por GERARD PINIES /
El fútbol es un
deporte de equipo donde existe un contexto que cambia constantemente. Un
contexto que ofrece gran cantidad y diversidad de estímulos que condicionan el
juego. De esta manera, no es difícil entender que los jugadores deben estar
capacitados para pensar mientras juegan, procesar la información que les ofrece
el juego, y así poder tomar decisiones acordes con el contexto.
Las teorías modernas
explican que el futbolista es un organismo que responde utilizando todas las
capacidades de forma interrelacionada, y por lo tanto no podemos desprestigiar
ninguna de las demás, ya que todas intervienen en su rendimiento. Pero también
es verdad que la capacidad cognitiva relacionada con la comprensión táctica del
juego tiene un protagonismo especial. Lo técnico, físico y psicológico siempre
va a estar condicionado por el componente táctico del juego.
“En los juegos deportivos
colectivos, la dimensión táctica ocupa el núcleo de la estructura del
rendimiento, por lo que la función principal de los demás factores, sean ellos
de naturaleza técnica, física o psíquica, es la de cooperar en el sentido de
facultar el acceso a desempeños tácticos de nivel cada vez más elevado”
Julio Garganta
El juego nos habla, debemos
concentrarnos y escucharlo para poder responder a lo que necesita. No obstante,
ofrecerle lo que necesita no es tarea fácil. El contexto se transforma
continuamente y nunca repite el disfraz. Se trata de un juego no lineal donde
hay situaciones similares, pero nunca iguales. Será fundamental mirar, ver y
comprender lo que sucede a nuestro alrededor y actuar de una forma determinada
en un espacio y tiempo restringidos. Debemos ser capaces de adaptarnos a la
complejidad, a las nuevas situaciones que se plantean. Si nos adaptamos
adecuadamente y le ofrecemos al contexto lo que necesita, seremos
recompensados.
El contexto no se conforma
con cualquier respuesta, cada vez nos exige más y nos la debemos ingeniar
para solucionar lo que nos propone. ¿Sabéis que a medida que se tienen detalles
con la pareja, uno mismo va poniendo el listón más alto? Algo parecido pasa con
el jugador y el contexto de juego. Cada vez le será más difícil encontrar
soluciones, ya que los adversarios procurarán defenderle mejor teniendo en
cuenta sus características y sus anteriores intervenciones. En ocasiones, será
necesario evolucionar tácticamente si queremos seguir sorprendiendo y huir de
la previsibilidad que generamos si nos estancamos en un solo jugar.
Los jugadores son capaces de
tomar buenas decisiones sin destinar mucha atención a la comprensión del juego.
Su organismo está tan habituado al uso de mecanismos de toma de decisión que se
autorregula desde el subconsciente, sin necesidad de racionalizar minuciosamente
lo que sucede delante de ellos. Si todo lo que tenemos delante lo procesáramos
conscientemente, moriríamos por sobredosis de información. Por eso el cerebro
es capaz de autorregularse, priorizando la atención sobre aquello que cree
importante y tomando decisiones de forma espontánea.
“…en su proceso y
culminación es mucho más lo que se hace porque sale, que lo que se piensa y se
hace”
Dante Panzeri.
No obstante, en el fútbol,
nos encontramos con que muchas de las decisiones tomadas por los jugadores no
son exitosas por haberse integrado comportamientos inadecuados o bien por no
atender a determinados aspectos del contexto que reclaman otra solución. Desde
esta perspectiva, cada vez más entrenadores defienden la necesidad de educar
conscientemente a los jugadores en la comprensión del juego, ya que si el
jugador está pensando y atendiendo activamente a aquello que el contexto
propone, será más fácil actuar siempre en coherencia a las necesidades de cada
situación. Un buen guiño a esta afirmación es el título de la autobiografía de
Andrea Pirlo: Pienso, después juego. El italiano es un
futbolista que pasará a la historia por su gran inteligencia y capacidad de
elegir la mejor solución en cada momento.
Para seguir reflexionando
sobre la comprensión del juego, encuentro necesario desarrollar las ideas a
través de una reflexión semántica que nos permita diferenciar entre los verbos
mirar, ver y comprender. Verbos que a veces utilizamos para referirnos a la
comprensión táctica de los jugadores. Buscaremos sus respectivas definiciones y
procuraremos entender lo que significan cada una de ellas contextualizadas en
el fútbol.
En primer lugar, si nos
fijamos en el verbo mirar, la primera opción que se propone nos describe la
acción de dirigir el sentido de la vista sobre un objeto. La segunda entrada
nos expone observar las acciones de alguien. Dando un salto a la cuarta
entrada, de forma parecida se explica el hecho de tener en cuenta algo o
atender a algo. Finalmente, en la sexta entrada es interesante acentuar el
significado que tiene en relación a buscar algo para informarse de ello.
Mirar
(Del lat. mirāri).
1. Dirigir la vista a un
objeto.
2. Observar las acciones
de alguien.
4. Tener en cuenta,
atender.
6. Inquirir, buscar algo,
informarse de ello.
Siguiendo la misma idea,
si buscamos el verbo ver, en la segunda entrada que se expone aparece el verbo
percibir, relacionándolo con los sentidos o la inteligencia. En la tercera, se
habla de observar desde el punto de vista de considerar algo que sucede
(entiéndase con ello que es algo más profundo que mirar). En cuanto a la octava
entrada, aparece el verbo advertir y reflexionar, existiendo pues, ciertos
procesos cognitivos detrás. Finalmente, en la novena, nos describen el hecho de
prevenir las cosas del futuro entendiendo lo que pasa en el presente.
Ver
(Del lat. vidēre).
2. Percibir algo con
cualquier sentido o con la inteligencia.
3. Observar, considerar
algo.
8. Considerar, advertir o
reflexionar.
9. Prevenir las cosas del
futuro; anteverlas o inferirlas de lo que sucede en el presente.
De esta manera, nos damos
cuenta de que mirar no es lo mismo que ver. Podemos afirmar que tienen una
estrecha relación porque la segunda requiere de la primera, pero la primera no
necesariamente incluye a la segunda, ya que el componente cognitivo no existe
en el simple acto de mirar. Por lo tanto, hablamos de cosas diferentes.
¿Cuántas veces escuchamos “¡Mira antes de recibir!”? Comparto
totalmente la necesidad de mirar antes de recibir, es necesario mirar lo que
ofrece el juego, entendiendo mirar como fijar la atención en aquella
información relevante del entorno. Pero lo que realmente es interesante no es
el simple hecho de mirar, sino ver lo que está sucediendo; percibir, observar,
considerar, darse cuenta de una situación, saber qué respuesta futura es la
acertada ante el contexto presente que se plantea. Estaríamos hablando de
relacionar los sentidos de la vista con los esquemas de conocimiento del juego
que poseemos.
De forma anecdótica,
quiero destacar una situación muy relacionada con la diferencia entre mirar y
ver lo que sucede. Pongámonos en el contexto del fútbol base. En alguna ocasión
he visto jugadores que ante los gritos del entrenador pidiendo que miren antes
de recibir, giran la cabeza antes de recibir el balón. Este giro de cabeza
supuestamente sirve para recoger información del entorno cuando nuestra
orientación corporal nos otorga un ángulo de visión limitado que no nos permite
ver todo aquello que deseamos: espacios a nuestra espalda normalmente. La
cuestión es que algunos jugadores giran la cabeza para ver espacios donde no es
necesario recoger ningún tipo de información, y eso me hace reflexionar sobre
la importancia de diferenciar ambas conductas. Imagínense un extremo pegado a
la banda, girando la cabeza para mirar hacia fuera del campo antes de recibir
un balón. Carece de sentido, ¿verdad? Miramos para obtener una serie de
estímulos dentro del juego que nos permitan valorar la situación, no es
cuestión de mirar por mirar. De hecho, si miramos mal estamos perdiendo tiempo
o atendiendo a estímulos innecesarios que pueden complicar la toma de
decisiones.
Finalmente, si buscamos la
definición de comprender, podemos destacar el significado de rodear por todas
partes algo. También entender, alcanzar, penetrar el tema en cuestión,
entendiendo estos verbos como la descripción de un conocimiento mucho más
profundo de la situación. De todos modos, lo verdaderamente interesante es
incidir en la primera entrada, ya que el hecho de rodear algo por todas partes
implica dominar su complejidad, algo difícil, pero muy deseado en el fútbol.
Comprender
(Del lat. comprehender).
1. Abrazar, ceñir, rodear
por todas partes algo.
3. Entender, alcanzar,
penetrar
Podemos obtener una
relación entre los distintos verbos comentados si los contextualizamos en el
fútbol. Dentro del terreno de juego, el verbo mirar tendría que ver con el
campo visual de los jugadores; el verbo ver, con entender lo que sucede en una
situación concreta una vez se ha mirado; y el verbo comprender englobaría la
comprensión del todo, es decir, ver las interrelaciones que se establecen entre
las situaciones y la totalidad de elementos que componen el contexto de juego.
Por lo tanto, podemos
concluir que miramos para ver, necesitamos ver para comprender y debemos
comprender el entorno para decidir y jugar bien. Una buena percepción del
entorno será fundamental para rendir de forma óptima. El adecuado procesamiento
de la información permitirá a los jugadores dominar las situaciones y
anticiparse a aquello que sucederá. De forma intrínseca a ello, se jugará mejor
y será más fácil obtener éxito.
“El valor táctico de un
jugador reside en la capacidad para descifrar las informaciones que el juego va
produciendo”
Laureano Ruiz
Es evidente que el jugador
no puede atender a todo lo que pasa en el terreno de juego mientras juega. El
entrenador deberá facilitar la tarea enseñando aquellos estímulos
significantes, normalmente visuales, que darán información sobre lo que sucede
en el juego. Una vez que el jugador aprenda a detectar estos estímulos, sabrá
que tienen una consecuencia en el juego, la cual deberá resolver de una o
varias maneras determinadas. Xavi Hernández, uno de los mejores jugadores del
mundo tácticamente hablando, expresaba lo siguiente hace tiempo:
“Mi supervivencia en el terreno
requiere la comprensión del juego antes de recibir la pelota, para saber qué
tengo que hacer después con ella”
Xavi Hernández
De todos modos, cuando
hablamos de comprender el juego, no debemos referirnos únicamente al jugador
que tiene el balón, pensando en su visión y habilidad para distribuir el juego.
Se trata de que todos los jugadores tomen dicho protagonismo. Cada jugador
forma parte de un sistema y, por lo tanto, es vital que cada uno de ellos
entienda las relaciones que se establecen en él para poder engranarlo bien.
Nadie puede dejar de pensar, se trata de una necesidad colectiva, tal y como
explica Mourinho cuando habla de su equipo ideal:
“Mi equipo ideal es aquel
en el que, en cualquier momento y en cualquier situación, todos los jugadores
piensan de la misma manera”
José Mourinho
Debido a esta exigencia
mental, cada vez oímos hablar más de la fatiga cognitiva o fatiga táctica. Una
fatiga relacionada con los procesos mentales y que se diferencia de la fatiga
puramente física. Si entrenamos cognitivamente a nuestros jugadores, será
interesante controlar la carga de entrenamiento bajo este término y no
solamente desde lo condicional. Dani Fernández escribió hace varios años el
artículo Fatiga cognitiva en este mismo Magazine.
Muy interesante si queréis profundizar más en el tema.
Si reflexionamos sobre el
tiempo que un solo jugador está en posesión del balón, nos damos cuenta de que
este es muy reducido. Es evidente que hay jugadores por los que el balón
transita más, pero en términos generales el tiempo de posesión individual no es
generoso. Por lo tanto, si el juego está consecutivamente planteando
situaciones y la mayoría del tiempo debo moverme sin balón, es igual o incluso
más importante que los jugadores sin balón se concentren, piensen y comprendan
bien lo que deben hacer continuamente.
Hace tiempo, Menotti mencionaba las
siguientes palabras, muy acordes a lo explicado:
“Se puede dejar de
correr, o dejar de entrar en juego durante largos minutos. Lo único que no se
puede dejar de hacer es pensar”
César Luis Menotti
Aunque se trate de un
contexto imprevisible que cambia constantemente, el hecho de comprender el
juego nos permite un mayor rendimiento porque existe una lógica comportamental
dentro de la aleatoriedad. Tal como expresa Panzeri en su obra:
“No se interprete con
todo esto que el fútbol es una voluntad del azar. El fútbol tiene lógica, mucha
lógica, es casi siempre lógica”
Dante Panzeri
Si somos capaces de
comprender esta lógica, podremos ir un paso por delante a lo que va a acontecer
y por lo tanto podremos obtener las ventajas que consideremos necesarias. Si
por el contrario siempre somos reactivos al cambio, en muchas ocasiones no
llegaremos a actuar a tiempo, ya que la línea que separa el éxito del fracaso
es muy delicada.
Un equipo de fútbol se
organiza en coherencia a la posición del balón y, por lo tanto, el jugador que
en un momento dado es poseedor del mismo llevará la iniciativa. Sus acciones
determinaran cómo va a evolucionar el entorno. Los compañeros se adaptarán a él
para crear ventajas y superioridades, sean numéricas o posicionales, para
aprovecharse de los desequilibrios del rival en el juego. Mientras, los
adversarios se adaptarán para contraponerse de la forma que mejor crean para
defenderse. Esta dinámica nos muestra que cualquier jugador necesita procesar
información contextual para poder actuar; sin ella no podría desenvolverse,
puesto que desaparecerían los estímulos que promueven sus comportamientos e
intenciones. En relación a ello, Guardiola defendía la importancia que tiene el
contexto cuando se trata de valorar a un jugador:
“No entiendo al jugador
por sí solo. Intento verlo dentro de un contexto general y del equipo”
Pep Guardiola
Algunas veces, encontramos
jugadores que no brillan por su despliegue físico, pero en cambio, suelen estar
siempre en el lugar indicado. ¿Cómo puede ser? Pues son jugadores inteligentes
que comprenden mejor el juego,someten a los adversarios sin necesidad de
desgastarse;son capaces de tomar buenas decisiones y también de condicionar el
juego a su antojo. Muy a favor de este tipo de jugadores estaba Cruyff al
afirmar que:
“Todos los entrenadores
hablan sobre movimiento, sobre correr mucho. El fútbol es un juego que se juega
con el cerebro. Debes estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, ni
demasiado pronto ni demasiado tarde”
Johan Cruyff
En consonancia con la
importancia de estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, sin
necesidad de correr mucho, suelen verse casos de jugadores que a medida que
envejecen toman otros roles dentro del equipo. Sus capacidades físicas han
disminuido, pero a la vez la experiencia les ha dotado de conocimiento para
comprender el juego y esto les permite desarrollar funciones más
organizacionales dentro del equipo. De esta manera disfrutan de una carrera
deportiva más larga, puesto que aún perdiendo facultades en otras capacidades,
mantienen el rendimiento gracias a su gran desempeño táctico.
Comprender tácticamente el
juego tendrá mucho que ver con entender lo que sucede en los distintos espacios
del terreno de juego. Percibir la dinámica que existe en los espacios durante
el desarrollo del juego nos va a dotar de mucha información para tomar buenas
decisiones. Por ejemplo, no son los mismos los comportamientos que existen
cerca del balón que los comportamientos que se dan a medida que nos alejamos de
él. De igual manera, no serán iguales los comportamientos de los jugadores
alejados de la portería que aquellos que se desarrollan cerca de ella. El
espacio aparece o desaparece, crece o decrece, de manera que será interesante
entender a qué se deben tales transformaciones si queremos dominarlo y
progresar hacia el deseado gol.
Entender el espacio y el
tiempo nos permite comprender el juego de forma sistémica. Es decir, de forma
interrelacionada. Por ejemplo, si el espacio cercano y el espacio intermedio
están muy poblados de jugadores adversarios, por lógica, en el espacio lejano
no existirán tantos adversario. Y viceversa: si los espacios alejados están más
poblados porque el rival está replegado, tendré más espacio para jugar en
espacios cercanos e intermedios. Del mismo modo, si quiero llegar a un espacio
alejado, puedo valorar si necesito pasar por un espacio intermedio o puedo
jugar directamente en largo sin necesidad de madurar la jugada. Hay tantísimas
situaciones que se vuelve necesario entender lo que sucede al jugar. Si lo
logramos, disfrutaremos de una relación bonita con la complejidad.
Cada jugador es
diferente, bien sabemos que son individuos con distintas características. Por
lo tanto, encontramos una diversidad importante en relación a las capacidades
de comprensión. Cada uno interpreta las situaciones desde su singularidad, una
realidad que será interesante conocer para exigir según qué a los jugadores.
Algunos jugadores tienen una capacidad táctica superior a otros, pero si
entramos en detalle, encontramos jugadores que comprenden mejor algunas
situaciones concretas. En cambio, no comprenden con tanta facilidad otros
estímulos. Por eso cada jugador se especializa en aquello que potencialmente
sabe hacer mejor y se desenvuelve mejor en alguna posición concreta. En
concordancia a este párrafo, cabe citar a Óscar Cano, un autor que aporta
valiosas reflexiones sobre la relación del entrenador con los jugadores y el
propio juego.
“¿Tan difícil es entender
que al jugador es imposible hacerle ver aquellas cosas que es incapaz de
sentir, que no forman parte de su natural construcción?”
Óscar Cano
Asimismo, debemos tener en
cuenta que existen jugadores que no tienen la capacidad de observar y pensar
por mucho que entrenen. En estos casos, podemos potenciar su rendimiento
haciéndolos jugar en posiciones menos complejas y a la vez cerrándoles el
juego. Es decir, reduciéndoles los estímulos a los que deben atender y
explicándoles las soluciones que deben escoger en cada situación. De forma
contrastada y extraordinaria, también existen jugadores capaces de jugar
eficazmente en muchas posiciones, debido al gran talento cognitivo e
interpretativo que poseen.
Hablando de posiciones
en el campo, es interesante apreciar que el nivel de complejidad perceptiva
varía en función de la posición que ocupemos en el terreno de juego. Los
jugadores más exteriores suelen tener menor complejidad que el resto. Me
refiero a las posiciones que permiten dar la espalda a los límites del campo, y
por lo tanto el ángulo de visión al cual se debe atender es mucho más reducido.
No es lo mismo jugar de extremo, donde la orientación natural del cuerpo ya
permite ver prácticamente todo el terreno de juego con relativa facilidad, que
jugar de mediocentro, donde la información es bombardeada en todas las
direcciones y sentidos, y se debe orientar el cuerpo en función del balón y los
espacios que interesan ver. Si queremos comprobarlo nosotros mismos, solo hace
falta introducir por dentro a algún jugador que normalmente juegue por fuera.
No será extraño que se sienta más estresado de lo habitual y con ello se
perturbe su toma de decisiones. En caso contrario, quién sabe, quizá
descubramos nuevas posibilidades en su juego.
Cabe comentar también que
existen jugadores superdotados, que rinden de forma extraordinaria sin percibir
ni comprender conscientemente el juego. Se trata de casos excepcionales,
jugadores tan talentosos y, normalmente, con tanta experiencia que su organismo
se adapta y ofrece soluciones de forma natural y autorregulada. Al preguntarles
el porqué de su decisión, no saben decirnos exactamente el motivo, aunque su
conducta sea la más acertada de todas. Un claro ejemplo son las declaraciones
de Messi cuando se le preguntó sobre sus actuaciones años atrás:
“No imagino los partidos
ni pienso las jugadas. Sale lo que sale en el momento, cuando tengo la pelota”
Leo Messi
Estamos hablando de
decisiones tomadas desde el subconsciente. Parece ser que el procesamiento de
esa información está tan integrado que el organismo fluye sin más. Mientras las
respuestas sean óptimas, la resolución de las situaciones de forma inconsciente
no es negativa, sino todo lo contrario. De hecho, tal y como defiende Vítor
Frade en su Periodización Táctica, entrenamos de forma consciente para que,
llegados a cierto nivel, esos comportamientos se integren en nuestro jugar y se
manifiesten por sí solos de forma espontánea, es decir, desde el subconsciente.
Este estado mental, además, promoverá que la creatividad y la intuición se
puedan manifestar de forma inteligente.
Desde la perspectiva del
entrenador no es un proceso fácil que los jugadores comprendan y dominen el
juego. Cuando se exige que los jugadores piensen sobre el contexto por primera
vez, podemos entorpecer su rendimiento, ya que en un primer momento puede ser
difícil procesar la información. Sobre todo si los jugadores no están
habituados a pensar activamente mientras juegan. Por eso, si apostamos
firmemente en ampliar el conocimiento táctico de los jugadores, es fundamental
aceptar que el proceso puede privarnos de obtener resultados positivos a corto
plazo.
Para asegurarnos de
que el jugador está enriqueciendo su cultura táctica y es consciente de lo que
sucede en el juego, deberemos ayudarle a encontrar las decisiones más
coherentes, de manera que pueda construir un esquema táctico cada vez más
sofisticado. Para ello, será importante asegurarnos que su evolución no se
trate únicamente de aprendizajes declarativos, es decir, que el jugador sepa lo
que hay que hacer cuando le preguntamos, pero en cambio no sea capaz de
aplicarlo mientras juega. Es importante diferenciar entre el hecho de saber lo
que hay que hacer y realmente hacerlo. El rendimiento, claro está, lo determina
lo segundo.
Otra consideración
interesante es que hablamos de habilidades intangibles, ya que no podemos
alcanzar lo que sucede dentro de la mente de los jugadores. Solamente juzgamos
a través de las conductas observables, que vienen a ser la fase final del
proceso de toma de decisiones, es decir, la respuesta a nivel motor. En esta misma
línea debemos contemplar que un jugador pueda comprender y tomar una buena
decisión, pero en cambio no sea capaz de ejecutar correctamente la respuesta al
existir elementos que perturban la ejecución. De forma habitual se valora
únicamente lo observable, algo normal y comprensible, pero podemos valorar un
poco más allá. Evidentemente que podemos exigir más de la ejecución, pero
también podemos valorar la intención pretendida, desde una visión más
constructiva que punitiva. En la siguiente ocasión intentará mejorar la
ejecución, porque seguro que tendrá más ocasiones si está dotado de una buena
comprensión del juego.
Si los jugadores
tienen el hábito de percibir y comprender la complejidad inherente al juego,
acabarán consiguiendo que la conducta sea más operativa. De tal manera que los
jugadores se enriquecerán en el plano táctico y se permitirán afrontar el
entorno cambiante con más comodidad y libertad. A algunos les puede sorprender
hablar de libertad cuando estamos sometiendo al jugador a estar pensando todo
el rato en lo que debe hacer, pero recuerden que no se trata de limitar su
juego, sino ayudarlo a desenvolverse mejor en él. Tal y como explicó Xabi
Alonso en una entrevista cuando se le cuestionó sobre el trabajo táctico que
propone el entrenador:
“Para mí, ese trabajo
supone enriquecer al jugador, y esa es una cualidad de los entrenadores que no
te quieren imponer todo, sino darte las herramientas y las facilidades para que
tú puedas jugar mejor o interpretarlo mejor”
Xabi Alonso
De esta manera, y para
concluir, cada vez que los jugadores se expongan a distintos estímulos,
adquirirán más recursos para dar respuesta a las situaciones. Las alternativas
disponibles para solucionar una situación aumentarán y el desarrollo del juego
fluirá con relativa facilidad en las próximas intervenciones. Si sumamos que la
comprensión de lo que sucede es realizada a nivel colectivo, todos los
componentes del equipo interactuarán de la forma más coordinada posible.
Hablaremos de sinergias que se retroalimentarán de forma positiva, y el
rendimiento del equipo se potenciará significativamente en busca de la
excelencia.
* Gerard Piniés.
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