por ADRIAN CERVERA
Desgraciadamente, hemos seguido el modelo de Descartes que
preconizaba la división de la realidad de los problemas. Sin embargo, un todo
produce cualidades que no existen en las partes separadas. El todo no es nunca
únicamente la adición de las partes. Es algo más”. Edgar
Morin
Esta cita del pensador francés Edgar Morin quizás nos ayude
a entender por qué el análisis de los momentos del juego en fútbol se hacen sin
relacionar las partes: en nuestra educación nos han enseñado a entender así la
realidad. Queremos analizar el juego en sus diferentes subfases, pero sin tener
en cuenta el momento anterior que propició el porqué del comportamiento actual
y eso nos lleva a coartar la esencia del análisis. No se puede analizar por
separado aquello que sólo tiene sentido junto.
Citando a José Antonio Marina, “somos lo que somos más el
conjunto de relaciones en el que estamos incluidos”. Por eso, y volviendo a
Morin, “habría que sustituir al paradigma de disyunción/reducción por un
paradigma de conjunción que permita distinguir sin desarticular o reducir”.
Todas estas reflexiones volvieron
a mi cabeza tras el partido del pasado domingo en Cornellá-El Prat, como
también lo hicieron tras el de Mestalla o San Siro. En todos estos encuentros
llegan las reflexiones sobre el comportamiento defensivo y todas parten de
premisas superficiales tales como: el Barça no defendió bien por la
defensa de 3 o no han tenido voluntad de presionar debido a que están cansados
de ganar.
En mi opinión, se parte del error de desgranar la fase o
transición defensiva a partir del momento justo en que se perdió la posesión
del balón, cuando lo que nos explica qué ocurre sin él fue lo que hicimos antes
con él y viceversa. Si el Barcelona, la selección española u otros equipos que
tienen altos porcentajes de posesión de balón no atacan bien, ni consiguen
someter al rival, juntarse en campo contrario y desordenarlo con la
circulación, en el momento de la pérdida están expuestos a tener que correr
hacia atrás, y este es un gran indicador de cuándo un equipo no está jugando
bien.
Al revés ocurre cuando el Barça juega bien: hemos escuchado
muchas veces las bondades de la presión tras pérdida de los blaugrana. Algunos
analistas incluso la tildan como clave del éxito de los culés, pero ¿por qué
nos paramos en ese instante, casi en la foto del robo? Esta presión sólo
puede existir si se consiguieron positivas secuencias de pases que desorganizan
al rival y te juntan lo suficiente para poder acosar en superioridad cerca de
la portería contraria: entonces, el rival casi te regala el balón.
Por otro lado, comentar que, obviamente, no presionar tras
el momento de la pérdida no tiene porqué significar jugar mal. Buscar un
repliegue controlado, que evite transiciones fulgurantes del contrario y que
tenga relación con la forma de atacar y el contexto colectivo puede ser una herramienta
muy válida.
Ir creando superioridades posicionales (no siempre es
necesario la numérica) en torno al balón, batir líneas rivales que les obliguen
a retroceder mirando su marco y eliminando defensores, encontrar compañeros de
cara y orientar el ataque hacia zonas de menos densidad defensiva son algunos
de los medios ofensivos que se pueden utilizar para desordenar al contrario y,
como consecuencia, poder defender mejor la futura pérdida (en el futuro iremos
desarrollando algunos de estos conceptos en profundidad).
Si por el contrario se es un equipo vertical, que ataca a
velocidad de vértigo y que carece de pase atrás que permita juntarte en campo
contrario, o tu secuencia de pases no es lo suficientemente buena para someter
al rival, será imposible presionar cuando el contrario te desposea del balón.
Por tanto, dime cómo atacas y te diré cómo podrás defender.
* Adrián Cervera es Entrenador de la
UD Marbella y autor de “Modelo Organizacional-Estratégico de entrenamiento en
fútbol” (Ed. MC Sports). En Twitter > @AdrianCervera
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