Diciembre 22, 2014.
UNA BIOGRAFÍA DE EDGAR MORIN
UNA BIOGRAFÍA DE EDGAR MORIN
Mi camino
Pensador de
origen francés. La Editorial Gedisa acaba de publicar Mi camino. La vida y obra
del padre del pensamiento complejo, biografía en formato entrevista realizada
por la periodista Djénane Kareh Tager.
La editorial
Gedisa publica este mes una biografía intelectual del sociólogo y filósofo
francés Edgar Morin bajo el título: Mi Camino. La vida y obra del padre del
pensamiento complejo. El libro es el resultado de una larga y minuciosa entrevista
con la periodista Djénane Kareh Tager. Edgar Morin, nacido en París en 1921,
descendiente de una familia judeo-española, es uno de los gigantes del pensamiento
contemporáneo.
¿QUÉ ES UN INTELECTUAL?
El intelectual no se define por el trabajo de la mente o de la inteligencia. Un
mecánico que repara un motor hace trabajar su intelecto intensamente –mucho más,
incluso, que algunos intelectuales. No basta tampoco con ser escritor,
filósofo, artista, profesor, abogado, para ser un intelectual. Uno se
autoinstituye intelectual interviniendo en el espacio público, por las ideas y
en pos de ellas, sobre problemas de fondo, especialmente en lo que remite a la
ciudad, a la comunidad. Por ejemplo, Émile Zola es novelista. Pero cuando escribe
“Yo acuso” en el periódico L’Aurore para denunciar la condena del capitán
Dreyfus es un intelectual, porque defiende la verdad frente a la mentira y la
justicia frente a la razón de Estado. Asimismo, cuando los filósofos bajan de
su torre de marfil o los científicos sobrepasan su campo de acción
especializado para defender ideas que tienen valor cívico, social o político,
se convierten en intelectuales. En lo que a mí se refiere, me convertí en un
intelectual por mis posiciones públicas respecto a la guerra de Argelia, la
revolución húngara de 1956, y seguí, durante toda mi existencia, interviniendo sobre
problemas políticos de fondo.
RELACIÓN CON
OTROS INTELECTUALES. Aunque no busco ofenderlos, muchos de ellos se han sentido
ofendidos por mis actitudes complejas, ni sectarias ni maniqueas, que intentan considerar
los múltiples aspectos de un mismo problema. Soy de izquierdas a mi manera, es decir,
que soy fiel a las grandes aspiraciones de fraternidad y de libertad, pero no
me reconozco en ninguno de los partidos que pretender encarnar a la izquierda.
Repito que no creo en la “LA” izquierda, es decir, en ese artículo determinado que
unifica excesivamente a socialistas y comunistas. Es cierto que ha habido
uniones tácticas pero, en la historia, lo que sobresale es una lucha a muerte
entre esas dos corrientes. Opino que estos partidos de izquierdas tienen esclerosis,
cada cual a su manera, que ya no son capaces de afrontar los grandes desafíos
del siglo. Y creo que personalmente quise aportarles un pensamiento regenerador
escribiendo Introducción a una política del hombre, Tierra patria, Para una política
de la civilización. Sin efecto… En cuanto a los intelectuales de izquierdas, muchos
de ellos, entre ellos yo mismo durante cierto tiempo, creyeron en la Unión Soviética,
otros en la China maoísta. Muchos también se desilusionaron y cambiaron de
campo, pero nunca explicaron por qué se habían equivocado, ni intentaron la menor
autocrítica. (...) También existe un peligro de empobrecimiento cuando los
intelectuales de izquierdas se constituyen en casi casta, cuando están seguros de
que han llegado a la verdad e ignoran tanto más sus propios conformismos al
estar convencidos de que detentan el monopolio del espíritu crítico. En este
caso, los pensadores se oponen a los intelectuales, como lo habíamos mostrado
en un número de Arguments llamado “Pensadores e intelectuales”. Por ejemplo,
Sócrates oponiéndose a los sofistas, Rousseau oponiéndose a los filósofos de la
Ilustración y Marx oponiéndose a los intelectuales de su época. Un pensador
está a la vez en el interior y el exterior del mundo intelectual. Sin embargo,
a pesar de sus errores, los intelectuales ejercen una misión tanto más
indispensable cuando su rol está restringido por los expertos y los
especialistas de todo tipo. Esta misión consiste en plantear los problemas
fundamentales y los problemas globales que hoy se ocultan totalmente y que la
inteligencia especializada de los expertos es incapaz de concebir.
PIERRE
BOURDIEU. La mayoría de los sociólogos me consideraban como un marginal,
inclusocomo un estrafalario, pero no me atacaban. ¿Por qué me atacaba Pierre
Bourdieu? Quizá porque de alguna manera me parecía demasiado a él, siendo a la
vez demasiado diferente. Nos percibieron como enemigos, como rivales en
sociología. Yo no lo viví así. Mi existencia le causaba mucha sombra, pero a mí
su existencia no me molestaba, era su hostilidad la que me apenaba. Sólo una
vez respondí a sus ataques, haciendo un juego de palabras, respecto a un texto
que escribió en mi contra firmado junto a Passeron: “Ces bourdes, dieu merci,
passeront” [juego de palabras con los apellidos Bourdieu y Passeron: “Esos
errores, felizmente, pasarán”] Sin duda, su teoría sociológica, que considero
unilateral, triunfó durante un tiempo. Tal vez acrecentó mi marginalidad, pero
ésta no fue fruto de sus críticas sino del propio carácter de mi obra. Para mí,
ser sociólogo, es ser capaz de pensar en correlación y en interacción los
fenómenos económicos, sociales, psicológicos, culturales, religiosos,
mitológicos. Sí, me interesé por la “cultura de masas” tal como se expresa en
el cine, en las revistas, en las actividades recreativas, en las vacaciones, en
la televisión… Estudié sus mitos, traté de comprender su universalidad
potencial. No fui sinónimo de embrutecimiento o de alienación, ni por la élite
de mi trabajo (...) SARTRE. (...) Estaba en un café en Roma, con un periodista
italiano y teníamos una conversación amena. Me preguntó lo que pensaba de Sartre
y le contesté: “Gran escritor, filósofo medio y político nulo”. Al día
siguiente, su periódico recogía mi frase. Sartre, que también estaba en Roma,
leyó el artículo y se enfureció. Lanzó una
serie de insultos dirigidos hacia mí, ¡y sabía insultar! Nuestras relaciones
nunca habían sido cordiales. Es cierto que había publicado un artículo sobre el
Festival de Cannes en su revista, Les Temps Modernes. Me habían gustados sus
novelas pero, filosóficamente, no lo pondría al nivel de Husserl o de
Heidegger. Políticamente habíamos hecho dos trayectorias opuestas: él iba hacia
la justificación del comunismo estalinista, yo hacia el reconocimiento de la
problemática existencial. Nuestra oposición se cristalizó alrededor del asunto
argelino, con el apoyo ciego de Sartre al FLN. Después del asunto del diario
italiano, le pedí a Évelyne Rey, hermana de Claude Lanzmann y amiga de Sartre,
que le transmitiera mi deseo de encontrarme con él para que nos explicáramos. respondió. La ruptura estaba consumada. Su
adhesión al maoísmo nos alejó aún más.
CAMUS. Lo
conocí al final de la guerra [II Guerra Mundial]. Yo vivía en casa de
Marguerite Duras y él era amigo de Dionys Mascolo (ambos trabajaban en [la
editorial] Gallimard). Es cierto que sentí una gran simpatía por él. Pero me
influenciaba Hegel, que se burlaba de las “bellas almas” y los “grandes
corazones” cuyos sentimientos no son sino “el tumulto informe de las campanas”.
Me influenciaba la ideología bolchevique según la cual los que no tienen las manos
sucias no tiene manos, y había puesto a Camus en la categoría de las bellas
almas. Tardé mucho en entender que era mejor tener un alma bella y un gran corazón
que ser un desgraciado, que era Camus
quien tenía una posición justa y no yo. Aunque sólo fuera por su grito de
horror después de Hiroshima, cuya importancia no fue entendida en Francia…
Siento mucho mi acritud cerrada hacia él.
SOCIOLOGÍA DEL
PRESENTE. La sociología del presente surge de dos peticiones. Una, en 1963, del
diario Le Monde, para dilucidar un acontecimiento aparentemente incomprensible,
la “noche de la Nación”. El otro, de Georges Friedman, mi protector y amigo,
que me pedía que participara en una investigación multidisciplinar en un
terreno concreto: la comuna Plozévet, en la región de Bigouden, en Bretaña. (...)
La sociología del presente tiene dos imperativos. El primero: preguntarse
acerca de un acontecimiento imprevisto, ver lo que revela, modifica, innova. El
segundo: abocarse al conocimiento de una realidad concreta. En este segundo
caso, los jefes del comité científico de la DGRST [Délégation Générsale à la Recherche
Scientifique et Tehnique] habían dividido la comuna de Plozévet según las
disciplinas, ignorando lo que pasa entre las disciplinas y a través de las
disciplinas, es decir, lo esencial: un proceso de modernización a la vez
económico, técnico, sociológico y psicológico que atravesaba Francia y “metamorfoseaba”
según la expresión que utilicé, la comuna
de Plozévet. Se estaban haciendo muchas investigaciones cuando Georges
Friedmann, miembro de la DGRST, me propuso llevar a cabo mi propia
investigación. ¿Es él o yo? El tema elegido fue la modernización (...)
PENSAMIENTO
COMPLEJO. Es un pensamiento que pretende vincular el conocimiento de las partes
con el de la totalidad y el de la totalidad con el de las partes, de acuerdo
con este enunciado de Pascal “Siendo todas las cosas causadas y causantes,
ayudadas y ayudantes, mediatas e inmediatas, y estando todas unidas por un lazo
natural e insensible que vincula las más alejadas y las más diversas, sostengo que
es imposible conocer las partes sin conocer el todo, así como conocer el todo
sin conocer las partes”.
CONFLICTO PALESTINO-ISRAELÍ.
Entre 1998 y 2004, escribí sobre el tema cinco artículos en los que me esforcé
por comprender los dos puntos de vista antagónicos (“ Le doublé regard”, “ Le
simple et le complexe” son títulos elocuentes). Pero, como hay un dominante y
un dominado, un opresor y un oprimido, una extrema desigualdad de fuerzas, de
víctimas y de muertes, expresé mi apoyo a los oprimidos.
En Le
Monde moderne et la question juive, libro que publiqué en el año 2006, renuevo
mi punto de
vista sobre el proceso actual, aclarando que abogo por el mantenimiento de Israel
como nación y que deseo al mismo tiempo que sea reconocida la existencia de una
nación palestina. No soy hostil a la idea sionista de Herzl, que es el derecho
de los judíos que han sido perseguidos en las naciones de tener su propia nación,
pero no puedo adherirme a la justificación permanente de todo lo que hace Israel.
Lo que es trágico es que el sionismo haya creído que un pueblo sin tierra iba a
una tierra sin pueblo: esa tierra no carecía de pueblo, había una población
árabe, musulmana y cristiana en Palestina. La tragedia se desarrolló a partir
de esa situación.
Ha habido en
Francia un rumor anti-Morin, propagado confidencialmente, incluso en los
ámbitos intelectuales refinados, los que a veces son capaces del peor
sectarismo, que pretende que yo quiero la destrucción de Israel y que soy
antisemita. Esto ha generado desprecio, insultos y amenazas. Con toda
evidencia, los infelices, ignorantes, fanáticos o crédulos que me acusan de esa
manera no me han leído. Pero algunos de los que me han leído, y que no pueden
soportar que Israel sea criticado, quieren que yo sea antisemita y que desee la
destrucción de Israel en virtud del refrán “Muerto el perro, se acabó la
rabia”.
EL BIEN Y EL
MAL. Tienen una fuente común. Lo que separa y lo que vincula nacieron juntos en
los orígenes de nuestro universo: en un principio, Dios y el diablo son lo
mismo. Lo que separa –diabolus– es la fuente del mal. Lo que vincula –reliance–
es la fuente del bien. Por ende, el bien, para mí, es amistad y amor, que es lo
que lo vincula. El mal es lo que separa, destruye. El mal es la crueldad del
mundo y la barbarie entre los humanos. La primera exigencia ética es resistir a
la crueldad del mundo y luchar contra las diferentes barbaries humanas.
La segunda
exigencia ética procede de mi concepción de la poesía de la vida que se
desarrolla en la realización de uno mismo, en la comunión, el amor, el éxtasis.
Puedo formularla así: contribuir a todo lo que permita a los humanos vivir poéticamente,
es decir, realizar amor, fraternidad, comunión, admiración, éxtasis.
Por último, está
lo que llamo “fe ética”. Lo expreso al final del libro, que constituye a su vez
el libro final de El método. Ésta es entonces mi profesión de fe: “la ética es
amor”. Pero es un deber ético preservar la racionalidad en el amor.
La relación
amor-racionalidad debe ser un yin/yang; en todo momento uno se vincula con el otro
y lo comprende en su estado original. Ese amor nos enseña a resistir a la
crueldad del mundo, nos enseña a aceptar/rechazar este mundo. Amor es también
coraje. Nos permite vivir en la incertidumbre y la inquietud. Es el remedio ante
la angustia, es la respuesta ante la muerte, es consuelo. Sólo el Doctor Love
puede salvar a Mister Hyde. Paracelso decía: “Toda medicina es amor”. Digamos
también y sobre todo: “Todo amor es medicina”. El amor médico nos dice: “Amen
para vivir, vivan para amar. Amen lo frágil y lo perecedero, porque lo más
preciado, lo mejor, inclusive la conciencia, la belleza, el alma, son frágiles
y perecederos”.
MUNDIOLOGÍA.
(...) Estamos todos embarcados en la aventura histórica de la mundialización. Por
abundantes que sean, nuestros saberes están dispersos y son fragmentarios,
mientras que el estado del mundo es un nudo gordiano de innumerables interacciones
y reacciones, un cóctel de orden y desorden. Nos hace falta una ciencia, que
sería la mundiología, para concebir y comprender el estado del mundo. [1]
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