Diego Pablo Simeone:
«O me sigues, o no me sigues; el liderazgo no se
puede explicar»
Diego Pablo Simeone (Buenos Aires, Argentina, 1970) mira directamente a los ojos cuando habla. Es rápido de pensamientos y se enroca cuando la conversación no le conviene, aunque soltarla, la suelta. Ha convertido al Atlético de Madrid, un equipo que estaba medio grogui cuando él aterrizó, en un rival temible, y está luchando por la liga y la Champions en su tercera temporada en el banquillo rojiblanco con un presupuesto muy inferior al de sus contendientes. El «cholismo» es una religión, pregunten a un feligrés si tienen a alguno cerca. «El liderazgo se tiene o no se tiene, yo no lo impongo. O me seguís, o no me seguís. Es así de sencillo», afirma. Parece de ese tipo de persona que como amigo debe de ser un tesoro y al que jamás querrías como enemigo. Es un trotamundos del fútbol: de Buenos Aires a Pisa, Sevilla, Madrid, Milán, Roma, vuelta a Madrid, regreso a Argentina y ahora de nuevo en Madrid, donde su gran pena es no vivir con sus tres hijos. Gracias a «las moderneces de las computadoras» suele cenar con ellos. En Buenos Aires le dejan un hueco en la mesa, colocan el ordenador y Simeone, desde su casa en la capital de España, les habla como si no hubiera distancia. «La vida no es lineal», asegura. Él, tampoco.
¿Se imaginaba de niño siendo otra cosa que no fuera
futbolista? Ya sabe, ¿recuerda jugar a ser policía, maestro, médico o bombero?
La verdad es que no. Solo jugaba a ser futbolista. De chico
volvía del colegio y la mayor ilusión era irme a la plaza para jugar al fútbol,
la calle en el medio y los árboles eran la portería. Siempre tuve la ilusión de
ser futbolista y a los ocho años ya me fui al Estrella de Oro, después a Vélez
en el año 79, donde jugué en las categorías infantiles. Recuerdo perfectamente
las botas que llevaba de niño, por ejemplo, los botines «futbolsito» que eran
unas botitas con ruedas blancas en los costados y los tacos medios raros para
la época. Pelota, pelota, pelota, pelota. Esa fue mi niñez.
¿No se entretenía con otra cosa?
Mira lo que te voy a contar para que veas hasta dónde
llegaba. De pequeño me regalaron los «rastis», un juego de construcción. Y
había soldados e indios, pero yo no jugaba a los soldados contra los indios.
Iba a la verdulería con mi madre y se ataban las verduras con una cinta celeste
y blanca y como soy hincha de Racing y sus colores son celeste y blanco armaba
a los indios con las cintas y me montaba un partido. Mis padres me regalaban un
fuerte para jugar y yo lo armaba como un partido de fútbol de indios contra
soldados.
Al dedicarse al fútbol desde tan pequeño ¿Siente que se
perdió algo más tarde en su adolescencia?
No. Es cierto que me fui alejando de lo que hacían los
demás. Por ejemplo, el viaje de fin de curso en séptimo curso no lo hice porque
tenía que competir y el resto de mi clase sí. No fue el único que me perdí. El
sábado cuando mis amigos salían yo no porque me preparaba para el partido del
domingo. Y no salía de verdad, me preparaba para lo que me gustaba y por eso no
tuve nunca la sensación de estar haciendo ningún esfuerzo. Al contrario, lo
hacía con la tranquilidad y la alegría de esperar que llegara el día del
partido. Yo me quería matar cuando llovía el sábado por la noche, porque
entonces al día siguiente se suspendía el partido porque el campo se embarraba
y no se podía jugar. Siempre he pensado en el fútbol.
Uno de sus primeros referentes fue la selección argentina
del 78, cuando tenía ocho años. Ha llegado a decir que de Pasarella le gustaban
hasta los andares.
Sí. Y me fijaba en todo, en las caras de los jugadores, cada
detalle. Siempre fui muy observador para todo en la vida. La mejor manera de
aprender es mirar y escuchar. Mi familia siempre me enseñó a escuchar. Y sí, me
gustaba mucho Pasarella porque me gustó y admiré siempre a la gente con
personalidad. Cuando uno habla de líderes… El líder se ve también hasta en cómo
camina, se ve cuando se mueve. Esas imágenes en el 78 de Pasarella de capitán,
saliendo del túnel, con los papelitos cayendo. Y veías las caras de los chicos
y eran hombres, con veinticinco años eran hombres. Me gustaba observar esos gestos.
¿Quién es la persona que más ha influido en usted?
Mi padre ha influido como padre y en la vida como guía. He
aprendido de muchos, de mi madre, mis hermanas. Hoy aprendo de mis hijos. Uno
aprende hasta el día que se muere, al menos eso es lo que yo busco.
Sus tres hijos son futbolistas. ¿Cómo lo vive? ¿Es de
esos padres de futbolista pesados que les dan indicaciones todo el rato?
No, no. No intento nunca mejorarles futbolísticamente. Yo
pienso en ellos como mis hijos, soy su educador. Cometeré errores como todos
los padres del mundo, pero intento inculcarles principios de vida: El respeto,
la educación, el compromiso con la gente, la fidelidad. Y eso no se negocia, al
menos en nuestra familia. Intentamos marcarles el camino.
Su hijo mayor, Giovanni, con diecinueve años, ya juega en
el primer equipo de River como delantero. Se habla incluso de un posible salto
a Europa. ¿Usted se imagina entrenando a un hijo y siendo objetivo?
Sí. Totalmente. Como entrenador no tengo compromisos con
nadie, ni con mi hijo siquiera. No tendría ninguna duda. Seguramente, eso sí,
me tocaría pelear con alguno de la familia [risas], pero bueno, el
fútbol es ganar y si tienes compromisos obligados con alguien estás cerca de
perder.
Por primera vez en su vida está lejos de sus hijos, que
viven en Argentina con su mujer. ¿Cómo lo hace para sentirse cerca de ellos?
Lo que nos puede acercar ahora es la calidad del tiempo
compartido, ahora que por primera vez no vivimos todos juntos. Cuando ellos
están conmigo aquí es una cosa extraordinaria, que antes no lo sentíamos así
porque estábamos todo el tiempo. Intento compensar eso, la falta de tiempo, con
la calidad. Quiero que me sientan partícipe, cercano, porque al final uno puede
estar mucho tiempo con alguien y no ser cercano porque no preguntas, no te
ocupas, y sin embargo no vivir en el mismo país y que el otro sienta que estás
todo el tiempo. Y en eso estamos
.
Tengo entendido que incluso «cena» con ellos. ¿Me lo
quiere contar?
Sí, gracias al ordenador. El Facetime y esas cosas modernas
que nos permiten estar más cerca. Ponemos el ordenador en la mesa, ellos en
Argentina y yo en Madrid y hablamos mientras cenamos, como si estuviéramos
juntos, pero no es una cosa matemática. A veces lo hacemos por la tarde, o en
la madrugada. En cuanto me dicen que quieren hablar conmigo estoy. Hablamos
continuamente, antes de los partidos les llamo, y antes de ir al colegio, y por
la noche antes de ir a dormir… No estás, porque la realidad es que no estás, pero
creo que en su interior saben que el papá está feliz y que en algún punto les
estás marcando que todo lo lineal es muy difícil, que hay momentos y que hay
que vivirlos tal y como te los presenta la vida.
Antes de que diera el salto a Europa para jugar en el
Pisa usted recordaba los domingos como el «día más feliz de la semana porque
comía pizza y veía a Maradona en el Nápoles». ¿Qué recuerdos
tiene de esa época?
El domingo en Argentina por la noche cuando pasan los
resúmenes de los partidos es lo más lindo que hay, comerte una pizza y
ver los partidos. Los domingos además empezaban relindos porque en el año 88 o
por ahí pasaba que con el cambio de hora a las tres de la tarde jugaba Maradona
en el Nápoles y en Argentina era por la mañana. Obviamente enamorado del Diego
por su juego, por su pasión, por todo lo que transmitía, aquella era la mejor
manera de empezar un domingo previo a que yo después jugaba. Y te ilusionabas,
soñabas con algún día poder ser tú el que jugabas en Italia.
Da la sensación de que algo absorbió de Maradona, de
aquellas gestas, en un equipo menor, pero que con mucha casta y pelea llegó a
hacer campeón al Nápoles. ¿Es así?
Nunca busqué copiar. El que busca copiar se equivoca. Uno
tiene que ser absolutamente espontáneo y la mejor manera de transmitir a otra
persona tus sensaciones y lo que uno siente por este juego es siendo único. Yo
aprendí mucho de diferentes generaciones, de diferentes camadas, me tocó estar
con la del 86 en el 90 y yo era muy chico, aprendí de hombres que tenían otras
posibilidades, otras herramientas, que no eran ni mejores ni peores que
los Messi de hoy, pero tenían una diferente manera de ver la
vida porque se criaron de manera distinta. Después me fui adaptando a los
cambios que hubo, de Verón, de Almeida, pero sí tengo
mucho de aquellos tipos que con dificultades consiguieron muchas cosas.
Cuando le hacen la oferta para jugar en Europa, en el
Pisa, le dan solo cuarenta minutos para pensárselo. ¿Qué se le pasó por la
cabeza?
Yo estaba jugando en Vélez, tenía diecinueve años y me
llamaron de la oficina del representante y me dicen «hay una posibilidad para
jugar en el Pisa pero tienes que decidirte en cuarenta minutos». Me dejaron
solo. Mi agente en Italia, mis padres fuera de vacaciones en Mar de Plata. No
había móviles entonces, ¿eh? Había que resolver, con diecinueve años de los de
entonces, no de los de ahora. Recuerdo quedarme mirando los cuadros de los
jugadores de fútbol en la oficina y… el fútbol es mi pasión. Apareció una
oportunidad y había que aprovecharla. No dudé mucho. Primero dije que sí y
luego localicé a mis padres. Y ya me puse luego a mirar quiénes eran los
jugadores del Pisa. Había dos daneses y yo estaba convencido que uno de
ellos, Larsson, era Elkjaer Larsen, el 9 de Dinamarca y
resulta que no, que era un lateral [risas]. Y a los tres días me fui a
vivir a Italia.
Y en lo único que se equivocó fue en el vestuario…
Sí. No tenía yo ningún amigo en Europa que me avisara y
también que me informé de la plantilla y bien poco de lo demás, así que llegué
de invierno, con la «polera» de cuello alto y cuando bajé del avión me quería
morir del calor que hacía.
Siguiendo con el vestuario, ¿es cierto que en Italia le
miran a uno de arriba a abajo? Desde la ropa de calle hasta cómo se calza las
botas.
Italia es especial. Es el país de la moda y se refleja en
cualquier lugar. En los vestuarios también pasaba. Yo venía de Argentina que no
se le daba tanta importancia a cómo llegabas vestido al vestuario, pero me fui
adaptando. Uno siempre se adapta a los lugares en los que vive. La personalidad
la forjas con la edad y después ya eliges, pero primero te adaptas.
Ha tenido grandes entrenadores, y de muy diferente
personalidad. ¿De quién ha aprendido más o cree que le ha influido más?
Uno siempre dice que aprende de los entrenadores buenos que
ha tenido, pero yo he aprendido mucho también de los malos que tuve porque ya
sé qué es lo que no hay que hacer o cómo no comportarse. No es que quiera
quedar bien con todos, es que saqué lo mejor de cada uno. Como todo en la vida,
del entrenador que te agarra de joven, cuando uno está más esponja, absorbes
más. Bilardo me marcó en mis inicios, pero después he crecido
con Erikson, con Mancini, con Luis Aragonés,
con Bielsa, Basile… No quiero decir uno porque no sería
justo.
De la etapa que pasó en el Sevilla, su primer club en
España en el que coincide con Suker, con Maradona, entrenado por Bilardo y por
Luis Aragonés. ¿Qué balance hace?
Fue muy buena, muy buena. Teníamos un equipo muy sólido y
fuerte y en el segundo año la presencia de Luis Aragonés mejoró mi capacidad
goleadora de mediocampista y me dio la oportunidad de poder llegar al
Atlético.
Daba la sensación de que Maradona absorbía la energía del
equipo, si él estaba mal, la plantilla no carburaba ¿No pasó así en el Sevilla
y en el Mundial del 94?
Yo no lo vivi así, yo creo que el equipo se acomodó muy bien
cuando estuvo Diego, sobre todo en Sevilla. Le sacamos mucho partido arriba,
evidentemente, si hubiésemos tenido al Maradona de veinticinco años hubiese
sido mucho mejor. Hicimos una gran temporada. Y en el Mundial, increíblemente,
todos hablan de lo que nos pasó a partir de la caída de Diego, pero el mejor
partido que jugó Argentina en ese Mundial fue contra Rumanía, cuando nos
quedamos fuera ¡Ese fue el mejor de todos! La figura del partido fue el arquero
rumano, Stelea. La presencia de Diego es verdad que nos generaba
una confianza importantísima. Jugando él en dos partidos lo hicimos muy bien,
muy ofensivos, con Balbo, Caniggia, Maradona y Batistuta.
Con casi cuatro delanteros yRedondo en el medio. El tercer partido
contra Bulgaria perdimos y nos mandan a jugar enseguida contra Rumanía, pero
aun así fue bueno. Al quedar fuera, se recuerda a partir del resultado, pero…
Llegamos ya al Atlético, y eso que estuvo a punto de
fichar por el Real Madrid…
Hubo una posibilidad sí, porque llegaba Artur Jorge y
me quería a mí, pero el Madrid eligió a Valdano y Valdano
eligió a Redondo. Yo digo que las cosas en la vida pasan por algo y
evidentemente lo mejor que me pudo pasar es el Atlético.
¿Fue amor a primera vista lo del Atlético?
No. El recibimiento que me dio la gente nada más llegar,
cómo me trató, fue más de lo que yo le di en el primer año. Me lesioné el
hombro, estuve fuera dos meses y el equipo tampoco estaba en su mejor momento,
nos salvamos a última hora en Sevilla, pero la afición siempre tuvo conmigo un
afecto enorme. Debe ser que los del Atlético están preparados para ver gente
con entrega y eso nunca me faltó. Después el talento, la técnica, podía tener
mejores o peores domingos, pero la afición lee muy rápidamente a los jugadores
que se entregan. Lo vemos ahora otra vez.
¿Y con Madrid? ¿Qué tiene Madrid? Porque usted ha vivido
en grandes ciudades y sin embargo siente Madrid como su casa.
Madrid me acerca a Buenos Aires. El por qué no lo sé. Me
encuentro en mi lugar, de forma natural. Me fui a Milán, viví en Roma que es
una ciudad extraordinaria, y cuando volví es como si nunca me hubiese ido. A mí
me sorprendía por ejemplo que cuando estaba en Roma, o en algún otro lugar del
mundo, y me encontraba con algún español siempre me decían: «Ahí va Simeone el
del Atleti». Me hacía ruido esa forma de identificarme con un lugar.
Sus compañeros, cuando era jugador, siempre le recuerdan
mandando, organizando. El entrenador estaba siempre latente en usted. A los
diez años incluso un profesor ya le puso de director de orquesta en el colegio,
¿no es así?
El otro día charlando con mi hermana y viendo fotos de niños
le comentaba justo eso. ¡Qué genio el tipo que me puso de director de orquesta!
Se llamaba Bruno, Bruno Amasino. Era el profesor de música, un tipo
aparte con mucha personalidad, un genio tocando el piano, tengo un gran
recuerdo de él. Y el hombre me eligió para hacer de director de orquesta y
había chicos más grandes que yo. La verdad que no sé por qué me eligió…
El carácter, ¿no? Ya le vería algo.
No tengo ninguna duda. Le gustaba mucho el fútbol al
profesor, era hincha de un club que se llama Ferrocarril Oeste. Me eligió. Y
bueno, fui siempre capitán de joven en mis equipos, capitán en la selección
juvenil, en la selección a los veinticuatro años. A mí nunca me gustó imponer
el liderazgo, es algo que no se puede imponer. El liderazgo lo tienes o no lo
tienes y en realidad te lo aceptan y te lo dan tus colegas y compañeros, ya sea
en un equipo de fútbol, en el colegio, en la empresa o en un restaurante.
Posiblemente siempre me gustó empujar, nunca me callé. Siempre busqué pelear
contra el que sea, el poder o los humildes.
Cuando llega al Atlético como entrenador se hizo cargo de
un equipo deprimido y en cinco meses ya estaban ganando un título. ¿Qué les
dijo? ¿Recuerda su primera charla con la plantilla?
Sí. Nos juntamos en el vestuario y les dije que conocía el
lugar y lo que necesitaba la gente y que lo único que no era negociable era el
esfuerzo. Y ya después de eso, del esfuerzo, por la calidad técnica del equipo
estaba convencido de que íbamos a salir, les dije que yo había pasado por ese
momento y que al año siguiente salimos campeones. Un año peleábamos el descenso
y al siguiente conseguimos el doblete. Y después de la charla cuando salí al
campo y la gente me aplaudía también les dije: «Miren a todos ellos, que en
algún momento también me insultaron». El fútbol es esto.
¿Y cómo se convence a una plantilla?
Eso no se puede explicar. Yo tengo una energía y vos podés
tomarla o no tomarla, seguirme o no, pero no se puede explicar lo que hace un
líder. O me sigues, o no me sigues. Yo no comparto que uno en el trabajo es de
una manera y en la vida de otra. Vos sos de la misma manera siempre. Si eres
falso, lo eres con tu familia y en el trabajo. Si eres «ventajero», oportunista
como lo dicen ustedes, en algún momento le vas a querer sacar ventaja a alguien
que te rodea. La gente siempre es la misma, así que tienes que transportar cómo
eres en tu vida al trabajo y ser natural. Porque lo más difícil que tenemos es
ser simples en la vida cotidiana. Natural, natural. Obviamente que hay momentos
en los que hay que marcar el rumbo, como con tus hijos. Uno no habla siempre
igual con sus hijos, y con tus amigos en algún momento te peleas y si no les
dices las cosas a la cara se alejan y les vas perdiendo. Pues en el fútbol es
igual. Si a un jugador no le dices una cosa se va alejando y lo terminas
perdiendo.
Arda Turan llegó a decirle «te voy a dar mi corazón». Y
eso que no hablan el mismo idioma. ¿Eso sí que lo puede explicar?
Arda es un chico especial, tiene un corazón enorme. No habla
español, yo creo que nos entendemos por piel, por mirada. Hay gente con la que
a veces no es necesario hablar, la miras y hay algo que te conecta. Si no, no
existiría el amor a primera vista.
¿En su relación con los jugadores es una mezcla entre
autoridad y seducción?
Es convencerles de dónde está el rumbo. Autoridad no.
Llegó a decir que algún jugador llegaría a odiarle, pero
que le haría mejor. ¿Cree que tiene en la plantilla algún futbolista que le
odie?
Si lo hay no me lo va a decir. Posiblemente lo haya. Nunca
les vas a tener a todos contentos. Hay un refrán que dice que si el 49% de la
gente te sigue, date por satisfecho. Cuarenta y nueve, eh, ni siquiera el
cincuenta. El problema con un jugador es cuando no le hablas, cuando dejas de
darle la atención que crees que necesita para que te sirva para el equipo. Ahí
es cuando ya no hay vuelta atrás, ese jugador tiene que salir del club.
Le cito: «Prefiero jugar bien que jugar lindo», «la
posesión del balón no me interesa, es un cuento». ¿Qué significa para usted
jugar bien exactamente?
Pues ayer escuché a Xabi Alonso que decía
que tener la pelota por tenerla no tiene ningún sentido, la pelota hay que
tenerla para ser concreto. ¿No lo leíste? ¡Extraordinario! Si lo dice Xabi
Alonso ¿cómo no lo voy a decir yo? Que inventaron en España el juego tan bonito
este…
¿A usted le gustaba el Barça de Pep Guardiola?
Sí. Claro que me gustaba. Es el sueño de un entrenador hecho
realidad porque aparte lo gestó él. La gran virtud de Guardiola fue haberlo
armado para que se produjera.
¿El Atlético podría jugar así?
No.
¿Por qué?
Porque no somos el Barcelona. La construcción de las bases
es diferente. El Atlético siempre tendrá más extranjeros que gente de la casa.
El Atlético además es un histórico equipo agresivo, intenso, con compromiso,
pasión, contragolpeador y fuerte defensivamente.
¿Tiene la sensación de luchar contra una idea única de
que el fútbol bonito es solo de una manera y lo demás es feo?
No. Eso es un juego mediático que sirve para vender. Hay un
juego, que es el juego del fútbol y después el fútbol es muy amplio. Se gana de
diferentes maneras y cada uno elige la suya. El Barça y la selección española
nos llevaron a ir detrás de una idea que es hermosa, claro, pero para correr
rápido hay que tener un auto bueno. Si tienes un auto menos bueno tendrás que
buscar la manera de pincharle la goma al otro y correr lo más cerca de él que
puedas.
Coincidió con Ronaldo en el Inter y usted afirmó: «Él
sale al campo a divertirse. Le envidio, pero no lo comparto».
¡Ronaldo es como Kiko! Antes de salir a la
cancha en el túnel hacía chistes. Cada uno encuentra la concentración de
diferente manera, cada uno es distinto. Estos futbolistas vivían como son
ellos, relajados, tranquilos, un chiste, una broma. A mí me gustaba estar
encerrado en el partido, soy así, sigo siéndolo.
Con la Lazio en su etapa de jugador lograron ganar un
Scudetto a un equipo poderoso como la Juve en el último momento. ¿Cree que puede
repetirse la historia ahora como técnico del Atlético, con el Madrid y el
Barça?
En la historia de la Lazio solo había ganado dos torneos,
ganar ese en el tiempo que la Juve era tan poderosa… Puntos suspensivos, mejor
me callo. Pero para todo, para acá también, pero bueno…
¿Qué pasa aquí?
Naaada. Acá está todo muy bien, todo perfecto. [Sonríe]
Eso que acaba de hacer de morderse la lengua, ¿por qué no
dice lo que piensa de verdad?
Porque no tiene sentido, no arreglaré nada. Y como no tiene
sentido lo único que vale es si vas ganando veintiuno hacer el treinta y uno.
¿Siente de verdad que de algún modo está establecido, que
conviene, que Madrid o Barça sean campeones?
Hay una realidad mediática. Madrid y Barcelona son más
importantes y todo sirve para que aparte de la jerarquía que tiene su
institución y de la grandeza que tienen sus jugadores, a todos les sirva eso. A
ustedes los periodistas, a todos.
Después del último empate en el Vicente Calderón ante el
Real Madrid salió en rueda de prensa y dijo que hay gente a la que le incomoda
que el Atlético esté arriba. ¿A quién se refería?
A la gente que después salió a contar cosas mías.
No sé quién me dice.
Paso.
¿Qué relación tiene usted con la prensa deportiva?
Lo más prudente es tratar para dentro todo y para fuera
nada, pero cada vez es más difícil porque todos tienen amigos, todos tienen
celulares, todos mandan mensajes, pero siempre digo que a mayor privacidad en
el vestuario hay mejor grupo, y a mejor grupo mejor equipo. Mi relación con la
prensa siempre es buena porque no escucho ni leo.
¿Y nadie le cuenta? Porque esos suelen ser los peores.
Me cuentan las cosas importantes, pero si tú hablas mal de
mí te contestaré con una sonrisa porque no lo sé. Si perdemos es lógico que nos
critiquen, pero si hablan mal por conveniencia prefiero no leerlo.
¿Y cuándo otros entrenadores dicen algo del Atlético
negativo? Le pongo un ejemplo. Tras el último derbi Ancelotti declaró que su
equipo había rozado la violencia.
Es una apreciación de un grandísimo entrenador al cual
respeto muchísimo.
Vamos, que no me va a decir nada. Probemos de otra forma
¿Le parece a usted su Atlético violento?
No. Es un equipo intenso.
¿Cuánto tiempo al día le dedica al Atlético?
El fútbol son veinticuatro horas. Voy al cine y mientras
está la película viene una idea y en cuanto salgo tengo que coger el teléfono y
llamar. O estoy cenando con gente y de repente se me va la cabeza en «uy, si
mañana este no juega, habrá que avisar al otro». Así vivo yo el fútbol.
Una curiosidad. ¿En serio se fija usted en los horóscopos
de los jugadores que quiere fichar?
Sí. Porque las características, las personalidades son
parecidas. ¿Vos de qué signo eres?
Yo Géminis.
Se te ve, así agresiva… Cambiante. Intensa.
Vaya.
Las características de la gente según su horóscopo son
similares y prestamos atención para ver cómo le podemos sacar lo mejor.
¿Y hay un signo mejor que otro para ser jugador de
fútbol?
Me gustan los valientes.
Vamos, que tampoco me lo quiere contar. Sigamos. Según
usted hay dos jugadores perfectos, aunque ahora mismo no sepamos su signo
zodiacal, en su posición: Baresi y Busquets. ¿Por qué?
Baresi porque entendía todo con una simpleza enorme. Con su
jerarquía no tenía ningún temor de solucionar. El equipo jugaba al ritmo que él
quería. Y Busquets porque lo lee todo. Jugadores como Busquets o Xabi Alonso en
la mitad del campo que tienen la capacidad de leer todo el partido son una
solución para los equipos. No es por casualidad que el regreso de Xabi Alonso
significara que el Madrid encontró el famoso equilibrio que el míster buscaba.
Pero el equilibrio es Xabi Alonso, no son los demás.
¿Y arriba quién es su delantero perfecto?
Los que tengo yo, Costa, Villa.
Tiene contrato hasta el 2017, tanto tiempo es algo
rarísimo. ¿Cree que lo cumplirá?
Yo siempre me voy antes de que me echen y siempre pienso que
me pueden echar mañana.
Hombre, ahora no tiene ninguna pinta.
Nunca se sabe, el fútbol es muy cambiante, pero lo valoro
como intentar seguir una línea. El club lo está mostrando no solo con mi
contrato tan largo sino con la continuidad de los Godín, los Miranda,
los Filipe, losGabi, los Costa, los Juanfran.
A la famosa pregunta de «¿Por qué somos del Atlético?»,
si llega un marciano y tuviera que explicárselo, ¿qué le diría?
Que tendría que haber venido a la final de la Copa del Rey
con el Madrid y ahí lo hubiera entendido enseguida.
(Entrevista publicada por Gemma Herrero
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