jueves, 18 de junio de 2015

DIEZ LECCIONES DE LOS MEJORES ENTRENADORES DEL MUNDO PARA DIRIGIR UNA EMPRESA.



 Diez lecciones de los mejores entrenadores del mundo para dirigir una empresa
ELECONOMISTA.ES/
DAVIDMARTÍNEZ.
27/05/2015 –

El talento suele ir acompañado del ego, que dificulta su gestión.

La gestión del talento es uno de los grandes retos a los que se enfrentan todos los dirigentes. Atraer y retener a los mejores trabajadores es una labor compleja, en la que el sueldo es un factor necesario pero no suficiente.
El deporte es uno de los campos en los que mejor se puede observar la importancia de la correcta gestión del talento. Son muchas las lecciones que se pueden apreciar en la competición deportiva, para luego adaptarla a la empresa, como asegura Mike Forde, exdirector de operaciones en el Chelsea entre 2007 y 2013, en un artículo en el Financial Times. Los grandes clubes de fútbol, por ejemplo, destinan gran parte de sus ingresos a pagar a sus trabajadores, los futbolistas: chicos jóvenes, ricos, internacionales, con grandes egos y difíciles de dirigir, en general.
Los entrenadores son, por tanto, gestores de talento. El prestigioso diario económico recoge las lecciones que algunos de los mejores entrenadores del mundo ofrecen a los gestores de la empresas, a través de su experiencia en los banquillos.

1. El talento suele ir acompañado del ego
"Los mejores jugadores tienen un profundo conocimiento de su carácter especial, de su talento único, que va más allá de la arrogancia", apunta Carlos Queiroz, exentrenador del Real Madrid durante la época de 'Los Galácticos'. En definitiva, los grandes talentos saben que son imprescindibles, lo que les permite romper las reglas del comportamiento. Un gran ego mal gestionado puede acabar con un equipo, pero son imprescindibles si se quiere crecer. Si un dirigente solo quiere soldados obedientes tendrá que renunciar a ciertos objetivos.
En definitiva, ningún jugador es más grande que un club, pero un club debe ser lo suficientemente grande como para dar cabida a todo buen jugador. Gus Hiddink, entrenador holandés con una gran trayectoria, se encontró en el PSV con un gran jugador, pero con un carácter complicado: Romario. El delantero brasileño se pasó demasiado tiempo en Río de Janeiro celebrando el carnaval, se saltaba comidas, entrenaba menos... Hiddink le consentía esta actitud con esfuerzo, defendiéndole de otros jugadores que denunciaban la injusta situación. Romario comprendió que para compensar debía dar la cara en los partidos, y así lo hizo.

2. Buscar talento que se quieran superar
Algunos jugadores rinden por debajo de su potencial por inmadurez, falta de disciplina, poco compromiso o falta de atención. La clave está en encontrar el momento en el que el jugador está a punto de explotar, como apunta el entrenador de los San Antonio Spurs, Gregg Popovich. El cambio puede producirse al llegar a cierta edad, al formar una familia o al experimentar una serie de fracasos. "El punto en el que se quieren superar a sí mismos", lo denomina Popovich. Es cuando conocen y aceptan sus límites, empeizan a escuchar, mejoran en los entrenamientos y aceptan que deben cuidar su cuerpo.

3. Recompensar el sacrificio por el equipo
Los grandes talentos quieren el éxito para sí mismos, pese a competir en equipo. Cada jugador quiere ser protagonista representando su papel preferido. El exfutbolista Boudewijn Zenden, que jugó en el Barça o el Chelsea entre otros equipos, cuenta el caso que sufrió en la Eurocopa del año 2000. Competía por la posición de extremo izquierdo con Marc Overmars, y su compañero se negó a jugar por la derecha. En el primer partido del torneo Overmars empezó en su puesto natural, y Zenden aceptó jugar por la derecha. "Fueron los peores 45 minutos de mi vida", explica. Cuando pensaba que lo iban a cambiar, Frank Rijkaard, entrenador de aquel equipo, quitó a Overmars, puso a Zenden en su posición natural, y el partido acabó con una victoria por 3 a 0. "Al recompensar el sacrificio de Zenden, el entrenador estaba alentando a otros a sacrificarse por el equipo", apunta Forde.

4. El talento no se domina
El talento no se puede dominar. Los grandes talentos ganan partidos, o se sientan al lado del presidente de una compañía y toman el volante. Un buen gerente acepta esta situación, sin tratar de destacar su liderazgo o dominar el talento. Pep Guardiola, entrenador del Bayern de Munich, evita entrometerse en el vestuario, que considera territorio de los jugadores, según el periodista Martí Perarnau.
Históricamente, a los entrenadores se les compara con generales, pero en la actualidad se parecen más a directores de cine que tratan de engatusar y convencer en lugar de mandar. El objetivo es ganar, no enfrentarse a los egos.

5. No es necesario motivar
La labor de un directivo no es dedicarse a motivar a los grandes talentos, pues estos se motivan solos. "Nuestro trabajo es no desmotivar a los jugadores, ponerles los retos y las metas que los grandes talentos necesitan", explicaba Carlo Ancelotti. Cuando se fue del Barcelona, Guardiola lanzaba una reflexión parecida: "No es que no haya logrado motivarlos, es que no he logrado seducirlos".
De hecho, antes de las grandes citas incluso es necesario rebajar la extramotivación. El mítico entrenador del Nottingham Forest, Brian Clough, a veces distribuía cervezas en el autobús a los jugadores para que se relajasen, aunque hoy por hoy esa práctica deja mucho que desear nutricionalmente.

6. Confianza
La confianza es un valor fundamental entre personas que tienen que trabajar juntas. No es necesario que se lleven bien o que sean amigos, sino que confíen en el talento del otro. Es lo que pasó en el Manchester United en la década de los 90, en el que Teddy Sheringham y Andy Cole se odiaban, pero sabían que podían confiar en el talento del otro.

7. Enseñar al talento
En muchas empresas los directivos se esfuerzan en mejorar el trabajo de las personas incompetentes, dejando de lado a las personas más valiosas, sabiendo que funcionan bien. Es una oportunidad perdida, según Forde, pues generalmente la gente con más talento tiene gran capacidad de aprendizaje y deseos de mejorar. De hecho, son muchos los profesionales que se decantan por una empresa y otra en función de lo que puede crecer en ella.
Los buenos dirigentes crean una cultura de aprendizaje que permite a todos mejorar. Es el caso del entrenador del Arsenal, Arsene Wenger, que ayuda a los jugadores a conocer habilidades que incuso ellos mismos desconocían. "Yo creo en ti", es muchas veces la frase que necesita un profesional para empezar a crecer y dar lo mejor de sí mismo.

8. Precaución para reclutar
Hay que ser muy precavido a la hora de fichar a nuevos talentos. Los equipos son instituciones muy frágiles que se pueden romper al introducir, por ejemplo, un jugador indisciplinado que no respete las normas o acabe con la cultura de equipo, que además puede provocar que el talento del que ya se dispone se vaya. En 2008 el Chelsea tuvo la oportunidad de fichar al delantero Adriano, un gran talento, pero tras investigar su estilo de vida, el club dudó sobre su disciplina y se echó atrás. Su carrera acabó yéndose al garete.

9. Aceptar que el talento se va
Las personas de gran talento no quieren un trabajo para toda su vida. Las empresas son solo vehículos para desarrollar su talento, a la espera de ir a un lugar mejor. Un buen directivo debe buscar la productividad, no la lealtad. Un buen gerente tiene que mantener el talento el mayor tiempo posible, mientras se prepara para su salida. Nicolás Anelka se unió al Bolton en 2006, el club de menor nivel de los que había estado nunca. Durante las negociaciones, los directivos le dijeron que solo querían que estuviera en su club dos años, pues esperaban que metiese 40 goles en ese tiempo y que un club más grande quisiera ficharle. Y sucedió: el jugador brilló y dos años después lo fichó el Chelsea.

10. El pico de forma
Un buen dirigente debe calcular cuál es el pico de forma de los integrantes de sus equipos. Los futbolistas suelen alcanzar ese tope sobre los 28 años, cuando las piernas aún se mantienen jóvenes y la cabeza ya tiene experiencia. Frank Arnesen, director técnico del Chelsea, era más concreto: "el pico se alcanza tras jugar 300 partidos, estar en tres clubes y sumar un gran éxito y un fracaso". A partir de ahí comienza la decadencia, y el desgaste mental y físico. La clave está en sustituir el talento antes de que se desgaste totalmente. 

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