Octavio Paz.
Lo mejor
de Octavio Paz.
El fuego
de cada día.
Selección,
prólogo y comentarios del autor.
Seix Barral.
Barcelona, 2014.
Hace
veinte años –escribía
Octavio Paz al frente de este libro- publiqué un volumen de poemas, La
Centena, escogidos entre los escritos de 1935 a 1968; ahora, en 1989, aparece
El fuego de cada día. Esta nueva selección, como es natural, es un poco
distinta de la primera. El cambio mayor consiste en la inclusión de más de
medio centenar de poemas, elegidos entre los que he escrito después de La
Centena, y en la exclusión de los poemas en prosa, destinados a un libro que
recogerá mis tentativas en ese género anfibio. Sin embargo, algo permanece a
través de los vaivenes del gusto y las variaciones de las formas. La poesía
cambia con el tiempo pero sólo, como el tiempo mismo, para volver al punto de
partida.
Ahora, con
motivo del centenario del poeta, Seix Barral recupera El
fuego de cada día, la selección personal que Octavio Paz hizo de sus libros
de poesía en verso, “la antología más completa y fiel a los deseos de su autor
que puede hallarse”, como explica Pere Gimferrer en la nota a esta edición, que
además del las notas del autor a los poemas incluye en apéndice su discurso de
recepción del Nobel –La búsqueda del presente- y el brindis de
Estocolmo.
Entre Libertad
bajo palabra y Árbol adentro, un recorrido de la mano del
autor por sus libros esenciales como Salamandra, Ladera Este, Vuelta o Pasado
en claro.
Libros que
forman parte de una de las aventuras literarias más ambiciosas y duraderas de
la literatura contemporánea en español. Poesía y ensayo, intuición y reflexión,
conocimiento y sensaciones, ambición expresiva y hondura indagatoria se unen en
una obra que se mueve siempre entre la tradición y la modernidad, entre lo
clásico y la vanguardia, en un debate que comparte con el grupo del 27 porque
Octavio Paz forma parte de la misma cultura, de la misma lengua y casi del
mismo momento histórico.
Desde la
tensión entre escritura e historia de la poesía comprometida a un enfoque más
abstracto y conceptual, entre el testimonio y la revelación, entre la ética y
la estética, Paz construyó un mundo poético potente e inconfundible, un universo
literario arrancado a la nada de esta noche, / a pulso levantado letra
a letra, / mientras afuera el tiempo se desboca / y golpea las puertas de mi
alma / el mundo con su horario carnicero, como escribió en Piedra
de sol, un poema central en su trayectoria creativa.
Desde un
primer ciclo que se resume en Libertad bajo palabra, al que
luego seguirían otras direcciones y tentativas, como él mismo las llama, Paz es
autor de una poesía cambiante en la metamorfosis del clavel y la roca y
atravesada siempre por la profunda conciencia autocrítica del creador que es
dueño de su mundo y que ejerce una influencia decisiva en la poesía en español.
Entre lo
fugaz y lo perpetuo se alza, como señaló Saúl Yurkievich, la verticalidad de su
palabra contra el tiempo horizontal, una integración ejemplar de espíritu y
forma, de memoria y presente, de lo intelectual y lo sensorial, de lo racional
y lo onírico, del ritmo interior y la imagen externa.
En su
evolución de la soledad a la comunión con el mundo y con el otro, en su paso de
lo personal a lo universal, del pasado al presente y de lo temporal a lo
espacial, la poesía de Paz, mutante y autorreflexiva, sometida a un movimiento
de rotaciones y traslaciones, obedece al acorde de la conciencia del lenguaje
de un creador que proyecta constantemente su reflexión crítica -la escritura
sobre la escritura- sobre una poesía como la suya, que indaga en el vínculo
esencial que define cualquier obra: el que se establece entre el poeta, la
palabra y el mundo.
Lo explicó en El
arco y la lira –El poema no es una forma literaria, sino el lugar de encuentro
entre la poesía y el hombre- y lo resumió años después en elNocturno de
San Ildefonso:
Entre el
hacer y el ver,
acción o contemplación,
escogí el
acto de palabras:
hacerlas, habitarlas,
dar ojos
al lenguaje.
La poesía no es la verdad:
es la
resurrección de las presencias,
la historia
transfigurada
en la verdad del tiempo no fechado.
Instalada en
la tradición de la ruptura propia de la poesía contemporánea, la poesía de Paz
es una integración de tradiciones (occidental, azteca, oriental, la poesía
contemporánea, sobre todo del superrealismo), de lo mágico y lo conceptual, de
los mitos y los sueños, del lenguaje y el conocimiento, del tiempo histórico y
el tiempo sin tiempo del mito, porque dentro del tiempo / hay otro
tiempo quieto: / Es la transparencia.
De la soledad
a la comunicación y de ahí a la trascendencia, en una suma de conciencia e
inspiración, la reflexión sobre el amor, la muerte, la libertad y el lenguaje y
su nexo entre lo tangible exterior y lo inefable interior es la base de muchos
de sus poemas cortos, elípticos y sincopados, o poemas largos de vocación
narrativa, discursivos o abstractos como Blanco, quizá la cima de su segunda
etapa y de toda su poesía, se combinan en una poesía visionaria con la que el
creador busca el punto de encuentro entre el mundo y la conciencia: aprender
a ver oír decir / lo instantáneo / es vuestro oficio, porque la escritura
poética es /aprender a leer / el hueco de la escritura / en la escritura.
Construida
con una palabra poética que a partir de Salamandra es más del
espacio que del tiempo porque se instala en un presente perpetuo, en un tiempo
circular, la poesía de Octavio Paz es una honda exploración incansable en la
identidad y en la realidad, en la naturaleza y en la temporalidad, en la
palabra y el silencio, en los límites de la escritura y el conocimiento, a
través de un proceso de abstracción que culmina en Salamandra y
que en Ladera Este se resuelve en un cambio de actitud
intelectual y sensorial ante la palabra y el mundo, en un proceso de depuración
que suma los influjos orientales y la herencia de Mallarmé, lo consciente y lo
inconsciente, la contemplación y la reflexión hasta crear una nueva realidad en
los límites del lenguaje, porque un poema no tiene más sentido que sus
imágenes y el poeta no quiere decir, dice.
Y los poemas,
como señaló en el texto preliminar a la edición del segundo tomo de su poesía
completa, no son confesiones sino revelaciones.
Así en el
espléndido Noche en claro, al que pertenecen estos versos, cósmicos
y visionarios, repletos de iluminaciones y signos en rotación como los astros:
Todo es
puerta
todo es puente
ahora
marchamos en la otra orilla
mira abajo
correr el río de los siglos
el río de
los signos
Mira
correr el río de los astros
se abrazan
y separan vuelven a juntarse
hablan
entre ellos un lenguaje de incendios
sus luchas
sus amores
son la
creación y la destrucción de los mundos
La noche
se abre
mano inmensa
constelación
de signos
escritura
silencio que canta
Santos
Domínguez
Por Revista Encuentros de lecturas.
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