El técnico del Atlético se basa en su experiencia como
jugador para detectar el tipo de señales que pueden determinar un partido o
diagnosticar el estado anímico de uno de sus futbolistas.
LADISLAO J. MOÑINO Madrid 1
MAY 2014 -
“Yo vengo del
fútbol”, suele zanjar Diego Pablo Simeone cuando una pregunta pretende ceñir, a
sus preferencias o a sus influencias, su manera de entender el juego. Tiene una
fórmula y un método, pero esa declaración de principios habla de un entrenador
universal que acepta respetuoso otras propuestas desde sus propias
experiencias. Hay en Simeone el compendio del que siente la pasión por el
fútbol desde el niño y el jugador que fue y el entrenador que es ahora.
Desde
ese proceso vivido, puede explicarse este Atlético, que en dos años y medio ha
conquistado tres títulos y se ha plantado en una final de la Copa de Europa 40
años después. Gana desde el conocimiento y el trabajo para prever partidos
según su equipo y el rival.
Esa ligazón umbilical con el juego le otorga un plus
diferencial que le da para detectar el tipo de señales que determinan el
devenir de un partido o diagnosticar el estado anímico de uno de sus jugadores.
Destripa los juegos en una cabeza que ha sido y es una esponja en constante
absorción, una máquina a la búsqueda de resortes y soluciones para ganar, el
único fin con el que no admite discusiones.
El grupo le interpreta con una fe ciega, ahíto de triunfos y
crecimientos individuales alcanzados desde sus instrucciones y su metodología.
En el vestuario explican bien el impacto que ha supuesto esa creencia
incondicional en su pizarra y en su psicología, incluso en inferioridad de
recursos. “¿Por qué no íbamos a pasar la primera fase?, ¿por qué no podíamos
eliminar al Milan?, ¿Y por qué no al Barcelona? ¿Y al Chelsea ya que estábamos
en semifinales? Ninguno pensábamos que podíamos llegar a la final”, reflexiona
un jugador sobre el desarrollo que se hado en la mente del grupo durante la
competición europea.
Esta eliminatoria ganada al Chelsea ha mostrado ese “yo
vengo del fútbol” en toda la extensión pasional de Simeone.
Desde que terminó
el partido de ida empezó a maquinar la idea de jugar con Adrián para desmontar
el complejo entramado defensivo de José Mourinho. El día antes, Adrián ya sabía
que sería alineado. Si quedaba alguna esperanza para la recuperación del futbolista
al que más oportunidades ha concedido, era utilizándole en una gran cita. En
partidos de perfil más bajo, apenas le había respondido. En el duelo de vuelta
de los cuartos contra el Barça lo alineó por necesidad ante la lesión de Diego
Costa. Recuperado anímicamente porque le hizo volver a sentirse importante, el
miércoles le entregó la titularidad ya convencido de que su velocidad y su
técnica podían darle mucho. “El gol fue la mejor manera de devolverme la
confianza”, dijo sobre un jugador con el que mantuvo una charla previa para
reforzarle.
Sus consignas en el vestuario de Stamford Bridge durante el
descanso se limitaron a unas pequeñas correcciones, principalmente la de
acelerar la combinación entre Mario y Tiago y las aperturas a banda. El
objetivo de esa mejora en el juego de ataque era mantener el impulso
psicológico que supuso haber empatado el partido antes del descanso. No ordenó
el repliegue, sino que pretendió hacerle entender a los futbolistas de José
Mourinho que estaban ante un equipo dispuesto a hacer notar su superioridad. El
Atlético empezó a manejar el partido en plena crecida de sus centrocampistas
con el balón. El gol de Arda, tras un rondo extenso, pero muy intencionado, con
ese cambio de juego final de Tiago a Juanfran, que ya generó el primer gol,
plasmó esa superioridad.
Tampoco las instrucciones previas al partido fueron muy
extensas. En el hotel los jugadores fueron aleccionados con un vídeo de corta
duración. Simeone determinó que el equipo formado en 4-4-2 tendría capacidad de
respuesta para cualquier intento de sorpresa por parte de Mourinho. Consideró
que el equipo ya tiene las ideas tan claras y la estructura del dibujo tan
definida que no hacía falta sobrecargarle de información. El espionaje al
Chelsea, que ya le dio réditos en la ida, también le puso sobre la pista de
Azpilicueta como volante por delante de Ivanovic. “Algo tenían que hacer para
frenar a Filipe, que en el partido de ida les causó problemas”, aseguran en el
Cerro del Espino.
La exhibición del Atlético en Stamford Bridge también
descubrió a un entrenador capaz de cautivar al propio Mourinho. Hubo momentos
del partido en los que el técnico del Chelsea estaba más pendiente de las
instrucciones de Simeone que de su propio equipo. Quedó perplejo el luso ante
el cabreo monumental que se agarró El Cholo cuando, ya con el 1-3, le preguntó
a Sosa si podía seguir en el campo tras un golpe y este, después de decirle que
sí, no pudo completar una persecución en un lance posterior.
Otro tic del “yo vengo del fútbol”. Ese con el que puede
hacer que sus jugadores hablen de ganar al Levante minutos después de meterse
en la final de la Copa de Europa.
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