Arte de la lectura
IGNACIO F.
GARMENDIA | ENSAYO · MERCURIO.
El sueño del Rey Rojo
Alberto Manguel
Trad. Juan Tovar Elías
Alianza
Alberto Manguel
Trad. Juan Tovar Elías
Alianza
Buenos Aires, 1948. Escritor, traductor y editor argentino-canadiense. En su juventud fue el lector personal de Jorge Luis Borges. Vivió en Francia, Italia, Inglaterra y Tahití, sin dejar de traducir, escribir revisar En 1982 se muda a Toronto y adquiere nacionalidad canadiense.y leer.
Autor de numerosas obras: Guía de lugares imaginarios(1993), noticias del extranjero/1991), leyendo imágenes(2002), Diario de lecturas(2004), Una historia de la lectura(1998),Lecturas sobre la lectura(2011).
Doctor honorario de la Universidad de Lieja, miembro del colegio de Artes y Letras de Francia. Actualmente vive en Francia.
No fue Alberto Manguel el único lector que hizo de
intermediario para el anciano Borges en la noche de su ceguera, pero parece
claro que aquel episodio de adolescencia —el joven lazarillo no tenía ni veinte
años— marcó para siempre a un escritor que ha dedicado desde entonces centenares
de páginas valiosas al hecho mismo de la lectura.
De igual modo que su maestro, Manguel tuvo una formación
autodidacta y apenas pisó la Universidad, lo que no le ha impedido convertirse
en un formidable erudito que sabe transmitir su lección sin servirse de jergas
abstrusas, lejos de los resabios académicos o la oscuridad gratuita.
De Borges
heredó asimismo la pasión por las bibliotecas o por las enciclopedias y no
pocas de sus predilecciones estéticas, aunque al contrario que aquel,
famosamente bilingüe, Manguel eligió el inglés como lengua literaria.
Libros como su Guía de lugares imaginarios (1980),
escrito en compañía de Gianni Guadalupi, o Una historia de la lectura (1996),
ambos disponibles en hermosas ediciones ilustradas, son referencias inexcusables
para los amantes de la literatura o de la historia de la literatura, pero la
obra de Manguel contiene otros muchos títulos dedicados a glosar a sus autores
preferidos.
Las “lecturas y relecturas” reunidas en su última
entrega, El sueño del Rey Rojo, donde se incluyen varios
artículos de En el bosque del espejo (1998), versan sobre
algunas de sus devociones conocidas y mezclan, como otras veces, el ensayismo y
la crítica con ocasionales incursiones en la autobiografía, que para Manguel es
indisociable de los libros. Borges, por supuesto, pero también Homero, Dante,
Cervantes o Lewis Carroll.
Con el imaginario de Alicia como elemento vertebrador,
presente no solo en el título sino en las citas que abren los diferentes
capítulos, Manguel trata sobre todo de literatura, pero también deja constancia
de su itinerario vital, se define como “anarquista moderado”, elogia el libro
impreso o polemiza con Vargas Llosa a propósito de los juicios a la dictadura
argentina.
La lectura es “la más humana de las actividades creadoras”,
dado que leer no es un hábito meramente pasivo ni el lector permanece igual en
el tiempo —“nadie se sumerge dos veces en el mismo libro”— ni su disposición
equivale a recibir sin más una información codificada. “Considero que somos, en
esencia, animales lectores y que el arte de la lectura, en su sentido más
amplio, nos define como especie”, pero la literatura se mueve en unas
coordenadas históricas y a ellas Manguel vuelve a menudo, para contextualizar
las obras y también el modo como fueron leídas a lo largo del tiempo o dejaron
su rastro en el propio ensayista.
La imagen tan querida por Borges del universo como una vasta
biblioteca o la convicción de que “la palabra impresa le da coherencia al
mundo” son invocadas como argumentos para sostener que la lectura, más allá de
su prestigio menguante, es o puede ser una razón de vida.
Habrá quienes piensen que Manguel se acoge a autores demasiado canónicos,
pese a DEFENDER CON BUENAS RAZONES LA LIBRE ELECCIÓN DE CADA CUAL A LA HORA DE CONFORMAR GUSTOS, o que su entusiasmo sigue un rumbo en exceso previsible,
por moverse casi siempre en el terreno de lo universalmente celebrado, pero
nadie puede negarle las dotes de persuasión, la claridad de juicio, la
elegancia de un discurso incitador que jamás condesciende al solipsismo.
Puede que no sea tan
brillante como Borges, pero se muestra más interesado por los problemas de la
vida real y su ensayismo tiene la misma admirable capacidad de inculcar la fe
en la gran literatura.
CULTURAL / LIBROS
El nombre de Alberto Manguel está unido al acto
mismo de la lectura, porque ha hecho de su gran amor a los libros una
literatura que abarca la Historia (de la lectura, por supuesto, pero también de
las circunstancias históricas de muchos textos y autores), la filología, la
biografía, el comentario, la crítica y la memoria. De alguna manera, este
hermoso libro, que recoge textos de diversas épocas –aunque pareciera hecho ad
hoc–, reúne todas las características mencionadas.
CULTURAL / LIBROS
«El sueño del Rey Rojo», todas las lecturas de Alberto
Manguel
Leer no es reconstruir una historia, sino volver a crearla.
Lo dice Alberto Manguel en «El sueño del Rey Rojo» (Alianza). Una travesía con
escalas por su verdadera patria: la literatura
JUAN MALPARTIDA@ABC_CULTURAL
Aquí están «La Odisea» y Dante, Cervantes y Borges;
y el «ebook».
El hilo estructurador quizás sean las citas de Alicia en
el país de las maravillas y Alicia a través del espejo,
que abren cada capítulo, sin duda por ser ambas obras la encarnación del reino
de las metamorfosis. Porque si algo hace la lectura es cambiarnos.
Un buen lector es construido por lo que lee, al tiempo que posibilita la
realidad de la obra, sea el poema de Ariosto o la novela de Proust. Por
eso quizás escribió Enis Batur que una biblioteca personal está habitada por
una sola persona: su lector. «La lectura –afirma Manguel– es la más humana de
las actividades creativas.» Cierto. Aunque la música o la pintura son
universales, no alcanzan a todos, pero sí el habla: no hay pueblos sin
lenguaje, y todos ellos, como ha mostrado Steven Pinker, complejos. Quien
habla, fabula.
Cuando leemos a Alberto Manguel nos dan ganas de leer no
solo su libro, sino los que él lee y los que tenemos apilados en la
mesilla, aquellos que ya leímos y esperan ser revisitados. Manguel,
heredero de Borges (y no solo, en los mejores momentos, por cierta
felicidad de la prosa), sabe que toda biblioteca es un diálogo: supone siempre
la existencia de un interlocutor.
Por cierto, Borges, a quien Manguel trató durante
unos años, es rememorado en algunos de estos textos, como en «Borges
enamorado», donde nos encontramos con Estela Canto y El Aleph.
Borges y sus sugerencias, como la de que Dante escribió la Commedia para
poder estar, por un momento, con Beatriz. ¿No es acaso eso lo que ha hecho toda
la gran literatura, lograr estar por un momento con el Tiempo, encarnado en
Beatriz o en un trazo de amarillo de una tela de Vermeer?
El lector ideal, según Manguel, asocia, salta de una obra
a otra y funde.
Todo libro supone un autor (o varios, es lo mismo), por eso
los primeros lectores, reflexiona Manguel en «El tenedor de libros ciego»,
«tuvieron que concebir a un autor para que el poema fuera concebible». Esa
concepción supone la invención del lector mismo. Homero, ciego, es la
encarnación del autor por naturaleza: vuelto hacia el libro, sus ojos
ciegos en la realidad ven a través del acto imaginario del lector.
Manguel nos muestra una ética de la lectura, sus ideas
políticas (cierto anarquismo que colinda, creo, con lo mejor del liberalismo), su
quijotesca defensa de la justicia y su exaltación de la memoria, no del olvido.
De ahí el texto, lúcido, en el que polemiza con Vargas Llosarespecto a la
necesidad de juzgar a los responsables de las torturas y asesinatos de la dictadura
argentina de 1976-1983.
Víctimas con nombres y apellidos.
Mario Vargas Llosa afirmó que la complicidad abarcaba no
solo a los dirigentes militares y, por lo tanto, era imposible juzgar (Carlos Menem promulgó,
como se sabe, una amnistía que incitaba a la desmemoria). Pero Manguel, apoyado
en las víctimas, con nombres y apellidos, cree que el crimen no puede
quedar impune, por muy inextricable que parezca a veces la trama de la
Historia.
Cuando leemos a Manguel nos dan ganas de leer no solo su
libro, sino los que él lee.
Elogio del lector, El sueño del Rey Rojo lo
es también del acto creativo. De hecho, para Manguel el lector ideal no es el
que reconstruye una historia, sino el que la crea al leerla. Este es, sin duda,
Alonso Quijano, cuyo acto de lectura lo transforma en Don Quijote. «El
lector ideal no es un taxidermista», asegura Manguel (¿han tomado nota, señores
profesores?). El lector ideal asocia, salta de una obra a otra, funde y
hasta confunde. No es Polifemo, es «politeísta»; por lo tanto, no tiene un
Autor, ni un Libro: como el judío errante, su signo es ir de patria en patria
sabiendo que ninguna lo es del todo y que todas lo son de alguna manera. «El
lector ideal es el personaje principal de una novela.» Por eso nos cautiva
pronto La historia interminable–añado–, porque el niño se ve
interpelado por el libro, y el libro oye lo que el lector le dice. Ay de quien
esté libre de esta alucinación creativa.
Tras enumerar diversas cualidades, Alberto Manguel cierra su
lista con esta frase: «La literatura no depende de lectores ideales,
solo de lectores bastante buenos». En efecto; pero sin algunas de las
cualidades mencionadas, la lectura no le pone ojos a Homero.
Vida errante
Manguel no evita comparar el libro como objeto de papel,
individual, y el ebook. Alguien que encontró su hogar en su
biblioteca (en una antigua casa de piedra al sur del Valle del Loira) es obvio
que ha de defenderla, pero sus argumentos son sólidos y nos parecen reales. Los
libros son presencias individuales tangibles, con cualidades materiales de las
que carece la pantalla. La utilidad sin duda del ebook quizás
nunca desplace a un bello libro, sus ilustraciones, tacto, grosor, peso,
olor, y su vida errante en mercadillos y librerías de saldo.
El autor de «El sueño del Rey Rojo» sabe que toda
biblioteca es un diálogo.
La Odisea y Dante, Cervantes y Borges, la traducción –que se
apoya en la universalidad de la imaginación y en lo común básico de
toda cultura–, las tablillas sumerias y el libro electrónico, la biblioteca
errante (que es cada verdadero lector) y los afectos, la literatura erótica
(plural) y la pornográfica (reaccionaria); las relecturas, que son libros
inexistentes en las bibliotecas, salvo cuando quien relee se llama Johnson,
Sainte-Beuve, Eliot o Reyes. Frente a la lectura literal (lenguaje inequívoco)
del personaje de Pinocho, la lectura analógica y fantástica de Alicia.
Muchas cosas se pueden decir de los libros de Manguel, pero
todas coinciden en esta: el placer de leer.
«El sueño del Rey Rojo. Lecturas y relecturas sobre las
palabras y el mundo»
ALBERTO MANGUEL
Traducción de Juan Tovar Elías. Alianza. Madrid.
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