el juego colectivo del equipo, haciéndolo excesivamente dependiente de éste. Teóricamente, en mi opinión, Iniesta también es el mejor del mundo; aunque a la hora de la práctica, pese a que el propio Iniesta te da muchísimo, probablemente la aportación al resultado fuese mayor la de Messi o Cristiano Ronaldo. Al menos, si lo vemos con visos cortoplacistas.

Lillo también comenta o hace mención, de la importancia de la contextualización, en una sociedad en la que tendemos a individualizar todo: sólo se ve y se valora (o minusvalora) lo obvio, y en cambio se obvia el cómo. El qué ha ocurrido se tiene claro, no obstante... ¿cómo ha ocurrido? ¿qué ha posibilitado que ocurriera? Básicamente, se refiere, a que la gente es incapaz de disfrutar del viaje. Por ejemplo, lo importante (o al menos, no lo más importante) no es haber estado en Londres, sino el viaje y la vivencia de esta experiencia; los detalles, las emociones, las sensaciones. La vida es efímera, y al final del trayecto, antes o después, lo conseguido va a ser importante, sí, no lo niego, pero también cómo lo hayas (o no) conseguido, si has sabido disfrutar de las situaciones que se han dado, tanto en el éxito como en el fracaso. Ya que aunque sólo parece valorarse la victoria, debo mentar que vivimos en una sociedad de perdedores (desde el punto de vista de la propia sociedad; puede (y probablemente debería) ser mucho más importante el interior, el personal, algo que también pretende explicar Lillo): yo y tú, amable lector, somos perdedores de la vida. 

Por eso enlazo esto con lo que dice Juanma de que está la perspectiva personal, interior, y la exterior; a la hora de valorar. No recuerdo exactamente cómo se dio la respuesta, pero me pareció brillante, recuerdo que estaba por medio una frase de Àxel Torres (no explícita) que sería similar a la siguiente: "el fútbol es felicidad".

A su vez, me pareció acertada la mención a la bipolaridad actual de la Liga, que lo único que consigue es diferenciar más a los poderosos de los humildes, denotar más la diferencia entre el "crack" y el resto. Porque ante esta bipolaridad, a todas luces egoísta, que no beneficia el fútbol pero sí la leyenda (de nuevo, desde el punto de vista de la sociedad, por ejemplo; años después se podrá escribir sobre los duelos entre Messi y Cristiano Ronaldo, Guardiola y Mourinho, etc. en una Liga de dos; inventando una mística que nunca existió); muy poco se puede hacer. El desequilibrio es tan inmenso que tan sólo la llegada de pésimos gestores a los grandes y de alguna generación o figura milagrosa y emblemática podría igualar las balanzas: no lo podemos negar, más que nos pese, la diferencia es abismal. Probablemente lo lleva siendo desde hace mucho tiempo; y sólo fulgurantes apariciones, como el Valencia de final del siglo XX y comienzos del XXI, consiguen una Liga mucho más reñida y disputada, y por tanto interesante.

Ante esta focalización competitiva y mediática, lo único que se puede hacer es trabajar y trabajar sin dejar amedrentarse, caerse y levantarse, caerse y levantarse, caerse y levantarse, volver a caer y volver a levantarse. De todas formas, tampoco vamos a tirarnos ahora de los pelos, si ampliamos la perspectiva, la desigualdad (e injusticia) es una condición inherente en el ser humano: siempre ha existido, en todas las épocas, en todos los lugares, en todos los aspectos imaginables, y siempre existirá. Y posiblemente, como el de la política, sea un mal necesario (aunque probablemente pensaría de forma distinta si fuese de los más agraviados).

Volviendo a las declaraciones (a la charla o conversación, más bien) de Lillo, reflexiona sobre otros numerosos aspectos de forma clara, sincera, concisa, clarividente. Y por supuesto, como todos los hombres, a veces puede caer en la contradicción, lo que por añadidura, le otorga más valor a sus teorías: es humano, no cae en la hipocresía del fanatismo y de la intolerancia.

Dentro de la propia teórica de Lillo, me atrevo a encontrar (siempre a mi juicio) una gran deficiencia: y es que, creo, no tiene suficientemente en cuenta el aspecto emocional. Decía Valdano, ese verdadero charlatán e impostor, que "el fútbol es un estado de ánimo"; no creo que sea tan simple como eso, pero sí considero muy importante, en cualquier aspecto de la vida, ya no sólo el estado, sino la inteligencia emocional. Tan importante es creer en algo, luchar por algo (a ser posible de forma noble y honorable), como desenvolverse en o interpretar determinadas circunstancias. Para finalizar, me quedo con una cita de una cita del propio Lillo, posiblemente inexacta, original del escritor Javier Marías: "el problema de los españoles es que no quieren escribir sino ser escritores".
 

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