martes, 23 de diciembre de 2014

DIME COMO ATACAS Y TE DIRÉ CÓMO PODRÁS DEFENDER.


Diciembre 22, 2014.
por ADRIAN CERVERA 
Desgraciadamente, hemos seguido el modelo de Descartes que preconizaba la división de la realidad de los problemas. Sin embargo, un todo produce cualidades que no existen en las partes separadas. El todo no es nunca únicamente la adición de las partes. Es algo más”.   Edgar Morin

Esta cita del pensador francés Edgar Morin quizás nos ayude a entender por qué el análisis de los momentos del juego en fútbol se hacen sin relacionar las partes: en nuestra educación nos han enseñado a entender así la realidad. Queremos analizar el juego en sus diferentes subfases, pero sin tener en cuenta el momento anterior que propició el porqué del comportamiento actual y eso nos lleva a coartar la esencia del análisis. No se puede analizar por separado aquello que sólo tiene sentido junto.
Citando a José Antonio Marina, “somos lo que somos más el conjunto de relaciones en el que estamos incluidos”. Por eso, y volviendo a Morin, “habría que sustituir al paradigma de disyunción/reducción por un paradigma de conjunción que permita distinguir sin desarticular o reducir”.
Todas estas reflexiones volvieron a mi cabeza tras el partido del pasado domingo en Cornellá-El Prat, como también lo hicieron tras el de Mestalla o San Siro. En todos estos encuentros llegan las reflexiones sobre el comportamiento defensivo y todas parten de premisas superficiales tales como: el Barça no defendió bien por  la defensa de 3 o no han tenido voluntad de presionar debido a que están cansados de ganar.


En mi opinión, se parte del error de desgranar la fase o transición defensiva a partir del momento justo en que se perdió la posesión del balón, cuando lo que nos explica qué ocurre sin él fue lo que hicimos antes con él y viceversa. Si el Barcelona, la selección española u otros equipos que tienen altos porcentajes de posesión de balón no atacan bien, ni consiguen someter al rival, juntarse en campo contrario y desordenarlo con la circulación, en el momento de la pérdida están expuestos a tener que correr hacia atrás, y este es un gran indicador de cuándo un equipo no está jugando bien.

Al revés ocurre cuando el Barça juega bien: hemos escuchado muchas veces las bondades de la presión tras pérdida de los blaugrana. Algunos analistas incluso la tildan como clave del éxito de los culés, pero ¿por qué nos paramos en ese instante, casi en la foto  del robo? Esta presión sólo puede existir si se consiguieron positivas secuencias de pases que desorganizan al rival y te juntan lo suficiente para poder acosar en superioridad cerca de la portería contraria: entonces, el rival casi te regala el balón.

Por otro lado, comentar que, obviamente, no presionar tras el momento de la pérdida no tiene porqué significar jugar mal. Buscar un repliegue controlado, que evite transiciones fulgurantes del contrario y que tenga relación con la forma de atacar y el contexto colectivo puede ser una herramienta muy válida.

Ir creando superioridades posicionales (no siempre es necesario la numérica) en torno al balón, batir líneas rivales que les obliguen a retroceder mirando su marco y eliminando defensores, encontrar compañeros de cara y orientar el ataque hacia zonas de menos densidad defensiva son algunos de los medios ofensivos que se pueden utilizar para desordenar al contrario y, como consecuencia, poder defender mejor la futura pérdida (en el futuro iremos desarrollando algunos de estos conceptos en profundidad).

Si por el contrario se es un equipo vertical, que ataca a velocidad de vértigo y que carece de pase atrás que permita juntarte en campo contrario, o tu secuencia de pases no es lo suficientemente buena para someter al rival, será imposible presionar cuando el contrario te desposea del balón. Por tanto, dime cómo atacas y te diré cómo podrás defender.
* Adrián Cervera es Entrenador de la UD Marbella y autor de “Modelo Organizacional-Estratégico de entrenamiento en fútbol” (Ed. MC Sports). En Twitter > @AdrianCervera


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