Mente
predictiva y cerebro bayesiano.
Alonso, Luis
THE PREDICTIVE MIND
Por Jacob Hohwy.
Por Jacob Hohwy.
Oxford
University Press, Oxford.
La
percepción, dicta la neurociencia, viene esculpida por la atención.
El carácter polifacético, profundo y exuberante de nuestra percepción
consciente se explica mediante el mecanismo de minimización del error de
predicción, según propone una tesis innovadora. Afirma esta que, de ese
procedimiento depurador de la información que el cerebro recibe del mundo
exterior presentada por los sentidos, se vale la mente para extraer inferencias.
La identificación del mecanismo supuso un cambio de paradigma en neurociencia
cognitiva y, por ende, en neurofilosofía. La mente se revelaría portadora de
una relación frágil e indirecta con el entorno. Aunque sintonizados con el
mundo, nos encontramos también muy distanciados del mismo. La nueva teoría que
está abriéndose camino en neurociencia sostiene que existe en el cerebro un
mecanismo sutil de contrastación de hipótesis, en permanente actividad, para
reducir al mínimo el error de los estímulos sensoriales.
La mente y su
capacidad de percibir el mundo van inextricablemente unidas. No solo importa
qué información extraemos, sino también de qué modo percibimos; es decir,
interesa conocer la mecánica de la percepción y la conjugación de los múltiples
factores implicados, pues la percepción confiere sentido al mundo observado y,
lejos de ser mera pasividad, viene guiada por la información procedente de los
sentidos. La información sensorial que llega al cerebro no conforma
directamente la percepción, sino que es un proceso retroalimentado por el
cerebro. Nuestras expectativas modelan lo que percibimos y cómo integramos los
aspectos percibidos del mundo. Pero el mundo impone límites a nuestras
expectativas.
En el marco
de la nueva teoría, percepción, acción y atención convergen en una misma tarea.
Las tres deben equilibrarse entre sí para aproximarse correctamente al mundo.
La unidad de la percepción consciente, la naturaleza del yo y nuestro mundo
mental personal se fundan en la optimización de las predicciones sobre la
información sensorial. Y de manera aún más radical, el contenido de nuestros
estados perceptivos no se apoyaría en lo que pensamos, sino en lo que somos.
Minimizamos el error entre las hipótesis generadas sobre la base de nuestro
modelo del mundo y la información sensorial. Habría un único tipo de mecanismo,
reiterado a través del cerebro, que lo gestionaría todo. El mecanismo
utilizaría diversas herramientas estadísticas estándar para minimizar el error
y, al hacerlo así, da origen a la percepción, la acción y la atención. En
última instancia, pese a su presentación estadística, se trataría de un
mecanismo neuronal. Para describir y explicar el mecanismo de minimización del
error de predicción, repetido una y otra vez por el cerebro, se parte de una
concepción estadística, bayesiana, de la percepción. Nos vale también la
analogía de minimización de la energía libre.
Aunque la
maquinaria formal que rodea la exposición de la minimización del error de
predicción es de desarrollo reciente, las ideas nucleares hunden sus raíces en
el pasado. Fueron anticipadas por Ibn al-Haytham (nuestro Alhazen), quien, en
el siglo xi, avanzó la idea de que muchas propiedades son percibidas por juicio
e inferencia. Kant proponía en 1781 que la percepción se va concretando a
medida que el cerebro utiliza sus concepciones previas sobre el mundo
(categorías y formas de la intuición del espacio y el tiempo) para organizar
los estímulos sensoriales que se nos ofrecen. La relación entre pensamiento (o
inferencia) e información múltiple aportada por los sentidos se recoge en la
sentencia kantiana que declara que los pensamientos sin contenido son vacíos y,
ciegas, las intuiciones sin concepto. La intelección no puede intuir nada, ni
los sentidos pueden pensar nada. Solo a través de esa unión surge el
pensamiento.
Pero fue
Hermann von Helmholtz quien presentó al cerebro constituido en cribador de hipótesis,
en reacción a la tesis kantiana. Investigó el tránsito de las sensaciones del
sistema nervioso al mundo real y dedujo que nos guiamos por las respuestas que
la naturaleza despliega cuando la interrogamos, sirviéndonos de inferencias
perceptivas inconscientes y fundadas en un conocimiento previo. En esa clase de
inferencia se ancla la percepción. Las ideas de Helmholtz fueron retomadas en
distintos momentos a lo largo del siglo xx. Así, por ejemplo, Jerry Fodor y
Zenon Pylyshyn aceptaron básicamente la noción helmholtziana de inferencia
inconsciente de bajo nivel.
Otra
corriente vinculada con la historia de la minimización del error de predicción
atiende a la causalidad y la inferencia inductiva. Para David Hume, una causa
era un objeto seguido de otro y todos los objetos similares al primero eran
seguidos de objetos similares al segundo. O con otras palabras, donde no se
hubiera visto el primer objeto, tampoco existiría el segundo. Para Hume, la
causalidad se refiere a la extracción de datos estadísticos y a la imagen que
nos formamos cuando se interviene en el mundo de una manera controlada. Esa
definición dual de causa fue subrayada por Ralph H. Lewis en su tratamiento
contrafactual de la causalidad en términos de invarianza.
La
confluencia de los avances en la noción de causa y la historia de la contrastación
de las hipótesis propiciaron el desarrollo de la noción de minimización del
error de predicción. En línea con al-Haytham y Helmholtz, la teoría de la
minimización ocupa el núcleo de la psicología y la neurociencia. Constituye,
además, la expresión de la forma en que el hombre infiere y se autoorganiza. El
cerebro es, en efecto, un mecanismo de inferencia, razón por la cual se
presenta la percepción en términos de causa y efecto. Pero no resulta fácil
razonar a partir solo de los efectos conocidos para remontarse hasta sus causas
escondidas, ya que una misma causa puede dar origen a muy diferentes efectos en
nuestros órganos de los sentidos, y causas distintas, producir un mismo efecto.
Ello hace difícil la labor del cerebro de acotar el efecto (información
sensorial recibida) que depende de una causa determinada (objeto del mundo
real). Si la única restricción sobre la inferencia causal del cerebro
consistiera en la información sensorial inmediata, entonces, desde la
perspectiva del cerebro, cualquier inferencia causal sería tan buena como la
otra.
En
matemática, se llama inferencia el proceso que conduce a una conclusión sobre
una población basándose en una muestra. También se llama inferencia la
conclusión alcanzada sobre una población mediante el proceso aludido. La
inferencia estadística se ocupa de los métodos que pueden utilizarse y la
teoría que los explica. La inferencia es una noción normativa que permite
entender las regularidades observadas. La teoría de la probabilidad, o
epistemología bayesiana, es también normativa porque nos informa sobre lo que
hemos de inferir, dadas las pruebas disponibles.
Imaginemos
una situación muy sencilla. Nos encontramos en una casa sin ventanas, ni
libros, ni Internet. Oímos un sonido y queremos saber quién lo ha producido.
Nosotros somos el cerebro, la casa es el cráneo y el sonido es la información
sensorial. Queremos averiguar la causa del sonido y empezamos por enumerar una
lista de objetos posibles: un pájaro carpintero que golpeara la pared, una rama
caída, la música de un vecino, una lluvia de meteoritos, y así un largo
etcétera. Cada una de las posibilidades de ese listado constituye una
hipótesis. No todas las hipótesis tienen sentido una vez conocido el efecto: no
admitiremos que quien golpea la pared sea un matemático que se entretiene con
la conjetura de Goldbach. Es decir, se impone valorar el nexo entre la
hipótesis y el efecto. Lo que nos lleva a fijarnos en la verosimilitud de que
la hipótesis se adecúe al efecto observado. Tal verosimilitud designa la
probabilidad de que las causas descritas en la hipótesis causen los efectos
observados. La verosimilitud se basa en las regularidades conocidas (por
ejemplo, los efectos causados por un pájaro carpintero). A partir de las
regularidades causales observadas podremos jerarquizar las hipótesis de acuerdo
con su verosimilitud.
Las
predicciones se comparan con la señal sensorial real, o con la inferencia del
nivel inferior; la diferencia, el error de predicción, se emplea como señal de
retroalimentación para los modelos internos que generan las predicciones. No
existe solo interacción entre causas escondidas en la producción de datos
sensoriales, sino también una interacción entre estados diferentes del mundo y
la incertidumbre o ruido asociado con pruebas sensoriales generadas por tales
estados. El mecanismo de minimización del error de predicción habrá de tomar en
consideración la dependencia del contexto y la incertidumbre que rodea dicho
contexto.
En el caso
del sonido percibido, contamos con dos herramientas para averiguar su causa: la
verosimilitud (probabilidad del efecto observado consideradas las hipótesis
particulares hasta ahora) y la probabilidad anterior de la hipótesis
(estimación subjetiva del grado de probabilidad de la hipótesis
independientemente de los efectos observados en ese momento). Verosimilitud y
probabilidad anterior son los pilares de la regla de Bayes, arquetipo de la
racionalidad.
Definición de neurociencia cognitiva.
Se trata
de un área académica, que científicamente, estudia los mecanismos biológicos de
la cognición. Con un enfoque especifico en el funcionamiento neuronal, y su
consecuencia en la conducta, investigando como las funciones psicológicas y
cognitivas son producidas por los circuitos neuronales.
En esta
nueva área se involucran diferentes ramas científicas como la psicología
cognitiva, la psicobiología y la neurobiología, como así también la física, la
matemática, la lingüística y la filosofía, acompañados de la neurociencia
computacional y de adelantos en los métodos de neuroimagen.
Juntos, estos campos han permitido que por primera vez sea posible el estudio
directo de las representaciones sensoriales internas, explicando como tal
estimulo, produce tal respuesta, gracias al advenimiento de las nuevas técnicas
de escaneo cerebral.
Cuando se habla de cognición se hace hincapié en una serie de procesos mentales
tales como la adquisición, manipulación y/o retención de la información, y/o
cualquiera de los otros múltiples procesos neuronales, es decir como la mente
los maneja y como estos se traducen en una conducta determinada.
En definitiva al conocer las estructuras cerebrales que intervienen en la
predicción de la conducta, los descubrimientos de las múltiples inteligencias,
diferencias en los hemisferios cerebrales, tipos de memorias, atención, etc. se
logra un mejor entendimiento de las habilidades y aptitudes necesarias para
desarrollar estrategias de activación del área específica necesaria para lograr
la conducta buscada.
Finalmente, a partir de dichos avances neurocientíficos se abre una posibilidad
absolutamente innovadora para la gestión del talento humano.
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