sábado, 10 de enero de 2015

EL ROBOT ACTÚA, EL FUTBOLISTA INTERACTÚA.



Por Pedro Gómez.

¡Sí amigos!, el tradicional ciclo Percepción-Decisión-Ejecución podría estar equivocado… al menos para todas aquellas decisiones que como en el fútbol,  deben de tomarse en milésimas de segundos.
Aislar la actuación de un jugador del entorno que le da sentido así como tratar de entender esta como un proceso individual en el que el jugador decide previa y conscientemente lo que va a hacer, es un cruel e inhumano acto de castración para la complejidad que tanto nos gusta defender que posee este deporte.


Mientras que para la perspectiva mecanicista del ser humano este procesa individualmente la información de manera similar a las máquinas, robots y objetos inanimados (estímulo, procesamiento, respuesta), para la perspectiva ecológica de la realidad, la circunscripción de esta actuación al contexto puntual que  le rodea será la clave que nos acerque a la comprensión real de cómo actúan nuestros futbolistas.

Se nos llenó la boca de frases como: “Al futbolista debemos de hacerle pensar”, sin saber realmente como se construía y evolucionaba el cerebro del futbolista. Intentamos descuartizar nuestro escenario dando por hecho que al reducir el gran problema en pequeños problemas más sencillos, facilitaríamos la toma de decisión del jugador. Dimos por hecho que la realidad es universal e intentamos establecer pautas preestablecidas para diferentes y frecuentes problemáticas, sin caer en la cuenta de que esta es una convención particular que cada sistema nervioso genera y moldea de acuerdo a sus posibilidades.

El entorno depende del organismo, y el organismo depende del entorno. Detectar las múltiples variables contextuales potencialmente condicionadoras de la acción nos hará apreciar la imposibilidad de parar, procesar, reflexionar y decidir con tres defensores mordiéndonos los talones.

 Comprender la relación de interdependencia que se fragua entre todos los elementos constitutivos de una situación particular del juego será la chuleta que nos permita aprobar el examen de la toma de decisión del futbolista. Y es que ya lo decía Lillo, “yo te condiciono, tú me condicionas, el entorno nos condiciona….somos seres condicionados y condicionadores”.
Y si no me creen, desempolvemos nuestras mentes mecanicistas e intentemos ponernos en situación…


Si cada movimiento de los naranjas, ya sea en apoyo o ruptura condiciona la decisión del poseedor.
Si cada acción defensiva de los blancos, ya sea individual o colectiva abre o cierra determinadas puertas al jugador.

Si las capacidades particulares del que tiene el balón le empujan hacia comportamientos en los que se encuentra más cómodo y se percibe más competente.
Si las propiedades individuales de los compañeros y rivales que le rodean son más propensas para la eficacia en unos escenarios u otros.

Si el minuto de partido, el resultado, la trascendencia de los puntos importan.
¿Quién se atreve a asegurar que el jugador piensa y actúa por sí solo sin que su comportamiento este condicionado por la interacción entre los distintos elementos situacionales de la acción mostrada?


Si tú me tapas un perfil, yo te intento superar por el otro.
Si sé que soy más fuerte por fuera que tú, voy por fuera.
Si la llegada de tus compañeros te hace a ti más fuerte por dentro, ahí te quedas.
Si mi compañero sale por aquí, yo voy por allí.
Si la defensa olvida esta zona, yo la ataco.

Y así podríamos seguir un buen rato….¡Cada jugador depende irremisiblemente de lo que el resto está haciendo!! Hasta el que se encuentra a 60 metros del balón!.

Ante este, ahora sí, complejo panorama, ¿qué orden consciente es tan rápida como para viajar desde el cerebro hasta los pies habiendo procesado los cientos de potenciales soluciones que el contexto ofrece?
A poco que revisemos algún texto de  neurociencia comprobaremos como la solución a este complejo acertijo neuronal se encuentra en nuestro inconsciente, y no en una gobernada voluntariedad como nos hicieron  creer en el pasado. No es que tengamos una serie de botoncitos y elijamos el más adecuado en cada momento sino que es la autoorganización experimentada por el jugador tras interactuar con su entorno, unida al bagaje previo de experiencias similares, la que activa un mecanismo involuntario que arrastra al sistema hacia los ambientes supuestamente favorables.

La familiaridad de la situación hará que el jugador vivencie una serie de atractores y repelentes (marcadores situacionales que activan neuralmente en un sentido u otro)…una orientación defensiva del defensor que invite a atacar su lado débil,  un movimiento ofensivo del compañero o defensivo del rival… y que amplían el número de “affordances” (respuestas) que el jugador tiene al interactuar con su entorno.

De este modo, cada jugador ostenta un abanico particular de respuestas condicionado no solo por lo que ocurre en el momento de la acción sino también por sus experiencias vividas anteriormente, el cual le otorga una tendencia natural e inconsciente de actuación. ¿Quiénes son los que más rinden por tanto?, aquellos capaces de adaptar sus patrones de coordinación a las múltiples fuentes de información del entorno inestable.

En consecuencia y ya para terminar, si la ejecución emerge de la  interacción con el entorno, ¡debemos respetarlo en nuestros entrenamientos! la robustez de las sinapsis neuronales que aspiramos a estimular con nuestros entrenamientos depende de la vivencia de flujos específicos de trabajo, así que amigo mío, que no se te seque la imaginación como dice Leiva y no te líes con tanta palabrería, al fin y al cabo, tan sólo te estoy dando un argumento más para entrenar en especificidad contextual.
 Un fuerte abrazo!!
Pedro Gómez Piqueras ( Preparador Físico Albacete)
Si quieres saber más sobre el tema, no dejes de visitar  http://www.futbolcontextualizado.com/


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