viernes, 19 de agosto de 2016

JOSÉ AZEVEDO DEFIENDE LA EFICACIA SOBRE EL ESPECTÁCULO.


PURITO Y SU MOURINHO.
Azevedo, director del Katusha y admirador del técnico portugués, DEFIENDE LA EFICACIA SOBRE EL ESPECTÁCULO.defiende la eficacia sobre el espectáculo.

Bouhanni gana la cuarta etapa
CARLOS ARRIBAS.


Ampliar fotoBouhanni, primero en la llegada a meta. LUCA ZENNARO EFE
Con escritores como José Azevedo a cargo de la narración no extraña que el Giro de Purito Rodríguez sea como una novela de esas que en cada capítulo se abre una historia derivada y el lector solo reza para que al final todas cuadren a la perfección sin chirriar en exceso y sin necesidad de que el autor acelere e invente malabarismos para que todo se pueda abrochar en el último capítulo.
 “La última semana pondrá a cada uno en su sitio”, dice Purito, que salió de las etapas irlandesas como último de los favoritos, a minuto y medio de Urán y Evans. “No tengo ninguna prisa ni ninguna necesidad. Ni tampoco las cuatro subidas finales de esta semana [hoy en Viggiano, mañana en Montecassino, a 70 años del bombardeo aliado que destruyó la ciudad; el sábado en Montecopiolo y el domingo en Sestola, Apeninos de sur a norte] son tan duras. Y tampoco estoy a siete minutos como para tener que inventarme una a la Chiappucci… No tengo ningún motivo para estar preocupado. Salvo el mío, el que perdí con Hesjedal, ningún Giro se ha resuelto en pocos segundos”.

Lleva la contraria el ciclista catalán a medio pelotón de expertos, tantos sabios que rodean el Giro y lo comentan para todos los medios, excorredores, exdirectores, que han llegado a la conclusión, visto lo de Irlanda, de que este Purito no es el suyo, de que este año no le toca ganar una ‘grande’ por fin. “Tengo ganas de que lleguen los finales en subida pero no para ponerme a prueba ni poner a prueba a nadie, sino simplemente para saber cómo están los demás. Yo ya sé que estoy bien”, dice Rodríguez, que el lunes cumplió 35 años. “No son lo suficientemente empinadas como para que yo marque diferencias, pero estaré atento y si se pone una bonificación o una victoria a tiro no las voy a despreciar”.

Y Azevedo, su inteligente estratega, evidentemente está de acuerdo. “Purito tiene la moral intacta y la motivación necesaria para ganar el Giro. Y todo el trabajo hecho”, dice el portugués, director del Katusha, tan estricto y metódico que cuando empezó a ejercer el oficio de director, en el RadioShack a la sombra de Johan Bruyneel, quien no supiera que era portugués pensaba que era alemán. “Quitando la del sábado, en los confines de San Marino, que ya puede considerarse una etapa de montaña de verdad, los otros finales son subidas muy tendidas, en las que corredores rápidos sin ser especialmente escaladores estarán disputando. Serán de esos días en los que no se va a ganar el Giro, pero se puede perder. Y Purito también es rápido…”

Como ciclista, en los dos mejores equipos en los que ha estado, en el ONCE, donde Azevedo, que solo le saca seis años, coincidió sus tres temporadas con un Purito debutante como compañero ciclista, y en el US Postal, Azevedo ha tenido como directores a dos personas de personalidad fuerte, como Manolo Saiz y Johan Bruyneel.

 “Pero yo no me considero hijo de ninguno de los dos. Yo como corredor tenía ya mis ideas propias, mi línea, veía y aprendía. Cogía cosas de aquí y de allá, pero siempre alimentando con eso mi línea propia”, dice. “En todo caso, mi ejemplo como estratega sería José Mourinho, a quien admiro. Ya sé que a los periodistas no les cae muy bien, pero como entrenador siempre sabe sacar lo mejor de los jugadores que tiene. Así debe ser. La eficacia es lo primero. La victoria es lo importante, y no tanto la forma en que se consigue. El espectáculo es secundario”. Y Purito, uno que saca un partido extraordinario a sus capacidades, al oírlo, dirá amén, José.

Todo esto lo hablaban al mediodía a la sombra calurosa del autobús del Katusha antes de que empezaran a caer las cuatro gotas que convirtieron el asfalto del circuito final de Bari en una pista de patinaje. El ‘efecto jabón’, lo llaman en la Apulia, donde llueve raramente y el asfalto está pulido y sucio en las ciudades. Ya los directores veteranos advertían de que es más peligrosa una rotonda en seco en el sur de Italia que una mojada en Irlanda, y por eso se salió de Giovinazzo (pueblo pesquero donde juegan al hockey sobre patines y aún recuerdan la Recopa que le ganaron al Sentmenat en 1980) muy lento, casi parado. Se vio llegado al circuito que el agua convertía las curvas en trampas mortales y los portavoces del pelotón (Paolini, Tiralongo, Ventoso, Petacchi, Evans) pactaron con la dirección neutralizar la última de las ocho vueltas, y que los sprinters que quisieran montar el circo lo hicieran.


 En dos curvas, en las que cayeron las dos terceras partes de los 60 que organizaban el sprint, se comprobó lo fundado del miedo del pelotón y se construyó la victoria del exboxeador francés Nacer Bouhanni, uno que sí supo hallar el compromiso entre espectáculo y eficacia: tras pinchar a 13 kilómetros de la llegada, volvió al pelotón gracias a la ayuda del coche de su equipo, el FDJ, y fue capaz de mantener el equilibrio en la última curva, en la que el favorito, Mezgec (el intratable Kittel se retiró con fiebre antes de salir), sufrió una avería, para remontar hasta la victoria.

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