ELECONOMISTA.ES/
DAVIDMARTÍNEZ.
27/05/2015 –
El talento suele ir acompañado del ego, que dificulta su
gestión.
La gestión del talento es uno de los grandes retos a los que
se enfrentan todos los dirigentes. Atraer y retener a los mejores trabajadores
es una labor compleja, en la que el sueldo es un factor necesario pero no
suficiente.
El deporte es uno de los campos en los que mejor se puede
observar la importancia de la correcta gestión del talento. Son muchas las
lecciones que se pueden apreciar en la competición deportiva, para luego
adaptarla a la empresa, como asegura Mike Forde, exdirector de operaciones en
el Chelsea entre 2007 y 2013, en un artículo en el Financial Times.
Los grandes clubes de fútbol, por ejemplo, destinan gran parte de sus ingresos
a pagar a sus trabajadores, los futbolistas: chicos jóvenes, ricos,
internacionales, con grandes egos y difíciles de dirigir, en general.
Los entrenadores son, por tanto, gestores de talento. El
prestigioso diario económico recoge las lecciones que algunos de los mejores
entrenadores del mundo ofrecen a los gestores de la empresas, a través de su
experiencia en los banquillos.
1. El talento suele ir acompañado del ego
"Los mejores jugadores tienen un profundo conocimiento
de su carácter especial, de su talento único, que va más allá de la
arrogancia", apunta Carlos Queiroz, exentrenador del Real Madrid durante
la época de 'Los Galácticos'. En definitiva, los grandes talentos saben que son
imprescindibles, lo que les permite romper las reglas del comportamiento. Un
gran ego mal gestionado puede acabar con un equipo, pero son imprescindibles si
se quiere crecer. Si un dirigente solo quiere soldados obedientes tendrá que renunciar
a ciertos objetivos.
En definitiva, ningún jugador es más grande que un club,
pero un club debe ser lo suficientemente grande como para dar cabida a todo
buen jugador. Gus Hiddink, entrenador holandés con una gran trayectoria, se
encontró en el PSV con un gran jugador, pero con un carácter complicado:
Romario. El delantero brasileño se pasó demasiado tiempo en Río de Janeiro
celebrando el carnaval, se saltaba comidas, entrenaba menos... Hiddink le
consentía esta actitud con esfuerzo, defendiéndole de otros jugadores que
denunciaban la injusta situación. Romario comprendió que para compensar debía
dar la cara en los partidos, y así lo hizo.
2. Buscar talento que se quieran superar
Algunos jugadores rinden por debajo de su potencial por
inmadurez, falta de disciplina, poco compromiso o falta de atención. La clave
está en encontrar el momento en el que el jugador está a punto de explotar,
como apunta el entrenador de los San Antonio Spurs, Gregg Popovich. El cambio
puede producirse al llegar a cierta edad, al formar una familia o al
experimentar una serie de fracasos. "El punto en el que se quieren superar
a sí mismos", lo denomina Popovich. Es cuando conocen y aceptan sus
límites, empeizan a escuchar, mejoran en los entrenamientos y aceptan que deben
cuidar su cuerpo.
3. Recompensar el sacrificio por el equipo
Los grandes talentos quieren el éxito para sí mismos, pese a
competir en equipo. Cada jugador quiere ser protagonista representando su papel
preferido. El exfutbolista Boudewijn Zenden, que jugó en el Barça o el Chelsea
entre otros equipos, cuenta el caso que sufrió en la Eurocopa del año 2000.
Competía por la posición de extremo izquierdo con Marc Overmars, y su compañero
se negó a jugar por la derecha. En el primer partido del torneo Overmars empezó
en su puesto natural, y Zenden aceptó jugar por la derecha. "Fueron los
peores 45 minutos de mi vida", explica. Cuando pensaba que lo iban a
cambiar, Frank Rijkaard, entrenador de aquel equipo, quitó a Overmars, puso a
Zenden en su posición natural, y el partido acabó con una victoria por 3 a 0.
"Al recompensar el sacrificio de Zenden, el entrenador estaba alentando a
otros a sacrificarse por el equipo", apunta Forde.
4. El talento no se domina
El talento no se puede dominar. Los grandes talentos ganan
partidos, o se sientan al lado del presidente de una compañía y toman el
volante. Un buen gerente acepta esta situación, sin tratar de destacar su
liderazgo o dominar el talento. Pep Guardiola, entrenador del Bayern de Munich,
evita entrometerse en el vestuario, que considera territorio de los jugadores,
según el periodista Martí Perarnau.
Históricamente, a los entrenadores se les compara con
generales, pero en la actualidad se parecen más a directores de cine que tratan
de engatusar y convencer en lugar de mandar. El objetivo es ganar, no
enfrentarse a los egos.
5. No es necesario motivar
La labor de un directivo no es dedicarse a motivar a los
grandes talentos, pues estos se motivan solos. "Nuestro trabajo es no
desmotivar a los jugadores, ponerles los retos y las metas que los grandes
talentos necesitan", explicaba Carlo Ancelotti. Cuando se fue del
Barcelona, Guardiola lanzaba una reflexión parecida: "No es que no haya
logrado motivarlos, es que no he logrado seducirlos".
De hecho, antes de las grandes citas incluso es necesario
rebajar la extramotivación. El mítico entrenador del Nottingham Forest, Brian
Clough, a veces distribuía cervezas en el autobús a los jugadores para que se
relajasen, aunque hoy por hoy esa práctica deja mucho que desear
nutricionalmente.
6. Confianza
La confianza es un valor fundamental entre personas que
tienen que trabajar juntas. No es necesario que se lleven bien o que sean
amigos, sino que confíen en el talento del otro. Es lo que pasó en el
Manchester United en la década de los 90, en el que Teddy Sheringham y Andy
Cole se odiaban, pero sabían que podían confiar en el talento del otro.
7. Enseñar al talento
En muchas empresas los directivos se esfuerzan en mejorar el
trabajo de las personas incompetentes, dejando de lado a las personas más
valiosas, sabiendo que funcionan bien. Es una oportunidad perdida, según Forde,
pues generalmente la gente con más talento tiene gran capacidad de aprendizaje
y deseos de mejorar. De hecho, son muchos los profesionales que se decantan por
una empresa y otra en función de lo que puede crecer en ella.
Los buenos dirigentes crean una cultura de aprendizaje que
permite a todos mejorar. Es el caso del entrenador del Arsenal, Arsene Wenger,
que ayuda a los jugadores a conocer habilidades que incuso ellos mismos
desconocían. "Yo creo en ti", es muchas veces la frase que necesita
un profesional para empezar a crecer y dar lo mejor de sí mismo.
8. Precaución para reclutar
Hay que ser muy precavido a la hora de fichar a nuevos
talentos. Los equipos son instituciones muy frágiles que se pueden romper al
introducir, por ejemplo, un jugador indisciplinado que no respete las normas o
acabe con la cultura de equipo, que además puede provocar que el talento del
que ya se dispone se vaya. En 2008 el Chelsea tuvo la oportunidad de fichar al
delantero Adriano, un gran talento, pero tras investigar su estilo de vida, el
club dudó sobre su disciplina y se echó atrás. Su carrera acabó yéndose al
garete.
9. Aceptar que el talento se va
Las personas de gran talento no quieren un trabajo para toda
su vida. Las empresas son solo vehículos para desarrollar su talento, a la
espera de ir a un lugar mejor. Un buen directivo debe buscar la productividad,
no la lealtad. Un buen gerente tiene que mantener el talento el mayor tiempo
posible, mientras se prepara para su salida. Nicolás Anelka se unió al Bolton
en 2006, el club de menor nivel de los que había estado nunca. Durante las
negociaciones, los directivos le dijeron que solo querían que estuviera en su
club dos años, pues esperaban que metiese 40 goles en ese tiempo y que un club
más grande quisiera ficharle. Y sucedió: el jugador brilló y dos años después
lo fichó el Chelsea.
10. El pico de forma
Un buen dirigente debe calcular cuál es el pico de forma de
los integrantes de sus equipos. Los futbolistas suelen alcanzar ese tope sobre
los 28 años, cuando las piernas aún se mantienen jóvenes y la cabeza ya tiene
experiencia. Frank Arnesen, director técnico del Chelsea, era más concreto:
"el pico se alcanza tras jugar 300 partidos, estar en tres clubes y sumar
un gran éxito y un fracaso". A partir de ahí comienza la decadencia, y el
desgaste mental y físico. La clave está en sustituir el talento antes de que se
desgaste totalmente.
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