Diego Simeone: un liderazgo liberador
El entrenador del Atlético de Madrid logró imprimirle
mentalidad ganadora al equipo con el respaldo de una filosofía que irradia
optimismo y concentración.
Santiago Álvarez de Mon
26 de diciembre de 2014
El
Cholo, un revolucionario DT en España Fuente: AFP - Crédito: Javier
Soriano
Diego Simeone ha conseguido armar en el Atlético
de Madrid un equipo sólido, rocoso y ganador porque lo convirtió en una
extensión de él en el campo. Tiene su personalidad, su nivel de energía, la
intensidad con la que siempre encaró su profesión.
Pero hay algo mucho más profundo que caracteriza su
liderazgo desde el día en que aterrizó en el Vicente Calderón: ha sido capaz de
cambiarle la mentalidad al Atlético de Madrid. No se trata simplemente de imponer
un nuevo esquema de juego ni de promover a un jugador o quitar a otro. Las
mayores reticencias al cambio residen en nuestra estructura básica de ideas,
conceptos y creencias. Modificar esa trama mental implica una transformación
radical y liberadora, pero siempre complicada. El Atleti era el club que
siempre renegaba de su mala suerte, marcado por un victimismo que le impedía
alcanzar el éxito definitivo.
Simeone se dedicó a renovar ese disco duro. Ha rescatado
cosas que pueden parecer muy obvias pero que tuvieron un impacto notable. Por
ejemplo, la expresión que funciona como su leit motiv: "Partido a
partido". El líder le transmite a su grupo que debe concentrarse en el
ahora y no pensar en el largo plazo. Pensar como el maratonista que se preocupa
por dar el próximo paso y se olvida de la meta.
Es una filosofía que irradia optimismo y concentración. Es
como decir: "Sí se puede si damos lo mejor que tenemos". Un mensaje
muy claro que el grupo ha interiorizado. Pasó de pensarlo a sentirlo. Basta con
preguntarle a uno de sus jugadores si se imagina ganando otra vez la Liga para
que responda sin lugar a dudas que su objetivo es únicamente el siguiente partido.
El éxito del Atlético en un sistema dominado por dos
gigantes el Real Madrid y el Barcelona ha trascendido el deporte en un momento particular para la
sociedad española, dispersa e impaciente en
medio de una crisis de múltiples aristas. El "partido
a partido" invita a identificar, ante situaciones complicadas, los
factores que dependen de nosotros y los que no. Cuanto más adversa es nuestra
situación, más se necesita de actitud para conseguir aquello que está a mano.
Un objetivo imposible sólo se puede alcanzar cuando se le quita esa etiqueta.
Simeone entendió que ganar es algo tan ansiado en una
competencia deportiva que no debe convertirse en obsesión. La voluntad debe
dirigirse hacia el proceso. El partido exterior se puede perder, pero lo que
persigue un liderazgo como el suyo es ganar el partido interior.
Hay una constante en Simeone desde que era jugador y tiene
que ver con la intensidad que impone a su trabajo. Siempre la máxima. Eso lo
hermana con Pep Guardiola, aunque éste sea más intelectual y el argentino se
destaque en lo emocional. Dos perfeccionistas que no toleran una mala actitud,
que reclaman todo y un poco más a sus dirigidos.
La importancia del trabajo en equipo se hace evidente en
cualquier organización. Pero muy a menudo los egos erosionan la cohesión y el
espíritu de un grupo hasta empujarlo al fracaso. Simeone demostró una enorme
capacidad para actuar como un líder firme y a la vez cercano, exigente hasta la
extenuación pero también flexible cuando las circunstancias lo requieren.
Creó espíritu de equipo y dejó claro que quien manda es él.
La alquimia se nota en la cancha, con hombres que pelean como posesos por un
objetivo común; que dejan el 200% en cada pelota.
Hasta ahora, el entrenador del Atlético ha sido capaz de
conseguir que buenos jugadores se transformaran en muy buenos. Nos queda por
ver qué pasaría en un vestuario lleno de estrellas.
¿Cómo sería Simeone si tuviera que gestionar a cinco o seis
de los mejores futbolistas del mundo? Seguramente tendría que cambiar. Adecuar
su estilo, no su filosofía. Ese ideario que incluye todas las cualidades que
necesita alguien dispuesto a desafiar el status quo, ya sea en el deporte, en
la política o en el mundo de los negocios. Ambición. Ilusión. Pasión.
Optimismo. Y también una buena dosis de descaro.
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