Más apuros que buen fútbol
Vistas las 24 selecciones, los estrenos se han
caracterizado por la angustia de los favoritos. Inglaterra, la más reformista.
Y los mejores: Iniesta, Modric y Payet.
JOSÉ SÁMANO
La Rochelle 16 JUN 2016 -
Rooney, en un entrenamiento de Inglaterra. LEE SMITH REUTERS
Una vez que ya se han expresado las 24 selecciones, el
primer síntoma de esta Eurocopa es que el amplio pelotón de teloneros ha
competido con aplomo y que ningún favorito ha ido sobrado. Más incertidumbres
que fútbol, sin goleadas por ahora (en torno a dos goles por partido hasta la
jornada de ayer).
Francia y España resolvieron su
primer partido con un gancho agónico, Alemania no certificó su victoria hasta
el último latido, instante en el que a Inglaterra los rusos le rascaron un
inmerecido empate. Italia, con su fatigoso estilo, ha sido la más solvente, y
ante el rival más huesudo que han tenido los principales aspirantes al trono,
la decepcionante Bélgica. Cuidado, cuanto peor equipo aparentan tener los
italianos, más peligrosos son. No suele haber mejor Italia que la que se aferra
al heroísmo de la debilidad, la que metaboliza hasta el tuétano su papel de
resistente. Lo pagaron los belgas, cuya alineación suena mejor que la de
Italia, pero solo de oído. Los de Wilmots defraudaron tanto como la Portugal de
CR con su petardazo ante Islandia.
Por juego, La Roja y la refrescante Croacia han dejado el
mejor poso. No es casual que Iniesta y Modric hayan sido, de largo, el mejor
cartel de la primera ronda de partidos. Una noticia excelente, y no solo para
sus equipos. El fútbol, en general, lo agradece. Nada encumbraría más a este
campeonato que su guion más sonado fuera el relato de futbolistas como el
manchego y el croata, esencia pura de este juego, dos artistas de lo imprevisto
alejados, por fortuna, del vedettismo imperante, de este fútbol con sobreabundancia
de pavos reales. Gente panorámica, que lo mismo susurra una nana a la pelota
que sale del paréntesis y, de mentira en mentira, con sus fintas de chistera,
los rivales se desploman a ese paso suyo siempre liviano, nunca atronador. En
una segunda escala, el alemán Kroos y el francés Payet, también han dado un
buen nivel. Lo contrario que Götze, último héroe germano con su gol definitivo
a Argentina en Brasil 2014, y Pogba, que aún está por venir pese al ruido
mediático que le rodea.
En un torneo sin nuevas tendencias, en el que, por ahora,
cada cual se ha perfilado como se esperaba, Inglaterra ha sido la más
reformista. Un dato rotundo explica la mutación. En la Eurocopa de Inglaterra
de 1996, en la Premier había 17 entrenadores ingleses, tres británicos y
ninguno extranjero, en Holanda-Bélgica 2000 (9, 7 y 4), en Portugal 2004 (10, 7
y 3), en Austria-Suiza 2008 (9, 6 y 5), en Ucrania-Polonia 2012 (4, 11 y 5) y
en Francia 2016 (3, 3 y 14). Es decir, en 20 años el fútbol inglés ha pasado de
no tener un solo entrenador foráneo a contar con 14.
Por cierto, la última Premier concluyó con tantos técnicos
ingleses (Eddie Howe en el Bournemouth, Alan Pardew en el Crystal Palace y Sam
Allardyce en el Sunderland), como españoles (Rafa Benítez en el Newcastle,
Roberto Martínez en el Everton y Quique Flores en el Watford). La influencia
externa es elocuente en esta Inglaterra con mayor finura, de juego más
terrestre, de mejor aroma. Y nadie simboliza la mudanza mejor que Rooney, su
capitán, un exdelantero que ahora maneja la escuadra y el cartabón. Y se le ve
muy suelto.
Falta le hacía a Inglaterra una sacudida de sus hábitos
ancestrales. En un Mundial, al margen de su discutida victoria como local hace
medio siglo, su mejor resultado fue un cuarto puesto en Italia 90. En las
Eurocopas no ha pasado del tercer puesto, en Italia 68 y la misma posición en
territorio propio, en 1996. Hoy, en un histórico duelo con Gales, un cruce de
caminos: el fútbol británico de toda la vida ante el nuevo sello inglés. Por el
momento, el apunte futbolero más subrayable de esta Eurocopa con más angustias
de las previstas para los favoritos. Siempre cuesta arrancar.
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