jueves, 6 de noviembre de 2014

LA INDISCUTIBLE TITULARIDAD DEL CEREBRO



Por Rosa María Coba.
Licenciada en Psicología (U. Autónoma de Barcelona). Ejerce en el ámbito de la Psicología clínica y neuropsicología. Coautora del libro “el jugador es lo importante”. Y diversas publicaciones en las que la neurociencias y deporte son los protagonistas.

 Desde hace algún tiempo venimos observando cómo el cerebro del deportista empieza a hacerse visible (aunque mucho menos de lo que debiera, en mi humilde opinión) cuando de deporte en general y en particular el fútbol.

Diversos factores pueden estar contribuyendo a ello: determinados modelos de juego en los que priman una serie de factores más mentales y no tan físicos, la necesidad de encontrar contrapuntos que marquen diferencias, el avance de la neurociencia y las posibilidades que nos brinda en la actualidad al poder estudiar cerebros en acción, el aprendizaje como verbo que da un sentido pleno al acto del juego, el momento sociocultural en el que el éxito en cuanto a resultados se asocia a jugadores y técnicos con un determinado perfil … y otros tantos factores que sin duda pueden encuadrar esta perspectiva.

El jugador de fútbol entrena y compite en base y a través de una serie de interacciones complejas que se dan en torno a una estructura única y global formada por un entramado biomecánico, una serie de procesos cognitivos, neuropsicológicos, emocionales, sociales y culturales en el contexto de un modelo de juego.

Todo ello se produce teniendo como eje principal el cerebro, punto natural de partida y de llegada. ¿Más razones para invitar al cerebro a este escenario?

Cuando hablamos de deportistas, lo hacemos de cerebros en acción. También de otras cuestiones, que a veces están o se activan y otras no. Pero al cerebro no lo podemos sentar en el banquillo, de ahí que una disciplina como la neuropsicología del deporte pueda aportar al multifactorial universo del fútbol herramientas de trabajo nada despreciables.

Definamos que la neuropsicología es la ciencia que estudia la relación entre la función cerebral y la conducta y con ello, identificamos, estimulamos y potenciamos el rendimiento del deportista.
Desde hace muy poco tiempo sabemos que la plasticidad cerebral es una de las cualidades de nuestro cerebro que más juego nos da cuando de aprender se trata, ya que nos permite adaptarnos a circunstancias cambiantes al tiempo que incorporamos información nueva, por lo que podemos optimizar el aprendizaje y por tanto el rendimiento de un deportista puesto que podemos estimular partiendo siempre de la actividad real del mismo y de sus particularidades y únicas características.

El alcance de este trabajo es absolutamente armonioso y coherente con  la natural complejidad que entraña el trabajo que desarrolla un jugador de fútbol.

No debemos obviar que el entrenamiento es un aprendizaje complejo, sobre todo por la variabilidad de factores intrínsecos y extrínsecos intervinientes ya que su desarrollo se da en un contexto en el que las imprevisibles interacciones son las principales compañeras de juego. Por todo ello, la actividad cerebral y el rendimiento deportivo conforman un irreducible binomio.

¿Cómo se entrenan éstos aspectos? ¿El cuerpo técnico potencia herramientas cerebrales? ¿Entrenamos la orientación y control postural teniendo en cuenta la predominancia hemisférica del jugador no solo en base a su pierna dominante sino en base a la combinación del ojo/pierna dominante? ¿Sabemos que en base a si un jugador es zurdo, diestro, cruzado u homogéneo podemos prevenir lesiones, optimizar su recuperación o entrenar la toma de decisiones de un modo diferente puesto que su velocidad de respuesta motora es distinta en cada caso según sea este patrón?  ¿Consideramos que mediante los mapas mentales podemos ofrecer al jugador una herramienta muy válida para afrontar con más seguridad y recursos su trabajo? ¿Tenemos en cuenta que las neuronas espejo son grandes aliadas a la hora de manejar el aprendizaje y la empatía? ¿Qué hacemos con la velocidad de procesamiento, el control inhibitorio, la atención sostenida y la memoria visoespacial?

Muchas preguntas cuya respuesta no puede ofrecer combustible a la resultaditis, pero sí a aquellas organizaciones que consideren oportuno y coherente para avanzar en la búsqueda de recursos de trabajo reales. ¿Para ganar? Obviamente. Pero tan aplastante evidencia combinada con el caprichoso azar, unido a factores socio-culturales que agazapados tras un modelo de juego, muestran la incoherencia o no del que los dirige, pasando por la incomprensión o no de quien los ejecuta para llegar a la conclusión de que el fútbol es así … o no.

Tenemos la posibilidad, en mayor o menor medida, de decidir cada uno de nosotros hacia dónde enfocamos nuestro crecimiento, de qué fuentes beber para seguir avanzando en un apasionante mundo. Neurociencia y fútbol es una entidad que permite la gestión de las emociones y la conexión de los valores como medio relacional.

El cambio, que no la anarquía, es el medio natural para aprender que precisa el cerebro. El fútbol puede ser tantas cosas como personas quieran definirlo, pero creo que una característica que pocos rechazarían sería la de que está en movimiento, el cambio cohabita naturalmente en él; de ahí que no me canse al repetir que el cerebro es al  fútbol lo que la mano al guante.

Invito al lector a que considere que el cerebro juega. Da igual que le convoquemos o no. Siempre juega. ¿Miramos para otro lado o… de una vez por todas oficializamos su presencia? Obtendremos de inmediato una reciprocidad diferencial y nada despreciable. ¿No les parece?


Tomado del libro “El fútbol ¡no! es así.
¿Quién dijo que estaba todo inventado? De Pedro Gómez / 2014. 


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