Por Luis Angel César, entrenador de fútbol, actualmente
Albacete Bpie. Antes Cd Alcoyano, Nástic de Tarragona, Polideportivo Ejido,
Racing de Ferrol.
El fútbol es complejo y por ende su entrenamiento no lo es
menos. El entrenamiento en términos colectivos no es otra cosa que un ensayo
para el día de la función. Soy de los que considero que es necesario encuadrar
a los jugadores en un escenario simulador de competición en el que las
libertades que se producen son las reales en la confrontación, con la oposición
y colaboración adecuadas en cuanto a intensidad de actuación.
El objetivo no es otro que jugar antes en los entrenamientos
lo que se cree que va a ocurrir en el partido siguiente.
Concibo el entrenamiento como una experimentación de
respuestas anticipadas en escenarios simuladores del juego, desde el primer día
hasta el último de la semana, siempre trabajando en especificidad, para que
luego se reproduzcan en los partidos, cuando la verdad de la competición no de
opción a los ensayos y reclame soluciones definitivas.
Entrenar es jugar el partido esperado, analizado y
desmenuzado hasta sus últimos pormenores. Aprender a situarse en la verdad de
los partidos, en cada uno de los momentos del juego debe ser la característica
principal del entrenamiento. Es cierto que nunca está presente el equipo
contrario, pero habrá que esforzarse para crear las situaciones más parecidas a
las de los partidos y que los jugadores las interpreten, no solamente que las
ejecuten, para conseguir la eficacia que luego se reclamará a todos.
No sirven entrenamientos rutinarios, donde el jugador se
acomoda al esfuerzo y no hay cabida para lo imprevisible. El jugador tiene que
saber para qué sirve cada cosa que hace, hay que reclamar su atención para
acostumbrarlos pensar porqué, aunque considero que el fútbol comienza en los
pies y continua en la cabeza, se necesita saber por qué y para qué se hacen las
jugadas. Solo lo futbolístico es el verdadero hilo conductor de la preparación.
El entrenador debe diseñar un amplio abanico de tareas en
las que se persiga el desarrollo del modelo de juego establecido, que
desarrollen la capacidad de los jugadores para tomar decisiones individuales y
colectivas ante situaciones cambiantes, manipulando el grado de libertad de sus
jugadores en todo momento y sabiendo que cada ejercicio es un elemento que va a
potenciar un estilo, una forma de jugar que se tiene que mecanizar y
automatizar para ser altamente eficaces en los momentos del juego: organización
defensiva, organización ofensiva y la frontera entre ambas, las transiciones.
Esta anticipación de soluciones es un perfecto entrenamiento
técnico, táctico, psicológico porque previene actitudes, anticipa respuestas
correctas y por encima de todo, obliga a vivir por entero la realidad de un
partido que desgraciadamente para algunos jugadores sólo es motivo de
preocupación cuando lo tienen delante, por compromiso o por rutina.
Las normas que se imponen en cada una de las tareas han
de procurar que se desarrollen los objetivos que se persiguen.
Cada sesión de trabajo debemos considerarla como una
sesión de evolución, no como una sesión de repetición.
El concepto es la evolución no la repetición, porque los
jugadores no son siempre los mismos, cada jugador es diferente con el paso de
los entrenamientos y los días. Tiene que haber una evolución de cada ejercicio.
Para que aparezca esta evolución se han de proponer
tareas que abarquen una densidad real de jugadores en un contexto
espacio-temporal cercano al de competición, sin restricciones que nos alejen de la realidad y con los supuestos problemas a
los que nos invitará el próximo rival, pues sólo de este modo conseguiremos
simular lo que nos encontraremos.
Estos ejercicios son muy importantes porque van a testar
el grado de asimilación dl modelo de juego por parte de tus jugadores
permitiendo evaluar cómo se desenvuelven en los momentos críticos del partido.
Exagerar mucho el límite de toques en muchas tareas y en
muchos entrenamientos puede provocar que a los jugadores se les deje sin
explorar, averiguar y poner en práctica soluciones acordes a su individualidad
sobre la que cada uno de ellos se construyó y que le pueden facilitar el ser
más eficaz.
Hay que perseguir que en cada entrenamiento aparezca un
porcentaje importante de lo que queremos alcanzar, del objetivo pretendido y
nazca una adaptación por parte de los jugadores, modelando las ideas de cada
uno de los individuos para que todos ellos piensen lo mismo y de la misma
manera en una determinada situación, pues los esfuerzos del fútbol son del
fútbol, y todo lo que sea trabajar lejos o de manera poco cercana al patrón de
juego, no es real y no sirve para casi nada.
Se busca el máximo rendimiento de los jugadores
intentando la máxima adaptación y actuación de estos al modelo de juego, cada
partido, cada semana, cada mes de competición, porque la primera jornada es
como la última.
Lo que nos dice que un equipo está en forma, no es la
forma física, un equipo estará bien si está adaptado a sus estilos de juego en
las cuatro situaciones clave antes señaladas (las organizaciones y las dos
transiciones entendidas a su vez como un todo inseparable) y si es capaz de llevarlas
a cabo a máxima intensidad a lo largo de todo el partido, entonces sí podemos
decir que estamos en forma y no física como algunos seguirán diciendo.
Tenemos que entrenar como si de verdad nos enfrentaremos
a un oponente en cada entrenamiento, nada de fingimientos, en lo posible y
adecuando nuestros propósitos tácticos, nuestros movimientos al conocimiento
pormenorizado que tengamos del equipo contrario.
Entrenar bien no es sinónimo de éxito muchas veces,
porque los jugadores hacen bueno a un entrenador malo o malo un entrenador
bueno, de modo que entrenar a los mejores o a los peores de tu competición
también acabará delimitando tu valía.
Del libro El fútbol no es así, quién dijo que estaba todo
inventado, de Profesor Pedro Gómez – fútbolcontextualizado.com/blog.
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