sábado, 6 de diciembre de 2014

LA PREPARACIÓN APLICADA AL MODELO DE JUEGO.

Las nuevas corrientes metodológicas que abogan por una preparación cualitativa y específica del futbolista nos obligan a ser más exhaustivos a la hora de analizar la competición, así como a profundizar en la elaboración de nuestro modelo de juego. Pero sobretodo, conciben al jugador de manera íntegra, sin separar sus componentes (técnico-táctico, condicional, emocional...) haciendo especial énfasis en la toma de decisión del mismo y en la especificidad de las tareas, priorizando en ellas aspectos técnico-tácticos, aunque hablemos bajo el prisma de la preparación física.



Por todos es conocida la interrelación que guarda el proceso de entrenamiento con la realidad competitiva: los comportamientos que los jugadores muestran en competición son el resultado de las adaptaciones inducidas mediante el entrenamiento y, a su vez, en el entrenamiento se aplican los medios diseñados según la información obtenida de la competición. 

Además hemos de ser conscientes de todos y cada uno de los principios que rigen nuestro modelo para adaptar, en la medida de lo posible, nuestras tareas al mismo, de forma que el jugador haya vivenciado previamente a la competición el tipo de situaciones que esta demandará.

Muy lejos quedan ya metodologías centradas en priorizar aspectos puramente condicionales como la fuerza o la resistencia. Desde la perspectiva sistémica, hablamos de dinámicas, en las que incluimos estas cualidades de manera contextualizada, jugando con factores como el tiempo, los espacios, las reglas o el número de jugadores.

Cuando hablamos de preparación física específica hemos de tener en cuenta dos elementos fundamentales y diferenciales a la hora de elaborar nuestras tareas desde el plano condicional: el balón como principal protagonista y la táctica como director del proceso metodológico. Sin embargo, podemos afinar aun más en la búsqueda de seguir dando identidad a nuestro modelo de juego: establecer posiciones específicas.

Otro aspecto importante desde el punto de vista del jugador es el impacto emocional que suponen en él las tareas. Debemos buscar propuestas que impliquen máxima concentración, que obliguen al jugador a pensar, a interpretar, a comunicarse entre sí y a resolver de manera conjunta y eficiente las situaciones que se le plantean.

La preparación sin interpretación no sirve de nada” (Veljko Paunovic, 2013)





Dentro de la dinámica intensiva, en la que predominan espacios reducidos y, por ende, esfuerzos cortos, intensos y de predominancia excéntrica se antoja labor complicada, ya que estamos trabajando el plano micro de nuestro modelo, con situaciones de 1x1, 2x2, 3x3, etc. Aún así, no nos podemos conformar con diseñar tareas en las que intervengan jugadores en distintos roles y con desempeños diferentes a los que se van a producir en competición, sino que debemos plantear situaciones simuladoras lo más cercanas posibles a la realidad competitiva, respetando posiciones específicas siempre y cuando sea posible. Valga como ejemplo generar situaciones de extremo y lateral frente a lateral y extremo contrario (2x2) o delantero vs central (1x1).

¿Cuál es para mí el significado de “fuerza” en el fútbol? Es tener la capacidad de arrancar, frenar, cambiar de dirección, saltar para cabecear... Tenemos que contextualizarlo en función de lo que son acciones específicas de nuestros jugadores en el juego. (Mourinho, 2010)

En cuanto a la dinámica extensiva, la amplitud de espacios y la mayor presencia de jugadores generan el caldo de cultivo idóneo para poder establecer posiciones específicas de competición en nuestras tareas y definir el objetivo táctico acorde a los determinados principios de nuestro modelo de juego que queramos potenciar.

Así, lo que desde el punto de vista tradicional de la preparación física, se veía como un simple objetivo metabólico (llámese aumentar el Vo2Máx o incidir en la potencia aeróbica) pasó a ser un mantenimiento de, por ejemplo, 8x8 desde la visión del entrenamiento integrado, situación algo más específica pero aun con falta de rigor táctico y, por lo tanto, aun alejada de la realidad competitiva.

Gracias a la dimensión sistémica, si a nuestros jugadores los establecemos en sus respectivas posiciones y le damos una orientación táctica, con pautas de mantenimiento posicional, creación de superioridad por dentro, buscar 2x1 en banda, circulación de balón o presión tras pérdida (según objetivo específico a incidir) esa misma situación se asemejará lo máximo posible a la realidad en la que el jugador se halará inmerso en competición.

El verdadero objetivo del trabajo de la resistencia en el fútbol será la mejora del ciclo percepción-acción en situaciones de inestabilidad provocadas por condicionantes como la fatiga o el desgaste emocional (por ejemplo provocado por la necesidad de remontar un partido, las decisiones arbitrales, etc)Pol, 2011.




En lo que a dinámica de transición se refiere, dada la cercanía de la competición podemos plantear situaciones en las que el jugador se vea envuelto en resolver problemas planteados con alto número de estímulos a la máxima velocidad posible. Las pausas serán amplias, debido a la intensidad y velocidad de las acciones, así como al alto desgaste emocional. El número de jugadores a participar irá en función del objetivo que nos planteemos. De esta forma, las típicas salidas en velocidad tras estímulo visual o auditivo del preparador se convierten en situaciones simuladoras de la competición en la que introducimos al jugador en una tormenta de toma de decisión con situaciones reales de finalización en mínimo espacio de tiempo.

A mí los jugadores muchas veces me dicen ´Oye Paco ¿Por qué no entrenamos la velocidad?´Y les contesto que eso lo entrenamos todos los días. Porque el fútbol es eso: velocidad, aceleración, no correr sin más sino adaptarte a correr respecto al balón y al rival. Tocar el balón con la velocidad adecuada y hacia donde tu deseas” Francisco Seirul-lo, 2007.

A la hora de elaborar nuestras tareas, independientemente de la dinámica en la que nos encontremos, debemos abogar por la no linealidad de las mismas, por entrenar en la variabilidad, sin obsesionarnos por la cuantificación de la carga. Intentar contaminar lo menos posible con directrices, reglas y limitaciones, favorecer las asociaciones, que el talento emerja y el jugador decida. La verdadera importancia reside en definir la orientación de la tarea, qué buscamos, qué objetivo perseguimos. Una vez lo tengamos, solo variará el volumen, pues la intensidad siempre debe de ser máxima.

Autor: David Herrera
Twitter: @davidheco

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