martes, 23 de diciembre de 2014

MI CAMINO. EDGAR MORIN.


Diciembre 22, 2014.
UNA BIOGRAFÍA DE EDGAR MORIN
Mi camino
Por EDGAR MORIN *




Pensador de origen francés. La Editorial Gedisa acaba de publicar Mi camino. La vida y obra del padre del pensamiento complejo, biografía en formato entrevista realizada por la periodista Djénane Kareh Tager.

La editorial Gedisa publica este mes una biografía intelectual del sociólogo y filósofo francés Edgar Morin bajo el título: Mi Camino. La vida y obra del padre del pensamiento complejo. El libro es el resultado de una larga y minuciosa entrevista con la periodista Djénane Kareh Tager. Edgar Morin, nacido en París en 1921, descendiente de una familia judeo-española, es uno de los gigantes del pensamiento contemporáneo.

¿QUÉ ES UN INTELECTUAL? El intelectual no se define por el trabajo de la mente o de la inteligencia. Un mecánico que repara un motor hace trabajar su intelecto intensamente –mucho más, incluso, que algunos intelectuales. No basta tampoco con ser escritor, filósofo, artista, profesor, abogado, para ser un intelectual. Uno se autoinstituye intelectual interviniendo en el espacio público, por las ideas y en pos de ellas, sobre problemas de fondo, especialmente en lo que remite a la ciudad, a la comunidad. Por ejemplo, Émile Zola es novelista. Pero cuando escribe “Yo acuso” en el periódico L’Aurore para denunciar la condena del capitán Dreyfus es un intelectual, porque defiende la verdad frente a la mentira y la justicia frente a la razón de Estado. Asimismo, cuando los filósofos bajan de su torre de marfil o los científicos sobrepasan su campo de acción especializado para defender ideas que tienen valor cívico, social o político, se convierten en intelectuales. En lo que a mí se refiere, me convertí en un intelectual por mis posiciones públicas respecto a la guerra de Argelia, la revolución húngara de 1956, y seguí, durante toda mi existencia, interviniendo sobre problemas políticos de fondo.



RELACIÓN CON OTROS INTELECTUALES. Aunque no busco ofenderlos, muchos de ellos se han sentido ofendidos por mis actitudes complejas, ni sectarias ni maniqueas, que intentan considerar los múltiples aspectos de un mismo problema. Soy de izquierdas a mi manera, es decir, que soy fiel a las grandes aspiraciones de fraternidad y de libertad, pero no me reconozco en ninguno de los partidos que pretender encarnar a la izquierda. Repito que no creo en la “LA” izquierda, es decir, en ese artículo determinado que unifica excesivamente a socialistas y comunistas. Es cierto que ha habido uniones tácticas pero, en la historia, lo que sobresale es una lucha a muerte entre esas dos corrientes. Opino que estos partidos de izquierdas tienen esclerosis, cada cual a su manera, que ya no son capaces de afrontar los grandes desafíos del siglo. Y creo que personalmente quise aportarles un pensamiento regenerador escribiendo Introducción a una política del hombre, Tierra patria, Para una política de la civilización. Sin efecto… En cuanto a los intelectuales de izquierdas, muchos de ellos, entre ellos yo mismo durante cierto tiempo, creyeron en la Unión Soviética, otros en la China maoísta. Muchos también se desilusionaron y cambiaron de campo, pero nunca explicaron por qué se habían equivocado, ni intentaron la menor autocrítica. (...) También existe un peligro de empobrecimiento cuando los intelectuales de izquierdas se constituyen en casi casta, cuando están seguros de que han llegado a la verdad e ignoran tanto más sus propios conformismos al estar convencidos de que detentan el monopolio del espíritu crítico. En este caso, los pensadores se oponen a los intelectuales, como lo habíamos mostrado en un número de Arguments llamado “Pensadores e intelectuales”. Por ejemplo, Sócrates oponiéndose a los sofistas, Rousseau oponiéndose a los filósofos de la Ilustración y Marx oponiéndose a los intelectuales de su época. Un pensador está a la vez en el interior y el exterior del mundo intelectual. Sin embargo, a pesar de sus errores, los intelectuales ejercen una misión tanto más indispensable cuando su rol está restringido por los expertos y los especialistas de todo tipo. Esta misión consiste en plantear los problemas fundamentales y los problemas globales que hoy se ocultan totalmente y que la inteligencia especializada de los expertos es incapaz de concebir.

PIERRE BOURDIEU. La mayoría de los sociólogos me consideraban como un marginal, inclusocomo un estrafalario, pero no me atacaban. ¿Por qué me atacaba Pierre Bourdieu? Quizá porque de alguna manera me parecía demasiado a él, siendo a la vez demasiado diferente. Nos percibieron como enemigos, como rivales en sociología. Yo no lo viví así. Mi existencia le causaba mucha sombra, pero a mí su existencia no me molestaba, era su hostilidad la que me apenaba. Sólo una vez respondí a sus ataques, haciendo un juego de palabras, respecto a un texto que escribió en mi contra firmado junto a Passeron: “Ces bourdes, dieu merci, passeront” [juego de palabras con los apellidos Bourdieu y Passeron: “Esos errores, felizmente, pasarán”] Sin duda, su teoría sociológica, que considero unilateral, triunfó durante un tiempo. Tal vez acrecentó mi marginalidad, pero ésta no fue fruto de sus críticas sino del propio carácter de mi obra. Para mí, ser sociólogo, es ser capaz de pensar en correlación y en interacción los fenómenos económicos, sociales, psicológicos, culturales, religiosos, mitológicos. Sí, me interesé por la “cultura de masas” tal como se expresa en el cine, en las revistas, en las actividades recreativas, en las vacaciones, en la televisión… Estudié sus mitos, traté de comprender su universalidad potencial. No fui sinónimo de embrutecimiento o de alienación, ni por la élite de mi trabajo (...) SARTRE. (...) Estaba en un café en Roma, con un periodista italiano y teníamos una conversación amena. Me preguntó lo que pensaba de Sartre y le contesté: “Gran escritor, filósofo medio y político nulo”. Al día siguiente, su periódico recogía mi frase. Sartre, que también estaba en Roma, leyó el artículo y se enfureció. Lanzó  una serie de insultos dirigidos hacia mí, ¡y sabía insultar! Nuestras relaciones nunca habían sido cordiales. Es cierto que había publicado un artículo sobre el Festival de Cannes en su revista, Les Temps Modernes. Me habían gustados sus novelas pero, filosóficamente, no lo pondría al nivel de Husserl o de Heidegger. Políticamente habíamos hecho dos trayectorias opuestas: él iba hacia la justificación del comunismo estalinista, yo hacia el reconocimiento de la problemática existencial. Nuestra oposición se cristalizó alrededor del asunto argelino, con el apoyo ciego de Sartre al FLN. Después del asunto del diario italiano, le pedí a Évelyne Rey, hermana de Claude Lanzmann y amiga de Sartre, que le transmitiera mi deseo de encontrarme con él para que nos explicáramos.  respondió. La ruptura estaba consumada. Su adhesión al maoísmo nos alejó aún más.

CAMUS. Lo conocí al final de la guerra [II Guerra Mundial]. Yo vivía en casa de Marguerite Duras y él era amigo de Dionys Mascolo (ambos trabajaban en [la editorial] Gallimard). Es cierto que sentí una gran simpatía por él. Pero me influenciaba Hegel, que se burlaba de las “bellas almas” y los “grandes corazones” cuyos sentimientos no son sino “el tumulto informe de las campanas”. Me influenciaba la ideología bolchevique según la cual los que no tienen las manos sucias no tiene manos, y había puesto a Camus en la categoría de las bellas almas. Tardé mucho en entender que era mejor tener un alma bella y un gran corazón que ser un desgraciado,  que era Camus quien tenía una posición justa y no yo. Aunque sólo fuera por su grito de horror después de Hiroshima, cuya importancia no fue entendida en Francia… Siento mucho mi acritud cerrada hacia él.

SOCIOLOGÍA DEL PRESENTE. La sociología del presente surge de dos peticiones. Una, en 1963, del diario Le Monde, para dilucidar un acontecimiento aparentemente incomprensible, la “noche de la Nación”. El otro, de Georges Friedman, mi protector y amigo, que me pedía que participara en una investigación multidisciplinar en un terreno concreto: la comuna Plozévet, en la región de Bigouden, en Bretaña. (...) La sociología del presente tiene dos imperativos. El primero: preguntarse acerca de un acontecimiento imprevisto, ver lo que revela, modifica, innova. El segundo: abocarse al conocimiento de una realidad concreta. En este segundo caso, los jefes del comité científico de la DGRST [Délégation Générsale à la Recherche Scientifique et Tehnique] habían dividido la comuna de Plozévet según las disciplinas, ignorando lo que pasa entre las disciplinas y a través de las disciplinas, es decir, lo esencial: un proceso de modernización a la vez económico, técnico, sociológico y psicológico que atravesaba Francia y “metamorfoseaba” según  la expresión que utilicé, la comuna de Plozévet. Se estaban haciendo muchas investigaciones cuando Georges Friedmann, miembro de la DGRST, me propuso llevar a cabo mi propia investigación. ¿Es él o yo? El tema elegido fue la modernización (...)



PENSAMIENTO COMPLEJO. Es un pensamiento que pretende vincular el conocimiento de las partes con el de la totalidad y el de la totalidad con el de las partes, de acuerdo con este enunciado de Pascal “Siendo todas las cosas causadas y causantes, ayudadas y ayudantes, mediatas e inmediatas, y estando todas unidas por un lazo natural e insensible que vincula las más alejadas y las más diversas, sostengo que es imposible conocer las partes sin conocer el todo, así como conocer el todo sin conocer las partes”.

CONFLICTO PALESTINO-ISRAELÍ. Entre 1998 y 2004, escribí sobre el tema cinco artículos en los que me esforcé por comprender los dos puntos de vista antagónicos (“ Le doublé regard”, “ Le simple et le complexe” son títulos elocuentes). Pero, como hay un dominante y un dominado, un opresor y un oprimido, una extrema desigualdad de fuerzas, de víctimas y de muertes, expresé mi apoyo a los oprimidos.
En Le Monde moderne et la question juive, libro que publiqué en el año 2006, renuevo
mi punto de vista sobre el proceso actual, aclarando que abogo por el mantenimiento de Israel como nación y que deseo al mismo tiempo que sea reconocida la existencia de una nación palestina. No soy hostil a la idea sionista de Herzl, que es el derecho de los judíos que han sido perseguidos en las naciones de tener su propia nación, pero no puedo adherirme a la justificación permanente de todo lo que hace Israel. Lo que es trágico es que el sionismo haya creído que un pueblo sin tierra iba a una tierra sin pueblo: esa tierra no carecía de pueblo, había una población árabe, musulmana y cristiana en Palestina. La tragedia se desarrolló a partir de esa situación.
Ha habido en Francia un rumor anti-Morin, propagado confidencialmente, incluso en los ámbitos intelectuales refinados, los que a veces son capaces del peor sectarismo, que pretende que yo quiero la destrucción de Israel y que soy antisemita. Esto ha generado desprecio, insultos y amenazas. Con toda evidencia, los infelices, ignorantes, fanáticos o crédulos que me acusan de esa manera no me han leído. Pero algunos de los que me han leído, y que no pueden soportar que Israel sea criticado, quieren que yo sea antisemita y que desee la destrucción de Israel en virtud del refrán “Muerto el perro, se acabó la rabia”.

EL BIEN Y EL MAL. Tienen una fuente común. Lo que separa y lo que vincula nacieron juntos en los orígenes de nuestro universo: en un principio, Dios y el diablo son lo mismo. Lo que separa –diabolus– es la fuente del mal. Lo que vincula –reliance– es la fuente del bien. Por ende, el bien, para mí, es amistad y amor, que es lo que lo vincula. El mal es lo que separa, destruye. El mal es la crueldad del mundo y la barbarie entre los humanos. La primera exigencia ética es resistir a la crueldad del mundo y luchar contra las diferentes barbaries humanas.
La segunda exigencia ética procede de mi concepción de la poesía de la vida que se desarrolla en la realización de uno mismo, en la comunión, el amor, el éxtasis. Puedo formularla así: contribuir a todo lo que permita a los humanos vivir poéticamente, es decir, realizar amor, fraternidad, comunión, admiración, éxtasis.
Por último, está lo que llamo “fe ética”. Lo expreso al final del libro, que constituye a su vez el libro final de El método. Ésta es entonces mi profesión de fe: “la ética es amor”. Pero es un deber ético preservar la racionalidad en el amor.
La relación amor-racionalidad debe ser un yin/yang; en todo momento uno se vincula con el otro y lo comprende en su estado original. Ese amor nos enseña a resistir a la crueldad del mundo, nos enseña a aceptar/rechazar este mundo. Amor es también coraje. Nos permite vivir en la incertidumbre y la inquietud. Es el remedio ante la angustia, es la respuesta ante la muerte, es consuelo. Sólo el Doctor Love puede salvar a Mister Hyde. Paracelso decía: “Toda medicina es amor”. Digamos también y sobre todo: “Todo amor es medicina”. El amor médico nos dice: “Amen para vivir, vivan para amar. Amen lo frágil y lo perecedero, porque lo más preciado, lo mejor, inclusive la conciencia, la belleza, el alma, son frágiles y perecederos”.


MUNDIOLOGÍA. (...) Estamos todos embarcados en la aventura histórica de la mundialización. Por abundantes que sean, nuestros saberes están dispersos y son fragmentarios, mientras que el estado del mundo es un nudo gordiano de innumerables interacciones y reacciones, un cóctel de orden y desorden. Nos hace falta una ciencia, que sería la mundiología, para concebir y comprender el estado del mundo. [1]

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