CAMPEÓN DEL MUNDO EN BRASIL CON ALEMANIA.
Elpaís.es/ deportes/fútbol.
En el país helvético inició su formación de entrenador:
había conocido conceptos de preparación más futbolísticos que en su tierra,
donde predominaban aspectos físicos. Al final se hizo un hueco en la historia
del fútbol alemán. Primero como ideólogo a la sombra del proyecto de Jürgen
Klinsmann, al que sirvió de ayudante de campo entre 2004 y 2006. Y ahora, como
seleccionador.
¿Es cierto que la federación alemana no le reconoció el
título de entrenador que obtuvo en Suiza? En 1996 ya me había hecho
cargo del Stuttgart, en la Primera alemana, y como ya estaba trabajando, no
había manera de sacar la última asignatura para ser técnico profesional. Hice
un curso abreviado que la federación ofreció a los campeones del mundo de 1990.
¿Cuáles son sus primeros recuerdos futbolísticos? El
Mundial de 1970. Aquella semifinal entre Alemania y Italia, con jugadores como
Seeler, Müller, Beckenbauer... Veíamos el fútbol agolpados en el salón de la
casa de un tío. Llegamos a ser 30 ante una tele pequeña. La Eurocopa de 1972 la
viví más conscientemente. La victoria contra Inglaterra fue muy significativa.
Una revancha por la final del Mundial de 1966, y el primer triunfo alemán en
Wembley. El Mundial de 1974 lo tengo más presente. Ya tenía 14 años.
¿Ya jugaba al fútbol en un club? Por supuesto.
De centrocampista ofensivo. Con melena larga, como Netzer. Era mi ídolo. Por
sus tiros libres, por ser un estratega, por sus pases eternos...
Unos pases que en la selección actual… ¡Estarían
prohibidísimos! (risas). A veces me reúno con Beckenbauer, Netzer o Horst
Eckel, campeón del mundo en 1954. Me encanta oír sus batallas, que me hablen de
Sepp Herberger, Helmut Schön…
¿Le aportan algo para su trabajo de hoy? Futbolísticamente,
no. Hay cosas que sí, relativas a liderazgo, la estructura de los equipos. La
ciencia de entrenamiento y la táctica han cambiado.
En Alemania se compara la generación actual con la más
brillante que dio jamás el fútbol germano,aquel equipo de 1972. Es
comprensible en el sentido de que ese era un equipo que jugaba un fútbol muy
estético. Beckenbauer, Netzer, Overath, Breitner, Hoeness, Mülller... ¡Eran
buenísimos! Pero más allá de los cambios físicos y la reducción de los
espacios, el fútbol actual requiere opciones de actuación y soluciones
completamente distintas. Y no olvidemos que aún no resistimos la comparación.
¡Ellos ganaron una Eurocopa y un Mundial!
¿Por qué se alejó Alemania de aquella senda en los
ochenta?Francamente, no lo sé. Por entonces era futbolista profesional. Se
iba hacia un fútbol más físico que no contentó a muchos aficionados. Alemania
llegó a las finales de España 82 y México 86. Pero sin tocar los corazones.
Todo eso lo notaba, sí.
Habla de estética, de tocar los corazones de la gente... Es
lo ideal. Despertar emociones, conseguir que la gente pueda sentir amor por tu
juego. Es un estado al que debes aspirar. En ese sentido, sí me siento cerca
del equipo del 72. Pero no busco comparaciones con el pasado. Trato de mirar al
futuro, de ser un visionario, de responder a preguntas del futuro: ¿Qué clase
de fútbol hemos de jugar, qué debe representar?
¿Qué buscaron cuando asumieron la selección Klinsmann y
usted? Primero sentar una base, para luego dar un salto hacia
adelante. No fue fácil cambiar cosas del entorno. Klinsmann incorporó ideas
pioneras, desconocidas incluso para mí. La incorporación de un psicólogo
deportivo, de preparadores físicos estadounidenses... Eso despertó recelos.
Poco a poco, los clubes se fueron adaptando. El Mundial de 2006 (en Alemania)
generó mucha euforia. Eso ayudó. Para mí fue una época importantísima.
¿En qué sentido? No someterme semanalmente a un
examen de resultados me permitió salir, abrirme a otras culturas futbolísticas,
ir a España, Holanda... Vi adónde iba el futbol, y eso me ayudó a formular una
filosofía propia. Ya tenía ideas, pero no los medios para aplicarlas.
¿Lo dice por su época en el Karlsruhe, donde ganó un
partido de 18? Los de la Selva Negra somos testarudos. Intenté
implantar mi filosofía de fútbol de ataque, que quizás ni estaba madura, a un
equipo en plena lucha contra el descenso a Tercera, que tenía jugadores que tal
vez ni podían responder a lo que buscaba. Era muy consciente de que podíamos
irnos al garete. Y me planteé una y otra vez si no era mejor cambiar. Pero no
quería cambiar ni podía hacerlo.
En 2006 heredó el cargo de seleccionador… Me
planteé dónde quería que estuviera el equipo en 2008 o 2010. Mejorar técnicamente
para alcanzar otro nivel de juego. Estaba convencido de que podía haber una
evolución.
¿Esa filosofía es susceptible de sufrir alteraciones
durante un torneo? Hay momentos que requieren adaptación. Pero he
abandonado la idea de que existe ataque o defensa. No pasa por mi cabeza
decirle a mi equipo que vamos a ser más defensivos o centrarnos en transiciones
y contragolpes. Necesitamos equilibrio en todas las parcelas. Somos buenos en
ataque. Pero a veces nos hace falta presionar mejor arriba.
¿Al estilo del Barcelona? A veces ni se ve,
porque todos los focos están en el ataque. Pero no tardan ni tres o cuatro
segundos en armarse y ejercer presión cuando pierden el balón.
Joachim Löw:
“Özil y Khedira tienen más autoestima y orgullo desde que
están con Mourinho”.
¿Qué opina del Madrid de Mourinho? Sus equipos
siempre mejoran en el segundo año. Este Madrid lo hizo. En sus primeros años
busca la estabilidad y convertir el conjunto en un bloque compacto. Luego pone
los acentos que ya tenía imaginados. No cabe duda de que el Madrid jugó fútbol
de ataque, con muchos goles que fueron fruto de transiciones rapidísimas.
¿Se siente cerca del Mourinho provocador? Tiene
su personalidad. Es un gran comunicador que protege a su equipo. A nivel
personal nos llevamos muy bien. Intercambiamos informaciones sobre Özil y sobre
Khedira. En eso, es ejemplar.
¿Cómo han cambiado Özil y Khedira con Mourinho? Tienen
más orgullo y autoestima. Sobre todo Özil. Khedira siempre ha sido muy
profesional. Sabía desde muy pequeño qué quería. Özil ha sido siempre un
pequeño genio, pero le faltaba tenacidad. Lo hablamos antes del Mundial 2010,
porque no hacía los caminos sin balón necesarios. En Sudáfrica los hizo y
triunfó. Ahora es más profesional. Mejoró físicamente y está concentradísimo en
los entrenamientos.
¿Le han llegado a preocupar las largas lesiones de Götze,
Klose, Mertesacker, Schweinsteiger...? No. Hay jugadores que cogen su
forma con facilidad. Klose, por ejemplo. O Schweinsteiger, el que mejor soporta
la carga de trabajo. Puede que le haya faltado soltura. Se siente líder y se
exige muchísimo. Cuando encuentra su sitio en el campo, es buenísimo.
¿A Müller le pasa factura jugar de medio centro? Prefiero
que salga desde la banda derecha. Necesita campo por delante para explotar en
el área su olfato de gol.
¿Qué opinión le merece la Bundesliga? Es un
producto espectacular, maravillosamente comercializado. Tenemos una gran
afluencia de público, buenos estadios... El fútbol se ha hecho más veloz. Los
defensores tienen más calidad de juego ofensivo. Nuestro fondo de armario de
talentos ha mejorado. Pero ojo: ese fondo no es tan grande como algunos creen.
Aún queda un trecho hacia el máximo nivel mundial. Hace poco vi un partido del
sub 11 del Barcelona... Quedé impactado. Lo nunca visto. Fue la recreación del
Barça grande: juego estructurado, veloz, sin balón, combinaciones fluidas,
todos los detalles muy cuidados. Ni un pase que comprometiera al compañero. Vi
pequeños Xavis y Messis.
En Alemania ha nacido un nuevo dualismo, Dortmund y
Bayern.Me gusta. El Borussia se está convirtiendo en un segundo poder.
La mayor parte de la selección se nutre de esos clubes.
¿Teme roces como los que hay entre jugadores del Barcelona y el Madrid? No.
Y en España no veo desunión entre ellos. En el campo pasarían cosas, pero
Casillas habló con Xavi...
Joachim Löw:
"Quiero que mis jugadores arriesguen, que sean
audaces"
¿Es consciente de que es usted una opción para los dos
grandes del fútbol español? No me lo planteo. Tengo mi cabeza puesta
en la selección. Y tengo contrato hasta el Mundial de Brasil 2014. Pero sí
puedo decir con rotundidad que España me encanta. Hay entrenadores que
prefieren el fútbol inglés, otros se inclinan por otros países... A mí me gusta
España. El fútbol que se juega allí lo siento como algo próximo.
¿Qué admira? La soltura. Estamos trabajando
durísimo por conseguirla. Cuesta muchísimo. Es un trabajo intensísimo. La vimos
en nuestros amistosos contra Brasil u Holanda: queríamos ser superiores a
Brasil en términos futbolísticos. No debemos perder nunca esa levedad, esa
alegría. Menos aún en la Eurocopa. No quiero jugadores refugiados en
automatismos y la seguridad. Quiero que arriesguen, que sean audaces.
¿Qué diferencias ve entre las Españas de los años 2008,
2010 y ahora? Sigue respetando su filosofía. Y sigue siendo
futbolísticamente maravillosa. Domina todo casi a la perfección, lo más
elemental y los detalles. Conserva el hambre. Xavi juega como si acabara de
debutar. Es la encarnación de la inteligencia aparejada a la velocidad de
acción. E Iniesta es insuperable en las acciones individuales.
Usted ha dicho que para ganarles hay que jugar bien. ¿Así
de fácil? Hay que tratar de estar futbolísticamente a su nivel
técnico, no tratar de destruir su juego a través de la brusquedad. Eso te
resulta en un partido o dos. Pero no a largo plazo. ¿Quitarles la posesión?
Imposible. Pero hay que discutírsela y, con balón, crearles problemas. Provocar
que tengan dificultades en el trabajo hacia atrás, alargarles los caminos. En
2008 y en 2010 conseguimos algo que muy pocos lograron: concedimos pocas
ocasiones. Fueron superiores. Sin duda. Ganaron merecidamente, sí. ¿Pero
ocasiones? No fueron tantas.
En Sudáfrica felicitó a Del Bosque. A mí me
interesa no solo mejorar futbolísticamente, sino también que seamos un equipo
ambicioso, alegre y, sobre todo, deportivo. Un buen embajador de nuestro país.
Somos un conjunto multicultural, por lo que debe haber un trato de respeto de
puertas hacia dentro. Eso conlleva respeto hacia fuera, aceptar la derrota,
mostrar grandeza, reconocer al rival. Los españoles son así, ejemplares y
modestos. Los jugadores del Barcelona llevan años en la cima, y nunca les oí
una palabra negativa sobre un rival.
¿Cómo es su Alemania? Pienso en valores como el
respeto, la ambición, la disciplina, la fiabilidad, la profesionalidad, la
alegría, la tolerancia y la integración.
Se da por descontado que la final de la Eurocopa
enfrentará a Alemania y España... Nunca he querido que mi trabajo
quede reducido a duelos contra España. Cuando asumí el cargo, no me planteé
cuándo y cómo adelantar a España, sino cómo mejorar a mi equipo. Para ser
campeón tienes que adelantar no solo a los españoles, sino también a Holanda,
Portugal, Francia, Italia… Y para eso necesitas a 20 jugadores que, a la hora
de la verdad, estén en excelentes condiciones y además puedan jugar muy bien al
fútbol.
Las palabras de Joachim Löw antes de la final dieron en
clavo. “Tendréis que dar más que nunca porque queréis ganar algo que no
habéis logrado nunca”, les dijo. Y el gol de Götze le dio la razón,
campeones del mundo. Entonces, como exige cualquier festejo, a Löw lo abrazó
hasta el apuntador, siempre envuelto en piropos y sonrisas. Las palabras de los
jugadores hacia su persona, además, destilaban veneración, quizá porque con el
tiempo les hizo cambiar su juego hasta dar con el éxito definitivo. Primero les
convenció de que el fútbol de España y Guardiola era el referente, pero también
fue capaz de sazonar la idea con las virtudes de Dortmund de Kloop, del vértigo
en la contra, para persuadirles de que les haría mejores y les llevaría donde
no llegaron en la pasada Eurocopa y Mundial, apeados en las semifinales. “Esta
Copa es el resultado de 10 años de esfuerzo que empezó con el plan de
Klinsmann”, resolvió el entrenador con modestia y respeto para el que fuera su jefe en
la selección, del mismo modo que en el momento del alzamiento del trofeo se
quedó en segunda línea, como si los únicos protagonistas fueran los
futbolistas.
Esa idea, la del poder de los jugadores, la compartía
Sabella. Con la mirada perdida en el infinito de Maracaná, ofreciendo su hombro
a los jugadores pero sin recibir palmada alguna en la espalda, al entrenador
argentino se le fotografió con los ojos empañados sin derramar lágrima alguna,
sin nada que decir tras perder una final en la que su equipo dispuso de
ocasiones pero chutó con los pies torcidos, nunca a portería. Sabella era, en
cualquier caso, un reflejo de lo que fue su torneo porque prefirió escuchar al
grupo antes que hacer lo que le pedía el cuerpo, entregado al plantel y sobre
todo a Messi como se evidenció en las semifinales cuando el 10 le
reclamó que quitara a Higuaín para poner a su amigo Agüero. Se levantó el rumor
también anoche cuando sustituyó a Lavezzi, que había destrozado a Höwedes en la
primera parte con sus carreras por el flanco derecho. “Es verdad que Pocho
estaba haciendo un gran partido, pero queríamos cambiar la forma de jugar y ser
más ofensivos para no ir al alargue”, resolvió Sabella sin dar otra explicación
futbolística. Y de eso, de fútbol y pizarra, le sobra a Löw,
intervencionista como pocos y al fin triunfador.
“Con el paso de los años pudimos ampliar el rendimiento y
progresamos como en las jugadas de estrategia, donde nunca fuimos tan buenos y
ahora ya nos hacen definir partidos”, resolvió Löw, feliz a más no poder y con
la sonrisa en la cara, dando sorbos al botellín de agua sin parar; “aunque no
habíamos dado este gran paso. Pero este equipo, este grupo con Lahm, Podolski,
Klose y los demás, que siempre han estado con nosotros, se merece la victoria”.
Suma así Alemania su cuarto entorchado para alcanzar a Italia, sólo por detrás
de Brasil (5). “Mostramos el mejor desempeño durante los siete partidos. Esta
alegría seguirá siempre porque dieron todo y porque somos el primer equipo
europeo en ganar en Sudamérica”.
Más sobrio estaba Sabella, que digirió el varapalo con
entereza, por más que encontrara una excusa inicial —“jugamos dos tiempos
suplementarios y ellos sólo uno; eso se nota”, explicó— y después descifrara la
derrota de la forma más simple posible: “Nos faltó la eficacia y la definición
de ellos, porque Alemania tuvo el dominio territorial, pero la jugada más clara
la tuvimos nosotros”. Reacio a hablar sobre su futuro, se dedicó sin embargo a
piropear a su plantel: “Dejaron todo en la cancha y más allá del dolor de la
derrota de la final se pueden mirar al espejo y decirse que dieron todo por
Argentina”. Aunque la ironía de un periodista (“¿Decime qué se
siente?”, le preguntó un brasileño en referencia a la canción argentina que
inundó las calles del país desde el día de apertura) descorchó la sonrisa de
Sabella, que, sin embargo, respondió sin acritud: “Los jugadores están muy
amargados porque tenían una gran ilusión por ganar. Y yo estoy triste como los
jugadores, con el dolor de perder una final, pero satisfecho porque lo dieron
todo. Es un grupo extraordinario y maravilloso. Se vio en la cancha lo que
había fuera”.
Sabella no se marchó, sin embargo, sin piropear a su luz, a
su jugador franquicia, a un Messi que fue escogido el mejor del torneo ante
la crítica generalizada porque había nombres como James, Müller, Robben y
Neuer, incluso Neymar, Kroos y Mascherano, que parecían tomarle la delantera en
el ránking. “Lionel lo merecía porque jugó un gran Mundial, fue un factor
fundamental para llegáramos hasta aquí. Lo tiene muy merecido”, expresó. Y
añadió: “El Mundial es un torneo demandante, pero en lo físico está en el
Olimpo y desde hace mucho tiempo que está en el Olimpo de los más grandes”.
Aunque le falta, por muy poco, un Mundial.
“Él se siente un profesor”, asegura uno de sus mejores
amigos, “y se distingue por una gran capacidad de trabajo, mucho mayor de la de
sus predecesores en la selección”. En el vestuario, su lema es el respeto: al
conductor del autobús, a los camareros, a los medios de comunicación… “El
periodista no es un enemigo”, les dice a los jugadores.
A pesar de haber seguido muy de cerca los entrenamientos del
Barça, sus aspiraciones se reducen a la calidad del empleo: podría entrenar a
un conjunto de Bangkok si encontrara el ambiente propicio. Tiene contrato con
Alemania hasta 2014. “Si él coge un buen equipo, lo mejora en un 10%; pero si
es uno de mitad de tabla, puede descenderlo”, explica esa fuente, recordando
que bajó a Segunda al Karlsruher en 1999. Antes, sin embargo, ganó la Copa
alemana con el Stuttgart, en 1996, y luego la liga austriaca con el Innsbruck
en 2001.
Löw despliega su encanto profesoral en las conferencias de
prensa. Domina la escena: aquí un guiño a un periodista, allí una broma. Da
titulares: “Pirlo es un genio de la estrategia”. “Casillas, Neuer y Buffon son
los tres mejores porteros del mundo”, dijo ayer. También puede ser afilado. “Esta
Inglaterra de Roy Hodgson está mucho mejor organizada que la de hace dos años”,
disparó contra el expreparador de los pross, Fabio Capello. En otra
ocasión, cuando un reportero le hizo dos preguntas, la segunda era sobre la
posibilidad de que Berti Vogts entrenara a Polonia. “Solo respondo a la
primera”, le cortó, demostrando su aversión al exseleccionador germano,
representante de la vieja guardia.
El establishment derribado entre 2004 y
2006 por Jürgen Klinsmann, que le hizo el trabajo sucio a su segundo y sucesor
en laNationalmannschaft, Joachim Löw, más intelectual y sutil, menos
preparado para la confrontación.
Aunque su estética podría encajar entre los verdes alemanes,
cuyo bastión de votos está precisamente donde él vive, cerca de Friburgo y de
la frontera suiza, Joggy prefiere no manifestarse políticamente y centrarse en
el fútbol. En ese terreno, se ve expuesto a “ondas emocionales increíbles”,
según contó al diario Die Welt en una entrevista íntima. “La
primavera es el mejor afrodisíaco”, sentenció tras recordar con buenos ojos su
experiencia de monaguillo en la pequeña ciudad de Schönau.
Su padre participó en la reconstrucción de Alemania tras la
Segunda Guerra Mundial. Trabajó duro en una pequeña empresa artesanal. Las
reglas de la casa eran rígidas y él fue el hermano mayor de cuatro, quien debía
abrir puertas a los demás. A los 17 años se marchó de casa y estudió Formación
Profesional. Ray Clemence, el portero del Liverpool, le partió la pierna y la
proyección como mediocampista ofensivo del Sttutgart, en 1980.
Ahora, fuma tabaco norteamericano, bebe vino español y
escucha música cubana. Ha vivido en Austria, Suiza y Turquía. Es un hombre de
mundo. “Mi casa es un oasis de armonía”, confesó. “Tenemos dos teles y los
viernes por la noche mi mujer [Daniela] ve Sexo en la Ciudad y
yo un San Pauli-Friburgo”. Preguntado por la autenticidad de su pelo e incluso
de su orientación sexual, respondió. “Pregunten a mi mujer”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario