El entrenador
del Atlético de Madrid, compartió diferentes conceptos de la conducción en el
fútbol.
"Los partidos no los
ganan los que mejor juegan, sino
Los que están más seguros de lo que hacen”.
Un obsesionado de su
profesión, con una personalidad que le ayuda a gestionar e inculcar a un grupo
cuál es el camino a seguir. Nació con el don de saber convivir con la presión,
adicto de por vida al aroma a césped.
“El liderazgo dentro de un
equipo no se elige. Tú no decides que quieres ser el líder de un equipo. Es el
propio equipo el que te sigue por tener tú una serie de características que te
diferencian del resto. Sé que lo tengo, es natural, se da, no hay que pensarlo
más”.
“En la conducción de
un grupo intento hablar poco. Siempre prefiero que sean los hechos los que
vayan marcando mi trayectoria y mi personalidad. Al final, es el tiempo el que
va determinando tanto las acciones del director del grupo como de sus
componentes”.
“El jugador lo que quiere es
algo concreto, que le hables de algo que le interesa, que seas capaz de llegar
a él, de entrar en su mente para provocarle una reacción y una identificación
que es tan necesaria para el buen funcionamiento del grupo”.
“Cuando hay algún problema,
en esos momentos se precisa de charlas profundas, que ayuden a desatascar el
problema en el que se haya podido ver afectado el grupo.
No se necesita buenas
palabras ni quedarse en la superficie porque entonces el problema vuelve a
salir en cualquier momento. Hay que afrontarlo de cara”.
“Soy de los que prefieren
dar la cara, atacar los problemas y no callarme y pasar inadvertido. Incluso
voy más allá. Me muevo mejor en un entorno con problemas que en otro que se
caracterice por la tranquilidad”.
“En la vida hay que dar la
cara. Uno no puede esconderse. Hay que tomar decisiones y no pensar si lo que
tú haces le va a parecer bien al resto. Has de actuar en consonancia con lo que
te pide el cuerpo. No huir de los problemas. Cuando uno se encuentra en una
situación enquistada, la única forma de resolverla es plantándole cara y no
escondiéndose.
En este sentido es muy
importante la labor de seducción del grupo. Hay que cautivarlo con tus
palabras, con tus hechos, para llevarlo donde tú quieres, donde crees que es
conveniente situarlo. De esta manera empiezas a poner la primera piedra para
conseguir posteriormente el éxito.
El grupo tiene que estar
contigo, tiene que creerte”.
“Soy muy intuitivo. Me
adelanto a problemas que pueden aparecer. Veo venir los acontecimientos. Y
luego también hay veces que cuando todos piensan que voy a explotar actuó de
forma tranquila, aunque es cierto que en algunos momentos soy muy impulsivo y
arraso con todo lo que se me pone por delante”.
“El entrenador debe penetrar
en la mente del jugador, así puede mejorar de forma muy importante su
rendimiento. El futbolista tiene que percibir que su entrenador está
completamente seguro de lo que le pide.
Siempre busco potenciar las
virtudes del jugador, encontrar su mejor versión y disimular sus defectos. Hay
técnicos que entrenan los defectos de los futbolistas e insisten en ellos. A mí
esto no me gusta porque creo que les pone más en evidencia.
El jugador debe jugar a lo
que sabe jugar y de esta forma se creerá que es mejor de lo que es.
Con este pensamiento saldrá
fortalecido y en consecuencia también beneficiará al grupo.
El equipo irá para arriba
cuando sus miembros
estén fuertes, mentalizados, conscientes de su importancia dentro de la
dinámica de la plantilla”.
“Mi trabajo va
encaminado a potenciar a los jugadores y en su crecimiento está la mejor
expresión de mi tarea,
y no en lo que digan los periódicos o las radios”.
“Las finales no se juegan,
se ganan. No importa cómo vas a jugar ni contra quién porque el rival no lo
eliges tú. Lo que se recuerda luego con el paso de los años es quién ganó y
nadie retiene en su cabeza si el juego fue lindo o no”.
“La mentalización del equipo
antes de una final no varía mucho respecto a un partido de menor trascendencia.
Durante la semana sigo la misma rutina. Excepto que según se va acercando el
día del partido procuro hablar lo menos posible con el grupo. ¡Por qué lo hago?
Es parte de la estrategia dejar al jugador tranquilo el día antes de los
grandes encuentros.
A esas alturas de la semana
y con la cercanía del partido, el futbolista ya no escucha nada.
Lo que tú digas o los vídeos
que les pongas ya no los asimila. Ya no recibe la información que tú deseas. Su
cabeza está para otras cosas. Te mira y te escucha pero él quiere otra cosa”.
“El cambio importante que sí
introduzco antes de los grandes partidos es la charla nocturna en la previa del
encuentro. Es cuando trato a los jugadores como si fueran mis hijos. El mejor
momento para hablar a los niños es por la noche, cuando se van a acostar.
Llegan a la cama, tranquilos, relajados, te cuentan lo que han hecho durante el
día y todo lo que han ido almacenando en su cerebro.
Es a partir de las once de
la noche, el momento idóneo para dirigirme a ellos. El cuerpo técnico y yo
comenzamos a esa hora a visitar a los distintos miembros del grupo en sus
habitaciones para hablar con ellos.
Durante unas dos horas charlamos
con los jugadores de forma individual y les transmitimos lo que queremos de
ellos. Son palabras que inciden no sólo en el aspecto profesional, sino también
en el personal. Es cuando están más receptivos y cuando asimilan de forma
natural todo lo que escucha.
La charla la personalizamos
para cada componente de la plantilla, le decimos lo que esperamos de él y le
trasladamos aspectos más directos para que se sienta importante y sea
consciente de la trascendencia del partido. Hablamos de los sentimientos que nos
despierta. Primero como hombre y luego como futbolista.
Es un momento de entrega
mutua. El cuerpo técnico habla y el jugador escucha”.
“Tras las charlas
individuales, el grupo duerme y lo que ha escuchado con atención minutos antes
se le queda grabado para manifestarse en el momento de la verdad.
Por supuesto que cada
jugador necesita de un trato diferente. No todos son iguales y las charlas
deben ser específicas para cada uno.
Con algunos serán
suficientes diez minutos y con otros necesitarás el doble. Es labor del
entrenador saber el tiempo que precisa cada uno.
A pesar de que no estudie
psicología, me considero intuitivo y práctico y sé lo que debo dar y pedir a
cada miembro del grupo para llegar a él con mis palabras”.
“Al final, lo que termina
atrayendo hacia ti al futbolista es la capacidad que tengas para llegar a él
con tus palabras. Debes poner en marcha tu poder de convicción. Si no tienes
capacidad, el convencimiento ya da igual”.
“Me rijo por una serie de
normas como el respeto, la seguridad, la convicción o el orden.
En las concentraciones
quiero que los jugadores almuercen en una sola mesa, teniendo a sus compañeros
cerca, mirándose a la cara, todos se relacionan. Esto es lo importante”.
“Soy de los que defienden
que se juega como se entrena. Y un entrenamiento es la mejor versión para que
un entrenador compruebe quién quiere jugar y quién no”.
“Yo soy bastante abierto y
normalmente dejo entrar a los medios de comunicación a los entrenamientos. A
veces hago excepciones. Los días previos a los partidos sí que me gusta hacer
alguno a puerta cerrada para mejorar algunas cosas o ensayar jugadas”.
“Y lo que los demás me digan
o piensen me da igual. Lo único que cuenta es mi pasión y mi convencimiento en
lo que hago”.
“En la vida he tenido que
tomar muchas decisiones que han podido derivar posteriormente en complicaciones
o problemas. No puedo ir analizando todas las decisiones que tomo ni tampoco si
a los demás les va a parecer bien o mal lo que hago. Siempre hay que ir en
busca de lo que uno cree, ser claro y tener argumentos suficientes en los que
apoyar esas decisiones”.
“He sido toda mi vida muy
tozudo, muy cerrado en mis convicciones, aunque también es cierto que con una
cabeza muy abierta. Si me propongo algo, estoy siempre muy cerca de lograrlo… Por
no decir que lo consigo seguro”.
“Lo más difícil es hacerles
sentir a todos que son una parte importante dentro del grupo. Y que todos
adopten el mismo pensamiento. Es una tarea complicada, pero si se logra es más
fácil que llegue el éxito”.
“Hay que tener en la cabeza
que nadie es más importante que nadie, y que cuando alguien lo cree está más
cerca del fracaso que del triunfo. Todos tenemos que ir por el
mismo camino”.
“El compromiso del grupo. El
esfuerzo no se negocia”.
"Lo que busco en
un grupo es un compromiso en el que todos participemos.
Si el trabajo
colectivo está encaminado al bien del conjunto, las situaciones problemáticas
se solucionan con mayor facilidad.
Todos juntos podemos
hacer grandes cosas, pero si hay grupitos dentro del grupo el castillo se
cae".
"Los componentes
del grupo deben respetarse y deben entender las peculiaridades de cada uno.
Cada uno tiene una manera de ser y distinto en sus reacciones, ante
hechos parecidos".
"Hay que aceptar
que no todos tienen que ser amigos entre sí, aunque sí deben caminar juntos,
independientemente de la relación personal más o menos estrecha que pueden
tener".
"Cuando el equipo
está fuerte y todos sus miembros piensan en la misma dirección y en el mismo
objetivo, el grupo se encuentra mucho más fácil y las victorias están bastante
más cerca".
"A la hora de
confeccionar el equipo titular busco siempre lo que me pide el equipo.
No todos los partidos son
iguales. En la cabeza tengo la idea de que el grupo fortalezca una gran
identidad de juego en la que se piense como equipo.
Todos los individuos
deben pensar que nadie es más importante que el grupo.
Ni siquiera el crack
del equipo puede pensar eso.
El número uno también
necesita del equipo para desarrollar su juego y para seguir siendo el
mejor".
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