POR ALTO Y POR BAJO.
JORGE GRIFFA/ excentral argentino del Atlético, habla de su
época, sus duelos con el Madrid, la cantera de los jóvenes, y Maradona y Messi.
"Nunca pedí perdón por una patada".
JUAN MORENILLA
Jorge Griffa, en 2011 en las instalaciones de Boca Juniors.
/ TADEO ORFALI
“Si me vienen a
buscar para correr, no estoy en mi mejor momento. Pero si me vienen a buscar
para pensar, creo que les puedo ayudar”.
A los 79 años, al argentino Jorge Griffa le queda una
espinita clavada en el corazón: que su querido Atlético de Madrid no
se haya acordado nunca de él para sus categorías inferiores.
Griffa defendió “las rayas rojas y blancas” entre 1959 y
1969.
Como central rotundo escribió una época. Ganó tres Copas, una Liga y una
Recopa, contagió su enfermiza mentalidad ganadora y abrió la puerta para que
llegaran otros defensas sudamericanos al Atlético.
Aquel defensa duro
tenía alma de profesor y se convirtió en una referencia como formador de
jóvenes en las canteras de Newell’s, Boca y ahora Independiente.
Pregunta. ¿De niño quería ser defensa?
Respuesta. Quería jugar de lo que fuera, por el
placer de jugar. Nací con una pelota en los pies. A los cuatro años ya jugaba.
En otros tiempos, los niños queríamos ser defensores, no delanteros. Es más
fácil destruir que abrir un horizonte de ataque. Hoy es al revés. Y se perdió
ese placer. Los directivos, los padres y el ambiente empujan al niño a querer
llegar a Primera. Les producen un shock emotivo, les traban.
P. ¿Sus ídolos?
R. Tuve muchos. Debuté en Primera con Ñuls con
18 años. Uno antes juntaba las figuritas de los jugadores que salían en los
chocolatines. De pronto me vi ante mis ídolos.
P. ¿Cómo fueron su llegada a España y su
fichaje?
R. Un empresario armenio, Artur Boghossian, me
vio jugar en el Sudamericano de 1959. Ganamos a Brasil, la campeona mundial. El
empresario me quiso llevar a Europa. Yo tenía una abuela española, hice los
papeles y salí zumbando. Fue una negociación áspera. Eran 250.000 pesetas por
el pase, y renuncié a 125.000 de mi primer año para irme. Caer en el Atlético
me llenó de ilusión.
R. Cuando yo llegué era un equipo de media tabla
para arriba. Había muchos brasileños, como Vavá, y algún paraguayo dando
vueltas. Era una ilusión para mí estar en esa camiseta que yo había utilizado
de pibe en el club Alumni y en la selección rosarina, que tenían los mismos
colores que el Atlético.
Esos colores me perseguían, o yo a ellos.
P. ¿Qué jugador era usted?
R. Yo era un tremendo ganador. No podía llegar a
pensar en perder, no tenía la dimensión de lo que era eso, y lo contagiaba a
mis compañeros. Yo de chico tenía la intención de ser un triunfador. Y no se es
un triunfador con los resultados en contra. Para mí, jugar en Sevilla o en
Valencia era lo mismo que jugar como local, pero para los muchachos no era lo
mismo. Y yo les tenía que inculcar eso: ‘No viejo, nosotros vamos a cualquier
lugar a ser ganadores’.
P. ¿Era usted un cacique?
R. Sí, decididamente lo era. Crecimos. Teníamos
un equipo formidable con Collar, Adelardo, Mendoza, Luis...
P. ¿Y un pionero para otros jugadores
sudamericanos?
R. En aquel tiempo no venían defensores
sudamericanos a Europa. Estaba Santamaría en el Madrid y yo en el Atlético.
Llegaban todos delanteros. Yo tenía que darle con todo. El Atlético me había
llamado para ser importante.
P. ¿Era usted violento?
R. No. Yo tenía una fuerza física y una fuerza
mental, que acompañaba. Tenía la prepotencia de decir ‘Aquí estoy yo, viejo. Y
no es cuestión de que me vengan a superar. Voy a superar yo a los otros’. Esa
era la mística que yo tenía y el deseo ferviente de no ser de ninguna manera un
perdedor, muy por el contrario. Tampoco es que yo entrara en la cancha a
reventar al contrario a patadas. Era una cuestión de ser fuerte. En el fútbol
hay un mano o mano permanente, por alto y por bajo, y yo tenía que ser un
ganador, por alto y por bajo.
P. ¿Qué le parece este Atlético?
R. Tiene una característica especial muy buena,
que es mostrar que es un equipo ganador. Eso ha de venir desde abajo, desde los
infantiles. El ser humano tiene que venir con esa prepotencia para poder ser un
ganador en toda la dimensión que exige el fútbol. El jugador argentino cree que
es el mejor. Eso hay que demostrarlo.
P. ¿Esa bravura es una característica histórica
del Atlético?
R. Sí, el Atlético ha sido siempre así, no hay
duda. Nos decían que éramos los terceros en discordia. Pero íbamos a Chamartín,
a la cancha del Madrid, y ganamos dos finales de la Copa del Generalísimo. Y
cuando íbamos a Barcelona, ellos tenían terror. Ese tercero en discordia,
cuando jugaba contra los grandes, se transformaba en primero.
P. ¿Cuál es su trabajo con los jóvenes?
R. He trabajado en la cabeza de los chicos para
que cuando lleguen a Primera tengan ese deseo de ganar permanentemente. Ahora
dirijo el fútbol infantil y juvenil en Independiente. Tengo una pila de años,
pero la experiencia ni se vende ni se compra. Nosotros somos educadores y docentes,
no entrenadores ni directores técnicos. Yo estoy para darles a los jóvenes los
conocimientos de la mitad de mi vida.
P. ¿Qué consejos son?
R. Yo no voy y le digo al chico ‘Andá y
diviértete’, como dicen algunos. Eso es un absurdo. Le digo ‘Vos debes ser un
ganador’.
P. Ha trabajado en categorías inferiores con
Valdano, Batistuta, Martino, Banega, Gago, Tévez… ¿De quién está más orgulloso?
R. Cuando agarré a Batistuta, era un gordo
malhecho y se transformó en un tremendo goleador. Tévez tenía limitaciones
psicológicas y le enseñé que no solo se vive en una cancha de juego, sino
también fuera. Gago era enganche y le dije que tenía que jugar de cinco y tener
el arco contrario enfrente.
P. ¿En qué han cambiado los jóvenes?
R. En que ahora tienen cosas que antes no
tenían. Se distraen con la computadora, las salidas y un montón de tentaciones
que tiene la vida. Hay que marcarles el camino correcto, y que ese camino lo
manejen con criterio y perseverancia. Yo cuando jugaba, manejaba un camión y
vendía vinos, y después me entrenaba. Con la plata que me daba el club no me
alcanzaba. Era una situación incómoda. Con mi deseo de triunfar llegué al
éxito. Después, capacidad, oportunidad y suerte son los tres argumentos que se
necesitan.
P. ¿Está en crisis la cantera argentina?
R. No. Las situaciones sociales de los países
son cambiantes. Los holandeses de Cruyff fueron insuperables y pasó su tiempo.
Al Barcelona le costó mucho sacrificio enseñar ese modelo.
P. Es usted un gran valedor de Marcelo Bielsa...
R. Fue alumno mío y trabajó conmigo mucho
tiempo, desde que era un jugador regular a querer meterse a director técnico.
Es el espejo del triunfador.
P. ¿Messi o Maradona?
R. Maradona tenía unas condiciones
superlativas. Era más constante en su mentalidad que Messi. Messi es
sorpresivo, instintivo, hace jugadas distintas. Maradona está en un escalón
superior. También es cierto que se transformó en eso a lo largo de los años, y
Messi [27 años] sale de la etapa media hasta los 30, que es el momento sublime
del jugador.
P. ¿Cómo ve la próxima Copa América?
R. Antes Brasil o Argentina iban a Ecuador y le
metían una goleada. Ahora las cosas se han equiparado. El uruguayo no tiene
tanta técnica como el argentino pero tiene más garra. El brasileño tiene un
poco de todo, pero es un poco decaído en los esfuerzos del fútbol. Los
colombianos tienen una gran técnica pero a veces salen del rol que les toca
jugar dentro de lo que exige el fútbol. Cada país tiene su estilo.
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