EL PENSAMIENTO.
El pensamiento es una de las energías más poderosas del
Universo, y a menudo una de las menos comprendidas. Los pensamientos son
como semillas que constantemente estamos plantando en nuestras mentes, y de las
cuales luego irán surgiendo nuestras emociones, sentimientos, palabras y
acciones, lo cual a su vez irá creando nuestros hábitos y creencias, y
finalmente irá modelando nuestra personalidad. Se dice: “Así como piensas, así
es tu vida”.
Por tanto es importante dedicar un tiempo a conocer
mejor el funcionamiento de nuestra mente y aprender utilizar lo mejor posible
esta herramienta tan valiosa que tenemos todos los seres humanos. Como sucede
con muchas cosas en nuestra vida, al nacer a este mundo no nos dan un manual de
instrucciones de cómo usar las facultades internas y sutiles de nuestra
conciencia.
Un estudio realizado en Norteamérica afirma que la mente
humana llega a generar entre 50.000 y 60.000 pensamientos diarios; sin embargo,
¿de cuántos de ellos somos conscientes? ¿Cuántos son creados por hábitos
rutinas y automatismos y cuando son elegidos conscientemente? Si
tomáramos más conciencia de nuestros pensamientos nos daríamos cuenta que
gran parte de los mismos vienen creados por hábitos que hemos ido creando a lo
largo de nuestra vida. Muy pocas veces el ser humano se para unos momentos para
reflexionar y observar lo que está pensando y sintiendo, que es la clave para darse
cuenta de las consecuencias que eso tiene en nuestra calidad de vida y
bienestar interior.
La creación de los pensamientos
¿Cómo se originan los pensamientos en nuestra mente?
Podríamos decir que hay dos fuentes de creación, por un lado los sentidos
físicos son las puertas a través de las cuales percibimos la realidad del mundo
exterior y que da origen a muchos de los pensamientos y deseos que surgen en la
mente. Podríamos comparar la mente a una pantalla, donde se proyectan ideas,
imágenes, pensamientos, etc. Lo que sucede a menudo hoy en día es que, a través
de los sentidos físicos, hay un bombardeo constante y excesivo de información
y estímulos sobre esta pantalla, lo cual provoca que se acabe sobrecargando y
saturando. Ello provoca que la mente de la persona se vaya debilitando.
El signo de la debilidad es la falta de control sobre los
pensamientos. La mente siempre esta en algún otro lugar, pensando en
cosas, situaciones o personas del mundo exterior, atrapada en recuerdos del
pasado o preocupada por lo que sucederá en el futuro.
¿Qué provoca el debilitamiento de la mente?
Podríamos mencionar dos causas fundamentales del divagar y
el descontrol de la mente: una son los deseos constantes e interminables y la
otra el apego. El lenguaje de los deseos es quiero esto, quiero aquello o lo
otro. Necesito más, y más y más. Por otro lado, el apego da origen a muchos
miedos e inseguridades en la persona, ¿qué me sucederá si pierdo mi trabajo? ¿Y
si mi compañero me abandona?, etc. Estas cosas influyen a la mente y la hacen
muy vulnerable e inestable. Nos volvemos muy dependientes de factores externos
a nosotros y los sentidos físicos nos esclavizan.
En ocasiones las mentes de las personas son como un coche
que va con el acelerador al máximo y sin frenos ni volante, lo cual garantiza
con seguridad que habrá accidentes con otras personas, en la forma de
conflictos, mala comunicación, enfado, etc. Debemos aprender a mirar en nuestro
interior y preguntarnos ¿hacia dónde divaga mi mente? ¿Dónde se queda estancada
o apegada? ¿Cuál es la calidad de mis pensamientos? La meditación nos ayuda a
poner orden en los armarios de nuestra mente y a tener más control sobre los
sentidos físicos.
Recuperar la soberanía interior
Existe otra facultad en nuestra conciencia que esta separada
de nuestra mente, le llamaremos el ojo interior, o el intelecto. Con esta
facultad podemos observar lo que sucede en la pantalla de la mente, y si no nos
gusta lo que vemos, cambiar el programa. Sin embargo este ojo interior tiene
que está entrenado y en buena forma para recuperar el control de los
pensamientos. La clave está en aprender a observar conscientemente
nuestra mente y no identificarnos ni apegarnos a lo que estamos viendo. Generar
la actitud de ser un observador imparcial es una de las claves para recuperar
la maestría y la soberanía interior.
Una práctica muy útil es hacer breves pausas durante el día,
aprender a interiorizarse y volver a un punto interior de calma y tranquilidad.
Preguntarme de vez en cuando; ¿Qué hay en mi mente a lo largo del día? ¿Por qué
estoy pensando en esto? ¿Me trae algún beneficio estos pensamientos? Con esta
práctica es como si pusiéramos a funcionar nuestro ojo interior de la
conciencia y la sabiduría, y así el acelerador de la mente está más controlado,
y los frenos vuelven a funcionar correctamente.
Para fortalecer nuestro intelecto necesitamos conocimiento
espiritual de calidad que nos aporte claridad y un mejor entendimiento de
nosotros mismos y de cómo funciona nuestro mundo interior, la mente, los
pensamientos y las emociones. Este poder interior que vamos recuperando con la
práctica de la meditación nos ayuda a oxigenar la mente y terminar con todo el
desperdicio de los pensamientos innecesarios y negativos, que son los
verdaderos ladrones de nuestra paz y felicidad interior.
Meditación: el poder del pensamiento concentrado
La práctica regular de la meditación nos ayuda al fortalecimiento
de las facultades sutiles de la conciencia: la mente y el intelecto. Hay
tres pasos básicos que seguimos cada vez que nos sentamos para meditar:
1) Separarse: Consiste en ir alejando nuestros
pensamientos del mundo exterior para concentrarlos en el aquí y ahora. A la vez
nos vamos haciendo introvertidos, como una tortuga que repliega sus órganos en
el interior de su caparazón. Los sentidos físicos se van calmando y
los pensamientos se van ralentizando. El ojo interior del intelecto comienza a
separarse de la pantalla de la mente y a desarrollar la actitud mental del
observador imparcial.
2) Observar: Al tomar distancia sobre la mente
vamos recuperando el control sobre la misma. Aprendemos a observar los
pensamientos, la creación de la mente, con una actitud ecuánime e imparcial.
Nos juzgamos ni analizamos lo que estamos observando y que va cruzando por esa
pantalla, simplemente observamos y vamos dejando pasar los pensamientos, como
si fueran nubes que van cruzando por el cielo. Con esta práctica iremos
recuperando las sensaciones de control y dominio sobre la mente.
3) Dirigir: A medida que los pensamientos se
hacen más pausados y calmados, poco a poco vamos dando un nuevo rumbo a la
dirección de los pensamientos. Como un capital que lleva el timón de su
embarcación a buen puerto, nuestro intelecto va dirigiendo con firmeza y
sabiduría a la mente en la dirección más beneficiosa. Suavemente le vamos dando
mensajes positivos a nuestra mente, en forma de pensamientos elevados, tales
como: “eres un ser de paz”, “eres estable, calmada y poderosa”. Y procuramos
mantener la concentración en estos pensamientos el mayor tiempo posible. Con
esta práctica la mente va cogiendo de nuevo el hábito de crear pensamientos que
nos conectan con el ser espiritual, el alma y con nuestra naturaleza original
de paz, amor y sabiduría.
Publicado por Ramón Ribaltablogspot.com
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