Entrevista con Vicente Del Bosque
“El éxito es efímero,
lo que queda es el comportamiento y la actitud ante la vida”
TEXTO: ALBERTO ARGÜELLES
España y la economía mundial han vivido un año 2010 marcado
por la palabra crisis, cuyos efectos inundaron desgraciadamente la mayor parte
de las noticias y sentimientos colectivos de nuestro pueblo por sus difíciles
consecuencias sobre el empleo, la actividad y el bienestar social. Pero junto
con la crisis, si ha habido en los últimos meses un hecho relevante en la
historia de nuestro país, por lo positivo que supuso como alegría y bálsamo
para una sociedad como la española, que valora y ama como pocas en el mundo el
deporte, y en especial el fútbol, ese fue sin duda el deseado triunfo de España
en el Mundial de Sudáfrica.
La épica de nuestro país recordará siempre el verano de
2010, el año en el que nuestra Selección prolongó sus éxitos internacionales,
rompiendo definitivamente con aquel maleficio de la eliminación en “cuartos”,
destrozada en la Eurocopa austro-suiza de 2008, y elevando por fin a España a
campeona del mundo en un deporte de tan profundo significado para el conjunto
del Estado.
Aquel Mundial, grabado ya ha fuego en la memoria colectiva
de los españoles, nos dejó varias imágenes para el recuerdo: los golazos de
Villa, el beso de Iker Casillas a la Carbonero, el cabezazo de oro de Puyol a
Alemania, la extraordinaria dirección “orquestal” del maestro Xavi o el agónico
y orgásmico gol de Iniesta en la final frente a Holanda, corriendo hacia la
historia con su camiseta interior al aire, pintarrajeada en recuerdo del
malogrado joven futbolista del Español, Daniel Jarque. Pero pese a que estos
grandes futbolistas, y sus compañeros de selección y generación, ya se han
convertido en un icono de nuestro deporte y de nuestra sociedad, son muchos, por no decir la inmensa mayoría,
que atribuyen mucha de la parte del histórico triunfo de nuestra selección, no
a una de nuestras grandes estrellas del balompié nacional, si no a su
“general”, al entrenador Vicente Del Bosque.
Vicente Del Bosque, nacido en Salamanca en 1950, representa
como nadie la imagen del español humilde, castellano viejo y sobrio, un hijo de
la postguerra al que, pese a su temprana habilidad para el arte del fútbol,
hizo del entrenamiento y la disciplina la base de su trabajo para llegar a lo
más alto de su profesión. Un hombre que, pese a conocerse sabedor de su
privilegio -a los 16 años ya había sido fichado por el laureado Real Madrid-,
nunca se olvidó de su mundo y sus raíces, una vida cotidiana, alejada de las
portadas del As, del Marca o el Don Balón, donde el hambre se ahuyentaba con
madrugones, fríos, brazos cansados, sudor de riñón y muchas cuentas imposibles
para hacer alimentos, estudios, ropa…
De familia humilde
Hijo de ferroviario (Fermín) comprometido con la causa
republicana, y padre de tres hijos, uno de ellos (Alvaro) afectado por la
alteración genética denominada Síndrome de Down, Del Bosque fue el único que no celebró ostentosamente
los goles y triunfos de España. No lo hizo no por algo en especial, ni siquiera
por ser un hombre de alegrías contenidas, sino por una forma de ser educada y
señorial, compendio de austeridad, serenidad y mesura que contrasta en una
sociedad donde la imagen confunde el fondo, donde la fama, el dinero y el éxito
difumina otros conceptos como la formación, la honestidad, la prudencia, la
moderación, el rigor, la fidelidad a los valores más clásicos y elevados del
aprendizaje humano…
Y Del Bosque nos
enseña en todas las parcelas de la vida que se puede ser “una estrella”, un
grande del llamado “deporte rey” del Planeta siendo sencillo, como el aún se
siente a sus 60 años: ese niño soñador de familia llana y proletaria, que todos
los veranos jugaba por la dehesa de Ledesma mientras fantaseaba con una pelota
de trapo con los ídolos de su tiempo: los ya míticos Pelé, Garrincha o Vavá, de
Brasil; los europeos Charlton, Fontaine, Kopa o Yashin, o los nacionales Telmo
Zarra, Zoco, Lapetra o Luisito Suárez.
Del Bosque dejó de ser futbolista en 1984, tras 18 años de
éxitos deportivos en un Real Madrid que pese a su grandeza, era un club imbuido
por el liderazgo personal de Santiago Bernabéu, un presidente que construyó las
bases de la entidad deportiva más importante y trascendente del Planeta en el
siglo XX partiendo un ideario sencillo, más asemejado a una organización social
o a una orden religiosa, que a un equipo o a una empresa. Del Bosque, moldeado
por esa Escuela, es fruto de esa filosofía, plagada de valores de austeridad,
trabajo y humildad.
El Montepío de la Minería Asturiana, conocedor del cariño
que muchos de nuestros mutualistas dispensan a Vicente Del Bosque, no solo por
su extraordinario triunfo como máximo responsable de la Selección Española en
el Mundial de fútbol, si no por su ejemplar y brillante trayectoria deportiva y
humana, solicitó a la Real Federación Española de Fútbol, a través de la
federación asturiana, que preside el langreano Maximino Martínez, una
entrevista con Del Bosque con el fin de a cercar un poco más a los lectores y
lectoras de la Revista Montepío a quien sin duda es uno de los españoles más
importantes y reconocidos del momento, dentro y fuera de nuestras fronteras. El
presidente del Montepío, José Antonio Postigo, aprovechó la entrevista para
entregarle en nombre de toda la Mutualidad, y en reconocimiento a esa labor la
simbólica “lámpara minera”, cuyo grabado sintetiza lo expresado por millones de
personas en la calle hacia su persona: “En homenaje a Don Vicente del Bosque,
por convertir a España en Campeona del Mundo de Fútbol 2010 desde un liderazgo
humilde, plagado de valores ejemplares”. La entrevista, concedida en un Hotel
de Madrid las últimas horas del año 2010, confirma todas estas impresiones.
La primera pregunta,
pasado ya un tiempo prudencial y con un poco de perspectiva ¿Qué está
suponiendo para el fútbol y el deporte español el triunfo en el pasado Mundial?
Una alegría muy grande, en un momento muy especial para
nuestro país, afectado por ese contexto general de crisis. Ha sido un año
extraordinario en lo personal, porque siempre es satisfactorio conseguir los
objetivos que nos habíamos marcado. Sobre todo cuando esos objetivos eran tan
deseados por el pueblo español, y me consta que también por otras muchas
personas que por motivos de residencia, culturales o de seguimiento de nuestra
Liga, están vinculados a España. He dicho muchas veces que cuando llegamos a
España con la Copa Mundial me impresionó mucho las riadas de gente, pero
también ver con la bandera de España a gran cantidad de inmigrantes que lo
sentían como propio. En lo profesional nuestro fútbol ha salido reforzado.
En la Eurocopa
dejamos de ser la Cenicienta de los cuartos de final, pero el Mundial era la
gran prueba de fuego… con su experiencia ¿Dónde reside la clave del éxito en un
Mundial?
El gran protagonista de este triunfo ha sido el fútbol
español. Definitivamente hemos acabado con todos esos tópicos negativos que
venían rodeando a la selección y hemos situado en su justa medida internacional
a nuestro fútbol, que a nivel de clubes, siempre ha tenido una posición
hegemónica. Hasta el triunfo en la Eurocopa, la situación era atípica, en parte fruto de la mala suerte o
de la presión excesiva. En una fase final de un Mundial, se trata de intentar
estar en forma psíquica y mental durante el periodo. Y también tener esa pizca
de suerte. Pese a que hubo momentos delicados, lo conseguimos. Ahora, con este
último triunfo en el Mundial, la selección se ha sumado a las buenas noticias
de los clubes, con una generación de jugadores muy brillantes, que estoy seguro
nos va a dar nuevas alegrías, y que consigue la exaltación de nuestro fútbol y
nuestro deporte a nivel mundial. Haber ganado en los dos últimos partidos a dos
grandes naciones como Holanda y Alemania da aún mayor brillo a un triunfo que
ha llegado al corazón de un país.
¿Cuál es la clave del juego de España y nuestra seña de
identidad frente al resto?
Hemos juntado a una generación maravillosa de jugadores, muy
educados en lo deportivo y profesional, con experiencias al máximo nivel en sus
clubes y también recorrido internacional. Les gusta tener la pelota, son
disciplinados, luchan y pelean y tienen hambre de gol y de triunfos. Además,
son chavales majos que tienen un buen comportamiento en su vida y creo que es
también digno de valorar.
Su imagen como entrenador está a medio camino entre “El
hombre tranquilo” y “el viejo profesor”. Y el Mundial ha acrecentado esta
imagen puesto que no pierde nunca la compostura, ni siquiera en un momento tan
exultante como fue el gol de Iniesta.
Esa contención no fue
premeditada: Vi un gesto raro en el juez de línea, que se había quedado parado,
como pensando si Iniesta había recibido el pase en fuera de juego. No las tenía
conmigo de que no lo anulase. Y después tenía interiorizado que una celebración
extraordinaria nos podía pasar factura para lo que quedaba de tiempo. Había
visto lo que un día le había pasado al entrenador de Croacia en un partido que
perdieron de manera absurda, precisamente por la energía derrochada durante la
celebración de un gol. Temía que a mis jugadores dieran el triunfo por hecho. Y
estábamos jugando una prórroga de una final de un Mundial con lo que ello
supone de esfuerzo. De ese día, por lo que el nerviosismo y la tensión influyen
sobre las piernas. Y por lo mucho acumulado, no solo durante esa competición
sino durante todos los meses previos en los que nuestros jugadores tienen que
rendir al máximo nivel en todos los partidos. Mi contención era de preocupación
y de responsabilidad, más que nunca para mantener ese resultado y culminar ese
triunfo.
Pero siempre mantiene la compostura.
No soy de las
personas que se alteran o que exteriorizan sus emociones o su agresividad en el
mundo profesional. Lo mío es dirigir. No suelo dar voces en la banda porque no
creo que aporte nada. Creo en explicar y en convencer. La autoridad por la
autoridad no sirve para nada. Eso no quiere decir que no me internamente no me
cabreé cuando las cosas no salen como entrenamos o como uno espera.
Es usted en casa
igual que fuera.
Sí, intento ser buen padre. Intento trasladar la ética del
buen comportamiento personal como un valor por encima del triunfo o del éxito,
que siempre es efímero.
Ninguno de sus hijos ha querido ser futbolista.
Me hubiera gustado
pero no tienen condiciones.
¿Qué le gusta hacer
en su tiempo libre?
Aprovechar al máximo el tiempo con mi familia y trastear con
el ordenador.
Tras el gran triunfo ha habido derrotas sonadas en Argentina
y Portugal, somos el rival a batir y la gente ya no quiere perder ni en los amistosos
¿percibe que ese triunfo puede condicionar a corto plazo el trabajo del
seleccionador o el perfil psicológico de los seleccionados?
Distingo entre las derrotas de Argentina, en un contexto
deportivo muy extraordinario, y la de Portugal. Esta última fue más dolorosa
porque no hicimos bien las cosas. Tenemos que ser conscientes de ahora existe
una responsabilidad mayor por ser campeones del mundo y que no podemos mirar
para otro lado. Dicho esto, creo que nuestra derrota con Portugal, aunque en un
amistoso, es un accidente que debemos relativizar y estoy seguro que vamos a
recuperar nuestro máximo nivel competitivo en el próximo partido contra
Colombia, en febrero.
Aunque sea una
pregunta difícil por su responsabilidad ¿Cuáles cree que han sido en la historia
del fútbol español los futbolistas o entrenadores que más han influido en la
historia de la Selección y de este deporte?
Son muchos y citaría también a personas como Santiago
Bernabéu, que en el apartado de clubes dieron una dimensión desde la base a
nuestro fútbol. Y muchos otros que conocí en el campo y en la ciudad deportiva
del Real Madrid durante los 36 años que estuve ligado al club de mi vida. Pero
si he decir uno, diría Zidane, por cómo juega al fútbol, pero también por su
carisma dentro y fuera del campo.
Y de otra forma ¿Quiénes eran sus ídolos de niño?
Groso, Pirri y Velázquez. Ellos consiguieron la Copa de
Europa de 1966 y juntos hacían un jugador perfecto. De niño seguía al Salamanca
y al Athletic de Bilbao.
Entre los años 70 y 80 fue uno de los centrocampistas más
destacados de España y del Real Madrid… han pasado 30 años… ¿Cuál es su mejor
recuerdo como profesional y como ha visto la evolución del fútbol en este
tiempo?
Son muchos los recuerdos, pero el más intenso es el de la
final de la Copa de Europa que perdimos en 1981 París contra el Liverpool. Nos
hicieron un gol en el 82 y no remontamos. Aquel equipo estaba dirigido por
Boskov y en el estábamos compañeros como Camacho, Juanito, Santillana,
Stielike… También citaría los primeros que jugué con la selección española, por
lo que supone de orgullo y honor vestir la camiseta nacional. Más que de
momentos, me quedo con trayectorias. Tengo que reconocer que disfruté más como
jugador que como entrenador, porque era joven y tuve la inmensa suerte de
ganarme la vida practicando mi deporte favorito.
Curiosidades de la vida, usted como jugador nunca jugó un
Mundial.
Me hubiera
correspondido el de Argentina de 1978, pero una lesión me hizo no entrar en las
últimas listas y Kubala, que era una bellísima persona, no me convocó para la
última.
¿El entrenador nace o se hace?
Se va haciendo uno
con la vida y las experiencias. Ser entrenador es ser un poco de todo, porque
conlleva un trabajo humano, táctico, de despacho y de representación.
¿Por qué se hizo
entrenador?
En mis últimos meses
como jugador eran muchos los entrenadores que te decían que hacía falta volcar
la experiencia que teníamos como futbolistas trabajando con la cantera. En mi
caso esos fueron Miguel Muñoz y Luis Molowny. Había ganado dinero, pero no para
vivir toda la vida y había que buscar un trabajo que casara con lo que quise
ser (futbolista) y con lo que hubiera podido haber sido (maestro). Y lo
definitivo fue ver que otros compañeros se apuntaban también al curso.
¿Qué técnicos han influido más en usted?
Los citados anteriormente y Milan Miljanic y Vujadin Boskov,
que también entrenó al Sporting.
¿Guardiola o
Mourinho?
Los dos son muy
buenos, cada uno en su estilo.
El Mundial le sitúa en la cima, pero entre 2000 y 2003 usted
consiguió 7 grandes títulos con el Real Madrid, entre ellas dos Champions, sin
embargo e incompresiblemente no renovó. El destino le ha deparado un éxito aún
mayor ¿Cuál es la moraleja?
Que lo importante es el trabajo y las trayectorias. Mi
salida del Real Madrid fue difícil porque estábamos en un buen momento, pero no
me pilló por sorpresa porque uno sabe que cuando llega al primer equipo, el
siguiente paso es siempre salir. Lo único es que normalmente uno suele salir
cuando fracasa y en mi caso puede hacerlo con el respeto de la gente. Estoy
enormemente orgulloso de mi etapa en el Real Madrid y gracias a ella pude vivir
otras etapas felices y enriquecedoras, como ésta que ahora estoy viviendo ahora
al frente de la Selección, o la que previamente pasé con mi familia en Turquía,
dirigiendo al Besiktas.
Un Mundial y dos Champions ¿y la mayor derrota?
En un partido de la
vieja Copa de Europa, como futbolista, en Belgrado. Habíamos ganado 2-0 en el
Bernabéu y el Estrella Roja nos empató y nos ganó a los penaltis. Fue un
impacto emocional tremendo.
Texto Alberto Arguelles
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