Hace ya un tiempo que en la sociedad brasileña se ha
dejado de hablar de fútbol y se ha empezado a darle la espalda a su historia, a
su esencia; en definitiva, a su manera de sentir
DIEGO LATORRE.
15 JUN 2016 -
Varios jugadores brasileños, tras la eliminación de la Copa
América. MAURICIO DUEÑAS CASTAÑEDA EFE.
En los pequeños detalles, en una
conversación en un bar, en la elección de un directivo o en la decisión de un
entrenador, percibes cómo el fútbol se interpreta en una sociedad. Hace tiempo
que Brasil se ha comenzado a descapitalizar de algo trágico para su cultura.
Hace ya un tiempo que en la sociedad brasileña se ha dejado de hablar de fútbol
y se ha empezado a darle la espalda a su historia, a su esencia; en definitiva,
a su manera de sentir.
La playa, la música y la pelota forman (o formaban) parte de
un patrimonio cultural. Brasil quiso ir a buscar la verdad a Europa y
comenzaron a importar una serie de conceptos, ligados a un fútbol de parámetros
científicos y musculares, y emprendieron un camino hacía el valor físico del jugador,
hacía la capacidad táctica, y se olvidaron de la técnica y de las nociones del
juego.
A partir de entonces hubo una distorsión de lo que siente
Brasil por su fútbol y, lo más preocupante, es que esa distorsión se va
heredando y puede interferir en la genética de los jugadores. Siempre va a
existir un Neymar o un Ganso (es incompresible que no haya disfrutado de
minutos en la Copa América), pero en algún punto el jugador siente cuándo no se
habla de fútbol en una sociedad. ¿Por qué? Porque cuando el futbolista entra a
la cancha lleva consigo una carga social, no es algo retórico.
Hoy se apilan
jugadores fuertes y veloces. ¿Y el talento? El talento se utiliza como algo
complementario y es justamente a partir del talento que se puede armar un
equipo ordenado. Nunca a partir de un equipo ordenado va a aparecer la
inspiración. El talento se puede ordenar, pero al orden no se le puede dar
talento.
La idea de un directivo puede ser: “Voy a contratar a Dunga
porque tiene cara de serio y va a convertir a Brasil en un equipo ganador”.
Para la Canarinha, en cualquier caso, no era una prioridad esta Copa América,
su objetivo son los Juegos Olímpicos, pero el daño ya está hecho. Pero pegarle
a Dunga no tiene sentido, podrían haber estado Neymar y Douglas Costa, pero
cuando se utiliza el doble pivote y se sospecha del talento…
Frente a Perú el equipo estaba agonizando y Ganso en el
banquillo. El único tipo que podía aportar una ocurrencia en los últimos metros
miraba el partido desde fuera. En esas circunstancias es cuando te das cuenta
de qué material está hecho un entrenador, en ese momento es cuando las máscaras
se caen.
En Argentina la situación no es muy diferente, aquí hay como
una especie de mandato social muy fuerte de ganar, que no sé si los jugadores
lo viven o no, creo que sí por la veces que la selección se ha quedado sin el
premio mayor. Da la sensación de que los jugadores cargan con esa mochila.
Ahora, sin Brasil ni
Uruguay, las circunstancias parecen favorables. El resto de los equipos parecen
estar al alcance de Argentina, pero existe el escollo de la competencia. El
fútbol tiene una ley propia por la que uno más uno no siempre es dos, sobre
todo en las competiciones cortas en las que no hay revancha y el azar es una componente
inevitable.
Colombia es un equipo fuerte, tiene dos o tres jugadores muy
interesantes, sumado a una estructura de juego consolidada. Es un equipo dentro
de todo confiable, con todo lo que significa la palabra confiable. Estados
Unidos ha dado un paso adelante. Es un conjunto que juega con mucha frescura,
hasta con insolencia. Construido a imagen de su entrenador.
Klinsmann es un aventurero. Todavía tengo la imagen de la
selección alemana del Mundial del 2006, un equipo que ya le estaba avisando al
mundo de que algo había cambiado. En Estados Unidos el fútbol es un deporte
marginal, no se pasa de los potreros al fútbol profesional, está la universidad
de por medio.
Eso quiere decir que todavía sigue faltando la picardía, la
travesura, componentes intangibles, que se encuentran en el fútbol de la calle.
Sin embargo, creo que con Klinsmann, Estados Unidos, a su manera, ese paso lo
han dado.
La llave más interesante es la de Chile y México. La
selección chilena es una caja de sorpresas que todavía se está adecuando a su
nuevo entrenador después del grandísimo trabajo de Sampaoli. Ya no está
Valdivia y su ausencia se nota. Por momentos se convierte en un equipo
desbocado y ya no manejan bien la pausa, un parámetro que, sin perder el
vértigo, dominaba muy bien el equipo anterior.
México juega a una
velocidad impresionante. Jesús Corona y Chicharito son dos grandes delanteros y
tiene volantes con recorrido internacional. Osorio ha construido un equipo que,
sin caer en el apresuramiento, tiene vértigo y es versátil tácticamente. Juegan
desde atrás, la salida desde abajo es un hecho cultural desde Lavolpe, un hecho
innegociable, jamás se revolea la pelota.
Y México tiene a Rafa Márquez, el tipo que se acopla al
equipo. Rafa es un estratega, el jugador que marca el pulso. Dice mucho que a
sus 37 años esté en la selección. Es el líder del equipo.
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