EL ENTRENADOR, LA FAMA Y SU RUTINA PROFESIONAL. I
Lo de la fama me cogió de sorpresa, no contaba para nada
con ella.
Reconozco que poco a poco me fue ayudando, por ejemplo,
en el barrio me comenzaron a distinguir y me trataban súper bien; los medios
periodísticos me destacaban y eso para mí significaba promocionarme, pero sabía que todo dependía
de lo que yo hiciera y de nada más.
La fama, comprendí después que le añade a la vida una
cualidad grotesca.
Por ejemplo, Anthony Quinn contaba: un día corría por
Central Park, en New York, y vió venir hacia él una banda de muchachos con
navajas, al acercarse uno de ellos dijo: no, no, no que es Anthony Quinn, y se
fueron. Ahí la fama funcionó como protección.
Es difícil ser espontáneo cuando todo el mundo te mira.
La gente me habla, me saluda, se quieren tomar fotos conmigo, me piden autógrafos,
me piden camisetas, pero de un modo artificial. El hecho de ser
famoso es como si llevarás un neón, se te ve por todos lados, y también a la
persona que va contigo. Eso resulta incómodo y comprometedor para tu
acompañante porque todo el mundo piensa cualquier cosa, y te juzgan a la
ligera.
Ser entrenador es una profesión maldita, con pocos
momentos de felicidad y demasiados momentos de drama, insultos, agresividad en
contra tuya. Cuando termina el partido es absurdo sentirse victorioso, lo
máximo que puedes sentirte es superviviente. Además no tendrás tiempo de nada
pues a los diez minutos ya debes estar pensando en el próximo juego.
Cada que termina un partido se siente, independiente del
resultado, un cansancio, un vacío, un algo faltó por hacer o una tensión que te
acompañará toda la noche.
Nunca hay que sentir engreimiento por ganar un partido, o
un torneo. Si lo haces te estás deteniendo, no avanzarás, y eso es fatal en
esta profesión en donde vives permanentemente en el límite emocional, y deberás
observar, escuchar, analizar, actuar, ser y parecer, tomar permanentemente decisiones y aunque sos
consciente de que el fútbol es un deporte de errores hay que tratar de cometer
los menos errores posibles y ese sería tu mejor aporte al grupo de jugadores
que están a tu cargo.
Ser justo y poner siempre al mejor.
No otorgar privilegios. No transar nada con nadie que
perjudique el interés del grupo.
La mente de sus futbolistas es su propiedad. El discurso,
las palabras, el convencer es suyo totalmente y los hechos son de sus
futbolistas que entran a la cancha.
Cada entrenador tiene particularidades a las que no puede
renunciar. Sobre todo porque la conducción, es fundamentalmente : convencer. Y
uno no puede convencer a través de la
ausencia de convicciones. Uno conduce, lidera, cuando defiende un mensaje en el
que crea.
Yo doy al equipo mi rasgo y eso indica que hay particularidades
que tengo que imponer:
Diego Umaña, debe estar convencido que su dirección técnica no sólo la está haciendo a los jugadores, sino a un grupo grande de personas que aprenden de usted. Este no es un comentario superficial, como aquéllos que se toman fotos con usted, sino una forma de decirle que su trabajo de entrega permanente trascendió los estadios y las aficiones, y ha llegado a la vida cotidiana de las personas. Muchos hemos aprendido de usted a darlo todo siempre, "ahí el verdadero aprendizaje". Carlos A.
ResponderEliminar