"El éxito no se analiza". (CésarLuisMenotti).
Por Pedro Gómez (P.Fisico Albacete Bpie) –
@pf_gomez
Este 2015 se cumplen 100 años desde que Albert Einstein con
su Teoría de la Relatividad General nos demostró que el concepto de
espacio-tiempo, huyendo de absolutismos estáticos, se presenta a diario como
algo elástico, deformable y dinámico…
De complejidad innegable, a kilómetros de mis límites de
comprensión, rescato dicho concepto en esta reflexión nocturna para, en primer
lugar, homenajear por su merecido centenario, y seguidamente, aprovechar
su poder de captación, y asemejarlo en esta introducción a los vaivenes
emocionales experimentados frecuentemente por todos los que de este negocio
pretendemos subsistir.
La variabilidad y elasticidad emocional compartida
semana tras semana con nuestra almohada, oscila por el ajetreo que el resultado
provoca en nuestro entorno más cercano, situándonos en la cresta de la ola
cuando los tres puntos están en nuestro bolsillo y aplastándonos contra el
fondo marino cuando son las piedras de la derrota las que llenan nuestros
pantalones.
Pero claro, ¿quién podría sorprenderse?… en un mundo donde
el ganar es lo único y los cuerpos técnicos son mejores en la medida que sus
equipos suman de 3 en 3, ¡no podía ser de otra forma!, sobre todo si nadie nos
garantiza tener un puesto en el banquillo para la próxima temporada y el
revoloteo de alrededor mantiene sus pistolas cargadas esperando el mínimo
atisbo de indefensión.
Convivir con esta incertidumbre y mediocridad a la que el
resultadismo nos empuja enciende el engranaje de nuestra montaña rusa
emocional, privándonos en muchos casos de la serenidad y objetividad necesarias
para valorar lo ocurrido durante el último partido, despojando de credibilidad
a nuestro método de trabajo y lo que es peor, afectando a todos aquellos
que a diario tienen la suerte (o desgracia), de cohabitar con nuestras
emociones.
Intuyo que con el ánimo de mostrarse fríos e
inquebrantables, algunos se proclamaran expertos en la desconexión total del
entorno y capacitados para no leer prensa ni visualizar los noticiarios de los
Lunes…¡yo no me lo creo!, en época de similar bombardeo conceptual contaminado,
a todos, queramos o no, por un lado u otro, nos terminará llegando algo de
difícil digestión que nos haga pasar un mal rato.
De este modo, todos (unos más frecuentemente que otros)
terminaremos visitando nuestro botiquín de emergencia en busca del antiácido
que regule nuestras emociones estomacales, y en cuyo aliado prospecto se nos
aconsejará, con el ánimo de evitar sobredosis medicamentosas, tratar de saber
el por qué de cuando ganamos, y el por qué de cuando perdemos, de manera
objetiva y siempre desde una lente futbolística libre de ideas que condicionen
nuestro punto de vista.
Por tanto, y puede que solo de este modo, seremos capaces de
devolver la estabilidad que nuestras emociones (y familiares) venían
reclamando, pues sólo así podremos restar importancia a las frecuentemente
malintencionadas opiniones del entorno, manejando las causas reales de nuestro
fracaso o éxito, y pudiendo poner remedio o refuerzo a las mismas.
Será en consecuencia la falta de graduación de esta lente
futbolística la que nos haga vislumbrar argumentos infundados durante momentos
de derrota (chispa, pico de forma, falta de entrenamiento…) y vanidades
metodológicas en los instantes de victoria (intensidad, método, sistema insuperable..)
y es que como decía Mark Twain: “el peligro no es lo que ignoramos, el
peligro es lo que tenemos por cierto y no lo es”.
Aprende a convivir con la injusticia que a veces un juego de
tal incertidumbre conlleva de manera inherente, convéncete de que tarde o
temprano terminarás perdiendo si eres muy bueno o ganando si eres muy malo,
acepta el resultado como una parte más del proceso y aunque sea inevitable
otorgarle una importancia capital, que ni el ganar te acomode ni el perder te
desquebraje…y si después de todo eres incapaz de estabilizar tus emociones por
esta vía, empieza a pensar seriamente en dedicarte a otra cosa, por tu salud,
la de tu equipo, y la de los que te rodean.
En tanto en cuanto, y como supongo que esta drástica
solución tampoco te servirá, al menos convéncete de que tus alegrías, en todos
los casos, serán directamente proporcionales a la cantidad de buenos jugadores
con los que cuentes, ya que estos, si son buenos de verdad, les guste o no a
los defensores a ultranza del método de trabajo, pueden hacer famoso a
cualquier cuerpo técnico…
..Tal vez así, nuestras dichosas emociones, lograrán
escapar, de una vez por todas, de los postulados del bueno de Einstein.
¡Que las redes emocionales del efímero resultado no te
atrapen!
Un fuerte abrazo amigo
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