PERSPECTIVA DESDE LA NEUROCIENCIA.
28 noviembre, 2012. Jesús C. Guillén
La psicología establece diversas clasificaciones que
permiten explicar los diferentes rasgos de personalidad y tipos de
temperamento. Desde la perspectiva de la neurociencia, Richard J. Davidson,
basándose en diferentes estudios sobre las bases neurales de la emoción, ha
creado una clasificación alternativa de nuestro perfil emocional en seis
dimensiones que guardan una relación directa con distintos sistemas cerebrales:
resiliencia, actitud, intuición social, autoconciencia, sensibilidad al
contexto y atención.1
Lo novedoso radica en el hecho de que,
aunque exista un condicionamiento genético y una clara influencia de los
primeros años de vida en la conformación de los circuitos neuronales, nuestro
esfuerzo consciente puede alterar el perfil emocional. Mediante el fenómeno
conocido de la neuroplasticidad y con la aplicación de estrategias sencillas,
nuestro cerebro puede cambiar.2
Desde la perspectiva educativa, esto tiene una gran
influencia porque constituye un soporte empírico a la educación emocional que
es tan importante o más en el desarrollo de la persona que la educación
meramente académica. En el siguiente artículo aprovechamos la clasificación e
identificación utilizada por Davidson sobre los diferentes factores que afectan
al perfil emocional para obtener información útil que permita orientar el
plan de acción tutorial y tenga en cuenta la individualidad.
Las emociones sí importan
La moderna neurociencia, concentrada en investigaciones de
autores relevantes como Antonio Damasio o Joseph Ledoux, considera las
emociones como reacciones corporales automáticas que se producen en conductas
específicas y que tienen una función adaptativa.3 Debido a su
gran influencia en la toma de decisiones y en las relaciones sociales, el
proceso de enseñanza y aprendizaje emocional resulta imprescindible.
La educación emocional es un proceso continuo que tiene como
objetivo contribuir a la mejora del individuo a nivel personal y en sus
relaciones con los demás. Una adquisición de competencias que permite afrontar
los desafíos cotidianos, en consonancia con el aprendizaje para la vida que tan
a menudo comentamos.
Los programas de educación emocional favorecen el desarrollo
integral del alumno a través de mejores comportamientos, actitudes más
positivas y resultados académicos más satisfactorios.4
El profesor que desee realizar proyectos para mejorar la
educación emocional de sus alumnos debe creer en la importancia de la misma (ha
de complementar a la educación cognitiva) y tener la formación adecuada. Es
evidente que, para optimizar los resultados, el profesor debe conocer a sus
alumnos. Y para ello, la educación tiene que sustentarse en la propia investigación
del docente, que ha de estar cimentada en resultados empíricos fiables y no en
simples conjeturas condicionadas por convicciones arraigadas.
El perfil emocional según R. Davidson5
Richard Davidson considera el perfil emocional como una
forma consecuente de responder a las experiencias vitales que influye en los
estados emocionales (emociones efímeras que duran segundos), estados de ánimo
(sentimientos persistentes que pueden durar minutos y horas) y rasgos
emocionales (sentimientos que nos caracterizan que pueden durar años). Los
perfiles emocionales son los elementos constitutivos fundamentales de nuestra
vida emocional y, a diferencia de la personalidad, pueden basarse en circuitos
cerebrales específicos que podemos identificar. A continuación, resumimos las
seis dimensiones que utiliza Davidson para clasificar el perfil emocional:
- Resiliencia:
capacidad humana para recuperarse de la adversidad.
- Actitud:
tiempo que somos capaces de mantener las emociones positivas.
- Intuición
social: facilidad para captar los mensajes sociales emitidos por las
personas con las que nos relacionamos.
- Autoconciencia:
cómo percibimos los sentimientos corporales.
- Sensibilidad
al contexto: forma de regular nuestras respuestas emocionales en respuesta
al contexto en el que nos encontramos.
- Atención:
facilidad con la que nos concentramos.
Cada dimensión del perfil emocional describe un continuo y
cada persona puede ocupar una región concreta del mismo que, como veremos
posteriormente, se podrá evaluar mediante una serie de tests concretos.
Respecto a las regiones cerebrales involucradas, pondremos ejemplos concretos
que nos revelan las técnicas de visualización cerebral:
1) Las personas con actitud más positiva muestran mayor
actividad en la conexión entre la corteza prefrontal y el núcleo
accumbens (en el cuerpo estriado ventral, ver figura), regiones que
intervienen en el circuito de recompensa.
2) Los cerebros socialmente intuitivos se caracterizan por
una elevada actividad en la circunvolución fusiforme y una actividad baja en la
amígdala.
3) Las personas con mayor autoconciencia presentan una
activación más elevada de la ínsula.
4) La sensibilidad al contexto es mayor en personas
con una activación del hipocampo más alta.
5) En las personas con mayor capacidad para soportar la
frustración la activación de la corteza prefrontal es mucho mayor en la parte
izquierda que no en la derecha.
Como podemos comprobar, en los procesos emocionales
intervienen prácticamente todas las regiones cerebrales, o bien se ven
afectadas por ellas.
Valoración del perfil emocional: aplicaciones prácticas
A continuación elegimos dos de las seis dimensiones que
caracterizan al perfil emocional, la atención y la resiliencia, que nos sirven
como ejemplo para orientar la acción tutorial. La elección de estas dos
dimensiones se debe a que las consideramos especialmente relevantes en el
proceso de aprendizaje, aunque para obtener una información global sobre el
perfil emocional este estudio habría que realizarlo con las seis dimensiones.
Atención
La valoración de las diferentes dimensiones del perfil
emocional se puede realizar mediante unos cuestionarios que conllevan unas
puntuaciones concretas. Presentamos una adaptación para alumnos de Secundaria
del test propuesto por Davidson referido a la atención.6 Se ha
de responder verdadero o falso mediante un juicio rápido. Las puntuaciones las
damos al final:
1. Puedo concentrarme en un entorno con mucho ruido.
2. Cuando me encuentro en una situación en la que ocurren
muchas cosas y es mucha la estimulación sensorial como, por ejemplo, en una
fiesta o entre el gentío en un aeropuerto, no pierdo el hilo de mis
pensamientos sobre una cosa particular que veo.
3. Si decido centrar mi atención en una tarea particular,
considero que puedo seguir centrado en ella en estos ambientes.
4. Si estoy en casa tratando de estudiar, los ruidos del
televisor o de otras personas me distraen mucho.
5. Considero que si me siento tranquilamente un momento,
una avalancha de pensamientos entran en mi mente y acabo siguiendo múltiples
hilos de pensamientos, a menudo sin saber cómo empezaba cada uno de ellos.
6. Si un acontecimiento inesperado me distrae, vuelvo a
centrar mi atención en lo que estaba haciendo.
7. Durante períodos de relativa tranquilidad, como por
ejemplo cuando estoy sentado en el tren o en el autobús o haciendo cola en una
tienda, me fijo en multitud de cosas que tengo a mi alrededor.
8. Cuando un trabajo importante que debo hacer en
solitario requiere de mí una atención plena y centrada, procuro trabajar en el lugar
más tranquilo que puedo encontrar.
9. Los estímulos y sucesos que se producen a mi alrededor
tienden a captar mi atención, y cuando esto sucede me resulta difícil
desconectarme.
10. Tengo cierta facilidad para hablar con otra persona
en una situación en la que hay mucha gente como en una fiesta. Puedo
desconectar de lo que otros dicen en un entorno con mucha gente, aunque, si me
concentro, puedo entender lo que dicen.
La puntuación se asigna de la forma siguiente: un punto por
cada respuesta que se haya considerado verdadera en las preguntas 1, 2, 3, 6, 7
y 10; un punto también las respuestas falsas en las preguntas 4, 5, 8 y
9; en cambio, puntúan cero puntos las respuestas falsas en las preguntas 1,2,
3, 6, 7, 10, así como las respuestas verdaderas en las preguntas 4, 5, 8
y 9. Si la puntuación total es mayor o igual a ocho puntos, nos indica que la
atención es centrada, sin embargo, si la puntuación es menor o igual que tres
puntos significa que el perfil de la atención es disperso.
Cuestionarios semejantes se utilizan para valorar el resto
de dimensiones y disponer así de información útil para conocer y, si se desea,
cambiar nuestro perfil emocional. Evidentemente, hay que relativizar la
información obtenida mediante cuestionarios simplificados como el presentado,
pero los extremos en la puntuación sí que pueden aportarnos información útil.
Analicemos los resultados obtenidos por un grupo de 23
alumnos que cursan segundo de bachillerato (curso preuniversitario en España)
en el cuestionario sobre la atención:
Como podemos interpretar a partir del gráfico anterior, la
gran mayoría de este grupo (65%) se encuentra en un perfil intermedio de
la atención (entre 4 y 6 puntos) con un ligero desplazamiento hacia el
extremo de atención dispersa (el promedio es de 5,3 puntos). Hay algunos
alumnos (17%) que entran en el rango correspondiente al perfil centrado
de la atención (8 puntos o más).Y, por último, hay 3 alumnos (13% de la
muestra) que manifiestan una tendencia hacia el perfil atencional disperso. A estos
tres alumnos se les había diagnosticado TDAH, por lo que los resultados del
test fueron concordantes en este sentido. Curiosamente, dos de estos alumnos
compartían pupitre y los resultados obtenidos en los test sugerían que esto
podía ser contraproducente. El perfil atencional propio de estos alumnos
requiere una consideración especial.
También podemos obtener información relevante analizando las
puntuaciones en preguntas concretas. Por ejemplo, el 65% de los alumnos
respondieron de forma negativa a la pregunta 1 (puedo concentrarme en un
entorno con mucho ruido), y el mismo porcentaje se dio en las respuestas
afirmativas referidas a la pregunta 4 (…el ruido del televisor me distrae
mucho) lo que indica la necesidad de que estos alumnos dispongan de un
entorno relajado para poder estudiar. La atención, uno de los factores críticos
del aprendizaje, mantiene una relación directa con la emoción7 y
podemos concentrarnos mejor si somos capaces de mantener un equilibrio interno
estable.
Resiliencia
Otra de las dimensiones con importantes aplicaciones
educativas es la resiliencia. Somos conscientes de que las ideas que
tienen los alumnos sobre su capacidad para afrontar las tareas o
problemas influyen de forma decisiva en su comportamiento. Los que tengan una baja
autoestima pueden desanimarse con mayor facilidad.
A continuación presentamos nuestra adaptación del
cuestionario de Davidson sobre la resiliencia8para alumnos de
Secundaria:
1. Si tengo una discrepancia menor con un hermano o amigo
personal, más del estilo “No, te toca a ti lavar los platos”, que “¡Me has
engañado!”, el mal humor por regla general me dura horas o más.
2. Si otro conductor utiliza el arcén para adelantar a
una larga cola de coches que aguardan su turno para pasar e incorporarse al
carril de la autopista, lo más probable es que sacuda la cabeza y no que esté
furioso mucho tiempo.
3. Cuando he sentido un dolor profundo, como la muerte de
alguien allegado, eso ha afectado durante meses mi capacidad de
funcionar.
4. Si cometo un error, falta o equivocación en el trabajo
y me reprenden por ello, le quito importancia y lo considero una manera de
aprender.
5. Si pruebo un nuevo restaurante y la comida me parece
horrible y el servicio no es correcto, eso me estropea la velada.
6. Si me encuentro un atasco de tráfico causado por un
accidente que se ha producido más adelante, cuando dejo atrás el
embotellamiento en general piso a fondo el acelerador para desahogar mi
frustración, pero sigo furioso por dentro.
7. Si se estropea el calentador del agua en casa, no
afecta mucho a mi estado de ánimo, porque sé que se puede llamar al fontanero y
solucionar el problema.
8. Si conozco a una chica (o a un chico) que considero
maravilloso y le pregunto si le gustaría que nos volviéramos a ver, cuando me
dicen que no suelo ponerme de mal humor durante horas o incluso días.
9. Si me están considerando para un premio y acaban
concediéndoselo a alguien que considero menos cualificado, el enojo en general
se me pasa pronto.
10. En una fiesta, si estoy conversando con un extraño
que me parece interesante y me quedo mudo cuando esa persona me pregunta cosas
sobre mí, tiendo a repetir la conversación –en esta ocasión incluyendo lo que
debería haber dicho- durante horas o incluso días después.
Siguiendo con el grupo anterior de 23 alumnos, los
resultados correspondientes al cuestionario sobre resiliencia fueron los
siguientes:
Las puntuaciones mayores o iguales a ocho puntos sugieren
que uno es lento en recuperarse, mientras que si la puntuación obtenida es
menor o igual que dos puntos, ello indica que la persona tiene una resiliencia
alta, es decir, se recupera con facilidad.
La interpretación del gráfico anterior nos permite deducir
que la gran mayoría del alumnado (78%) se encuentra en un perfil de resiliencia
medio-alto (entre 1 y 3 puntos, siendo el promedio de 2,6), en concreto, el 57%
de los alumnos se encuentran en el rango de resiliencia alta (2 puntos o
menos). Estos resultados indican que, en general, el grupo tiene una
resistencia alta pero para superar retos concretos ha de ser complementada por
la motivación adecuada.
En el extremo opuesto, encontramos un alumno con una
puntuación (8 puntos) en el rango de resiliencia baja. Ello indica que
deberemos ser especialmente cuidadosos en la interacción diaria con este alumno
y, sobretodo, en la interpretación de los resultados académicos. Si siempre
debe existir una visión positiva y optimista sobre la evolución del alumno, en
este caso todavía más.
Conclusiones finales
La moderna neurociencia ha establecido que cada uno de
nosotros nos enfrentamos a las situaciones que nos plantea la vida mediante una
combinación de seis dimensiones que constituyen nuestro perfil emocional. Eso
no implica que debamos poseer un determinado perfil emocional. Sin embargo,
asumiendo la diversidad de cada persona, puede ser útil cambiar alguna de las
dimensiones si eso nos permite mejorar en determinadas situaciones. Y el cambio
es posible.9 Existen muchos programas educativos en los que, a
partir de un desarrollo de habilidades sociales y emocionales adecuadas, los
alumnos aprenden a controlar las emociones, a relacionarse mejor con los demás,
a optimizar la autoestima y, en general, a mejorar su bienestar. Y, muchas
veces, los beneficios emocionales van acompañados de beneficios cognitivos.
Desde la perspectiva educativa, estas investigaciones
resultan muy importantes porque facilitan a los docentes pautas
orientativas para enfocar de forma adecuada la actividad tutorial. La
valoración de los alumnos se sustenta así en hechos concretos que deben
desplazar los prejuicios y sesgos que muchas veces intervienen en la acción
tutorial.
Para conocer a nuestros alumnos hemos de conocer cómo
funciona el órgano responsable de su aprendizaje: el cerebro. La confluencia de
la neurociencia y la educación abre nuevos horizontes repletos de optimismo.
Jesús C. Guillén
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