Por Pedro Gómez.
¡Sí amigos!, el tradicional ciclo
Percepción-Decisión-Ejecución podría estar equivocado… al menos para todas
aquellas decisiones que como en el fútbol, deben de tomarse en milésimas
de segundos.
Aislar la actuación de un jugador del entorno
que le da sentido así como tratar de entender esta como un proceso individual
en el que el jugador decide previa y conscientemente lo que va a hacer, es un
cruel e inhumano acto de castración para la complejidad que tanto nos gusta
defender que posee este deporte.
Mientras que para la perspectiva mecanicista
del ser humano este procesa individualmente la información de manera similar a
las máquinas, robots y objetos inanimados (estímulo, procesamiento, respuesta),
para la perspectiva ecológica de la realidad, la circunscripción de esta
actuación al contexto puntual que le rodea será la clave que nos acerque
a la comprensión real de cómo actúan nuestros futbolistas.
Se nos llenó la boca de frases como: “Al
futbolista debemos de hacerle pensar”, sin saber realmente como se
construía y evolucionaba el cerebro del futbolista. Intentamos descuartizar
nuestro escenario dando por hecho que al reducir el gran problema en pequeños
problemas más sencillos, facilitaríamos la toma de decisión del jugador. Dimos
por hecho que la realidad es universal e intentamos establecer pautas
preestablecidas para diferentes y frecuentes problemáticas, sin caer en la
cuenta de que esta es una convención particular que cada sistema nervioso
genera y moldea de acuerdo a sus posibilidades.
El entorno depende del organismo, y el
organismo depende del entorno. Detectar las múltiples variables contextuales
potencialmente condicionadoras de la acción nos hará apreciar la imposibilidad
de parar, procesar, reflexionar y decidir con tres defensores mordiéndonos los
talones.
Comprender la relación de interdependencia que se fragua entre todos
los elementos constitutivos de una situación particular del juego será la
chuleta que nos permita aprobar el examen de la toma de decisión del
futbolista. Y es que ya lo decía Lillo, “yo te condiciono, tú me condicionas,
el entorno nos condiciona….somos seres condicionados y condicionadores”.
Y si no me creen, desempolvemos nuestras
mentes mecanicistas e intentemos ponernos en situación…
Si cada movimiento de los naranjas, ya sea en
apoyo o ruptura condiciona la decisión del poseedor.
Si cada acción defensiva de los blancos, ya
sea individual o colectiva abre o cierra determinadas puertas al jugador.
Si las capacidades particulares del que tiene
el balón le empujan hacia comportamientos en los que se encuentra más cómodo y
se percibe más competente.
Si las propiedades individuales de los
compañeros y rivales que le rodean son más propensas para la eficacia en unos
escenarios u otros.
Si el minuto de partido, el resultado, la
trascendencia de los puntos importan.
¿Quién se atreve a asegurar que el jugador
piensa y actúa por sí solo sin que su comportamiento este condicionado por la
interacción entre los distintos elementos situacionales de la acción mostrada?
Si tú me tapas un perfil, yo te intento
superar por el otro.
Si sé que soy más fuerte por fuera que tú, voy
por fuera.
Si la llegada de tus compañeros te hace a ti
más fuerte por dentro, ahí te quedas.
Si mi compañero sale por aquí, yo voy por
allí.
Si la defensa olvida esta zona, yo la ataco.
Y así podríamos seguir un buen rato….¡Cada
jugador depende irremisiblemente de lo que el resto está haciendo!! Hasta el
que se encuentra a 60 metros del balón!.
Ante este, ahora sí, complejo panorama, ¿qué
orden consciente es tan rápida como para viajar desde el cerebro hasta los pies
habiendo procesado los cientos de potenciales soluciones que el contexto
ofrece?
A poco que revisemos algún texto de
neurociencia comprobaremos como la solución a este complejo acertijo neuronal
se encuentra en nuestro inconsciente, y no en una gobernada voluntariedad como
nos hicieron creer en el pasado. No es que tengamos una serie de
botoncitos y elijamos el más adecuado en cada momento sino que es la
autoorganización experimentada por el jugador tras interactuar con su entorno,
unida al bagaje previo de experiencias similares, la que activa un mecanismo
involuntario que arrastra al sistema hacia los ambientes supuestamente
favorables.
La familiaridad de la situación hará que el
jugador vivencie una serie de atractores y repelentes (marcadores situacionales
que activan neuralmente en un sentido u otro)…una orientación defensiva del
defensor que invite a atacar su lado débil, un movimiento ofensivo del
compañero o defensivo del rival… y que amplían el número de “affordances”
(respuestas) que el jugador tiene al interactuar con su entorno.
De este modo, cada jugador ostenta un abanico
particular de respuestas condicionado no solo por lo que ocurre en el momento
de la acción sino también por sus experiencias vividas anteriormente, el cual
le otorga una tendencia natural e inconsciente de actuación. ¿Quiénes son los
que más rinden por tanto?, aquellos capaces de adaptar sus patrones de
coordinación a las múltiples fuentes de información del entorno inestable.
En consecuencia y ya para terminar, si la
ejecución emerge de la interacción con el entorno, ¡debemos respetarlo en
nuestros entrenamientos! la robustez de las sinapsis neuronales que aspiramos a
estimular con nuestros entrenamientos depende de la vivencia de flujos
específicos de trabajo, así que amigo mío, que no se te seque la imaginación
como dice Leiva y no te líes con tanta palabrería, al fin y al cabo, tan sólo
te estoy dando un argumento más para entrenar en especificidad contextual.
Un fuerte abrazo!!
Pedro Gómez Piqueras ( Preparador Físico Albacete)
Si quieres saber más sobre el tema, no dejes
de visitar http://www.futbolcontextualizado.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario