martes, 7 de abril de 2015

BIELSA NO SE VAYA. por Ignacio Benedetti.



Correspondencia de un náufrago: Bielsa, no se vaya
por IGNACIO BENEDETTI / perarnaumagazine.

Todos deseamos triunfar, lo que no queda claro es para qué queremos ganar. Hay quienes sienten que con cada triunfo van dándole de comer a ese monstruo que conocemos como el espíritu competitivo, que no es más que el hambre y la ambición de ser cada día un poquito más que ayer.

 Pero también los hay quienes sienten que únicamente a través del éxito encontrarán su felicidad.
Marcelo Bielsa y su Olympique de Marsella acaban de perder un partido hermoso y emocionante ante el súper favorito París Saint-Germain, y su público, ese que se lanza a las calles o confecciona banderas a favor de la continuidad del argentino en el equipo blanquiazul, no asume la derrota como una catástrofe; siente un enorme orgullo al ver a los suyos competir contra los nuevos ricos o ante quienes tienen más y mejores recursos. La caída es dolorosa porque los aleja de la posibilidad de ser campeones, nada menos, pero me da la impresión de que cuando terminó la noche del domingo, Bielsa encontró razones para sonreír.



En el compromiso de mayor trascendencia de la temporada, su equipo cometió enormes y variadas equivocaciones en todas las zonas del campo de juego, pero si algo se puede rescatar es que en ningún momento se dio por vencido. Basta con recordar una de las máximas del entrenador para justificar mi afirmación sobre su más que probable tranquilidad después del juego: correr es una decisión de la voluntad. Y vaya si su equipo corrió y jugó, porque jugar es equivocarse; jugar es asumir riesgos que nunca sabemos cómo resultarán, pero lo que enamora del deporte, y más aún del fútbol, es que once tipos sean capaces de darse cuenta de que no hay mayores limitaciones que las que ellos mismos se autoimponen. Cuando un grupo es capaz de darse cuenta de semejante verdad es cuando muere la presión y nace el gusto por esta actividad.

El hincha, verdadero dueño de esta pasión, se enamora de las respuestas que observa en sus jugadores y reconoce, en este caso, que estas son potenciadas –no generadas, porque nadie puede estimular recursos que no existen– por el conductor argentino, más allá de que él, a quien apodan Loco, se encargue de recordarnos cada semana, desde hace un mes y algunas horas, que su equipo no lo necesita tanto como imaginamos. Es fiel creyente de que el Olympique vive una etapa de autogestión.

En una entrevista televisada en diciembre de 2014, Sir Alex Ferguson, exentrenador del Manchester United, explicaba el porqué de su admiración por el golfista norirlandés Rory McIlroy: “En esta vida hay genios y Rory produce golpes que ni siquiera debería intentar. Él tiene la habilidad para hacerlo, y aunque a veces no consigue que sean golpes efectivos, su imaginación es tal que se siente capaz de lograr que sí sean buenos golpes, y cuando lo consigue, uno se pregunta, ¿cómo diablos lo logró?”.

Bielsa hace justamente lo que McIlroy y logra transmitirlo a sus dirigidos, solo que él no sueña por ellos, sino que los invita a seguirlo en la búsqueda de lo que hace un tiempo parecía una utopía: jugar sin temerle al resultado, buscar la victoria a través del protagonismo y utilizar el reglamento como un aliado. Al final del día esto es un juego, lo hemos pervertido, pero sigue siendo un juego, ¿no es así, Pep?

Pasa que quienes creen que la felicidad solo se consigue a través de una medalla o un trofeo parecen olvidar que el éxtasis de cada victoria dura apenas cinco minutos. Lo explica Sir Alex, quien luego de cada triunfo enfatizaba la necesidad de ir a modo reiniciar: “No importa (el éxito). Mañana es otro día; es la mejor manera de entender cada triunfo. Creo que si te dejas llevar por tu éxito serás víctima de la complacencia. Y la complacencia es una enfermedad, ¡una enfermedad, te digo! ¡Hay que tener eso muy en cuenta!”.

Cuando se aconseja admirar la construcción más que el resultado, el camino antes que la llegada, no se hace más que recordar una verdad tan grande como una catedral: “Cuando uno martilla veinte veces mal y le acierta a la veintiuno, el acierto es producto de los errores anteriores”.
El final parece estar a la vuelta de la esquina, así que ahora, cuando la derrota duele más que nunca, los hinchas de Marsella, y los que realmente adoran el juego por encima de cualquier otra cosa, se unen en un mismo canto para que se multipliquen las lecciones y podamos seguir dudando: no se vaya, maestro, queda mucho camino por recorrer, ¡carajo!
* Ignacio Benedetti.


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