jueves, 5 de febrero de 2015

NO SE QUEJE... JUEGUE.


"El JUEGO HA DEJADO DE SER JUEGO".
por Ignacio Benedetti./

 Se indignan los jugadores, protestan los entrenadores, se mortifica el público y se asustan los árbitros. Mientras tanto, el juego ha dejado de ser juego para convertirse en la acumulación de frustraciones de una sociedad que cada vez se muestra más enferma y menos tolerante con sus protagonistas.

En esa infernal dinámica, olvidamos que hay pocas condiciones que nos convierten en semejantes; la mortalidad y la imperfección son seguramente las más notables y reconocibles. Y en vez de aceptarlas y vivir a gusto, acumulamos más de dos mil años desafiando al tiempo y peleando para neutralizar lo imposible.

Cuánto cambiaría todo si en lugar de perder el tiempo levantando el brazo ante cada posible fuera de juego siguiéramos jugando, o si sencillamente nos dedicásemos a comprender este deporte como un encadenamiento, no como un rompecabezas. Lo sucedido en los cuartos de final de la Copa del Rey, cuando cuatro jugadores colchoneros, en vez de intentar interrumpir la reacción blaugrana, protestaron un posible penal de Jordi Alba, es el perfecto ejemplo de lo que trato de explicar.

 ¿El resultado de la queja? Un equipo partido en dos que permitió el contragolpe y, a la postre, el gol que sepultaba sus esperanzas.

Aun así, y sabiendo que se corre el riesgo de desligarse de la dinámica del juego, el futbolista prefiere convertirse en abanderado del lamento y el disgusto, lo que casi siempre es aprovechado por su contrincante para hacer lo mismo que el Barça: anotar un gol.

El público es culpable también de tanta histeria y tanta pena. Impulsados por esa degeneración que conocemos como medios partidarios, somos nosotros los primeros en darle fuerza a cualquier intento de protesta, por más increíble que esta sea, y caemos en el juego del Barto de turno, hasta encontrar cualquier mancha que haga sospechar de las instituciones más que de quienes son señalados como infractores.

Ya no dudamos del arbitraje, ¡ahora lo señalamos como culpable antes de que la pelota eche a rodar!, y desde la prensa tradicional se escudriña lo suficiente como para darle asidero a cualquier teoría conspirativa. Es el mundo al revés: el delincuente señala a la institución y el auditorio, al mejor estilo de borregos sin freno, sigue el camino de aquel que levanta la voz, aunque sus reclamos sean tan creíbles como las excusas del bueno de Sandrusco.

Ante semejante panorama no queda sino recordar a Voltaire cuando dijo que “la idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás”, y en este caso, ese colectivo no es otro que el equipo, quien se convierte en rehén de la torpeza humana.

Pero hay reproches que sí vale la pena atender, como los que pronunció Marcelo Bielsa en su más reciente comparecencia pública. El entrenador argentino se encargó de recordar algunas verdades. “El periodismo al público lo único que le ha enseñado de fútbol, en líneas generales, obviamente, porque hay sabios dentro del periodismo a los que yo leo semanalmente para nutrirme, es solo sobre geometría: 4-3-1-2; 4-4-2; 3-4-1-2, o siglas de esa naturaleza que no necesitan ser explicadas más allá de los números“.

El Loco –cada vez más cuerdo y menos cercano a la banalidad de aquellos a quienes critica– mete el dedo en la herida. Sus palabras deberían llamar a la reflexión, no para examinar el juego de su Olympique, sino para preguntarnos qué tanto nos gusta el fútbol, o si realmente estamos en esto para alimentar nuestras propias miserias.

El show, ese que fomentan los padres de la protesta, la queja, la acusación y el reproche, debe continuar. El contenido de los entrenamientos, como dice Bielsa, no interesa, como tampoco lo que sucede en los partidos. Esto se ha convertido, como avisaba Panzeri, en el negocio de un mal juego, a lo que yo agregaría que vive, el negocio, de los gritos y la histeria.

 Del juego se ocupan pocos, señalados por los protestantes de oficio como locos, esos a los que Kerouac definió como “la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un ¡¡¡Ahh!!!”. O mejor dicho: gente de fútbol, gente que juega y no se queja.
* Ignacio Benedetti. 

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