lunes, 12 de noviembre de 2018


EL ENTRENADOR Y LA GESTIÓN DE RESULTADOS.
/Conceptuando. /opinión.

Sobre la influencia del entrenador en los éxitos o fracasos de sus equipos  podríamos decir que depende. Es quién debe tener claridad para descubrir en que sector de la cancha resulta más eficaz un jugador, por ejemplo. Y ensamblar esas características a una idea colectiva de juego. Él será quién defina las estrategias y tácticas. En definitiva es un organizador. Si se equivoca, el conjunto se verá en circunstancias complicadas. Debe ser el entrenador un gran complemento para las ideas, capacidades, de sus jugadores, es vital eso. Un buen entrenador debe convertir a sus jugadores en lo más importante del juego, a través de su talento, su creatividad, su motivación, su carácter, personalidad, su clase,  su manera de transmitir lo que se necesita.

Dice Angel  Cappa que se puede ganar un partido de varias maneras. Inclusive de casualidad, pero hay una sola forma de  jugar bien. No hay alternativa, se juega bien o se juega mal., aunque de vez en cuando la suerte influye perjudicando o protegiendo a un equipo.

Lo primero que define la calidad de un equipo es su relación con la pelota. Innegociable. Paciencia, control y pases precisos, combinaciones rápidas para mover al adversario, amplitud en juego por bandas que permita utilizar con ventaja los carriles interiores, defender bien para atacar mejor, o atacar bien para defender mejor pero siempre que vayan unidas en ese accionar de conexiones, interacciones, que exige un inteligente juego colectivo.

Un entrenador tiene su idea de juego. Pero debe adaptarla no solo a las características de sus jugadores sino a su saber hacer. Eso es clave. Dar en la tecla, como bien dice Guardiola. A partir de ahí va llevando progresivamente a sus jugadores, construyendo y reconstruyendo siempre, aprovechando cada entrenamiento, cada juego, cada triunfo o derrota, gestionando con inteligencia, coherencia ese orden y caos que se alternan durante todos los momentos del partido.

El jugador de fútbol debe convencerse razonando. No obedeciendo. Jugar, actuar, sin sentido a lo que se hace en la semana previa al partido es nefasto. El jugador debe concientizarse de que cada que entre a un entrenamiento o juegue un partido, al finalizar éste debe salir mejorado. La autoexigencia será un factor clave para ir en la búsqueda de esa excelencia, que será imposible de alcanzarla, pero le obliga a avanzar, crecer, mejorar.

Primero están las ideas, después los jugadores y sus características y luego el modelo de juego y su continua evolución. El entrenador ver-observar-comprender- todas las situaciones que se van viviendo e ir adaptándolas.

El juego y su intratable dinámica impensada, muchas veces no gana quién tiene las mejores cartas, sino quién juega mejor con las que ya tiene. En la vida, en el fútbol, y su maravilloso juego, no existe una verdad única que sea igual para todos. Hay que distinguir lo diferente. Apreciar lo similar. Cada quién es cada cual. La incertidumbre y la certeza juegan un papel decisivo en su acertada gestión de cara a los intereses del equipo y los rendimientos.  

“Voy avanzando muchas veces con más dudas que certezas. Sé que la duda es ansiogénica y la certeza es analítica, pero en ese camino, construyendo conocimiento, prefiero convivir con el riesgo de la incertidumbre que con la ilusión de la certeza”.

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