martes, 4 de marzo de 2014

FILOSOFÍA DEL FÚTBOL quinta parte


Del libro: Filosofía del fútbol.

De: Manuel Sérgio - profesor Catedrático de la Facultad de Motricidad Humana.

Autor y co-autor de 37 libros y teorizó, la ciencia de la motricidad humana.

El fútbol como azote metodológico (José Mourinho), donde el método es el de la complejidad; donde en la preparación física, técnica, táctica, psicológica, todo se subordina al modelo de juego.

La forma no es sólo física. Por eso, existe, seguro, la necesidad de un preparador físico? ¡O de un metodólogo del entrenamiento, donde todo se relaciona con todo? En una carta, a los jugadores del Chelsea, Mourinho escribió, al llegar a Stamford Bridge: “A partir  ahora, cada ejercicio, cada partido, cada minuto de vuestra vida tiene que centrarse en el objetivo de ser campeón”. ¡Con qué objetivo? ¡La inmortalidad! Si morir tuviese algún interés, los dioses no serían inmortales.

 La funcionalidad de la complejidad. El deporte como ontología relacional que debe convertirse en praxis. El deporte como como comuniocentrismo, como trascendencia en equipo. Hay que tener en cuenta, en la funcionalidad de la complejidad, los aspectos cuantitativos y los aspectos cualitativos. Sin dispensarlos, porque son herramientas de diagnóstico, el fútbol no es reductible a los datos cuantitativos. Para operacionar la complejidad, es necesario aprender a pensar de forma relacional. Lo simple no existe. En el entrenamiento físico, por ejemplo, han de estar presentes las dimensiones técnicas y tácticas y psicológicas y morales.

 La velocidad, la resistencia, la fuerza, la flexibilidad, la impulsión, etc, las cualidades físicas, han de observarse contextualizadas, a la luz de la lógica de todo, o del modelo de juego y de los objetivos que él supone. La causalidad clásica era lineal, mecánica, determinista. La causalidad compleja no es lineal sino relacional. La complejidad obliga al entrenador a unir y a no separar, dado que un todo organizado dispone de propiedades, incluso hasta el nivel de las partes, que no existen en las partes aisladas del todo. “Son propiedades emergentes”. (Edgar Morín, Ciencia com Consciencia, Bertrand Brasil, Río de Janeiro, 2005).

Un equipo de fútbol es un sistema de sistemas y, de ahí, que la lógica del juego sea también su ilogicidad, fractalidad, imprevisibilidad. Además, un equipo debe prepararse a nivel de la complejidad para lo imprevisto, típico de un sistema abierto. Y tan abierto, que a veces, pienso si la ciencia del fútbol, como de cualquier otra modalidad deportiva, no será la ciencia del caos. Cuando el árbitro pita y el partido comienza, se abre un campo de tantas posibilidades donde todo aparece más allá de lo físico y de la técnica y de la táctica. De hecho, en esa altura, el fútbol es multidimensional y parece nacer, en él, una ciencia aún por descubrir.

 El fútbol nos dice, que el ser humano, cuando quiere trascender y trascenderse, nunca es un dato, sino una tarea a cumplir… en grupo. El fútbol permite al futbolista la aprensión de sí mismo en el otro y del otro en sí. De ahí que el gran jugador se debiese distinguir por ser hombre, antes de ser jugador.

 “Como dice mi amigo Angel  Ruocco, es eso lo que el fútbol tiene que mejorar: su persistente capacidad de sorprender. Por más que los tecnócratas lo programen hasta el más mínimo detalle, por mucho que los poderosos lo manipulen, el fútbol sigue queriendo ser el arte  de lo imprevisto. De donde menos se espera llega lo imposible, el enano da una lección al gigante y un negro esmirriado y de piernas torcidas hace del atleta esculpido en gracia un tonto”. (Eduardo Galeano, futebol, sol  e sombra, p. 180). Un perfeccionista como Tele Santana, que preparaba los partidos hasta el último detalle, también sabía que el gran jugador es el creador de lo inesperado. Por eso, tenía un respeto reverente por el jugador- artista.

 “Es evidente que José Mourinho y Guardiola, Cristiano Ronaldo y Messi, en circunstancias favorables, pueden hacer del Real Madrid y del Barcelona dos clubes-vencedores inigualables. Concentrémonos, en los entrenadores: Mourinho es un sentidor de la filosofía, es un romántico; Guardiola es un filósofo que siente, es un clásico. Trabajo con Jorge Jesus, entrenador del Sport Lisboa y Benfica y también descubro en él el amor de la razón”. (el amor intellectualis, citando a Spinoza).Y veo, en su vida profesional, un perenne diálogo entre la razón y la emoción. Quién dice razón dice norma y permanencia; quién dice emoción dice el ppotenciamiento de la vida como arte y devenir. Mourinho, Guardiola y Jorge Jesus: tres profesionales con un modo de sentir el fútbol donde hay ciencia y arte, donde existe la ingenuidad del creyente y la ironía de la razón. Indiscutiblemente, tres grandes entrenadores de fútbol.
¿Y Vicente Del Bosque? Parece cumplir, a la perfección, las funciones de un entrenador de la primera mitad del siglo XXI: no es un intelectual engagé, con métodos indiscutibles, pero un líder que crea espacios para que los jugadores sean iguales a ellos mismos. Vicente Del Bosque nunca será mitificado – ¡piensa más en los jugadores que en él mismo!

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