Por David Lagar
El fútbol es un deporte colectivo y como tal, el equipo debe
imperar por encima de las individualidades. Por ello, se trata de un mundo
complejo, lleno de elementos que interactúan entre sí para llegar a ser más que
la mera suma de las partes.
En este deporte 1+1+1+1 no suman 4, sino que las
relaciones entre ellos harán del conjunto un compendio mayor. No nos
sirve conocer las partes para saber cómo funciona el sistema – equipo, necesitamos
ir más allá, analizar las sinergias que se producen gracias a ellas. Esto
sí nos hará entender el juego del equipo.
“Olvidan que el todo es más que la suma de las
partes, aunque las partes no suman, si no que interactúan y distinto” Juanma
Lillo.
El estilo de juego del Madrid no podrá ni debe ser nunca el
estilo del Barcelona, las partes no son iguales por lo tanto las relaciones que
se darán entre ellas serán distintas, puede que sean igual de buenas, pero
distintas. Sería un error comprenderlo de otra manera, iría contra natura, y no
debemos olvidar que el fútbol es de los futbolistas. Óscar Cano se
pregunta en su libro EL modelo de juego del Real Madrid de Mourinho:
“¿Cómo decirle a los futbolistas como deben jugar sin antes dejarles que nos
indiquen cómo saben hacerlo?”, una visión muy acertada a nuestro parecer.
En el fútbol base este tipo de preguntas podrían tener otro tipo de respuestas,
dado que la formación del pequeño jugador puede ser un pretexto para mostrarle
otros matices que no se correspondan con su juego, aunque pensamos que nunca
debemos olvidar ni hacer que olvide su naturaleza, sea de la edad que sea.
Sin embargo en el alto rendimiento lo que buscamos es que el
nivel sea máximo y esto sólo se puede conseguir si las relaciones entre los
jugadores son óptimas. Por ello, el fin último será el de obtener un lenguaje
común a todos los jugadores ¿Pero cómo conseguirlo? Si anteriormente hemos
dicho que el fútbol es de los futbolistas y no podemos ir contra natura…
¿Podemos realmente conseguir que hablen todos el mismo idioma?
Los equipos grandes a priori tienen más posibilidades de
alcanzar dicho objetivo, ellos pueden fichar a quien quieran o hacer un equipo
en base a un modelo de juego, aunque a veces sus presidentes se afanen por
querer contratar al jugador de moda sin pararse a pensar la misma lengua que
los que van a ser sus compañeros, o entiende el fútbol de igual manera. Este es
el error más común, conformar mal la plantilla.
Como bien dice Óscar Cano “una
plantilla no se conforma mediante la adición de jugadores competentes y
competitivos. Es, más bien, un grupo de jugadores que se complementan entre sí.
A mayor semejanza, mayor facilidad para establecer interacciones inteligentes y
productivas”. Una vez que hayamos hecho bien esto, conseguir el
objetivo de crear un idioma propio, un lenguaje común en el sistema – equipo,
será mucho más sencillo.
Nuestro papel será el de analizar mediante la observación
las interacciones más significativas que se dan en el conjunto para
reforzarlas, o corregir pequeños aspectos, pero sin atentar contra la natura
del equipo, del jugador. “Nuestra voluntad debe ir al encuentro de
las analogías entre los jugadores como referencia para complementar sus
diferencias” señala Óscar Cano.
Por lo tanto el equipo es en definitiva una microsociedad
(sistema – equipo) con identidad propia (no hay dos iguales), que necesita de
un lenguaje común (mismo estilo de juego, visión de los conceptos…) entre
individuos (jugadores) y que podrá variar dependiendo de las relaciones que se
establezcan entre ellos. Pero recordad, si no hablan el mismo idioma, nunca
llegarán a comprenderse. No jugarán a lo mismo, y la sociedad – equipo no
funcionará.
Imagen: Tomás Cuesta
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