Correspondencia de un
náufrago/
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por IGNACIO BENEDETTI el
19 agosto, 2015 • 12:49
“Había que empatar el
partido como fuera”, dice el autor
del gol de la igualdad, resultado que le permite a su equipo mantenerse con
vida en la competencia. La masa, enardecida y excitada por el agónico
resultado, no hace sino emocionarse cuando escucha ese como fuera y
lo adopta como sinónimo de amor propio, amor por los colores o, como dicen
algunos, huevo, mucho huevo. Pero ¿existe realmente ese como sea?
Apartémonos del humo y
pensemos, que para eso estamos. Cada movimiento, cada relación en el fútbol es
producto del entrenamiento, la planificación, las miles de interrelaciones que
existen y se producen en el campo, y, cómo no, de la improvisación, porque al
fin y al cabo quienes ejecutan esas secuencias son seres humanos, pensantes y
emocionales. ¡Hasta un gol de rebote tiene todos estos elementos!
El tan manoseado como fuera
(o como sea) no es más que la muestra de nuestras incapacidades para entender
el juego, así como de propias limitaciones para expresar lo que sucede ante a
nuestros ojos. Como observamos lo que queremos –no hay nada más cierto que la
denuncia de que vamos a un partido con una idea preconcebida y no a dejarnos
llevar por la realidad– exteriorizamos lo que ya está estacionado en nuestro
interior.
De nada vale, por ejemplo,
que el Athletic Club prepare extraordinariamente su enfrentamiento ante el
Barcelona, si lo que importa es que se haga viral lo que yo creo, y lo que yo
creo es que los futbolistas blaugranas se han dejado llevar por la confianza y
la soberbia. ¿Poseo datos que confirmen eso? No, pero eso no importa un carajo;
lo realmente valorable es hacer notar que tengo un micrófono o una pluma que
validan mi opinión, sea cual fuere. Sin saber quién era, todos, o la gran
mayoría, siguen el ejemplo de Emil Cioran: “Para mí, la felicidad es
aburrirme en compañía de mí mismo”” Ah, si tan solo se animaran a
reflexionar como el rumano otro gallo cantaría.
Esto no es más que adaptarse
a la mediocridad para luego mutar en un ser sin sentido: aun sabiendo quién se
es hoy, no se puede predecir quién seremos mañana.
¿Hemos comprendido que las
verdades absolutas pueden no serlo pasados diez minutos? Esto es fútbol y nada
es lo que parece. Entonces, ¿por qué nos preocupamos tanto en imponer nuestro
criterio y le cerramos la puerta a la duda? Volvamos a Cioran, ahí está la
respuesta.
Un muy admirado observador
de las conductas humanas, sobre todo de aquellas que describen el efecto del
poder en quienes lo ejercen –u ocupen, según se quiera entender esa relación–
recuerda siempre al premio Nobel de literatura André Gide, cuando este dijo que “todas
las cosas están ya dichas; pero como nadie escucha hay que volver a empezar
siempre”. Bendita manera la suya de recordarnos que la pereza es una de las
principales características de nuestra especie.
El escritor francés no
estuvo solo. Carlos Peucelle avisaba, en diálogo con Dante Panzeri, que ya en
1937 la mentira era el producto de mayor consumo, y por ello intentó abrirnos
los ojos: “El fútbol es siempre lo que sea el material humano que lo
juega. El hecho de que ahora se hable ‘más lindo’ de fútbol no quiere decir que
se juegue mejor”.
Querido maestro, donde quiera
que esté lamento informarle que ya ni lindo se habla, porque los mercaderes y
fariseos del 2.0 nos han intoxicado con sus propias miserias disfrazadas de
frases motivacionales, tales como la victoria no tiene sustituto.
Ganamos como sea y el que no ponga huevos ni agite a las multitudes es acusado
de mear colonia. Vivimos en una crisis en la que, según Cioran, “la
exaltación puede más que la depresión”.
* Ignacio Benedetti.
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