El fútbol es más que 22 tipos
luchando por meter una pelota en un arco. Contiene otros placeres. Más que
deporte, es teatro. Y la esencia de la dramaturgia, como dijo Aristóteles, es
el conflicto
JOHN CARLIN 12
ABR 2014 -
El técnico del Chelsea, José
Mourinho. / S.WERMUTH (REUTERS)
Morbo: Interés
malsano por personas o cosas. Atracción hacia acontecimientos desagradables.
Definición de la Real Academia
Española.
Desde un punto de vista
deportivo, o incluso moral, los que no tenemos equipo entre los cuatro
semifinalistas de la Champions deberíamos desear que el Atlético de Madrid gane
la competición. Y más en estos tiempos en que casi todos estamos hartos del
ciego cinismo con que las grandes corporaciones inciden en nuestros destinos.
El Real Madrid, el Bayern Múnich
y el Chelsea son al fútbol lo que Google a la web, Goldman Sachs a la banca de
inversión, Nike al deporte, Apple a la informática, peronismo a la Argentina:
grandes moles cuya razón de ser consiste en perpetuarse en el poder, generando
el máximo dinero posible.
El Madrid no solo es el club con
los mayores ingresos del mundo sino que se comporta como un viejo sultán que
suma concubinas por codicia más que por placer o necesidad. El Bayern es la
eterna, inmutable potencia del fútbol alemán, otro símbolo de voracidad, raptor
de los mejores jugadores de sus vecinos. El Chelsea es el equipo del oligarca
Roman Abramovich, que nunca cayó bien por los miles de millones que ganó (mejor
no saber cómo), y ahora cae peor por ser ruso y aliado de Putin (Ah, y también
porque tiene a un insufrible payaso como entrenador).
Si el
Chelsea juega la final contra el Madrid habrá mucho más en juego que una Copa
de Europa. Tendremos la delicia paralela de presenciar una vendetta colectiva
repleta de venganzas personales.
El Atleti en cambio es el equipo
del proletariado peleón, de los atrevidos, de los que viven el fútbol con
pasión pero saben reírse de sí mismos. Es el equipo hoy del gran Diego Cholo
Simeone, entrenador que demuestra que se puede crear un equipo que juega al
contraataque con disciplina guerrera sin tener que ser un cretino. La
apasionada compenetración del Cholo con lo que ocurre en el campo logra que su
equipo siempre juegue con uno más que el rival. Con él en semifinales de la
Champions, el Atleti es un simpático y gamberro David enfrentado a tres
goliats.
Pero. El fútbol no sólo de fútbol
vive. El fútbol es más que 22 tipos luchando por meter una pelota en un arco.
El fútbol contiene otros placeres. Más que deporte, es teatro. Y la esencia de
la dramaturgia, como dijo Aristóteles, es el conflicto. Cuanto mayor y más
intenso el drama, mayor y más intenso el espectáculo. Lo ideal es que haya odio
en la mezcla. Y nadie en el fútbol odia y es odiado como José Mourinho, el
entrenador del Chelsea.
Que se merezca odio más que
carcajadas es una buena cuestión. Pero odio por él hay, y mucho, aunque no
tanto en el Atleti, el equipo al que se medirá en las semifinales. Donde
sienten odio por él en abundancia —y rencor, indignación, desprecio,
repugnancia— es entre los otros dos semifinalistas que competirán en las
próximas semanas por una plaza en la final de Lisboa el 24 de mayo.
Es decir, si el Chelsea gana al
Atlético y juega en la final contra el Madrid habrá mucho más en juego que una
Copa de Europa. Tendremos la delicia paralela de presenciar una vendetta
colectiva repleta de venganzas personales. Ganar para Mourinho sería una doble
satisfacción. Incluso conquistar su tercera Champions sería para él un placer
menor comparado con el de arrebatarle la "décima" al club que —tanto
en la directiva, como en la afición y en los periodistas adeptos— le desdeñó.
Derrotar
al Chelsea de Mourinho representaría para Iker Casillas y Cristiano Ronaldo y
otros jugadores madridistas ninguneados por el portugués una gloriosa
reivindicación, del mismo modo que perder contra él sería singularmente
humillante.
Una final Chelsea-Bayern tendría
quizá un punto mayor de intensidad, por lo estrictamente personal del asunto.
Sería una repetición de los duelos mano a mano que disputaron Mourinho y
Guardiola cuando entrenaban al Madrid y al Barcelona. Los dos entrenadores no
solo no se soportan como seres humanos. Sus filosofías del fútbol son tan
radicalmente opuestas como el comunismo y el capitalismo en tiempos de la
guerra fría, o como los suníes y los chiíes hoy (y desde hace 1.400 años) en su
interpretación del Islam.
Perder esa final sería
infinitamente más doloroso para Mourinho o Guardiola que perder una final. Y
todos lo sabemos, lo cual le daría un valor añadido altamente enriquecedor al
drama de un Bayern-Chelsea o, por otros aunque similares motivos, al de un
Madrid-Chelsea
El corazón bueno querrá que el
Atlético venza al Chelsea y lo gane todo. El corazón morboso irá con el
Chelsea, deseando que el malsano Mourinho vuelva a Lisboa.
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