Es doctora en filosofía en la Universidad Complutense en Madrid.
Máster en ciencias de las religiones.
NTREVISTA A
MÓNICA CAVALLÉ
Ha sido profesora de Filosofía Práctica y
durante varios años ha coordinado en la Universidad Complutense de Madrid los
seminarios de Introducción Filosófica al Hinduismo y al Budismo. Trabaja como
filósofa asesora y es presidenta honorífica de la Asociación Española para la
Práctica y el Asesoramiento Filosóficos (ASEPRAF). Es autora, entre otros
libros, de La sabiduría recobrada y La Filosofía, maestra de vida.
«Hay
que quitar las telarañas a la filosofía»
«Detrás de
muchas depresiones hay problemas filosóficos», afirma Cavallé»
La presidenta
honorífica de la Asociación Española para la Práctica y el Asesoramiento
Filosófico, Mónica Cavallé, participó la pasada semana como profesora en el
curso de la Universidad de Granada 'La asesoría filosófica: el retorno a una
Filosofía para la vida'. Cavallé es una de las pioneras en nuestro país de esta
actividad que surgió en Alemania en los años ochenta y ya se ha extendido por
el mundo como una alternativa seria a la psicoterapia para ayudar a clarificar
los problemas de la vida.
-¿Qué son la Filosofía práctica y la asesoría filosófica?
-La práctica filosófica es un movimiento formado por filósofos que queremos que la Filosofía vuelva a ser relevante para los individuos y la sociedad. El asesoramiento filosófico es un diálogo en el que el filósofo acompaña a los consultantes en una reflexión sobre preguntas, inquietudes, problemas, anhelos personales... desde una perspectiva filosófica.
-¿Qué problemas llegan a su consulta?
-Hay personas que vienen porque tienen conflictos concretos -en sus relaciones interpersonales, en la comunicación con sus hijos, crisis vocacionales...- y otras que vienen por una sensación más difusa: la de estar viviendo a medias, la de que 'la vida no puede ser solo esto'. En la mitad de la vida es muy común la sensación de que, a pesar de haber alcanzado los objetivos que la sociedad propone para ser feliz -un buen trabajo, cierto estatus, una familia...-, interiormente hay insatisfacción, vacío. En muchas mujeres a partir de cierta edad, sobre todo cuando no tienen pareja, hay un sentimiento de soledad y la necesidad de aprender a convivir con ella, de convertirla en una aliada. Hay hombres que se han volcado en su vida profesional y han descuidado su propia interioridad, y eso termina pasando factura. Son frecuentes los dilemas éticos, como una separación -'¿debo ser fiel a mis sentimientos o a la trayectoria que he construido con mi familia?'- o un problema familiar -'¿es correcto que mande a mi madre a una residencia para poder vivir mi vida?'-. También hay jóvenes con dudas vocacionales, profesionales bloqueados, creativos desmotivados... Pero todos saben que no van al filósofo como quien va al psiquiatra, para que les dé una 'pastilla'; están dispuestos a pasar por un proceso de cuestionamiento, de reflexión.
-¿Y tienen éxito?
-La vida no es algo neutro, es una vida interpretada. Y esa interpretación arraiga en planteamientos filosóficos. Reflexionar sobre ellos, por tanto, tiene siempre un reflejo inmediato en la vida y en la mayoría de los casos los cambios son significativos: sensación renovada de sentido, mayor ecuanimidad y serenidad, donde se veían problemas se ven posibilidades de crecimiento, una actitud más constructiva y menos egocéntrica...
-¿Hay 'recetas' filosóficas para mejorar la vida?
-No hay recetas. La clave del trabajo de la consulta es practicar lo que Sócrates denominaba mayéutica: ayudar a que cada cual tome conciencia de sus creencias erróneas y alumbre sus propias comprensiones. El asesor no da respuestas al consultante; le ayuda a que recorra su propio camino.
-En 'Más Platón y menos Prozac', Lou Marinoff lanza duras críticas al mundo de la Psicología y la Psiquiatría. ¿Qué le parece?
-De entrada, el libro no me entusiasma; considero que simplifica la actividad del asesor filosófico. Personalmente no critico la psicoterapia, pues tiene su lugar, sino el psicologismo, que es ver detrás de cualquier tipo de sufrimiento humano una enfermedad o un problema psicológico, cuando lo que hay, en muchas ocasiones, son problemas filosóficos, es decir, una filosofía personal inconsistente, llena de puntos ciegos, contradicciones, creencias que no son fruto de la reflexión propia...
-¿La Filosofía puede curar una depresión?
-La palabra 'depresión' es un cajón de sastre donde se meten demasiadas cosas. Basta que una persona está baja de ánimo, triste, con poca energía para afrontar sus problemas cotidianos, para que se la califique de deprimida. La cuestión es qué hay detrás de ese estado; y muchas veces hay una persona que no ve sentido a su vida. Ahora bien, en estos casos, la tristeza, lejos de ser un trastorno, es un mensaje de su interior que le indica que ha de cambiar algo en su vida o en su actitud hacia ella: modificar su escala de valores, cuidar aspectos que estaban relegados, dotar de un sentido propio y significativo a su existencia... Muchas supuestas depresiones se superan desde el momento en que se entiende su mensaje. Si en un estado depresivo pesan factores no filosóficos, o bien si se trata de personas muy bloqueadas, con impulsos suicidas, etcétera, se derivan al profesional correspondiente. Pero muchas veces detrás de lo que habitualmente se llama depresión hay problemas filosóficos. En estos casos, no cabe decir que la filosofía las cura, pues no había ninguna enfermedad.
Vuelta a los antiguos
-La mayoría de la gente sigue viendo la Filosofía como aquella asignatura tan aburrida que se estudiaba en el instituto y le resulta difícil apreciar su lado práctico...
-Es comprensible que sea así, porque la noción de Filosofía más generalizada es la académica, especulativa, teórica... Pero en todas las culturas la Filosofía nació como un arte de vida con una vocación universal: ayudaba a todo ser humano a conocerse y a conocer su lugar en el mundo, a vivir con plenitud, a alcanzar un estado de libertad interior. Mi experiencia es que casi nadie, ni siquiera las personas sin estudios, siente que los filósofos de la antigüedad sean inaccesibles; todo lo contrario: de inmediato advierten la relevancia que pueden tener en sus vidas. Hay que quitar las telarañas a la Filosofía, porque tiene una dimensión de arte de vida que concierne a todo el mundo.
-¿Por qué siempre se vuelve a los filósofos de la antigüedad? ¿No hay buenos filósofos actuales?
-Sí, por supuesto. Es curioso, pero quizá suceda porque, de alguna manera, en las obras de la antigüedad está casi todo; como si la historia de la Filosofía fuera el desarrollo de las posibilidades que ya estaban latentes en sus inicios.
-¿A sus clientes les recomienda leer obras filosóficas?
-Algunos no tienen tiempo y solo leen textos cortos. Otros leen obras completas. De Filosofía antigua recomiendo con frecuencia a Epicteto, a Marco Aurelio, a Sócrates -es decir, Platón-, a Aristóteles... De los contemporáneos, a Erich Fromm, a Simone Weil, a pensadores de otras culturas... Siempre lo que la cosmovisión y la evolución del consultante demande.
-Dice que algunos de sus clientes no tienen tiempo de leer. En realidad, ¿no vivimos en un mundo acelerado en el que ni siquiera hay tiempo de pensar?
-Un gran inconveniente de esta época es ese: no hay detenimiento, no hay silencio, ni exterior ni interior. Estamos atrapados por lo urgente y lo importante se eclipsa, lo esencial se desatiende. Y tarde o temprano esa situación, sobre todo en las personas más sensibles, termina trayendo consigo una sensación de insatisfacción, de desorden, de vacío. Hay personas que cuando se paran lo pasan mal: tienen miedo al silencio, a la soledad, a pensar... porque no saben pensar. Asocian esos momentos a confusión, pues el silencio exterior subraya su diálogo interno caótico, permite que afloren emociones no resueltas. La consulta es un espacio de reflexión, de silencio, donde se pone luz sobre lo que habitualmente no se examina y se hace con un método apropiado. Es un aprendizaje en el arte de detenerse, de pensar, de mirar; luego el consultante va a hacer eso por sí mismo.
-¿Qué son la Filosofía práctica y la asesoría filosófica?
-La práctica filosófica es un movimiento formado por filósofos que queremos que la Filosofía vuelva a ser relevante para los individuos y la sociedad. El asesoramiento filosófico es un diálogo en el que el filósofo acompaña a los consultantes en una reflexión sobre preguntas, inquietudes, problemas, anhelos personales... desde una perspectiva filosófica.
-¿Qué problemas llegan a su consulta?
-Hay personas que vienen porque tienen conflictos concretos -en sus relaciones interpersonales, en la comunicación con sus hijos, crisis vocacionales...- y otras que vienen por una sensación más difusa: la de estar viviendo a medias, la de que 'la vida no puede ser solo esto'. En la mitad de la vida es muy común la sensación de que, a pesar de haber alcanzado los objetivos que la sociedad propone para ser feliz -un buen trabajo, cierto estatus, una familia...-, interiormente hay insatisfacción, vacío. En muchas mujeres a partir de cierta edad, sobre todo cuando no tienen pareja, hay un sentimiento de soledad y la necesidad de aprender a convivir con ella, de convertirla en una aliada. Hay hombres que se han volcado en su vida profesional y han descuidado su propia interioridad, y eso termina pasando factura. Son frecuentes los dilemas éticos, como una separación -'¿debo ser fiel a mis sentimientos o a la trayectoria que he construido con mi familia?'- o un problema familiar -'¿es correcto que mande a mi madre a una residencia para poder vivir mi vida?'-. También hay jóvenes con dudas vocacionales, profesionales bloqueados, creativos desmotivados... Pero todos saben que no van al filósofo como quien va al psiquiatra, para que les dé una 'pastilla'; están dispuestos a pasar por un proceso de cuestionamiento, de reflexión.
-¿Y tienen éxito?
-La vida no es algo neutro, es una vida interpretada. Y esa interpretación arraiga en planteamientos filosóficos. Reflexionar sobre ellos, por tanto, tiene siempre un reflejo inmediato en la vida y en la mayoría de los casos los cambios son significativos: sensación renovada de sentido, mayor ecuanimidad y serenidad, donde se veían problemas se ven posibilidades de crecimiento, una actitud más constructiva y menos egocéntrica...
-¿Hay 'recetas' filosóficas para mejorar la vida?
-No hay recetas. La clave del trabajo de la consulta es practicar lo que Sócrates denominaba mayéutica: ayudar a que cada cual tome conciencia de sus creencias erróneas y alumbre sus propias comprensiones. El asesor no da respuestas al consultante; le ayuda a que recorra su propio camino.
-En 'Más Platón y menos Prozac', Lou Marinoff lanza duras críticas al mundo de la Psicología y la Psiquiatría. ¿Qué le parece?
-De entrada, el libro no me entusiasma; considero que simplifica la actividad del asesor filosófico. Personalmente no critico la psicoterapia, pues tiene su lugar, sino el psicologismo, que es ver detrás de cualquier tipo de sufrimiento humano una enfermedad o un problema psicológico, cuando lo que hay, en muchas ocasiones, son problemas filosóficos, es decir, una filosofía personal inconsistente, llena de puntos ciegos, contradicciones, creencias que no son fruto de la reflexión propia...
-¿La Filosofía puede curar una depresión?
-La palabra 'depresión' es un cajón de sastre donde se meten demasiadas cosas. Basta que una persona está baja de ánimo, triste, con poca energía para afrontar sus problemas cotidianos, para que se la califique de deprimida. La cuestión es qué hay detrás de ese estado; y muchas veces hay una persona que no ve sentido a su vida. Ahora bien, en estos casos, la tristeza, lejos de ser un trastorno, es un mensaje de su interior que le indica que ha de cambiar algo en su vida o en su actitud hacia ella: modificar su escala de valores, cuidar aspectos que estaban relegados, dotar de un sentido propio y significativo a su existencia... Muchas supuestas depresiones se superan desde el momento en que se entiende su mensaje. Si en un estado depresivo pesan factores no filosóficos, o bien si se trata de personas muy bloqueadas, con impulsos suicidas, etcétera, se derivan al profesional correspondiente. Pero muchas veces detrás de lo que habitualmente se llama depresión hay problemas filosóficos. En estos casos, no cabe decir que la filosofía las cura, pues no había ninguna enfermedad.
Vuelta a los antiguos
-La mayoría de la gente sigue viendo la Filosofía como aquella asignatura tan aburrida que se estudiaba en el instituto y le resulta difícil apreciar su lado práctico...
-Es comprensible que sea así, porque la noción de Filosofía más generalizada es la académica, especulativa, teórica... Pero en todas las culturas la Filosofía nació como un arte de vida con una vocación universal: ayudaba a todo ser humano a conocerse y a conocer su lugar en el mundo, a vivir con plenitud, a alcanzar un estado de libertad interior. Mi experiencia es que casi nadie, ni siquiera las personas sin estudios, siente que los filósofos de la antigüedad sean inaccesibles; todo lo contrario: de inmediato advierten la relevancia que pueden tener en sus vidas. Hay que quitar las telarañas a la Filosofía, porque tiene una dimensión de arte de vida que concierne a todo el mundo.
-¿Por qué siempre se vuelve a los filósofos de la antigüedad? ¿No hay buenos filósofos actuales?
-Sí, por supuesto. Es curioso, pero quizá suceda porque, de alguna manera, en las obras de la antigüedad está casi todo; como si la historia de la Filosofía fuera el desarrollo de las posibilidades que ya estaban latentes en sus inicios.
-¿A sus clientes les recomienda leer obras filosóficas?
-Algunos no tienen tiempo y solo leen textos cortos. Otros leen obras completas. De Filosofía antigua recomiendo con frecuencia a Epicteto, a Marco Aurelio, a Sócrates -es decir, Platón-, a Aristóteles... De los contemporáneos, a Erich Fromm, a Simone Weil, a pensadores de otras culturas... Siempre lo que la cosmovisión y la evolución del consultante demande.
-Dice que algunos de sus clientes no tienen tiempo de leer. En realidad, ¿no vivimos en un mundo acelerado en el que ni siquiera hay tiempo de pensar?
-Un gran inconveniente de esta época es ese: no hay detenimiento, no hay silencio, ni exterior ni interior. Estamos atrapados por lo urgente y lo importante se eclipsa, lo esencial se desatiende. Y tarde o temprano esa situación, sobre todo en las personas más sensibles, termina trayendo consigo una sensación de insatisfacción, de desorden, de vacío. Hay personas que cuando se paran lo pasan mal: tienen miedo al silencio, a la soledad, a pensar... porque no saben pensar. Asocian esos momentos a confusión, pues el silencio exterior subraya su diálogo interno caótico, permite que afloren emociones no resueltas. La consulta es un espacio de reflexión, de silencio, donde se pone luz sobre lo que habitualmente no se examina y se hace con un método apropiado. Es un aprendizaje en el arte de detenerse, de pensar, de mirar; luego el consultante va a hacer eso por sí mismo.
Publicado por lopez1u en
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