por Enric soriano el 27 NOVIEMBRE, 2014
Lo primero que quiero dejar claro es que no soy entrenador
titulado (tengo 16 años y aún no he empezado a entrenar) y lo que voy a exponer
es simplemente una hipótesis a la que he llegado por lo que he leído y
escuchado y mis vivencias como jugador. Podréis ser dogmáticos con mi opinión
porque ni yo soy nadie, ni lo que voy a tratar está demostrado. Es una simple hipótesis,
la visión que tengo acerca del entrenamiento de los automatismos.
A priori, un automatismo se define como un
encadenamiento de acciones colectivas entre diferentes jugadores de un equipo
tanto en posesión de balón (ofensivos) como en su intento de recuperación
(defensivos). No estoy de acuerdo con esta definición; me parece incompleta.
Según lo que yo entiendo por automatismo, esas acciones que se encadenan están
prefijadas, las decisiones que los jugadores toman están determinadas (que no
condicionadas) por lo que se entrenó. Para mí un automatismo es una serie de
acciones ejecutadas de memoria, donde los jugadores saben perfectamente qué
hacer.
Un claro ejemplo de automatismo serían las jugadas a balón
parado. Estas se ejecutan totalmente de memoria. Cada jugador sabe qué
movimientos realizar y en qué momento. Además el inicio de estos se marca con
una señal, por lo que todos iniciarán sus movimientos de forma coordinada. Son
acciones totalmente prefijadas. Al saber cómo actuar, es mucho más fácil terminar
la situación de forma exitosa. Creo que hay que entrenar la estrategia (los
automatismos por excelencia). Entrenar estas acciones nos puede permitir ganar
gran cantidad de puntos a lo largo de la temporada. Son acciones donde la
incertidumbre es mínima, siempre son iguales y además su duración es corta, así
que se pueden trabajar de memoria como un automatismo que son. Y repito,
entrenar estas acciones, entrenar.
Hago mucho hincapié en la palabra entrenar porque
no son pocos los entrenadores que con comentar la estrategia antes del partido
creen que es suficiente. Luego, si decides no ejecutar la jugada prefijada (que
no ensayada, ya que jamás se entrenó) te piden explicaciones y se apoyan en el
argumento: “Si antes lo hemos hablado…”. En el fútbol no se puede exigir
lo que tan solo se ha hablado; un entrenador solo puede exigir a sus jugadores
aquello que ha entrenado o trabajado. Si tanta importancia tiene, ¿por qué no
lo trabajaste? En estas ocasiones, dudar de la credibilidad y las condiciones de
tu entrenador es lo más normal, y además está completamente justificado.
El fútbol es el deporte de la incertidumbre, de la
espontaneidad, de la imprevisibilidad. En este deporte no existen dos
situaciones iguales. Las únicas acciones que se repiten partido tras partido
son las acciones a balón parado. En el fútbol todo es sorpresa. Dice Óscar Cano
que lo único que le puede sorprender del fútbol es que en un momento no haya
sorpresa. Dante Panzeri, un adelantado a su tiempo, ya decía allá por 1960 que
el fútbol era la ciencia de lo impensado. Incertidumbre, caos, imaginación,
creatividad. Y sobre todo, el fútbol es un deporte no lineal, no siempre pasa
lo mismo, aquí la causa-efecto no existe. Esto es algo que hay que tener en
cuenta.
¿A dónde quiero llegar? Fácil. Los automatismos son
preparaciones para la actuación en x situaciones. Si nos vemos
en esa situación hay que ejecutar como hemos entrenado. La cuestión es, ¿nos
veremos en esa situación? Posiblemente no, porque como ya he comentado, en el
fútbol no se repiten dos situaciones iguales. Saber actuar de memoria ante una
situación de nada sirve si no se da. Solo habremos gastado minutos de
entrenamiento en algo superfluo. Para que esa situación que hemos trabajado se
dé en el partido hay muchas variables que cumplir que difícilmente se darán:
mismos jugadores en las mismas posiciones y con los rivales situados de tal
forma que te permita desarrollar lo prefijado.
Los automatismos suelen entrenarse mediante las famosas
evoluciones. Se colocan conos por el campo en las posiciones que queremos que
nuestros jugadores ocupen y se pasan el balón en un determinado orden hasta
finalizar a portería. Todo siempre igual, muy mecánico. La toma de decisión
está marcada (se la he de pasar a Fulanito, siempre que la tenga).
Además, no hay oposición, por lo que el esfuerzo cognitivo del jugador es nulo,
al igual que la complejidad de la tarea. A mayor complejidad, mayor esfuerzo
cognitivo y más hacemos pensar al jugador. Esa tarea está muy alejada del
juego, no se parece a lo que el domingo viviremos en el partido. ¿Vamos a tener
un entorno sin oposición en el partido? Sería muy fácil jugar así, ¿verdad?
Digamos que el domingo es nuestro examen y durante la semana trabajamos para
poder resolver todos los problemas que en el partido se puedan dar.
Trabajaremos con una complejidad igual o mayor que la que viviremos en el
partido para saber resolver esas cuestiones. Nos preparamos haciendo lo que el
domingo haremos. Pues trabajar las evoluciones es como prepararse para un examen
de trigonometría haciendo sumas de dos cifras.
Trabajamos alejándonos de la
realidad, haciendo cosas muchos más fáciles que las del examen, sin oposición,
fuera de contexto, determinando y castrando la toma de decisiones de nuestros
jugadores… El domingo, estos, al tener que tomar una decisión con oposición a
su alrededor, se quedarán en blanco, no sabrán qué hacer, porque no son
independientes. En fin, que trabajar si se trabaja mal, de nada sirve; y en ese
caso se trabaja mal.
Sin embargo tenemos la certeza de que las acciones a balón
parado se llevarán a cabo en cada uno de nuestros encuentros. Al partir el
esférico desde una posición estática, fija e invariable (como en un saque de
esquina), son situaciones preparables de memoria, con mucha probabilidad de
éxito. Pero hay que entrenarlas con oposición, porque en el partido el rival se
dignará a defender o atacar. Se puede empezar sin oposición para la
asimilación, pero luego se añadirán opositores.
La estrategia es el mayor ejemplo de automatismo y lo único
que hay que entrenar porque tenemos la certeza de que en el partido sucederá de
la misma forma que en los entrenamientos. Sin embargo, trabajar los
automatismos en el juego me parece una inutilidad, porque cada situación tiene
un entorno distinto y el juego es continuamente variable. Se pueden trabajar
algunos comportamientos a modo de ayuda, haciendo que el jugador conozca mejor
el entorno y el conocimiento de este pueda condicionar su toma
de decisión, como por ejemplo saber que x jugador ocupa determinados
espacios libres en fase defensiva y que tras recuperar se puede transitar a
través de él, pero siendo esta una opción entre varias y no la única. En ese
caso el futbolista sigue siendo independiente, decide él, pero al conocer el
contexto su toma de decisiones pueda variar y estar condicionada por ello.
¿Por qué intentamos planificar lo no planificable y prefijar
lo que no se puede prefijar? La no linealidad del fútbol no nos permite
planificar ni prefijar porque el juego es un caos continuo donde cada situación
que se da es distinta y nueva, todo está imprevisto. Debemos entrenar al
futbolista y al equipo para ese imprevisto, para desarrollarse bien en el caos,
para ser autómatas y tener la capacidad de tomar decisiones, para que aprendan
a interpretar el juego, para que adquieran cultura táctica, que necesiten de un
esfuerzo cognitivo para solventar los problemas, que la complejidad sea igual o
mayor que los domingos… Y para ello hay que entrenar el juego, sin alejarnos de
la realidad. Siempre con colaboración y oposición. Hacer futbolistas
independientes que sepan pensar, interpretar y decidir es nuestro propósito.
Entrenar el juego y no las jugadas.
Ojalá pronto se desmonten muchos mitos del fútbol. Uno de
ellos, el de los automatismos y las evoluciones. Una vez esto suceda, los
entrenamientos de calidad serán lo habitual y no la excepción. Una pena que la
gente rebelde en este aspecto en el fútbol no abunde y muchos
se crean lo que les dicen sin preguntarse por qué ni para qué.
* Enric Soriano.
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