miércoles, 17 de diciembre de 2014

NIETZSCHE JUGABA PARA GANAR.


por IGNACIO BENEDETTI.

– Se preguntaba Friedrich Nietzsche qué origen tienen propiamente nuestro bien y nuestro mal, asunto que obviamente atormentó al filósofo alemán durante toda su existencia. 

En la misma página de su Genealogía de la moral vuelve a cuestionarse: ¿En qué condiciones se inventó el hombre esos juicios de valor que son las palabras bueno y malvado? ¿Y qué valor tienen ellos mismos? ¿Han frenado o han estimulado hasta ahora el desarrollo humano? ¿Son un signo de indigencia, de empobrecimiento, de degeneración de la vida? ¿O, por el contrario, en ellos se manifiestan la plenitud, la fuerza, la voluntad de la vida, su valor, su confianza, su futuro?”. 
En ello se pasó la vida el pensador alemán. En ello y en otras cosas más.

Arruabarena entrenador de Boca, bien le haría sumergirse en esas arenas movedizas ante el cuestionamiento de si a su equipo le valía ganar como fuera en la nueva versión del superclásico argentino, dijo: “El resultado es lo más importante, lamentablemente, pero es así y lo sabemos todos”. Creo que confunde la gimnasia con la magnesia. El triunfo no es abominable, es la consecuencia de la correcta ejecución de un plan, sumado a la cooperación de los siempre incómodos imponderables.

No hay que lamentarse por la victoria; son las formas elegidas para su búsqueda lo que deben ser objeto de la reflexión, al mismo tiempo que hay que revisar el excesivo valor que damos a quien obtiene el triunfo. ¿Ganar? Todo atleta sale al ruedo con la victoria como objetivo. No vale todo con tal de conseguir un triunfo, pero la competitividad y la victoria son necesarios para evitar eso que Nietzsche calificaba como la degeneración de la vida.

Contra ese conformismo lucha Paco Jémez, entrenador del Rayo Vallecano. No es nuevo su gusto por atreverse o por bailar con lobos; es su rebeldía lo que lo convierte en un personaje interesante, entrañable y digno de ser seguido. 

Los paradigmas convencionales nos llevan a adoptar cierto tipo de conductas para protegernos cuando enfrentamos a un rival más fuerte, pero ha logrado que sus jugadores no se limiten a creer en verdades incomprobables y ellos, con ánimo de aventureros, se atreven a desafiar ese statu quo que obliga a muchos a olvidarse del juego para sumirse en el sufrimiento. El Rayo le planta cara al Barcelona de Luis Enrique y pierde.

Cae jugando y generando peligro, aunque también, viviendo en el peligro mismo que significa jugar y no rendirse. ¿Replegarse y jugar a la contra le representaría mayores posibilidades de producir un resultado distinto? Nadie lo sabe, y por ello el Rayo se atreve a caminar con otros zapatos, casi recordando al mismo Nietzsche cuando escribió: ¿Qué ocurriría si la verdad fuera lo contrario? ¿Qué ocurriría si en hubiese también un síntoma de retroceso, y asimismo un peligro, una seducción, un veneno, un narcótico, y que por causa de esto el presente viviese tal vez a costa del futuro”

El fútbol es hoy y nada más, por ello bien que vale atreverse a vivir alejados de los prejuicios ajenos.

– Todo esto que le cuento es verdad y no es nada nuevo. Como aquello de que el fútbol es pasión. Si no, que así lo confirme André-Pierre Gignac. El delantero de moda de la Ligue 1 de Francia ha firmado tal arranque que ya nadie cuestiona su regreso a la selección bleu. Se habla mucho de los kilos que perdió en la pretemporada al mando de Marcelo Bielsa y su cuerpo técnico, pero no nos engañemos: es en la pasión donde se halla el combustible para combatir y no desfallecer en el intento.

De fútbol saben muchas personas, quizá más de lo que algunos entendidos quisieran aceptar. Pero transmitir el frenesí y contagiar ese deseo de superación es cuestión de un puñado de elegidos. Como Bielsa, que alguna vez prometió cortarse un dedo de la mano si su equipo perdía un clásico. O como el mismo Nietzsche, que nos enseñó a cuestionar el origen de las más básicas calificaciones humanas.
* Ignacio Benedetti.


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