PURITO Y SU MOURINHO.
Azevedo, director del Katusha y admirador del técnico
portugués, DEFIENDE LA EFICACIA SOBRE EL ESPECTÁCULO.defiende la eficacia sobre el espectáculo.
Bouhanni gana la cuarta etapa
CARLOS ARRIBAS.
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fotoBouhanni, primero en la llegada a meta. LUCA ZENNARO EFE
Con escritores como José Azevedo a cargo de la narración no
extraña que el Giro de Purito Rodríguez sea como una novela de esas que en cada
capítulo se abre una historia derivada y el lector solo reza para que al final
todas cuadren a la perfección sin chirriar en exceso y sin necesidad de que el
autor acelere e invente malabarismos para que todo se pueda abrochar en el
último capítulo.
“La última semana
pondrá a cada uno en su sitio”, dice Purito, que salió de las etapas irlandesas
como último de los favoritos, a minuto y medio de Urán y Evans. “No tengo
ninguna prisa ni ninguna necesidad. Ni tampoco las cuatro subidas finales de
esta semana [hoy en Viggiano, mañana en Montecassino, a 70 años del bombardeo
aliado que destruyó la ciudad; el sábado en Montecopiolo y el domingo en
Sestola, Apeninos de sur a norte] son tan duras. Y tampoco estoy a siete
minutos como para tener que inventarme una a la Chiappucci… No tengo ningún
motivo para estar preocupado. Salvo el mío, el que perdí con Hesjedal, ningún
Giro se ha resuelto en pocos segundos”.
Lleva la contraria el ciclista catalán a medio pelotón de
expertos, tantos sabios que rodean el Giro y lo comentan para todos los medios,
excorredores, exdirectores, que han llegado a la conclusión, visto lo de
Irlanda, de que este Purito no es el suyo, de que este año no le toca ganar una
‘grande’ por fin. “Tengo ganas de que lleguen los finales en subida pero no
para ponerme a prueba ni poner a prueba a nadie, sino simplemente para saber
cómo están los demás. Yo ya sé que estoy bien”, dice Rodríguez, que el lunes
cumplió 35 años. “No son lo suficientemente empinadas como para que yo marque
diferencias, pero estaré atento y si se pone una bonificación o una victoria a
tiro no las voy a despreciar”.
Y Azevedo, su inteligente estratega,
evidentemente está de acuerdo. “Purito tiene la moral intacta y la motivación
necesaria para ganar el Giro. Y todo el trabajo hecho”, dice el portugués,
director del Katusha, tan estricto y metódico que cuando empezó a ejercer el
oficio de director, en el RadioShack a la sombra de Johan Bruyneel, quien no
supiera que era portugués pensaba que era alemán. “Quitando la del sábado, en
los confines de San Marino, que ya puede considerarse una etapa de montaña de
verdad, los otros finales son subidas muy tendidas, en las que corredores
rápidos sin ser especialmente escaladores estarán disputando. Serán de esos
días en los que no se va a ganar el Giro, pero se puede perder. Y Purito también
es rápido…”
Como ciclista, en los dos mejores equipos en los que ha
estado, en el ONCE, donde Azevedo, que solo le saca seis años, coincidió sus
tres temporadas con un Purito debutante como compañero ciclista, y en el US
Postal, Azevedo ha tenido como directores a dos personas de personalidad
fuerte, como Manolo Saiz y Johan Bruyneel.
“Pero yo no me
considero hijo de ninguno de los dos. Yo como corredor tenía ya mis ideas
propias, mi línea, veía y aprendía. Cogía cosas de aquí y de allá, pero siempre
alimentando con eso mi línea propia”, dice. “En todo caso, mi ejemplo como
estratega sería José Mourinho, a quien admiro. Ya sé que a los periodistas no
les cae muy bien, pero como entrenador siempre sabe sacar lo mejor de los
jugadores que tiene. Así debe ser. La eficacia es lo primero. La victoria es lo
importante, y no tanto la forma en que se consigue. El espectáculo es
secundario”. Y Purito, uno que saca un partido extraordinario a sus
capacidades, al oírlo, dirá amén, José.
Todo esto lo hablaban al mediodía a la sombra calurosa del
autobús del Katusha antes de que empezaran a caer las cuatro gotas que
convirtieron el asfalto del circuito final de Bari en una pista de patinaje. El
‘efecto jabón’, lo llaman en la Apulia, donde llueve raramente y el asfalto
está pulido y sucio en las ciudades. Ya los directores veteranos advertían de
que es más peligrosa una rotonda en seco en el sur de Italia que una mojada en
Irlanda, y por eso se salió de Giovinazzo (pueblo pesquero donde juegan al
hockey sobre patines y aún recuerdan la Recopa que le ganaron al Sentmenat en
1980) muy lento, casi parado. Se vio llegado al circuito que el agua convertía
las curvas en trampas mortales y los portavoces del pelotón (Paolini,
Tiralongo, Ventoso, Petacchi, Evans) pactaron con la dirección neutralizar la
última de las ocho vueltas, y que los sprinters que quisieran montar el circo
lo hicieran.
En dos curvas, en las
que cayeron las dos terceras partes de los 60 que organizaban el sprint, se
comprobó lo fundado del miedo del pelotón y se construyó la victoria del
exboxeador francés Nacer Bouhanni, uno que sí supo hallar el compromiso entre
espectáculo y eficacia: tras pinchar a 13 kilómetros de la llegada, volvió al
pelotón gracias a la ayuda del coche de su equipo, el FDJ, y fue capaz de
mantener el equilibrio en la última curva, en la que el favorito, Mezgec (el
intratable Kittel se retiró con fiebre antes de salir), sufrió una avería, para
remontar hasta la victoria.
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