de LÓPEZ DEL CAMPO, R. · en OPINIÓN. ·
El entrenamiento psicológico integrado, a diferencia
de otros métodos, presenta peculiaridades distintivas que tienen que ver con
el diseño de procesos que satisfagan las necesidades del deportista.
Para
satisfacer dichas necesidades debemos centrarnos en técnicas dirigidas a la
mejora del rendimiento deportivo. El entrenador debe desarrollar y maximizar el
potencial del jugador para que este adquiera una mayor versatilidad y eficacia
en la toma de decisiones (Levleva & Terry, 2008).
La principal duda que puede surgir en relación a la práctica
del entrenamiento psicológico integrado se centra en dilucidar si un
entrenador tiene que ser necesariamente Licenciado en Psicología. De ser
necesario dicha titulación, y en el caso que nos atañe, todos los
entrenadores de fútbol que quisieran aplicar este método tendrían que ser
psicólogos. A continuación intentaremos justificar que no es necesario ser
psicólogo para poner en práctica este método de entrenamiento.
Es importante aclarar la diferencia existente entre los
términos entrenamiento psicológico y terapia psicológica. Es indudable que
ambos procesos tienen puntos comunes, pero son las diferencias las que
capacitan a alguien que no sea psicólogo para dirigir un entrenamiento
psicológico (Grant, 2006; Zeus & Skiffington, 2004; Wright, 2005).
La diferencia fundamental radica en la consideración del
futbolista. En la terapia se trata de un enfermo que sufre una patología
diagnosticada, mientras que en el entrenamiento psicológico no media
enfermedad alguna de índole psicológico. El entrenador no persigue el
objetivo de curar al jugador sino el de mejorar sus competencias (Grant, 2006;
Wright, 2005).
El tratamiento terapéutico ha demostrado su efectividad a
la hora de tratar patologías emocionales y conductuales, pero el entrenamiento
psicológico integrado se dirige a una población con ausencia de
psicopatologías. Lo que no quiere decir que para un individuo con disfunción
psicológica este método no pueda resultar beneficioso. Es precisamente
en estos casos en los que es necesario que el entrenador tenga una formación
acreditada en Psicología (Grant, 2006).
También pueden darse situaciones en las que el entrenador
detecte una anomalía emocional o conductual. En estos casos, se debería
desviar la atención hacia un psicólogo que certifique la existencia de una
posible psicopatología. En ninguno de los casos, el entrenador deberá
utilizar técnicas basadas en la psicoterapia (Murphy, 2004).
Actualmente no existen barreras académicas o profesionales
específicas para realizar el entrenamiento psicológico integrado, aunque si
es aconsejable que los entrenadores tengan una titulación universitaria en
campos tan heterogéneos como ciencias de la salud, ciencias sociales o
ciencias de la educación. De todos estos ámbitos, el psicológico es el que
se encuentra en una posición privilegiada por los motivos que se enuncian a
continuación: poseen una amplia formación académica sobre la conducta de las
personas y utilizan solo técnicas basadas en evidencias empíricas (Liljenstrand,
2003).
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