El equipo ha evolucionado el juego y la libreta durante la
temporada para dar con un equipo rico en recursos y casi inexpugnable.
JORDI QUIXANO.
El Barça ganaba sin convencer por más que encadenara ocho
duelos seguidos sin encajar goles al empezar la Liga. Un síntoma que se expresó
ante el Madrid en el Bernabéu (3-1), cuando el técnico obvió su idea del
vértigo para apostar por el control. Por lo que el equipo de Ancelotti ganó por
primera vez en años la partida en la medular y sugirió que el Barça debía jugar
a otra cosa. Al menos hasta recobrar el tono, el acoso en campo ajeno de forma
eficaz, la salida del balón limpia y la conexión con una delantera sin igual.
Dicho y hecho. Quizá no tiene tanta agilidad en el desplazamiento como antaño,
pero es un equipo de recursos indescifrables para los rivales, que ya no saben
si presionar arriba o aguardar en la cueva. Toda una evolución.
Salida limpia del balón
“El técnico no deja
bajar a los volantes para recibir”, cuentan desde el vestuario. Por lo que con
los extremos cerrados al principio de curso y las líneas separadas, no era raro
que el equipo abusara del pase largo. “¡No es obligatorio jugarlas todas!”, le
gritó ya en el primer partido de pretemporada el técnico a Bartra. Con el
tiempo, la recolocación de las alas y la reconstrucción de Piqué, se recuperó
la salida limpia de la pelota. “El míster nunca me ha dicho que tire un
pelotazo”, explica Piqué. Y sólo el Bayern y la Real han impedido en las
últimas fechas que sacaran parsimoniosos el balón jugado desde atrás.
Mediocentro a la carta
Desde que Busquets irrumpiera en el primer equipo, no había
habido un eje que le hiciera sombra, ni Touré ni Keita ni Song ni nadie. Pero
Luis Enrique, que no le hace ascos a las idas y venidas, entendió que
Mascherano era idóneo porque era rápido en la corrección y también en la
carrera hacia atrás. “Lo veía más como central, aunque…”, dijo tras probarle en
el medio ante el Ajax. Mascherano, que siempre va al área técnica en los
festejos de gol para arreglar los desajustes, es central. Pero en los partidos
de músculo o bien apretados, como ante el Valencia, no ha sido raro que se
colocara en la medular y Busquets fuera volante.
Reorganización de los extremos
La plantilla ha pedido dos cambios capitales para los
extremos. Primero, al ver que el equipo no tenía amplitud y apenas profundidad,
sino que se topaban los delanteros por los pasillos interiores, solicitó al
técnico en varias ocasiones que abriera a los puntas para tener más posesión y
encontrar rampas al gol.
Accedió con el tiempo. Y después, cuando Luis Suárez
empezó a competir, precisamente en el clásico perdido, actuaba de extremo para
dar el carril central a Messi. Pero Leo, consciente de que Suárez perdía
facultades lejos de la portería, decidió con la aquiescencia del entrenador
regresar a la banda derecha. Y el tridente encajó de maravilla con ya 115
goles: Messi (54), Neymar (37) y Luis Suárez (24).
El protagonismo de los medios
Durante la primera parte del campeonato, el Barça era un
equipo sin pausa, vertical y directo. Propuesta que negaba el protagonismo a
los medios, esporádicos en las rupturas y presentes en la fase de transición
ataque-defensa porque eran el muro de contención necesario para que no se
partiera el equipo. Con el tiempo, el Barça recuperó el balón y tanto Rakitic
como Iniesta (Xavi ha ejercido más el papel de la contención) se han remarcado
en campo ajeno. No sólo con las conducciones, sino con las mezclas en la
frontal y llegadas desde la segunda línea.
Miscelánea azulgrana
La fiabilidad de los porteros Bravo y Ter Stegen ha
permitido no echar en falta a Valdés. La estrategia a balón parado dirigida por
Unzue ha dado 17 goles a favor por cinco en contra. Las aportaciones de la
clase media y los goles puntuales de los menos habituales (Mathieu al Madrid,
Busquets al Valencia y Sandro al Villarreal), y el excelente tono físico que ha
mantenido el bloque durante todo el curso, han rematado la faena.
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