Posesión del balón vs Posesión del espacio
por FRANCISCO RUIZ BELTRAN
Cuando atendemos a la construcción de un modelo de juego
para nuestro equipo, los entrenadores tratamos de encontrar una organización
colectiva para cada momento en el que te encuentres durante un partido (momento
ofensivo, defensivo o en momentos de transiciones). Algo similar sucede al
estructurar los entrenamientos, buscando, eso sí, ejercicios en los que se
practiquen todos los momentos del juego en una misma tarea.
Aunque los entrenadores acostumbran ahora a decir que
todos los momentos del juego están relacionados, algunos parecen no entender el
objetivo del juego: marcar más goles que el rival. La prensa deportiva, los
‘moralistas’ del juego y algunos entrenadores con mensajes interesados o
jugadores de golf que hablan desde el sillón han generado el debate del “juego”
en torno a su belleza, a su plasticidad, al tiempo que cada equipo tiene el
balón o según lo divertido que es observar a unos y a otros.
El fútbol ha sido invadido por debates sobre los principios,
los valores, la humildad o las actuaciones de cara a la galería y se ha dejado
de lado, cómo si no fuera lo único importante, la eficiencia. En el caso del
entrenador, esta eficiencia se ve reflejada con trabajo de calidad y
resultados, no según diga una cosa en rueda de prensa o celebre el gol en
silencio y no dando gritos de alegría. Es más, ya decía Maquiavelo que “la
Diosa Fortuna sonreirá en preferencia a aquellos que obren con resolución y
energía para cumplir sus planes en lugar de a aquellos que se enorgullecen de
su prudencia (…) la fortuna siente debilidad por los audaces”.
Entre las características del entrenador audaz estará “contemplar
lo que se dibuja en la distancia (…) observar de antemano los lugares que
sobrevolará y prepararse para los acontecimientos que allí le aguardan”. El
líder eficaz “cuando el sol brilla, piensa en los días de tormenta y se
prepara para su llegada sin caer en la indolencia”. Por tanto, no puede
ser “un simple pajarillo que sólo tiene ojos para lo que sucede ante
él”. La metáfora del águila y el pajarillo es muy común en el fútbol en
cuanto a que algunos no pueden ver más allá de la posición del balón sin tener
en cuenta que si no dominas el espacio no dominarás el objetivo del juego:
marcar más goles que el rival.
Por eso, es tan
importante dominar la defensa cuando atacas y el ataque cuando defiendes y más
en un fútbol con muchos argumentos tácticos que reducen la posibilidad del gol
casi siempre al error del adversario o al momento de transición donde el rival
está más desorganizado. Y para estar en disposición de esas oportunidades, no
se necesita tanto el balón como una organización óptima para aprovechar el
segundo en el que lo tienes; es en ese momento en el que has de tener una
disposición colectiva que pueda aprovechar sus recursos y llegar al gol.
Por eso, en tiempos en los que todos hablan de
que “no hay ataque sin defensa y viceversa” hay entrenadores
que, muchas veces embobados por el juego del Barcelona –uno de los equipos que
más tiene el balón pero también que mejor domina el espacio– parecen no
entender el significado de la frase que tanto usan y su utilización de la
posesión es más bien un recurso para que el rival tenga más facilidades en el
momento de la recuperación. El movimiento del balón nunca es
intrascendente…¡puede ser trascendental para que pierdas tú el partido! Si el
equipo, en organización ofensiva, lleva el balón de un lado a otro, sin
conseguir desordenar al rival por la horizontalidad de los pases y, además,
fruto de la frustración que conlleva no progresar teniendo tanto el balón se
buscan soluciones más “improvisadas” con movimientos, desmarques o conducciones
individuales a las que el equipo no tiene respuestas para corregir, cuando el
adversario recupere el esférico tendrá tiempo y espacio para correr en ventaja
y finalizar rápido aprovechando el desorden del que siempre tenía el balón.
Llegados a este punto, algunos no habrán entendido el
artículo y pensarán que veo el balón como el fuego o un enemigo peligroso. Y no
es así. El balón no es el fin, pero sí es muchas veces una herramienta para
dominar el espacio cuando lo sabes utilizar y lo aprovechas para obligar al
rival a recular, a perseguir sombras, a llevarlos a posiciones antinaturales
para los defensores, cuando acumulas jugadores en torno a esa posesión,
facilitando la recuperación inmediata tras perderla.
También si
colectivamente generas ventajas para que tu jugador más desequilibrante consiga
situaciones de uno contra uno y no de uno contra cuatro, por ejemplo. Pero como
tal, el balón no es un fin. Y su posesión, al igual que su no posesión, no te
garantiza absolutamente ningún tipo de eficacia en el fútbol.
La eficacia viene de la organización colectiva con y
sin balón de modo que tu equipo domine unos comportamientos trabajados durante
los entrenamientos tanto en el momento en el que no tienen el balón como en el
momento en que lo recuperan y lo juegan. Esa organización será diferente en
cada equipo, igual que cada equipo le dará un uso distinto al balón y marcará
la línea de presión en una zona u otra. Esas elecciones le corresponderán al
entrenador según los jugadores que tenga –¿os imagináis a Samuel y Lucio
corriendo hacia atrás cincuenta metros tras fracasar el Inter en una presión
alta contra el Barcelona? ¿Se imaginan al Barcelona dando el balón al rival
para recuperarlo posicionalmente en el centro del campo con jugadores como
Thiago, Xavi e Iniesta?–.
La posesión del balón puede ser un veneno letal si no
dominas los espacios: si la alta posesión contra defensas cerradas te obliga a
adelantar las líneas sin progresar y a hacer que no estés preparado para
reaccionar en el momento en el que la pierdes con tu guarida desprotegida;
igual que será veneno para el adversario que no sepa cerrar sus espacios cuando
no tiene balón; e igual que tendrá el antídoto aquel que en el momento ofensivo
tenga unas herramientas y unos comportamientos adquiridos para generar espacios
y hacer daño al rival y que esté preparado, también gracias a su organización
colectiva, para hacer una presión intensiva, cerrar los espacios del rival y
recuperar rápido con el otro equipo saliendo, y por tanto, desorganizado.
No hay un fútbol, hay muchos. Todos persiguen lo
mismo: ganar. Todos mediante un objetivo: el dominio de los espacios –con o sin
balón. La eficacia está en el resultado; los debates en la prensa.
* Francisco Ruiz Beltrán es
entrenador. Autor del libro “Filosofía y manual de un entrenador de fútbol”
(Wanceulen Editorial). En Twitter: @Futbeltran
*El término “posesión de los espacios” se lo leí por primera
vez al filósofo Santiago Navajas, autor del libro “De Nietzsche a Mourinho”.
**Las citas textuales son de “El Principe” de Nicolás Maquiavelo
**Las citas textuales son de “El Principe” de Nicolás Maquiavelo
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