La razón es tan sencilla en planteamiento como apasionadamente compleja.
por ROSA COBA
Que el F.C Barcelona y el Bayern de Múnich tenían que
encontrarse frente a frente era una circunstancia de lo más coherente y
esperable. A pesar de la naturalidad aplastante del hecho, no creo que sea
habitual que un técnico pueda sentirte tan, pero que tan afortunado como creo
lo es Pep Guardiola por tener la posibilidad de vivir esta experiencia.
Sin lugar a dudas, ambos técnicos van a disponer sus
escuadrones de la forma más resolutiva que consideren, con la materia prima de
que dispongan y, sobre todo, en función de las interacciones que vaya dictando
el juego. Pero permítanme que ponga el acento en esta ocasión en Guardiola. La
razón es tan sencilla en planteamiento como apasionantemente compleja. Les
explico.
Como profesional de la psicología hablamos de un momento que
ojalá pudiera prescribirse y generalizarse como herramienta de trabajo, pero….
que sólo va poderlo sentir y usar él, aunque los demás lo vamos a poder vivir a
través del eco que las conexiones que Guardiola y Luís Enrique van a promover y
que nos van a llegar traducidas en las relaciones de los veintidós que pisarán
el césped, porque no olvidemos que los que se visten de corto son los
protagonistas.
Protagonistas con ese plus de activación que otorga en sí
mismo un partido de Champions.
Es una prueba de madurez donde las haya. Las cosas y las
circunstancias pasan, las personas dejamos poso y el manejo con ese poso va a
radiografiar nuestra madurez. Es como cuando te reencuentras con alguien
importante que ya no está activo en tu vida pero lo estuvo…¿se sitúan? Sólo
desde una actitud madura puedes sentir ese hormigueo al tiempo que una mirada
sólida, con perspectiva, de esas que reconfortan y te hace sentir que la vida
es un regalo, que eres afortunado, que progresas.
SE CONOCIERON CRECIENDO Y SE DESGASTARON
Tanto Guardiola, por unos motivos, como algunos jugadores,
por los suyos, podrían sentir algo parecido. Ojalá así sea. Desde esa base
emocional nos podrán regalar su mejor versión. Se conocen muy bien, han
compartido momentos intensos, crearon un sello propio y lo mejor para mí: se
conocieron creciendo en torno a un objetivo y se desgastaron en torno al mismo.
Han vivido en torno a la naturalidad de un ciclo vital intenso de estas
características profesionales y el sentido de la pertenencia, tan necesario a
veces pero tan asesino otras, no acabó con ellos. Porque ellos (las personas) siempre
están por encima de los medios.
Finalizó un ciclo. Finalizó un sistema de
relación porque Guardiola así lo entendió desde su perspectiva y desde,
entiendo, no encontrar los necesarios estímulos ante “el cómo”. Con Guardiola
no creo sea adecuado hablar de suficientes estímulos, sino de necesarios
estímulos. Y a eso me refiero precisamente.
Todo ello les otorga un margen de maniobra muy especial a la
hora de afrontar este partido. Cuán de trabajadas estén esas emociones pueden
marcar diferencias y, en partidos como estos, dichos matices son algo
fundamental. No confundir esto con sentimentalismos. Esos, que son tan
necesarios e inherentes a la condición humana, precisamente desde la madurez
amparada en la profesionalidad, quedan en otra dimensión, por descontado
positiva, dentro del contexto que nos ocupa aunque algunos quieran estirar un
chicle de lo más absurdo, a mi parecer.
Guardiola propone y el jugador (propio y ajeno) dispone y
esa voluntad es el punto de partida para que las piezas giren en los múltiples
sentidos que deban. Manejo emocional al servicio del juego. Todos los presentes
sobre el campo son profesionales que defenderán con contundencia los intereses
de su equipo, pero es ahí cuando digo que la circunstancia de Guardiola es un
regalo ya que tiene ante sí un ejemplo mayúsculo de plasticidad. Va a tener que
manejarse con el mismo talento de siempre y otros nuevos, pero a través de
medios y circunstancias muy diferentes. Para un gran planificador como él debe
ser algo único porque el talento necesita de un medio para cobrar forma y ahí
está el reto, en ese contrapunto, en ese matiz.
SERÁ UNA GRAN FUENTE DE APRENDIZAJE
La parte que me resulta no sólo atractiva sino especial del
trabajo de un entrenador es hacer visible lo invisible. Planificar, imaginar,
combinar… diseñar estrategia con todos los ingredientes al servicio del juego.
Así me transmite Guardiola que lo hace. Pone mucho esfuerzo de calidad en no
dejar atrás nada porque no concibe trabajar sin que “el cómo” sea esencial. El
foco del entrenador debe ser de gran alcance. Observar y no dejar de hacerlo es
una de sus máximas. En este partido, el foco de Guardiola tendrá un escenario
tan intenso, tan repleto, que a buen seguro le reportará un gran fuente de
aprendizaje.
El fútbol, a resultas, necesita de una cuantificación; es un
juego, pero para los que sentimos que los números en este ámbito no son más que
un sistema con el que hay que aprender a relacionarse, estoy segura de que
vamos a disfrutar muchísimo con este cruce. Se dan una cantidad de
variables a cual de ellas más genial. El
“más difícil todavía” que los alemanes arrastran con las lesiones, unido a la
eficaz impronta que el Barça está dejando en los últimos partidos disputados,
es una de las lecturas que más se repite ante este partido pero, obviamente, no
sabemos quién ganará en términos cuantitativos aunque, para mí, lo especial de
estos encuentros va a estar, e insisto, en el aprendizaje superlativo que el
azar ha regalado a Guardiola y que él nos lo hará extensivo.
El trabajo de un entrenador, de un buen entrenador, sólo
entiende de generosidad. Creo que si ese aspecto se valorara debidamente… a
muchos les quedarían días contados en el banquillo. Es increíble lo que ocurre
en ocasiones en este mundo. Llámenme ingenua… pero me sigue sorprendiendo o
quizás es que me niego a acostumbrarme. Regala lecciones a diario, es un
escenario de aprendizaje constante, ofrece oportunidades de crecimiento
personal increíbles y el empeño en cuantificar lo incuantificable (y no me
refiero a los necesarios goles), el espectáculo zafio paralelo y la sed de
muchos egos, son aspectos que ciegan las posibilidades de demasiados.
En el fútbol, como en la vida en general, hay grandes
personas y grandes personajes.
Como espectadora me recreo en observar cómo un actor eleva a
su personaje a la cumbre sin dejar de trasladar al público que ante todo es una
persona que está interpretando. Se puede ser un genial intérprete, pero si
dejas que el personaje acabe con la persona se habrá acabado con la grandeza, con
lo especial, con lo que conecta al espectador y al intérprete y los sitúa en un
plano en el que las emociones conectan de forma mayúscula.
El hecho más destacable de la generosidad de un técnico, en
este caso les recuerdo que me estoy centrando en la que nos va a ofrecer
Guardiola, va a tener una recompensa enorme en forma de aprendizaje,
constituyendo un excelente ejemplo de reciprocidad adquirida en el juego, en
este caso partiendo del entrenador. Él da y él recibe y de cómo resulte esa
interacción vamos a poder aprender, ya que no sólo va a modelar muchos aspectos
para el partido de vuelta que necesitará adaptar al resultado cuantitativo,
sino para sus infinitas conexiones, esas que ocurren bidireccionalmente en su
cerebro y facilita que ocurra en el de los jugadores. Ese tándem, a su vez,
provoca cambios en la dúctil adaptación. ¿No les parece fascinante?
A Guardiola le caracteriza psicológicamente hablando, y
desde mi humilde punto de vista, algo que ya les he comentado y que es muy
potente: “el cómo”. Ganar es necesario, pero no suficiente. El trabajo que gira
en torno a este aspecto se supone que es la base sobre la que debe trabajar
cualquier cuerpo técnico. De la forma de hacerlo se desprenden cuestiones
psicológicas fundamentales. Y en el caso del técnico catalán las que yo destaco
por su distintiva forma de manejarlas son las siguientes:
Primera: Hacer crecer al jugador otorgándole un grado de
compromiso coherente.
En tanto en cuanto esto se trabaje, se están acortando los
caminos para las interferencias absurdas por innecesarias y por incompatibles
con la generosidad imprescindible que el juego colectivo precisa. Por tanto,
los egos en su justo espacio.
Segunda: Los entrenamientos son un medio de crecimiento.
Un equipo es lo menos parecido a algo estático. El puesto y
el momento de cada cual lo generan las necesidades del equipo en torno al
progreso y la dirección del crecimiento. Trabaja con compromiso, actitud
proactiva. Lo importante cuando se entrena es querer aprender. No hay buenos
entrenamientos. Hay buenos jugadores entrenando.
Tercera: Aprendizaje en torno al modelo de juego.
Ser bueno para hacer mejor a los demás en un entorno
preciso. Los compañeros no sólo son algo necesario. En cada uno de los miembros
del equipo residen las claves para crecer como lo que somos, un colectivo
siempre en torno a una filosofía de juego, un estilo, un modelo. Esto no sólo
nos da sentido de pertenencia, nos da lo esencial: tener las bases de lo que no
somos. Una vez el árbitro pita el inicio del partido es complicadísimo todo lo
que ocurre. Es tremendamente difícil marcar goles. De ahí que tener clara
ciertas cuestiones de la hoja de ruta nos va a ayudar a ser eficaces en nuestra
toma de decisiones.
Esto no tiene nada que ver con fijar la atención en lo
negativo. Todo lo contrario. Saber quiénes no somos nos despeja el camino, ni
más ni menos. Entrenamos con el mapa mental positivo, pero teniendo muy claro
por qué. El jugador debe entender, debe saber interpretar lo que el juego le
pide. Debe ser un experto manejando los límites de control que le ofrece el
modelo de juego a través del que trabaja. Es el único modo de poder tomar
decisiones eficaces. Vídeos, automatismos, mapas mentales y otras herramientas
nos ayudan en el entrenamiento, pero nunca olvidemos que comprender, entrenar
“el pensar”, es invertir con garantías de éxito.
Permítanme un inciso. Los que me conocen profesionalmente
saben de una de mis máximas: al jugador le deben brillar los ojos cuando
trabaja, debe querer aprender y debe ser consciente de que el compromiso ante
el aprendizaje es innegociable. Debe tener una actitud general inteligente. Y
para los más escépticos, déjenme exponerles que el cerebro del deportista en
acción es un perfecto “aprendedor” gracias, entre otras cosas, a la propiedad
intrínseca de todo cerebro: la plasticidad cerebral, modelada y modulada por
los efectos cerebrales que produce, por ejemplo, todo ejercicio aeróbico que
implique coordinación, toma de decisiones rápida y un grado de concentración
intenso (como ocurre en la práctica del fútbol). Ello produce el aumento de la
proteína IGF-1, que tiene la función de ser precursora de aumentar la
segregación de BDNF (Brain Derived Neurotrophic Factor), una molécula relacionada
con factores de crecimiento neuronal y con la neurotransmisión, es decir, con
la comunicación entre neuronas o dicho de otro modo: el aprendizaje.
Cuarta: Ganar como herramienta para el constante
crecimiento.
Además de necesario, es un termómetro para hacer los
imprescindibles reajustes.
En términos generales, me llama mucho la atención que la
derrota suele ser sobreexplotada psicológicamente y, en mi opinión, esto es un
error. El cerebro está preparado para trabajar a pleno rendimiento en positivo.
Se pueden y se deben analizar los errores, pero sin sobredimensionarlos. El
cerebro se cambia a sí mismo, no lo olvidemos. Y tampoco olvidemos que tenemos
neuronas espejo, las responsables de la imitación, de la empatía. Nuestro
cerebro funciona más y mejor con estímulos positivos. Los estímulos a los que
nos exponemos generan huella. En cualquier sentido.
Quinta: Fidelidad inteligente.
Esto no es sinónimo de tozudez. Lo es de coherencia. Cuando
un entrenador diseña el modelo de juego lo hace en torno y partiendo de los
protagonistas del juego: los jugadores. Pero siempre debería de ser en torno a
la premisa por excelencia: “contexto multivariable”. Algunos entrenadores son
calificados de valientes (con una clara connotación positiva) por ser fieles a
un estilo reconocible. Yo creo que esa clasificación es poco práctica
psicológicamente hablando. El entrenador debe diseñar un modelo de juego
reconocible a la par que adaptable, no sólo porque el juego lo requiere, sino
porque una cosa es mostrarse reconocibles y otra es ser previsibles. Por lo
tanto, propongo cambiar la clasificación y pasar a llamarle “inteligente”. La valentía tiene sus momentos, claro que sí,
y es muy necesaria, pero no confundamos términos.
Para acabar, comentar que Pep Guardiola ha expresado
públicamente que una de las cosas que más le gustan de su trabajo es imaginar
lo que va a pasar. Cada partido le ofrece esta posibilidad, pero por todo lo
expuesto en estas líneas, y desde mi punto de vista, formar al equipo que
entrena ante el reto de jugar contra el Barça va a ofrecerle momentos
indelebles, de los que hacen vida.
* Rosa Mª Coba Sánchez es licenciada en Psicología. Coautora
junto con Fran Cervera Villena (preparador físico y readaptador) del libro “El
Jugador es lo Importante: la complejidad del ser hunano como verdadera base del
juego”.
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