Por: Pilar Jericó | 18 de septiembre de 2015
Decía Winston Churchill que “se
necesita coraje para pararse y hablar, pero mucho más para sentarse y escuchar”.
Y, curiosamente, estas palabras salían de la boca de uno de los mejores
oradores del S.XX. Un político que gracias a su facilidad de palabra logró
mantener la esperanza y confianza de Reino Unido en los momentos más delicados
de la II Guerra Mundial, en ese instante en que parecía que Hitler iba a
conseguir dominar toda Europa.
Para escuchar, que no
oír, es necesario ser aliado del silencio, de ese silencio solidario y
protector. Porque una escucha activa
en silencio es realmente reparadora. Cuando alguien necesita de nuestra ayuda y
nos cuenta sus preocupaciones tendemos a ofrecerle de forma apresurada consejos.
No es que lo hagamos de mala fe, pero lo haremos mal si no guardamos ese
respetuoso silencio activo.
Porque cuando alguien nos considera
digno o digna de contarnos algo importante, es básico que le otorguemos la
confianza del que escucha, del que presta interés. El primer paso es el
desahogo del interlocutor, luego nuestro análisis. Más tarde vendrán las
grandes claves en forma de palabras.
En este sentido, el
prestigioso doctor en psicología social Edgar Schein afirma
que “interrumpir a los demás es uno de los comportamientos de comunicación
más comunes y destructivos”, y encuentra explicación a esta práctica en que “lo
solemos hacer convencidos de que tenemos que decir algo más importante que
aquello que va a decir el que está hablando”.
Fueron Gandhi, Luther King,
Mandela o el propio Churchill líderes carismáticos precisamente por eso, por la
importancia que le daban a escuchar a los demás. A este tipo de personas, el
mítico experto en liderazgo Robert Greenleaf los denominó ‘líderes
serviciales’ justamente porque se diferenciaban del resto en que primero
escuchaban, después hablaban.
En el ámbito de la
comunicación, donde habitualmente se valora mucho más la facilidad de palabra
antes que el análisis, y donde las interrupciones en televisión o radio se han
convertido en habituales, fue el mítico periodista Jesús Quintero el
que marcó una época con su manera tan peculiar de entrevistar.
Jugaba y juega con los silencios como nadie… Algo que motivaba a sus
entrevistados a contar cosas que a nadie habían contado antes. Precisamente por
la confianza que les otorga un periodista que prefiere escuchar a destacar con
sus interrupciones. Precisamente por la confianza que les otorga el silencio.
La palabra es plata, el
silencio es oro. Clama contra las
injusticias, alza la voz cuando sea necesario, pero si quieres ganarte el
respeto de los demás y, sobre todo, su confianza, maneja el silencio como una
virtud, como la mayor de las virtudes en el arte de conversar.
Keith Davis, profesor de College
of Managment de la Universidad de Arizona enumeró las diez reglas
de la buena escucha, normas que se han convertido ya en toda una pauta de
seguimiento obligado:
- Deje de hablar. Usted no puede escuchar si está hablando.
- Haga que el que habla se sienta cómodo. Ayúdelo a sentirse que es libre de hablar.
- Demuéstrele que desea escucharlo. Parezca y actúe como si estuviera
sinceramente interesado.
- Elimine y evite las distracciones. No se distraiga jugando con pedazos de papel,
escribiendo, etc.
- Trate de ser empático con el otro. Intente ponerse en su lugar, comprender su
punto de vista.
- Sea paciente. Dedíquele el tiempo necesario, no interrumpa.
- Mantenga la calma y su buen humor. Una persona colérica toma el peor sentido de
las palabras.
- Evite discusiones y críticas, sea prudente con
sus argumentos.
- Haga preguntas. Esto estimula al otro y muestra que usted
está escuchándolo.
- Pare de hablar. Esto es lo primero y lo último. Todas las
otras reglas dependen de esto. Usted no puede escuchar si está hablando.
..."En una conversación,
en cualquier comunicación también existe el silencio, los silencios que también
tienen su propio significado y su valor, a veces más que cualquier palabra o
frase. Nuestras palabras no siempre alcanzan a decir todo lo que queremos
decir, todo lo que sentimos o pensamos. Nuestro cerebro se aloja en una cárcel
llamada idioma...nuestro pensamiento vuela más alto, más rápido y más lejos de
lo que nuestras lenguas nos permiten expresar..." Publicado por Israel en
el blog Vientos de Brasil en 11/01/2013.
Saudades de você, Israel!
Saudades de você, Israel!
Publicado por: Sherazade |
18/09/2015 18:21:14
Se necesitan 2 años para
aprender a hablar y... 60 para aprender a callar (Hemingway).
Publicado por: José Iribas | 18/09/2015 17:50:00
Publicado por: José Iribas | 18/09/2015 17:50:00
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