FILOSOFÍA
DEL FÚTBOL
Manuel
Sérgio.
Prólogo
Mi
querido Manuel Sérgio:
Hace
cincuenta años que nos conocemos. Fue en la facultad de letras., pero más
exactamente en las clases de la carrera de filosofía que frecuentábamos. Tú,
como alumno voluntario- hoy se diría estudiante trabajador – yo, llegado
directamente de la opción D del Liceo de Ponta Delgada. Ambos llenos de
entusiasmo en los caminos filosóficos que la Universidad nos abriría.
Ni vale
la pena referir, tantos años después, la gran desilusión que la carrera nos
causó, aunque aún tuvimos la oportunidad de conocer buenos profesores, como el
brasileño lívio Teixeira con su culto a Platón o el Padre Manuel Antunes,
polémico entre las contradicciones de la cultura clásica y también a Tiago de
Oliveira que nos presentó la Lógica Matemática y el Axioma de Peano. También el
español Oswald Market, con las teorías del Ser y del No-Ser.
Pequeños
oasis en un gran desierto de ideas y de libertad. En el medio, nuestra alegría
de vivir y la búsqueda de caminos que nos condujesen a la desistencia.
Mientras
me desviaba de la filosofía, te mantuviste firme en el terreno del saber
filosófico, pero ampliando el ámbito de éste para englobar nuevas materias que
hasta hace poco se consideraban empiristas, y como máximo, experimentales, como
el deporte.
Criaste
incluso un campo de análisis propio, el de la Motricidad Humana, esa “Ciencia
del Hombre en Movimiento”, en el cual integraste el deporte en general, los
juegos, como el fútbol, la danza, la ergonomía y la educación especial, a
través de un proceso de integración en el cual convergían los métodos
históricos, biológicos, fenomenológicos, sociológicos, psicológicos,
dialécticos y estructurales. Fue lo que hiciste en tu tesis de doctorado
titulada: “Para una epistemología de la motricidad Humana”, en 1986. Le
dedicaste, sobretodo su consagración como saber filosófico y universitario, con
análisis sistemático, gran parte de tu
labor de investigación y de enseñanza, en clases y conferencias.
En tu
humanismo más que intelectual, rechazaste desde bien pronto, la noción del
cuerpo como mero instrumento de “una voluntad esclarecida” y lo integraste,
anulando la cartesiana separación y modo de enlace, en el proyecto de un
hombre- totalidad, sin jerarquía de funciones. Además, en nuestro reencuentro
personal, los dos defendimos el “fútbol como modalidad deportiva y espectáculo,
que democratizaba el cuerpo por la intencionalidad dada la motricidad y por el
papel central atribuido a los miembros inferiores”.
Otro
salto cualitativo que la filosofía del Deporte te debe es aquel ensayo en el
libro “A Pregunta filosófica e o Desporto”-1991, en el que revolucionas la
concepción de entrenamiento deportivo, incluyendo en él todas las partes de la
preparación física y mental, lo que llevaría más tarde a uno de tus
distinguidos alumnos, José Mourinho, a atribuirte la mayor influencia en su
formación con el concepto según el cual “el deporte es más que deporte”.
Ahora en
esta obra que publicas, sobre “La Filosofía del Fútbol”, desarrollas esa
crítica a las prácticas consagradas del entrenamiento deportivo en que
predomina la “educación física” separada de la aplicación concreta en las
modalidades deportivas a la que se destinan los atletas. Para esta concepción
de un entrenamiento nuevo, llamas en tu ayuda nada más y nada menos que al
maestro filósofo de la Fenomenología, Merleau – Ponty, con la predominancia
dada a la intencionalidad para conocer y actuar: “la Motricidad Humana supone
intencionalidad”. Se erige entonces el cuerpo-sujeto que “actúa como
significado, con aptitud, con competencia y propósitos.
Y
completas: “Según esto, el cuerpo es complejidad, donde no puede aislarse lo
que es físico de la globalidad de lo humano, que es
cuerpo-mente-deseo-naturaleza-sociedad”. Y partes hacia la defensa de un
entrenamiento de nuevo estilo en que la preparación física esté subordinada a
la eficacia operacional de la modalidad deportiva a practicar por parte de los
atletas, de la cual no pueden ausentarse los movimientos, los gestos y los objetivos
finales del juego. O como rematas, antes de que te deformen tu pensamiento: “No
olvido que en el fútbol también se corre sin balón, pero con el sentido que la
estrategia y la táctica determinan”.
No
sabría evaluar, en toda su extensión, las consecuencias de tu propuesta de un
nuevo entrenamiento, que probaste en diálogo con entrenadores tan prestigiosos
como Pedroto o Mourinho.
Me
acuerdo que te escuché comparar el entrenamiento deportivo con los ensayos de
una orquesta: “los músicos se ejercitan tocando sus instrumentos”. Así debía
ocurrir con el entrenamiento deportivo. O como escribes en este libro que me
diste para leer antes de su publicación y que me lleva a escribirte esta carta:
“Existe,
por eso, la necesidad de una recuperación creativa del entrenamiento, donde se
respete la norma: el entrenamiento de fútbol debe ser, de una forma o de otra…
fútbol y el fútbol tenso e intenso de la competición”.
¿Cuál es
el entrenamiento del corredor? Correr. ¿Y el del nadador? Nadar.
Es
posible que me deje llevar por la argucia de la argumentación que por la
sustancia de los resultados y que sólo experiencias comparativas podrían
comprobar. Pero que tu concepto es claro, sugerente y tentador, eso lo es, y
tiene hoy los favores de los entrenadores de vanguardia que, además, te citan.
La filosofía puede ser muy útil…
En tu
nuevo libro, que es un auténtico curso sobre la filosofía del deporte en
general, y del fútbol en particular, invocas a los grandes pensadores del
cuerpo y de la mente como Husserl y Merleau-Ponty, entre otros, que tanto te
inspiraron en el paso de visión dualista cartesiana que encaraba el cuerpo como
objeto de la mente hacia la consagración del cuerpo como sujeto de su propia
acción. Y llegaste al científico António damásio cuándo éste profundiza
experimentalmente que: “La mente es de tal forma modelada por el cuerpo y
destinada a servirlo que tan sólo una mente puede surgir en él”.
Sí, que
se sepa, es en el cuerpo humano donde la capacidad de pensar se encuentra más
desarrollada en la naturaleza.
Con un
abrazo amigo de
JOSÉ
MEDEIROS FERREIRA.
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